Indefectible - Mr. Compress
Pedido por: DEMON7373748 (Lamento la demora y espero que te guste ^^)
:-:
A veces me pregunto si algo hubiera cambiado de no habernos conocido.
La palabras se repetían en la vorágine oscura que se cernía sobre su mente. Mientras su aroma permanecía impregnado en los muebles y su risa se colaba por la ventana, cual canción del viento, manteniendo vívido un recuerdo que, a pesar de su alma querer eternizarlo, el mundo se había encargado de transformarlo en algo inane y efímero, superfluo como su decreciente esperanza en la humanidad.
La sociedad súperhumana en la que vivían estaba podrida. En vez de unificarse tras la época de paz posterior a una guerra de derechos para los poseedores de kosei, se había quebrado aún más. La brecha entre individualidades era tan colosal, que la gente se mostraba impávida ante la muerte, y en las noticias los cadáveres se convertían en frías cifras.
A Sako Atsuhiro le causaba ansiedad la ínfima existencia de la humanidad, obnubilada por fuerzas mayores. Sin embargo, para fijarse en lo malo del mundo, en sus errores e injusticias, debe existir un desencadenante. Por lo tanto, a pesar de estar ahora arrebujado entre ropa femenina, dejando que las lágrimas se perdieran entre las fibras de la tela, él también fue inocente en alguna época, cuando ese desencadenante no existía o siquiera pensaba que podría llegar a serlo.
Se conocieron en un bar, de esos que parecen tener neblina por la cantidad de humo y de transpiración evaporada. A veces, la gente se reunía para bailar, y otras simplemente permanecían en sus mesas y disfrutaban de los variopintos espectáculos que ofrecía el local.
El de él era un espectáculo de magia.
Siempre había tenido cierta maña rocambolesca con ademanes trabajados en aras de hacer la presentación única. Se empeñaba en presentar algo distinto siempre, porque no podría soportar que la gente se aburriera de su poco originalidad a medida que lo vieran actuar.
Solía analizar la multitud en busca de clientes frecuentes. No eran muchos, pero algunos iban expresamente a verlo. Sin embargo, no pudo evitar percatarse de ella la primera vez que lo visitó. Con sus ojos brillantes cual infanta, esperando su siguiente hazaña como si sus dedos fueran capaces de derrochar magia real. Le encantaba su fascinación, la forma en que sus pupilas no se apartaban un instante de él, intentando dilucidar qué truco había detrás de sus presentaciones. Sentirse halagado se quedaba corto para expresar el júbilo en su pecho, para él que había conseguido el puesto por los pelos, puesto que había fracasado la audición, y, al final, pudo participar como suplente de un grupo de jazz que rechazó unirse al espectáculo.
Con aspavientos sobreactuados, que exasperaban de vez en cuando a ciertos clientes, pero que a ella la hacía sonreír, dijo:
—Para el siguiente acto, necesitaré una bella dama que me acompañe en el escenario.
Para su sorpresa algunas mujeres alzaron los brazos, cubriéndose los labios con una mano para ocultar sus sonrisas divertidas, presas del alcohol. Sin embargo, él ya había seleccionado a su víctima antes de siquiera ocurrírsele realizar la petición.
Sin dilaciones, bajó del escenario, franqueando las mesas, hasta extender la mano enguantada hacia la joven mujer que lo miraba entre atónita y avergonzada. Echándole una mirada tímida a sus amigas, aceptó el gesto y se dirigió al escenario, riendo nerviosamente ante el acto increíble del mago.
Compress siempre se había caracterizado por su temple, pero no podía dar crédito al temblor en su otra mano de solo pensar que estaba guiando a la mujer que había captado su atención, que podía sentir el calor de su piel y oír claramente su risa. Ni siquiera se atrevía a mirar sus brillantes pupilas, temiendo ser capturado en un éxtasis transcendental, y que eso representara su perdición.
