Corona - Amajiki Tamaki
Suneater no tuvo más remedio que esconderse tras el tronco de un árbol cuando la primera ola de niños bajó del autobús escolar, pese a que sus maestros hacían lo posible para controlarlos. Por supuesto, Lemillion y Nejire Chan no tuvieron problemas para lidiar con ellos, recibiéndolos con brazos abiertos. Aunque Mirio, porque le gustaba bromear, se permeabilizaba y los niños pasaban a través de él, lo que los ponía aún más eufóricos. Como última línea de defensa estaba Misty, apostada frente a él con un pose heroica súper genial que lo hizo sonrojarse.
La chica creó una ligera calima que empezó a cobrar la forma de diversos animales, lo que pareció encantarles a los niños. Sin embargo, los más astutos no tardaron en percatarse de un detalle importante.
—¡Dijeron que vendrían cuatro héroes!
—¡Solo hay tres!
—¿Dónde está el otro?
Todos se pusieron a buscar en sus alrededores mientras Mirio hablaba con los maestros para que se tranquilizaran porque parecían a punto de perder los estribos por la irreverencia de los alumnos.
—Tamaki —Nejire se apareció a su lado con una sonrisa—, ¿no crees que ya deberías salir? Creo que a (T/N)-chan le está costando mantener a los niños alejados de donde estás.
Tamaki se frotó las palmas de las manos, sudadas, en la capa de su traje. No entendía de quién había sido la brillante idea de incluirlo a él entre los aspirantes a héroes que harían una exposición sobre su labor a los niños de tercer grado de la Escuela Municipal de Musutafu. Solo sabía que quería desaparecer y, de no ser porque Nejire le ofreció su mano para que saliera de detrás del árbol, se hubiera permutado con la madera.
Los niños gritaron cuando lo vieron.
—¡Es Suneater!
—¡Lo vi ayer en la televisión!
—¡Tenía alas y tentáculos!
La mayoría lo rodeó y él se sintió mareado por tanta atención, pese a que esgrimió su mejor sonrisa temblorosa. Celebró internamente cuando (T/N) se acercó a ellos con la aparente intención de rescatarlo. Sin embargo, la chica creó figuras de niebla que recreaban diversas poses y variaciones de Suneater. Tamaki se sonrojó al punto en el que en serio deseó tan solo sufrir un ataque de catalepsia.
Aunque al menos los niños lo dejaron en paz para prestarle atención a las formas neblinosas. Él entrelazó los dedos, jugando con sus pulgares, mientras veía a su compañera. Creía que lidiaba bien con los niños, pero estaba forzando un poquito su sonrisa, no viajaba hasta sus ojos como lo hacía cuando ambos hablaban con calma. Claro, no era como si él creyera que el brillo de sus ojos era exclusivo para él, aunque a veces, cuando se sentía osado, deseaba que fuera así.
—Bien, niños —llamó Nejire, elevándose por el aire con su kosei—. Les vamos a contar una historia muy emocionante, pero solo podremos hacerlo si todos se sientan.
Algunos niños hicieron caso mientras otros correteaban de un lado a otro hasta que Mirio saltó sobre un podio.
—El que no se sienta, ¡es un villano!
Los niños restantes gritaron y buscaron un puesto. (T/N) puso los ojos en blanco por la sonrisa satisfecha de su compañero. Sin más dilaciones, después de que entre las dos chicas hicieran a Tamaki pasar al frente, los cuatro hicieron una demostración con sus koseis. Luego, contaron sus experiencias como estudiantes y lo que los empujó a hacerse héroes. Como siempre, Mirio y Tamaki narraron sus motivaciones a dos voces y Mirio terminó con su usual frase:
—¡Y por eso, nunca deben olvidar que sus camaradas y amigos son indispensables!
Los niños estaban fascinados y continuaron prestándoles atención mientras Nejire y Mirio se las ingeniaban para mantenerlos concentrados. Habían decidido realizar una salida académica en el parque central y, como los héroes habían llegado primero, arreglaron un escenario para hacer una dramatización y que todo fuera más interactivo.
