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Felipe acarició sus cabellos con ternura y enrolló su dedo en uno de sus rizos. La observó mirarlo con atención y deseó poder tener acceso a sus labios para repetir esos besos con los que soñaba cada noche.

—Inés y yo nos criamos con mis abuelos, mis padres trabajaban fuera y nos dejaron aquí. Tuvimos una infancia tranquila, siempre nos teníamos el uno al otro y nada era aburrido —comentó—. Mis abuelos fueron nuestras figuras de autoridad y eran cariñosos con nosotros, los amábamos... Murieron hace como cuatro años... bueno, mi abuela, porque él murió un par de años antes...

—¿Tus padres?

—Ellos viven en Francia, nunca se involucraron mucho, pero aparecen de vez en cuando...

—Oh...

—Yo era un chico dulce, demasiado sensible para ser un niño en una época donde los chicos eran rudos y las chicas eran las emotivas. Pero mis figuras femeninas eran mi abuela y mi hermana y yo era cariñoso con ellas, así era mi abuelo —añadió—. Mi primer amor fue Lucía, teníamos trece años y fue como tú lo cuentas, algo idílico y romántico que terminó cuando ella tuvo que mudarse de pueblo.

—Qué tierno...

—Luego conocí a Mónica y nos enamoramos desde el inicio. El famoso amor a primera vista del que habla Felicita —dijo y puso los ojos en blanco.

—¡Ahh! ¡Por eso no crees en el amor a primera vista! —dijo Azul señalándolo con el dedo índice, él sonrió.

—Sí... supongo. Sus padres no la dejaban salir, la tenían muy controlada, teníamos diecisiete... yo hice de todo para que confiaran en mí y me permitieran ser su novio. Al fin lo logré y comenzamos a salir. Yo era el novio perfecto y sus padres me adoraban, todo marchaba bien y casi cuatro años después decidimos casarnos. Aunque las cosas comenzaron bien, luego comenzamos con la crisis y el resto ya lo sabes...

—Sí...

—Ahora que te he escuchado, pienso que quizás ella también se descubrió a sí misma en nuestro matrimonio. Era una chica que seguía las reglas de sus padres sin objetarlas... probablemente un día se dio cuenta de que no era eso. Me dijo que quería ser libre y que con Piero podía ser ella misma... Nunca lo comprendí del todo, más bien pensaba ¿por qué conmigo no? Jamás la hubiese juzgado por nada, no soy esa clase de hombre...

—Quizá porque con él se descubrió a sí misma, descubrió su libertad y su capacidad de elegir quien ser... Si se crio en una familia tan cuadrada nunca tuvo esa opción y la burbuja le explotó en medio de su matrimonio, justo cuando las cosas no estaban bien entre ustedes...

—Sí... puede ser...

—No la justifico, solo creo que estaba perdida y en ese momento el tal Piero era un escape para ella...

—Ojalá se haya encontrado y sea feliz —dijo él y miró al horizonte.

—¿Aún la amas? —quiso saber Azul.

—No, creía que sí y que eso era lo que me dolía, pero descubrí que lo que no superaba no era eso, sino mis sueños rotos... Es horrible enfrentarse a los sueños rotos, Azul. A estas alturas yo me veía con un par de niños, disfrutando de una vida estable, enamorado, feliz... Ya te dije, pese a que creas que soy un aburrido, insensible en traje y corbata, no siempre fui así...

—Lo sé... claro que lo sé —dijo ella tomándolo de la mano.

—Me dolió todo y todo junto, el desamor, el hijo al que yo ya amaba y que me arrebataron... Te digo, era capaz de perdonar todo con tal de que no se llevara mis sueños. La vi irse con él y construir la familia que pensé que me pertenecía y me sentí vacío, sin nada... humillado... fracasado...

—Lo comprendo... de verdad que sí —dijo ella mientras dibujaba con su dedo figuras sobre el dorso de la mano de él.

—Me convencí a mí mismo de que debía ser otra persona, de que ya no debía querer aquellas cosas y me cerré al mundo, me protegí en mí mismo de una manera tal, que lo único que hice fue guardar en mi interior mi dolor y girar alrededor de él para que nadie se lo llevara, porque eso era lo único que me quedaba...

—Wow...

—El trabajo me ayudó, pero mi cuerpo cansado por el estrés laboral y emocional no resistió. Regresé también como una prueba para mí mismo, quería saber qué tan mal estaba y cómo reaccionaba al choque con el pasado y los recuerdos.

—¿Y?

—Desde el inicio nada fue como creí, tengo algunos recuerdos, pero los miro desde lejos, ya no duelen... estoy feliz porque tengo a Inés cerca y puedo ver crecer a mis sobrinos, puedo ser con ellos el padre que quise ser alguna vez, aunque claro, ellos tienen el suyo...

—Un día tendrás tus propios hijos, Felipe, eres joven...

—Sí, pero no quería pensar en eso, no quería ilusionarme, porque cuando pensaba en todo lo que deseaba, también pensaba en todo lo que perdí... eran como las dos caras de la misma moneda, y al recordar, me sentía demasiado lejos de todo aquello. Comenzar de nuevo, enamorarse, sufrir, tener miedo a salir lastimado o a lastimar... confiar de nuevo en alguien... ¿y si no resulta? ¿Cuántas veces se puede volver a empezar? —inquirió.