En voz baja, de modo que el micrófono no captara sus palabras, le indicó que vendaría sus ojos y la guiaría en todo momento. Una vez más, Compress quiso asegurarse a sí mismo que lo hacía por llevar adelante el espectáculo, y no porque quisiera mantener sus manos unidas un poco más. Después de todo, un mago como él, siempre al borde de la bancarrota cuando descubrían el truco tras su magia y lo acusaban de uso indebido de su kosei en público, no podía ofrecerle nada a una chica.
Con cuidado, colocó su mano enguantada sobre la de ella y, con una levísima explosión de humo, una paloma blanca surgió de la nada mientras el público soltaba exclamaciones de sorpresa. La mujer respingó, pero rio suavemente.
—¿La hermosa damisela sintió algo?
—No, aparte de la paloma, obviamente. —Se bajó la venda cuando él se lo indicó.
Mr. Compress procuró no dejarse extasiar por su dulce entonación ni por el brillo enigmático al fondo de sus pupilas.
—Las sorpresas no acaban aquí —dijo teatralmente, inclinándose en una reverencia.
La mano tras su espalda dejó ver un ramillete de flores. La audiencia aplaudió y las amigas de la jovencita chiflaron y gritaron emocionadas.
—Gracias —musitó, recibiendo las flores.
—¡Ahora! ¡Como acto final! —Giró sobre sus talones, entusiasmado—. Haré desaparecer a esta hermosa dama frente a todos sus ojos.
Todos soltaron interjecciones de estupefacción. La invitada parpadeó varias veces, dubitativa, cuando él volvió a ofrecerle su mano. Sin afán de arruinarle su espectáculo, aceptó el gesto.
—Desaparecerás en tres... dos... ¡uno!
La multitud enloqueció cuando, después de que se difuminó el rastro del humo que acompañaba sus gestos exagerados, no quedaba nada de la chica, ni siquiera el ramo de flores. Aplaudieron con vehemencia, a la par que esperaban ansiosos que la hiciera reaparecer.
Compress extendió un tiempo más su momento en el escenario, azuzando a las personas que le rogaran que regresara a la jovencita. Esa noche se sentía tan confiado, que hasta hizo una parodia de un anime pidiendo que le dieran un poco del poder de todos para recuperar la magia que había gastado desapareciéndola.
Hacía mucho tiempo que no se divertía tanto en el trabajo, casi como si rememorara cuando era un niño sin kosei y se la pasaba realizando trucos de magia con cartas, imitando a los magos que admiraba en la televisión y rogando a sus padres que lo llevaran a algún espectáculo. Ahora que era un adulto, recordaba con cariño cómo, a pesar de su situación económica, lo habían llevado a ver al legado del mismísimo Houdini.
Sin más dilaciones, la hizo aparecer. Sonrió tras la máscara cuando ella fue víctima de una risita nerviosa. La acompañó hasta su sitio y la dejó a buen resguardo de sus compañeras, mientras la multitud, por primera vez, le pedía otro acto.
Rozando medianoche, Atsuhiro dejó el bar por la puerta trasera. Casi profirió un grito cuando una mano apareció frente a él, ofreciéndole una rosa que él recordaba haber visto de algún sitio.
—Lo siento si te asusté. —La chica del espectáculo le sonrió tenuemente, por su lenguaje corporal, adivinó que se sentía incómoda por estar haciendo eso—. Tu presentación de hoy fue excelente.
—Oh, gracias. —Recibió la flor, dejándose llevar por sus fantasías infantiles sobre un escenario lleno de diferentes tipos de flores mientras el público aclamaba su nombre.
Se quedaron en silencio, bajo el dintel de la puerta. La mujer se balanceaba sobre sus talones sin percatarse, y Atsuhiro recién se daba cuenta de que no estaba usando su máscara y empezaba a incomodarse por revelar su rostro al público. Observó cómo ella lo miraba fijamente, como esperando que dijera algo; pero, a pesar de ser algo obvio, Atsuhiro estaba bloqueado, demasiado ocupado con la incredulidad que le generaba la situación, por su rostro, y porque ella estaba allí, frente a él.