—No sé cómo lo hacen —susurró (T/N), admirada por cómo los niños amaban cada vez más a Mirio y a Nejire.
—Al menos puedo respirar un poco —dijo Tamaki, aun jugando con sus dedos—. Tú... Lo estás llevando bien.
—Los niños no son lo mío. —Ella rio entre dientes.
—Pues no pareciera —comentó él y apretó los labios—. Quiero que ya se acabe...
Ella rio y se adelantó a él cuando Nejire la llamó. Tamaki sintió sus mejillas arderle cuando su compañera volvió a crear sus marionetas de niebla, sonriendo suavemente para entretener a los niños. No comprendía muy bien qué era eso que sentía cada vez que la veía, pero se conformaba con disfrutar de toda su belleza a lo lejos; su corazón no soportaría si daba otro paso.
Después de pasar varias horas con los niños, dándoles un respiro a los maestros cuando supieron controlar la situación, los llevaron al autobús y se despidieron. Los cuatro suspiraron con distintos sentimientos, pero luego Mirio se giró hacia ellos y les dijo:
—¿Nos tomamos un descanso antes de regresar a U.A.?
—Me parece bien —aceptó (T/N), que, desde que llegaron, no podía quitar los ojos de un puesto de churros.
—Está bien. Quería ir a dar un vuelta por el lago —dijo Nejire, adelantándose sin esperar más indicaciones.
—Tamaki, yo vi que hay un mariposario ambulante, ¡así que podríamos ir! —invitó Mirio a su mejor amigo, que no dudó en aceptar con una leve sonrisa.
Tamaki le lanzó un breve vistazo a su compañera y ella le sonrió, haciendo que se ruborizara de nuevo. Quería que los acompañara, pero se sentía incapaz de vocear sus intenciones, así que se limitó a seguir a Mirio.
(T/N) fue directo a los churros y pidió unos bañados en azúcar y canela. Luego, se sentó en un banco que flanqueaba uno de los senderos del parque para comerlos, disfrutando de lo crocantes que eran y del punto exacto de dulzor que le gustaba.
Sus pensamientos viajaron, irremediablemente, a Tamaki. Le gustaba de un modo que superaba su entendimiento porque, según ella, le gustaban más los chicos como Kirishima, de la clase 1-A. Sin embargo, Tamaki era dulce y le encantaba lo tímido que era, pero cuando sus pupilas esquivas se llenaban de convicción, era cuando ella se convencía de que él realmente podría devorar el sol. Sin embargo, no quería arruinar la armonía entre su grupo de amigos con sus sentimientos. Estaba bien así, observando cómo crecía cada vez más y maduraba para convertirse en un excelente héroe.
Se limpió el aceite y el azúcar descuidadamente con la servilleta y botó todo en el basurero correspondiente. Se estiró y, sin siquiera percatarse, puso rumbo al mariposario. Cuando estuvo cerca, Mirio y Nejire le hicieron señas para que tomara un ligero desvío por un sendero empedrado a la derecha. Les agradeció con las mejillas sonrojadas mientras ellos continuaban hablando. ¿Quizás estaba siendo demasiado obvia? Pero no le importaba, solo quería pasar tiempo con Tamaki, no había nada de malo en eso.
Fue incapaz de controlar sus pensamientos cuando se encontró con Tamaki sentado sobre la brizna rodeado por un campo de florecillas silvestres. Algunas mariposas revoloteaban perezosamente por el aire mientras él tenía la cabeza echada para atrás con los ojos cerrados. Permaneció unos segundos así, observándolo, embebiéndose de su imagen. No podía creer que Tamaki fuera tan apuesto.
—Ta-ma-ki —llamó, acercándose de a poco y riendo por el respingo del héroe—. ¿Puedo sentarme?
—Sí... Claro... —Tamaki le señaló un espacio a su lado, con la excusa de que no había plantas.
—¿Qué hacías? —le preguntó ella, sentándose lo más cerca que podía, cuidando de no incomodarlo.
