Galería - Iida Tensei
La lluvia caía a cántaros.
Sus zapatos rechinaban contra el porcelanato pulido y su paraguas miniatura escurría agua, dejando un trazo de gotitas.
Se encogió sobre sí misma al perturbar el ecuánime silencio que rezumaba la estancia. Un par de turistas se giraron a verla cuando su calzado chilló, sobresaltándola hasta a ella. Sin embargo, trató por todos los medios de desestimar su bochorno convenciéndose de que era una galería abierta al público y ella, aun cuando lucía como un cachorro mojado, tenía derecho a echarle un vistazo y esperar a que amainara el temporal.
Realmente, la fotografía era una arte que no le llamaba la atención, admiraba la paciencia de los fotógrafos para capturar imágenes sublimes de la naturaleza, pero cuando se trataba de retratar la monotonía de su sociedad, pues no le gustaba. Ya todos sabían que Shibuya en la hora pico era el infierno y que el metro también, conocían las calles nocturnas atestadas, las fotos de héroes patrullando... Era algo que no necesitaba ser eternizado en el papel.
Sin embargo, las fotografías enmarcadas en esa galería de paredes níveas presentaban los aspectos brillantes de la cotidianidad bajo títulos que, inevitablemente, le calentaban el pecho. Los títulos, a pesar de sencillos, le parecían bonitos. Se detuvo a ver "Umbrella Rainbow", preguntándose cómo pudo captar, entre la multitud de paraguas saliendo de la entrada del metro de Musutafu y en el momento preciso, siete paraguas alineados con los colores del arcoíris en desorden. Luego, pasó a ver una secuencia de fotografías de un Golden Retriever atrapando un frisbee, bajo el título "Flying Dog". Apreció las fotos de unos jóvenes practicando parkour, y otras de paisajes de ensueño. La sencillez de las tomas, embelesando a los espectadores bajo la sublime delicadeza de la escena, les colocaba una tenue sonrisa en los labios.
Sin embargo, la chica ladeó el rostro cuando un estruendo se escuchó. Algunas personas giraron para ver alrededor en busca del origen del ruido, pero la mayoría se decantó por ignorar el asunto cuando se percataron del hombre atascado en una silla de ruedas. Se acercó con dubitación.
—Déjame ayudarte —musitó, sabiendo de antemano que la mayoría de las personas en silla de ruedas odiaban que les dijeran eso.
—No es necesario, podrías lastimarte intentando alzar... —A pesar de la negativa, su voz se escuchaba tan dubitativa como la de ella, teñida en la afabilidad inherente de su personalidad.
—Mi kosei me permite alzar el doble de mi peso, así que soy bastante fuerte —explicó, tomando la rueda atascada en una grieta de la rampa—. Oh, pero no se lo digas a nadie, luego podrían acusarme de ser Vigilante.
El hombre escuchó su risa nerviosa y apenas atisbó su sonrisa amable, su cabello cubriendo sus ojos, manteniéndola en el anonimato. No tuvo tiempo de decir nada cuando ella movió la silla a un sitio seguro y se despidió con una inclinación de la cabeza. Y, aun así, se le hizo conocida.
Las manos le temblaban un poco. No estaba acostumbrada a tratar a la gente, menos a los desconocidos, pero su buena educación la superaba de vez en cuando. Descartó la idea de dejar la galería cuando vio la hora y el incesante repiqueteo del agua contra los ventanales, llegaría tarde a su cita y la tormenta no parecía querer acabar pronto. Suspiró y continuó viendo la exposición.
Siguió las imágenes de varios gatos dormitando a la luz del sol y otros que parecían cazar la lente de la cámara por sus pupilas dilatadas.
Pero, al final, se detuvo varios minutos para analizar una secuencia de fotos. Se retrataba a una joven leyendo un grueso tomo, en cada foto iba ataviada con ropa de invierno; se titulaba "17: 17" con un comentario que ponía "¿Será interesante lo que lee?".
Respondió la pregunta en silencio. Para la mayoría sería aburrido, pero para ella era fascinante la construcción de presas de agua, piscinas, cisternas y demás.
¿Eh?
Entonces, cayó en cuenta de que sabía el contenido del libro porque se trataba nada más y nada menos que de ella misma. Separó los labios y ahogó un grito.