—Uhm... —Ella rompió el silencio, pasando saliva mientras las mejillas se tornaban, lentamente, rojas—. ¡¿Quieres ir a comer algo conmigo?! —gritó sin querer, suspirando al haber sacado de su pecho aquello que había querido decir desde hacía tantas noches y sus amigas la habían animado a hacer ese día.
—Oh... —dejó escapar Sako—. Lo siento, yo...
—¿Eh? —La mujer enrojeció un poco más, mucho más azorada, tanto que pudo distinguir el ligero temblor en sus labios.
—¡No! ¡Sí quiero! Es solo que no capté el mensaje. Debía invitarte yo, ¿no? —Se rascó la mejilla, notando que el rubor ajeno era contagioso.
—No soy buena con las indirectas. —Negó con la cabeza, esgrimiendo una ligera sonrisa.
—B-Bueno, ¿a dónde te gustaría ir? —La invitó a caminar, pasando de largo el grupo de amigas que celebraba el desenlace de los eventos, creyendo que la pareja no se había percatado de sus incautas presencias.
—¿Puede ser algún restaurante familiar? —musitó, pensativa—. Eres muy diferente a lo que imaginé, Mr. Compress.
—Puedes decirme Sako o Atsuhiro, o como prefieras, yo...
—Atsuhiro me parece bien. —Asintió, aún meditando algo—. En fin, yo soy (T/N). Espero que nos podamos llevar bien de ahora en adelante.
Atsuhiro jamás pensó que esas palabras llevarían a algo más grande. Con el transcurso de las hojas del calendario, la había conocido cada vez más, y la simple curiosidad se transformó en aprecio, y este en incipientes sentimientos de amor. Sin darse cuenta, su sonrisa brindaba sosiego a su alma y su voz era como música angelical para sus oídos.
A su lado, el mundo cobraba sentido y los colores se volvían más brillantes. Se suponía que él era el mago, pero debía admitir que había caído hechizado por (T/N). Sin siquiera proponérselo, descubrió que ella era todo lo que él necesitaba sin realmente saberlo. Era increíble; lo llenaba por completo; lo complementaba...
Y, entonces, empezaba a cuestionarse si, con el año que llevaban conociéndose y saliendo, no era muy apresurado dar el siguiente paso. No estaba seguro de si ella quería tomarse más en serio su relación, dadas las circunstancias en las que se conocieron. A veces le parecía que todo era muy fugaz, que ella podría desvanecerse sin él poder hacer nada. No quería atarla, pero le gustaría que ella aceptara pasar, al menos esa vida, con él.
Quería confiar que, juntos, podrían llegar lejos y cumplir cada uno de sus sueños.
—Atsuhiro, ¿qué piensas? —La mujer lo abrazó por la espalda, viéndolo jugar con un mazo de cartas—. Últimamente, estás por las nubes.
—Solo... —Se mordió el labio inferior, dubitativo—. Solo pienso en el futuro.
—Ya veo. —Lo dejó ir para sentarse a su lado—. ¿Puedo ayudar en algo?
Sako alzó las cejas y desvió la mirada. A (T/N) siempre le pareció adorable lo fácil que era apabullarlo; era completamente distinto a cómo se manejaba en el escenario, siempre tan seguro y teatral. Sin embargo, había descubierto a un joven adulto desconcertado por la responsabilidad de la madurez, rasguñando, con ahínco, sus sueños. A pesar de encontrarse con alguien totalmente diferente a lo que creía, había aprendido a quererlo.
—De hecho, sí —repuso luego de unos segundos, esta vez encarándola con la confianza que irradiaba en los ojos de Mr. Compress—. Yo... Sé que es muy pronto, pero yo...
—... —La mujer sonrió y asió sus manos con cariño—. Sí, Atsuhiro.
—Pero yo aún no...