—Nada en especial —susurró Tamaki, apartando la mirada—. Solo... A veces me gusta disfrutar del paisaje. Me hace creer que es por estos momentos de paz por lo que vale la pena seguir luchando.
—... Tienes razón, no me había detenido a pensarlo.
—Es que tú tienes motivos para ser una heroína mucho más fuertes. Yo... Yo solo quería continuar al lado de Mirio. —Se encogió de hombros, queriendo ocultarse de sus pupilas, que nunca se apartaban de su figura.
—Eso no es cierto, si fuera así, no te esforzarías tanto, Tamaki. ¡Eres un héroe espléndido!
Tamaki se ruborizó y apartó la mirada. Su mano rozó la estructura en la que había estado trabajando inconscientemente. No, ella era genial, siempre adelantándose a las situaciones, tomando decisiones y manteniendo el temple, todo eso sin dejar de ser amable. Ella brillaba tanto que creía que podía eclipsar al sol.
—Hi-hice esto para ti.
—¿Qué? ¿Un regalo? —Ella se inclinó hacia él, riéndose por cómo empezó a sudar, nervioso.
—Cierra los ojos.
La joven curvó una ceja, pero asintió. Dejó caer los párpados y, sin previo aviso, algo cayó sobre su cabeza con cuidado. Sintió que se impregnó con el perfume de las flores y abrió los ojos con curiosidad.
Tamaki estaba muy cerca, tanto, que ambos se sorprendieron. Si se inclinaban solo un poco más, sus narices podrían rozarse y, quizás, también algo más.
—Te has ganado una corona porque hoy estuviste genial —susurró Tamaki y a ella la sorprendió que no buscara alejarse tan rápido como creía—. Permíteme un momento.
—¿Eh?
(T/N) se sonrojó con violencia cuando los dedos de Tamaki acariciaron su mejillas, a pesar de que eran un poco ásperos por su arduo entrenamiento, estaban llenos de una delicadeza sin precedentes. El pulgar se deslizó por la comisura de sus labios un par de veces. La fijeza de su mirada, su repentina seguridad, hicieron que le diera un vuelco el corazón. Si seguía haciendo eso, no podría conformarse con solo verlo y estar a su lado.
—Tienes... Tenías... —Tamaki pareció, apenas en ese momento, percatarse de lo que estaba haciendo—. Tenías azúcar...
Se alejó tan pronto como pudo, pidiéndole disculpas por su intromisión. Sin embargo, ella se le adelantó a cualquier tipo de intento de guardar las distancias y dijo:
—¡Tamaki, me gustas!
—¿Eh? —susurró mientras parpadeaba y el arrebol en sus mejillas se intensificaba.
Debía estar bromeando. No había forma en la que ella, con todo lo maravillosa que era, se fijara en él.
—No es divertido —musitó, aunque sabía que ella no jugaría con eso, que, al menos con él, siempre lo había bañado en sinceridad hasta en las situaciones en las que él no quería, cuando podría conformarse con mentiras felices.
—Lo digo muy en serio, Tamaki. Es más, si no me crees, está bien. No respondas ahorita, pero ten por seguro que te repetiré y demostraré cuánto me gustas hasta que aceptes que es verdad.
Tamaki se echó hacia atrás cuando ella se inclinó hacia él, la convicción ardiendo al fondo de sus pupilas, la corona trenzada con florecillas silvestres ladeándose sobre su cabeza, algunos tallitos enredándose en su cabello —del mismo modo en el que él quisiera poder enredar sus dedos—. Su corazón dio un vuelco traicionero y sus mejillas se encendieron aún más.
Lo sabía. Sabía que ella jamás le mentiría, pero qué malo había en anhelar un poco más de eso. Podía permitirse ser egoísta por esa ocasión, ¿no?
Y acaparar toda su atención para él.
¡Muchas gracias por leer!
N/A: Siento que quedó demasiado dulce, pero no me arrepiento xD Es que Tamaki es demasiado lindo.
Espero que hayan tenido un gran día.
Cuídense mucho y nos leemos~
¡Plus Ultra! >.<
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