Al mismo tiempo, al otro lado de la galería, el hombre de la silla de ruedas soltó una interjección, acelerando con sus propios brazos la silla mientras su hermano le pedía que lo esperara y que no era correcto correr —deslizarse, corrigió— en una galería.
Ella ladeó el rostro con los labios separados en un gesto ridículo cuando notó, de soslayo, la figura más baja que ella. Por su parte, él la observó, demasiado aturullado como para formular una oración.
Se quedaron en silencio, escudriñando las fotos. A Tensei le pareció curioso verla inclinada hacia adelante, detallando hasta el más ínfimo píxel, podía notar la contradicción en sus facciones. Y él la analizaba a la vez, sin creerse que la joven visitaría su exhibición cuando la había hecho, adrede, lejos del sitio donde la había visto por primera vez.
Decir que estaba enamorado o que le gustaba eran conceptos demasiado grandes para él, así que prefería calificar sus sentimientos como simple curiosidad. Le intrigaba la belleza sutil de sus facciones y manierismos, sus tics cuando estaba concentrada, sus suspiros y la forma en la que pasaba una página tras otra del libro, engullendo sus contenidos una y otra vez hasta asegurarse de conocerlo bien.
Además, alguien como él, atado a una silla de ruedas, no era digno de ofrecerle algo a nadie. De por sí era una bendición haber abierto esa galería con sus ahorros en su trabajo como héroe. Así que se limitaba a observar el mundo como un simple espectador, sin darse cuenta de que él, en su vida, resultaba ser el protagonista de una obra maestra.
—Qué vergüenza. —La escuchó decir, notando cómo se sonrojaba a tal punto que tenía las orejas teñidas de borgoña.
Antes de que alguno pudiera reparar a plenitud en la presencia del otro, un jadeo de Tenya los hizo respingar.
—¡Es la chica de las fotos! —dijo antes de siquiera pensarlo apropiadamente.
Oh, y Tensei amaba a su hermano menor; pero, en ese instante, de poder mover las piernas, le hubiera propinado una dolorosa zancadilla. No podía creer que fuera tan imprudente con lo inteligente que era.
—¿Eh? —La muchacha no necesitó demasiado para atar cabos—. Tú... ¿Tú eres el autor de esta exhibición?
Tensei soltó aire en un suspiro, gesto que, desde su accidente, se había vuelto más frecuente —dolorosamente frecuente—. Esgrimió una sonrisa cordial.
—Sí. Lamento mucho haber colocado esas fotos sin tu permiso. Si te molesta, puedo retirarlas.
—Yo...
—Sin embargo, sería una lástima cuando esta sección es popular.
—¿Popular? —repitió con incredulidad.
—No suelo fotografiar personas, así que los visitantes se detienen a detallar esta secuencia por esa razón. Cada persona ve lo que quiere y otorga significados al instante capturado tras la lente; es un punto de reflexión.
—Pues, no es nada importante... Di-digo, yo no estaba pensando nada realmente relevante ni trascendente.
—Para muchos no es así. Estás tan concentrada, leyendo un libro sin título, que resulta intrigante.
Lo que Tensei quería obviar y ella parecía no haber notado, eran los ligeros cambios en la imagen, los diferentes días que, adrede, había visitado el parque para encontrarla y fotografiarla. Ahora que lo pensaba, su actitud parecía digna de un acosador.
—Si esto te está ayudando a mantener a flote tu galería, aunque sea un poco, supongo que no hay problema que yo esté allí. Me alegra aportar un granito de arena a alguien más. —Le sonrió tenuemente, jugando con el cierre de su chaqueta.
Tensei parpadeó varias veces, maldiciendo no tener su cámara para capturar su sincera sonrisa; aunque, al mismo tiempo, no quería compartir con todo el mundo el gesto. Sin poder evitarlo, le devolvió el gesto mucho más abiertamente. Tenya, que había preferido mantenerse al margen de la conversación, se sorprendió al notar en su hermano mayor aquella expresión que no adornaba sus facciones desde el accidente. Sin siquiera dudarlo, inspeccionó a la chica de arriba abajo y, notando ese momento en el que las personas se preparan para despedirse, habló:
—Estás empapada, ¿no quieres esperar en la sala que tenemos dentro?
—¿Eh?
—¡Tenya!