—También tengo mis trucos de magia. —Sacó la pequeña bolsa de organza azul donde descansaba un sencillo anillo.
—¿Cómo...?
—Lo dejaste en un pantalón dentro de la lavadora. —Sonrió, divertida por el desconcierto en sus facciones.
Atsuhiro enrojeció paulatinamente, en una mezcla de vergüenza y exasperación consigo mismo. Se suponía que debía hacerlo bien, para al menos ser capaz de cumplir las expectativas que siempre tenían las mujeres sobre las propuestas de matrimonio —o eso era lo que él creía—. A veces creía que no se la merecía.
—Llevamos conociéndonos poco más de un año, pero esto es una de las pocas cosas que me siento segura —expresó honestamente, sacando el anillo de su envoltura—. No tienes por qué sentirte molesto.
—¡No estoy...! —Tragó aire y bufó—. No estoy molesto. Solo quería que fuera especial.
—Lo fue. Nunca he oído una propuesta de matrimonio tan original —bromeó, dándole el anillo.
—Siempre ves el lado positivo de las cosas.
—¿Eh? Pero sí yo soy una pesimista nata.
—Oh, sí, y yo soy el próximo heredero del trono en Mónaco.
—Podré ser reina. —Sonrió, conmovida al ver cómo su pareja se hincaba en la vieja alfombra de su apartamento.
—Procuraré que te sientas así por lo que nos resta de vida.
Sin poder contenerse, se arrojó a sus brazos, presa de la emoción. Sus risas se entremezclaron con el cálido ambiente de lo que deseaban llamar hogar. En sus pueriles corazones, creyéndose inmunes a la crueldad del mundo que los rodeaba, decidieron aunar sus destinos con un lazo físico.
Ah... Qué inocentes fuimos, (T/N).
Cierto día, en cierta mañana, Atsuhiro jamás imaginó que su vida fuera a dar un giro tan radical.
Después de que un tifón azotara la ciudad, estaban demasiado ocupados revisando los daños. (T/N) y Sako estaban concentrados en cerciorarse de que su modesto hogar no se cayera a pedazos luego de que aparecieran decenas de goteras de la nada.
—Espero que la casera use la garantía para arreglar esto —se quejó la joven, quitando varios envases luego de ver que no hubiera más salidas de agua—. Atsuhiro, se mojó parte de tus cosas para el show de esta noche.
—No te preocupes —se apresuró a decir, notando cómo la voz de su prometida adoptaba un matiz tembloroso, a punto de dejarse llevar por la frustración que le generaba su situación.
La suma de sus sueldos pagaba los gastos del apartamento, pero a veces no era suficiente. Simplemente pensar en cómo repararían todo eso —y también el refrigerador que había muerto misteriosamente—, la tenía al borde del colapso. Así que él procuraba ser su fortaleza en esa ocasión, supliendo todas las veces que ella lo había sido para él.
Sorbiéndose la nariz, (T/N) decidió continuar limpiando en total silencio. Cuando terminaron y su apartamento lucía un poco más decente, Sako la sentó en el sofá y organizó la mesa para disponer su indumentaria mágica. Sonrió cuando ella dejó deslizar una suave curva en sus labios.
—Déjame hundirme un poco en mi miseria.
—Eso nunca, bella dama —Adoptó su voz teatral, sintiéndose pleno al notar el sonrojo que se apoderaba de las mejillas de ella—. Hoy has ganado una sesión privada con un talentoso mago.
—Me aseguraré de disfrutarlo, entonces. —Rio en voz baja, dejándose embargar por la emoción que siempre le generaban sus espectáculos.
Mr. Compress creyó que esa mañana había dado su mejor presentación, bajo la calidez de los rayos del sol luego de una tormenta, los aplausos emocionados de su prometida, su risa y el hecho de simplemente tener la felicidad al alcance de la mano en una de las formas más puras que él podía imaginar.
