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Confesión - Denki

Desde secundaria, Kaminari Denki estaba acostumbrado a pararse a las 6:30, arreglarse el cabello y correr a la estación del tren que pasaba a las 7:40 para cruzar la verja de la entrada de su escuela un minuto antes de las ocho.

Y sí.

Le gustaba sentir la adrenalina correr por sus venas de solo imaginarse al director de la escuela anotándolo en la lista de atrasos. Le gustaba caminar por el borde de la justicia y la ilegalidad. Le encantaba ver cuán lejos podía llegar.

Sin embargo, sobre todo, le gustaba ella.

La chica del tren se subía una parada después que él y bajaban juntos a la estación. Escuchaba música siempre, tenía un llavero con motivos de animales, un simple maletín café para llevar sus cuadernos, y usaba la falda un poco más larga que la mayoría de sus compañeras de clase. Pero, aún más, le gustaba la amabilidad inherente con la que teñía sus expresiones.

Había reparado en su existencia en una ocasión que entró cargada al bus. Él iba sentado y no pudo resistir cederle el asiento tan solo para escuchar cómo le agradecía en su dulce voz. Le había sonreído, pero ella solo parpadeó y bajó la mirada, dudando unos segundos.

—¿Quieres que te ayude con tu mochila? —Lo vio a los ojos, transmitiéndole un sinfín de sentimientos que lo hicieron tragar seco y asentir como un verdadero idiota.

Para Denki era difícil hallar las palabras adecuadas para dirigirse a ella, porque sabía que terminaría metiendo la pata si dejaba escapar uno de sus piropos extraños. Así que prefería quedarse callado, cederle el asiento cuantas veces pudiera y observarla con disimulo cuando se paraba un par de metros más allá, sin quererla molestar con su presencia.

Y ella le sonreía, abrazando las mochilas de ambos mientras cabeceaba hasta llegar a la parada correspondiente. No se decían nada, pero sus actos hablaban más que mil palabras.

Aunque, obviamente, Kaminari lo que menos quería era creer que ambos se gustaban y que, al final, fuera unilateral. Después de todo, sus pequeños encuentros matutinos podían pasar por algo cotidiano sin ningún significado.

Los días seguían corriendo y él era incapaz de decirle nada más que palabras de cortesía. Pronto ingresaría a U.A. y sabía que no tomaría la misma ruta que en todos sus años de secundaria. Además, jamás quiso mencionarle a nadie el hecho de que estaba enamorado de la chica del tren de las 7:40; así que no tenía a un amigo que le diera ese empujoncito que le faltaba para dar ese gigantesco paso.

Sin embargo, y empezaba a creer que toda la suerte de su vida se había ido ese día, al clima le apeteció darle ese empujón que necesitaba.

Al arribar a la estación, dio un respingo cuando escuchó un relámpago surcando el cielo y haciendo retumbar todo. La chica le dio su mochila, igual de asombrada por el temporal de afuera. Ambos salieron, hombro con hombro, siendo arrastrados por la muchedumbre.

Kaminari se paró en la puerta, suspirando de solo imaginarse la empapada que se llevaría. Para colmo, su uniforme de educación física seguía sucio después del partido de fútbol en el que había participado; supuso que tendría que pedir el uniforme prestado a alguien.

Se frotó los brazos para alejar la estática que las tormentas generaban en su piel por culpa de su kosei y empezó a caminar con dignidad hacia la lluvia. Sin embargo, ninguna gota chocó contra él, aunque se desbalanceó un poco cuando un cuerpo chocó contra él.

—¿Eh?

—Te-tengo un solo paraguas; pero podemos compartirlo. —El ángel de todas las mañanas le había hablado, se había percatado de su contradicción y había corrido a socorrerlo.

Se sentía conmovido, y su cerebro era incapaz de procesar que estaba a un segundo de decir una babosada.