—Puedes poner a secar tu chaqueta y tu paraguas, y tenemos zapatos para invitados; no es bueno ir con los zapatos mojados. Además, parece que la lluvia arrecia y no va a amainar pronto.
—Yo no...
—¡Para nada! —El menor de los Iida hizo movimientos robóticos, guiándola al interior de la estancia—. Puedes esperar aquí el tiempo que te plazca, mi hermano te hará compañía.
Tensei los siguió, desconcertado. En qué momento a Tenya se le había dado bien eso de concertar citas con extraños, no lo sabía y creía que tampoco quería hacerlo. No le desagradaba la idea de hablar con el objeto de su cámara —y algunos pueriles sueños—, pero la chica lucía tan incómoda que le asustaba que se sintiera forzada a hacer eso.
Las personas se detuvieron un instante a escudriñar al peculiar trío, pero desestimaron su presencia cuando alguna foto captó su atención.
La antesala estaba decorada con helechos colgantes, acompañados del rumor del agua en una pequeña fuente iluminada en los colores del arcoíris. Al igual que el exterior, el piso deslumbraba, siendo ocupado tan solo por una mesa baja de caoba y un mueble de cuero negro, de esos que hacen ruido cuando te mueves. Había una pequeña calefacción a un lado y, apenas puso un pie en la sala, Tenya la apremió a quitarse los zapatos, dándole unos a su vez, para luego colgar su abrigo y su paraguas en un perchero flotante. Apabullada, se dejó hacer, sin siquiera estar segura de en qué momento había terminado con una cálida taza de té en las manos.
—¡Hermano! ¡Iré a atender a los visitantes!
—¡Tenya! —chilló, dirigiéndole una sonrisa cortés a la chica, aún anonadada por toda la situación—. Este niño... Lo siento, no sé qué le pasa, por lo general no es así de avasallador.
—No, se lo agradezco. La persona con la que quedé en verme está atrapada en un local por culpa de la tormenta. Es muy amable.
—Bueno, entonces, ¿cómo te llamas?
—Soy (T/N). Uhm, tú eres Iida Tensei, ¿verdad?
El aludido parpadeó varias veces, su corazón estrujándose al imaginarse la mirada de lástima que portaría ella muy probablemente. Desde que quedó confinado en esa silla, la gente parecía no tomarlo en serio, siendo más complacientes con él, como si ya no tuviera la capacidad de alcanzar sus sueños por su cuenta.
—Sí.
—Oh, no sé si lo recuerdes, pero una vez me salvaste, o más bien me detuviste, cuando intenté cruzar una calle con el semáforo de los peatones en rojo. —Rio con nerviosismo—. A pesar de que no estaban pasando autos.
—Suena a algo que haría. Sin embargo, es peligroso cruzar de ese modo, ¿sabes? Siempre puede salir un carro de la nada.
—Desde entonces empecé a prestarte un poco más de atención en tu trabajo como Ingenium —comentó, jugando con sus dedos—. Realmente te admiro.
—Gracias, pero Tenya es Ingenium ahora... Sé que hará un excelente trabajo.
—Tienes razón —repuso, bajando la mirada—. Lamento haberlo mencionado tan a la ligera. No se me da bien esto de hablar con desconocidos.
—No, yo lamento si soné...
—¿Molesto?
—Probablemente. —Curvó los labios con nostalgia, tamborileando los dedos contra el reposabrazos de la silla—. Aunque me alegra saber que aún hay gente allá afuera que se acuerda de mí.
—Hay muchos —dijo de inmediato.
Se quedaron en silencio. La manera casi maniaca que tenía de estrujar sus dedos lo ponía nervioso. Antaño, había sido su especialidad romper el hielo, ser el corazón de un grupo, pero ahora, agobiado por la melancolía, no se animaba a pronunciar sus palabras cargadas de vacío optimismo. Se sorprendió cuando ella alzó la mirada, notando la transparencia de sus pupilas, y habló con dubitación:
—Me gustan tus fotos.
—Gracias. Me alegra que...