Sin embargo, cuando se dio a la empresa de devolver los objetos a su sitio, se sintió mareado, como si la habitación se hubiera tambaleado. Avanzó un par de pasos y, cuando se percató de lo que estaba ocurriendo, fue muy tarde.
La tierra temblaba como si les reclamara algo. Las paredes crujían y los cristales se quejaban y cedían en cuestión de segundos. La vajilla secándose en la cocina yacía rota en el piso agrietado. Y (T/N) miraba con terror lo que ocurría, paralizada por el exceso de adrenalina corriendo por sus venas.
Sako perdió el equilibrio entre sacudidas, e impactó contra la pared, resbalándose por el inclinado pasillo y cubriéndose el rostro al notar varias cosas yéndosele encima. Se golpeó con algo, no estuvo seguro de qué. Hubo un gran estruendo y, de repente, todo se volvió oscuridad.
—¡Atsuhiro! ¡Atsuhiro! —La voz de su prometida lo alertó, cayendo en cuenta de todo lo que había ocurrido—. ¿Estás bien?
—Sí... Sí, (T/N), ¿tú?
Apenas podía ver algo entre el montón de escombros que, milagrosamente, se habían encajado contra el otro sin aplastarlo en el proceso. Pudo distinguir su brazo extendido por una abertura entre el concreto, tanteando el área para alcanzarlo.
—Estoy bien —susurró con alivio—. Bueno, creo que tengo la pierna rota...
—No puedo moverme —comentó, luego de notar que estaba atrapado, pero no aplastado.
Se quedaron en silencio varios minutos, tan solo sus agitadas respiraciones escuchándose. Ambos se preguntaban cómo es que habían terminado en semejante situación, queriendo sujetarse a alguna broma que pudieran hacer, o a algún rayo de esperanza. Sin embargo, debían admitir que lo que más querían era llorar.
—(T/N), si consigo llegar hasta ti, podría usar mi kosei para asegurarme de que no te vaya a pasar algo más.
—¿Y qué hay de ti?
—Protegerte me dará el valor para soportar cualquier cosa.
—Pues yo no quiero estar allí adentro, segura, muriendo por saber qué rayos ocurre con...
Pausó. Pasaron varios segundos de total silencio, que hicieron pensar lo peor a Sako.
—¿(T/N)?
—L-lo siento. Pensé que había visto algo.
Su voz tembló y vio cómo su mano se estiró, sus dedos moviéndose para entrelazarlos con los de él, pero él simplemente no podía alcanzarla por mucho que intentara arrastrarse.
—Creo que ya no tengo excusas para no mudarme —bromeó, al cabo de otros minutos más en silencio—. Atsuhiro, jamás pensé verme en un terremoto así...
—Nadie nunca lo hace —musitó, luchando un poco más por alcanzarla—. Y sí, ya no tendremos que preocuparnos por goteras, ni caseras gruñonas. Creo que podríamos mudarnos a una mejor zona, ¿no te parece?
—Si recortamos gastos, quizás...
Hablaron mucho, entre pausas prolongadas, con sus respiraciones como único indicativo de que estaban vivos. No sabían cuánto tiempo había pasado, pero les parecía una eternidad, y ni siquiera se escuchaba algún grupo de rescatistas. Luego de varias horas, Atsuhiro notó que (T/N) ya no hablaba con las mismas energías de antes.
—¿Estás bien?
—... Sí... —susurró, sus dedos no se movieron por la diminuta rendija que los unía—. ¿Tú?
—Estoy bien. (T/N), tus dedos se ven pálidos, realmente...
Escuchó un ligero sollozo.
—Lo siento —musitó con un suspiro débil—. Te mentí. Estoy perdiendo mucha sangre... Y no sé si...
—¡Puedes hacerlo! Los héroes vendrán pronto.
—¿Tú crees?
—Sí; estamos cerca de una agencia, vendrán.
Tienen que hacerlo.
