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Convivencia - Bakugou Katsuki

No llevaban demasiado tiempo viviendo juntos. Quizás un par de meses.

Fue él quien le propuso hacerlo. Después de todo, ella sabía lo arisco y difícil que se ponía cuando no quería hacer algo; así que, aparte de confesarle que le gustaba, lo dejaba tomar las riendas de la relación porque le gustaba ver esa expresión conflictuada en su rostro cada vez que quería mostrarse afectuoso, pero se sentía fuera de personaje. Porque Bakugou, a pesar de cargarse esa pinta de chico malo, se avergonzaba fácilmente y dejaba expuestos sus vulnerables sentimientos, y ella jamás podría aprovecharse de ello, se conformaba con ver cómo se iba sincerando con ella de a poco.

Así que pasaban sus días en total calma. Ambos tenían un empleo estable y aportaban lo que podían a la casa, se habían dividido los quehaceres, y Katsuki admitía que ambos funcionaban de una forma sorprendente.

Jamás había estado en sus planes mantener una relación seria con una chica, pero le gustaba y le brindaba estabilidad, un respiro de las atrocidades que había tenido que experimentar siendo un héroe. Ella se había convertido en bálsamo para sus heridas, en un irremplazable pilar del que apoyarse cuando se sentía desfallecer. Y, a pesar de que ella parecía siempre estar en control, quería creer que él también era una importante columna de apoyo para ella.

Por primera vez, Bakugou estaba en paz consigo mismo y su entorno. 

A pesar de que, en ocasiones, la monotonía los consumía por concentrarse demasiado en sus trabajos, cuando alguno se percataba procuraba romperla e innovar un poco, y el otro lo recibía de buen grado. A pesar de que su trabajo como héroe era demandante, le gustaba sumergirse en las pequeñas tareas que le correspondían, dejándolas a un lado solo cuando ella lo obligaba a hacerlo para que descansara o por el simple capricho de gozar de su compañía.

Ese día no era diferente.

En realidad, sí, ambos estaban libres del trabajo y habían decidido tener una velada romántica —a pesar de que a él le daba asco esa palabra, no mencionó nada porque le gustaba verla sonreír y complacerla solo un poco—. Aunque primero debían limpiar la casa y aprovechar el agradable sol matutino para lavar las sábanas y airear las habitaciones. 

Cuando acabaron a media tarde, se sentaron en el sofá para tomar café mientras comentaban alguna anécdota del día anterior. Ella apoyó las piernas sobre las de él y, a pesar de que le reclamó, no la obligó a bajarlas porque, de nuevo, le gustaba verla sonreír, a pesar del tinte socarrón.

—¿Qué tienes planeado hacer para la cena? —preguntó.

Katsuki esgrimió una sonrisa malévola. La había visto husmear en la alacena para intentar adivinar qué prepararía en esa ocasión especial.

—¿Quién dijo que yo iba a cocinar?

—¿Eh?

—¿Nada de "eh?" —remedó su tono y ella hizo un mohín.

—Vamos, Katsuki, tú eres mejor cocinero que yo.

—No lo niego —infló el pecho de puro orgullo—, pero tú también eres formidable.

—Lo dices como si fuera tu rival culinario o algo similar. —Rio, agitando la cabeza—. Pero es que tú cocinas con el toque mágico.

—¿Toque mágico?

—Con amor —canturreó, guiñándole un ojo y lanzándole un beso.

Katsuki entornó los ojos y esquivó el beso, incrédulo. La amaba, pero no sabía cómo se había enamorado de una total idiota.

—¿Qué mierda dices? Me das repelús, demonios...

—Ay, mira que eres desagradecido. —Puso los ojos en blanco, parándose para arrebatarle la taza de las manos e ir a lavarla.

Bakugou también torció los ojos y le hizo mala cara. Por supuesto, ambos sabían que era una broma, así que ninguno se preocupó porque el otro tuviera pensamientos ulteriores. Sonrió de forma maliciosa y se acercó, sigiloso, hacia ella.

—Te puedo sentir~ —Rio girándose para verlo luego de secarse las manos.

—Tu kosei es un incordio... —bufó, pero continuó con sus intenciones.

—Mi kosei es genial, dinamita-kun. —Agitó la cabeza—. Ser capaz de percibir las intenciones de las personas sobre mí me aleja de las malas personas.

—Yo soy una mala persona. —La rodeó entre sus brazos, y la abrazó fuertemente.

—No, solo tienes una forma muy peculiar de demostrar amor. Ya sabes, eres medio tóxico —bromeó, y él resopló contra su cabello.

Lo tomó del cuello de la camiseta para que estuvieran a la misma altura y juntó sus labios. El beso fue breve, pero apasionado, y Bakugou se extasió, una vez más, en la suavidad de su tacto y en lo afortunado que era por tenerla a su lado cuando él mismo estaba consciente de todas sus falencias.