—Evocan cierta nostalgia por la cotidianidad —atajó en un arrebato de osadía—. Es como si el autor nos mostrara un mundo lejos de su alcance, como si fuera ajeno a todo lo que lo rodea... Nunca me ha gustado la fotografía por el sentido de alienación que me genera, sé que ese no es el móvil, pero es inevitable. Sin embargo, en tus paisajes ese sentimiento lo siento más arraigado, al punto que creo que no son ideas mías... A-así que, Iida-san, me gustaría decirte que, a pesar de las circunstancias, eres parte de este expansible universo. Obviamente, no sé nada de ti, pero...
—Gracias. —Tensei le sonrió con una pizca de emoción inundando sus apagados ojos.
El hecho de que al menos una persona ajena a su familia le dijera tan sencillas palabras en un tono suave y alentador, le hacía arder el pecho en una llama que hacía mucho creía extinta. (T/N), tras su apariencia parca y titubeante, parecía ser una chica honesta y amigable. De inmediato, se sintió cómodo, por primera vez en todo ese año, con un desconocido.
Sin prolongar por más tiempo el silencio incómodo en el que se habían sumido, empezó a hablar con la energía que lo caracterizaba, contagiando, indefectiblemente, a su interlocutora. Hablaron de todo un poco, bajo el aroma del té verde, el rumor del agua, el ronroneo de la calefacción, y el sentimiento de comprensión que embargaba sus cuerpos.
Al final, decidiendo olvidar la cita que tenía con un compañero de clases, pasó la velada con Tensei, descubriendo que era mucho más inteligente de lo que sus actos heroicos dejaban entrever. Conocía varios temas, y, aun así, mostraba cierta humildad ante su estupefacción. Era como un sueño hecho realidad poder hablar con quién siempre había admirado. Después de todo, en aquella época en la que estaba en auge la ideología de Stain, a (T/N) le había molestado que el villano encasillara a todos los héroes en un mismo espectro, cuando ella sabía que estaba Ingenium, más preocupado por ayudar a los demás que de posar para una cámara. Era irónico que se decantara por ser fotógrafo al final.
A pesar del tiempo agradable, cada uno reflexionando sobre sí mismos y sobre lo que les rodeaba, (T/N) no se atrevió a prolongar más su visita, ni a tener la osadía de pedirle mantenerse en contacto; después de todo, qué podía ofrecerle a él, que era un héroe, sin importar su condición. Sin embargo, cuando Tensei habló una vez estuvo con la mano en el picaporte, dio un respingo.
—¿Te parece si hablamos luego? —propuso, la voz temblorosa como nunca antes, porque ni siquiera la primera vez que invitó a un chica a salir su tono fue tan trémulo, pero se sentía tan impotente por estar reducido a una silla de ruedas y temía que ella aceptara por lástima, compromiso o deferencia.
—¿Está bien? —susurró, ladeando el rostro con un ligerísimo arrebol.
—Me gustaría tener una nueva amiga y resultas ser interesante, no me equivoqué al creer eso la primera vez que te vi —explicó, diciendo medias verdades en un tono ecuánime cuando su pecho se removía desesperado.
—... —La chica titubeó y, luego, volvió a obsequiarle una de esas sonrisas que provocaban en él cierto afán de conquista y egoísmo—. Me encantaría, Iida-san.
Tensei sonrió aliviado, recobrando un poco del optimismo que lo caracterizaba en antaño al percibir rastros de admiración en el gesto de la chica. Parecía genuina, como si no sintiera lástima por su situación, y ese poco de realidad, ese gesto tenue, era suficiente para alegrarle el día. Obviamente, no podía atreverse a pensar en romances o aventuras, a pesar de creer que había llegado a esa edad dónde buscaba algo estable; después de todo, que podía ofrecerle él a ella, que parecía tenerlo todo.
¡Muchas gracias por leer!
N/A: Esto estaba escrito antes de darme cuenta >.< Al principio, se suponía que esto iba a ser una historia para V de Mystic Messenger, pero luego lo pensé un poco más, y me decanté por Tensei (Cosas de la vida jaja)
Del OS de Mr. Compress tengo la mitad escrito, así que espero poder publicarlo en cuanto lo termine y me desocupe un poco de mis actividades ^^
Espero que les haya gustado. En lo personal, me gustó escribir esto y necesitaba darle amor a Tensei.
Ya salió Kirishima Unbreakable en el anime y debo decir que la animación estuvo genial >.<
Con eso, me despido. ¡Tengan una excelente semana!
¡Plus Ultra! >.<
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