Atsuhiro, con el corazón desbocado, continuó hablando para mantenerla despierta. Notando cómo su risa se extinguía de a poco y la voz se le debilitaba dolorosamente, trataba de convencerlos que los héroes llegarían a evacuar y rescatar a las personas atrapadas. Sin embargo, no se escuchaban las sirenas de los bomberos ni de las ambulancias.
—Atsu...
—¿Sí? No te quedes dormida.
—Te amo.
—No me digas esas cosas ahora; dímelo después.
—El mejor momento es ahora. —Rio con suavidad.
Sako apretó la mandíbula, intentando por quincuagésima vez moverse para alcanzarla.
—Atsu...
—Estoy aquí.
—... Tengo miedo.
—Todo estará bien. Pronto. Solo resiste un poco más.
—Si me pasa algo... —suspiró, y Atsuhiro tuvo que aguzar el oído para entenderla—. Sigue adelante.
—Estarás bien. ¿(T/N)? ¿Me oyes?
—¿Mmm?
—Yo también te amo.
—Gracias.
—Hey, (T/N). Cuéntame algo de cuando estabas en el instituto. —La escuchó balbucear algo, pero no comprendió—. Re-repítelo.
Al cabo de unos minutos, no pudo escuchar más sonidos. La mano que se extendía a través de los escombros, tan cerca y a la vez tan lejos, se cerró débilmente, perdiendo por completo su tono muscular. Atsuhiro no se percató ni de las lágrimas que corrían por sus mejillas, ni de su desesperada voz llamándola una y otra vez, asegurándole que pronto los rescatarían.
No estuvo seguro de en qué momento había perdido la consciencia, pero sí de cuando la recobró y se encontró con la cegadora luz bicolor de la ambulancia, el cuello inmovilizado, y un cadáver envuelto en sábanas blancas a su lado, dejando entrever tan solo el anillo de compromiso opacado por la sangre.
Aún con el dolor del luto, con sus heridas físicas vendadas, pero las sentimentales rezumando ira, se enteró de cómo se había generado el terremoto que había afectado solo una parte de la ciudad. Un héroe, en una persecución de una organización de villanos, creyó apropiado activar su kosei, que le permitía cambiar las propiedades del concreto, para atraparlo. Había generado un desastre de dimensiones masivas, y, aun así, nadie había dicho nada. Era como si obviaran la parte que había hecho mal, halagando haber atrapado a alguien que pudiera generar un mal mayor.
La sociedad en la que se desenvolvía era indolente, le ofrecía su pésame fútil y aseguraba que "pronto la olvidaría". ¿Pero qué quedaba para el culpable? ¿Para quien había realizado un trabajo mediocre? ¿Y qué quedaba para él? Una casa destrozada, unas cuantas pertenencias rescatables, unas memorias que se reproducían tras sus párpados cada vez que cerraba los ojos... Y una sed de justicia que le ardía en la garganta.
No le importaba si (T/N) nunca hubiera querido eso para él; ella ya no estaba, y él quería ser lo suficientemente egoísta como para cobrarse la vida de aquellos que hacían llamarse héroes frente a las cámaras, pero se mostraban apáticos a sus alrededores.
Y, a pesar de tener un nuevo objetivo, no podía evitar preguntarse, con el anillo de compromiso colgando cerca de su pecho, si algo hubiera cambiado de no haberse conocido...
¡Muchas gracias por leer!
N/A: Tenía esto escrito desde hace unos días, pero no me convenció cuando terminé de escribirlo; hoy que lo leí de nuevo y me gustó xD De los miembros de la Liga, Kurogiri y Mr. Compress son los que más me gustan, no sé si tendrá que ver su diseño o algo similar.
Más tarde debo estar publicando algunos capítulos más, aprovechando que tenía varios escritos a la mitad y los terminé entre ayer y hoy jajaja ¡Y que sobreviví a los exámenes como una boss!
¿Qué les gustaría que hiciera por Navidad?
Me despido con esto, nos leemos un poco más tarde.
¡Plus Ultra! >.<
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