Ella se separó con una sonrisa y las mejillas arreboladas, deslizando sus manos por su abdomen esculpido. Le lanzó una mirada sugerente que lo obligó a pasar saliva y a hacer acopio de su autocontrol.

—Dejemos esto para más tarde en la noche, ¿sí? —Volvió a guiñarle y se alejó—. Voy a lavar las toallas, que es lo último que hace falta. Te dejo para que te concentres en la deliciosa comida que sé que prepararás.

Cuando la perdió de vista, Bakugou suspiró, sintiendo cómo un violento sonrojo le viajaba al rostro. (T/N) sabía cómo despertar en el sus instintos más primitivos. Se golpeó la mejilla cuando evocó el cadencioso y tentador vaivén de sus caderas al alejarse.

A pesar de que sabía que terminaría de cocinar pronto, quiso poner manos a la obra porque lo impulsaba la idea de ver los ojos de su novia brillando por el anhelo que le generaría lo que tenía en mente. Creía que un generoso trozo de cordon bleu con buenas guarniciones la dejarían satisfecha y, quizás, podría hacer que se enamorara un poco más de él.

De nuevo, se quiso golpear al verse pensando como una colegiala enamoradiza. Mejor se concentraba en algo más para no volverse idiota, ya le bastaba con el esfuerzo que hacía por no imitar las sandeces de sus amigos.

Se concentró en deshuesar las pechugas de pollo, a la par que agradecía la música que había colocado (T/N) mientras cantaba y seleccionaba las toallas por color para lavarlas. Marcaba el ritmo con el pie y la cabeza, sus dedos trabajando rápida y certeramente salpimentando todo. Aparte de cuando trabajaba como héroe, sentía que en la cocina tenía todo bajo control. Ya saben, estaba empoderadísimo.

De repente, escuchó algo.

—¿...bón?

—¿Qué? ¡No te escucho! —gritó de vuelta.

La oyó decir algo, pero no comprendió sus palabras. Maldijo en voz baja y vociferó:

—¡Bájale a la maldita música, demonios!

Los acordes continuaron, pero ahora podía oír los pisotones que daba la chica por el pasillo para dirigirse a él.

—¡¿Que dónde está el maldito jabón, mamá?!

Ambos se quedaron viendo. La expresión encolerizada de (T/N) fue disminuyendo de a poco, mientras que la de Katsuki se trastocaba en una sonrisa desquiciada. Dio un prudente paso para atrás, haciendo acopio de todos sus esfuerzos para no prorrumpir en carcajadas.

Bakugou estaba rojo, y casi podía ver humo saliendo de sus orejas, aunque aquí lo peligroso era que empezará a salir de sus dedos. Se acercó un poco más y ella reculó.

—Lo... Lo siento por decirte así; pero es que a veces pareces mi mamá.

—Tu cara dice lo contrario, (T/N) —rugió, aun sonriéndole torvamente.

—Yo... Es que... ¡No lo volveré a hacer! —espetó y, sin más, se echó a correr por el pasillo, sin detenerse a medir el volumen de sus carcajadas.

No sabía qué pasaría cuando Katsuki le pusiera las manos encima, pero tampoco quería averiguarlo cuando portaba el rostro de Jack Nicholson en El Resplandor. Mejor empezaba a orarle a todos los dioses para probar suerte y buscar piedad.

OMAKE

Había sobrevivido, y eso se agradecía.

Sin embargo, ahora estaban en la casa de los padres de la jovencita, presentándolo adecuadamente después de escuchar tantas historias sobre el famoso Katsuki —Kacchan en secreto porque Midoriya le había pegado el apodo—. El padre de (T/N) y él estaban solos, manteniendo sus miradas fijas en el otro como si se pudieran comunicar telepáticamente en una cruenta guerra.

—Papá —llamó (T/N), y ambos hombres giraron en su dirección, cosa que no pasó desapercibido por el mayor—, ¿quieres más té?

Asintió y, cuando dejó de verla, no notó el beso flotante que le envió a su novio. Bakugou tan solo desvió la mirada hasta el hombre, y este dijo:

—¿Qué? ¿Mi hija también te dice papá?

Katsuki pareció sorprendido, pero no sé dejó amedrentar y se armó con su sonrisa más altiva, esa que le daba seguridad.

—No. Su hija me dice mamá.

¡Muchas gracias por leer!

N/A: Está cortito, pero hecho con amor xD Esto se me ocurrió de repente y lo escribí súper rápido, así que solo terminó siendo un pequeño escenario.

Para la próxima, traeré a Midoriya (y me quedo sin OS adelantados xD) que me dio algunos problemas que comentaré más adelante jaja

Espero les haya gustado. ¡Cuídense mucho!

¡Plus Ultra! >.<

P.D.: Vengo de hacer la lloración después de meterme los spoilers del manga. Siento que todo se va a ir por el inodoro :'(

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