—Estudio una cuadra más cerca que tú; así que supongo que podrías dejarme en la entrada, llevarte mi paraguas y... —Ella lo miró a los ojos con las mejillas enrojecidas—. Y podríamos regresar juntos a casa.

Eso fue el K.O. para Kaminari, simplemente asintió como un idiota y se ofreció a llevar el paraguas, cubriéndola apropiadamente sin importarle mojarse el hombro y todo el brazo. Ambos estaban nerviosos, y el nerviosismo ajeno solo alimentaba más el propio.

Cuando llegaron a la entrada de la pequeña secundaria de la chica, se vieron con dubitación. Finalmente, ella realizó una breve reverencia y entró corriendo al colegio. Kaminari, cual autómata, dio media vuelta, sin importarle las miradas que le lanzaban por su nuevo paraguas extremadamente femenino. Sin embargo, antes de siquiera procesarlo, se hallaba regresando sobre sus pasos para conseguir asir de la muñeca a la chica.

Hizo cortocircuito al sentir el agradable corrientazo que le removió el vientre.

—¡Me gustas!

Todos los estudiantes a su alrededor se detuvieron tan solo para admirar la escena con ojos curiosos. Kaminari palideció, mientras la muchacha enrojecía de a poco. Sin esperar demasiado, Denki dio media vuelta de nuevo y se echó a correr con la poca dignidad que sentía le restaba.

Sabía que había metido la pata tan profundo que no podía perdonarse a sí mismo. Nadie se molestó en preguntarle por su estado anímico extrañamente decaído. Y, al finalizar la jornada educativa, no supo si cumplir su promesa de regresar juntos a casa.

Porque probablemente ella se sentiría asqueada por su tempestuosa confesión.

Aun así, parpadeó maravillado cuando la vio esperándolo debajo del techo de la garita del vigilante, observando las gotas de agua caer. Él se acercó con mesura, casi dudando entre sus pasos temblorosos.

—Pensé que tú no...

—Tienes que devolverme mi paraguas —atajó, alzando una ceja con una sonrisa socarrona.

—Ah... Sí, claro. Gracias. Yo, uhm... —Denki parpadeó, incapaz de procesar el gesto tan austero en las facciones que siempre le habían parecido angelicales—. ¿Lo siento?

La chica se cubrió los labios y dejó escapar una carcajada, sonrojándose en el proceso y armándose con una sonrisa pícara que no desencajaba tanto con el concepto que había armado sobre ella. Kaminari inclinó la cabeza, perdido.

—Tenía que hacerlo —suspiró satisfecha—. Yo... Respecto a lo que dijiste esta mañana... —Tomó aire de forma copiosa y se enfrentó a esas pupilas oscuras que siempre la envolvían en sus cálidas fantasías—. Me gustaría conocerte mejor; es decir, no sé tu nombre y, bueno, no tengo problemas con salir para que hablemos y decidamos si esto es correcto o no.

—Espera. ¿No me odias? —Kaminari se quedó sin aliento cuando ella negó con diversión bailando en sus sinceros ojos—. ¡Prometo atesorarte!

—Sí; pero, primero, yo soy (T/N).

—Denki.

Ambos se sonrieron, ruborizados, teniendo la certeza de que estarían juntos por mucho más tiempo de tan solo ver las honestas intenciones ajenas en sus acciones.

Kaminari, tarareando de buen humor, inclinó el paraguas hacia ella; y ella, sin dudarlo, enlazó sus brazos para dar inicio a un camino que estaban destinados a recorrer juntos.

¡Muchas gracias por leer!

N/A: Tenía tanto tiempo que no escribía sobre Kaminari. Siento que quedó decente, considerando el estado de mi corazón tras jugar el after ending de V en Mystic Messenger xD

Espero poder traer a Kirishima mañana y que hayan tenido un excelente día ^^ Por cierto, si se les ocurre algún escenario de confesión sobre Tamaki, soy toda ojos.

¡Plus Ultra! >.<

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