Azul no respondió, esperó paciente a que él continuara.

—Felicita me hizo ver las cosas de otra manera. Ella, a su edad, aún tiene esperanzas de encontrar a ese amor que un día fue... Al principio pensé que era una tontería, pero entonces tú te emocionaste tanto con la historia, con la investigación... y pensé que quizá soy yo el que está equivocado... quizá sí vale la pena mantener las esperanzas...

—Oh... es muy hermoso lo que dices, Felipe...

—Mónica es mi pasado y lo acepto como tal, es algo que no puedo cambiar. Me gusta cómo aprendes de tus historias porque me pongo a pensar en las mías y en lo que puedo aprender... Pienso que ella es como Gonzalo para ti, de alguna manera la quiero... por eso me siento peor, porque debería odiarla... es mala persona, mira cómo ha abandonado a su abuela solo porque ella y su madre no la acompañaron en su decisión.

—No me gusta juzgar a las personas, yo nunca haría lo que ella hace ni me perdería de una relación con mi abuela, más si es una persona tan especial como Felicita, pero supongo que tiene sus motivos. Quizás el amor de sus padres la agobió tanto que necesitó apartarse del todo para poder ser feliz, es algo muy duro, pero sucede muchas veces... Felicita no lo hizo y sacrificó su felicidad... ¿Qué es entonces lo que está bien? —Dijo Azul y dejó la pregunta al aire.

—Es cierto...

—¿Sabes? Otra cosa que aprendí es que a veces estamos en la vida de los demás para que se den cuenta de algo, en el proceso, salimos lastimados o lastimamos, todo depende de la perspectiva. Es como en las historias, siempre hay un villano y un héroe, y en la vida, a veces somos los villanos de las historias de los demás incluso sin quererlo...

—Yo la amé con locura... —susurró él.

—Lo sé, y es una pena que hayas tenido que estar allí en su proceso de crecimiento y hayas salido lastimado...

—Supongo que es hora de mirar al frente —dijo él.

—Me encanta como suena eso...

—Tú me enseñaste que vale la pena... Soy más feliz desde que me permito ser más libre, desde que me permito soñar con que hay un mañana que todavía no conozco...

—Un mañana que tú puedes construir como desees —añadió Azul.

—¿Te asustaría si te digo que quisiera que estés en ese mañana? —preguntó mirándola a los ojos.

—No, no me asusta... No puedo hablar de amor a primera vista contigo porque cuando te vi solo pensé que eras un caradura que venía por la herencia —dijo y él sonrió—, pero puedo confesarte que a medida que te voy conociendo, me gusta más lo que veo —admitió—. También me gustaría estar en ese mañana, pero...

—Tienes miedo... —dijo él como si pudiese leerla y ella frunció el ceño.

—Miedo... es una palabra que casi nunca me acompaña, pero ahora que lo dices, puede que sí.

Él acarició su frente y jugueteó con sus cabellos.

—Tienes miedo de enamorarte de mí y que yo siga estancado en mi pasado, que te compare con ella o con la historia que tuvimos, que busque contigo lo que no tuve con ella. Tienes miedo a que no sepa darte lo que te mereces... Pero también tienes miedo de ti, temes que, tras enamorarte, vuelvas a ser lo que un día fuiste con Gonzalo, una persona que se convierte en la sombra de lo que un día fue...

—Wow... No me lo había planteado así, pero tiene mucho sentido —dijo ella pensativa.

—A mí me gustas por lo que eres, con tus colores estridentes, tu cabello desordenado, tus girasoles, tus desnudos en medio del campo. Me gusta tu romanticismo idílico y optimista y tu forma de ver el mundo. Jamás te cortaría esas alas brillantes que tienes, si un día llegara hacerlo, preferiría alejarme antes que cambiar tu esencia... Eres magia, Azul...

La muchacha lo miró confundida y extasiada, no esperaba aquella sinceridad. Además, le encantaba las palabras que había utilizado, la metáfora de no cortarle las alas, la misma que su padre había usado tantos años atrás. Rio con emoción.

Felipe observó todas las emociones que atravesaron su rostro y acarició con suavidad sus mejillas y sus labios.

—¿Tú no tienes miedo? —inquirió ella.

—Sí... tengo miedo a volver a enamorarme porque cuando lo hago no soy la persona que tú viste en un principio... Temo volver a sufrir, solo tuve un acercamiento a lo que sería estar contigo, pero eso bastó para que mi mundo entero diera vueltas... Me pusiste a bailar, pusiste a bailar mi mundo —dijo él con una sonrisa—. Y no estoy seguro de qué tan dolorosa podría ser esta caída... eso me aterra...

Ella sonrió.

—No quiero lastimarte, Felipe —dijo con sinceridad—. Por nada en el mundo me gustaría que sufrieras de nuevo...

—Lo sé, y yo no quiero lastimarte a ti, Azul... Eres demasiado valiosa como para que alguien lo haga... Sé que no eres todo lo fuerte que te muestras y que a veces la esperanza también se te agota... sé porque eres humana y, justamente eso, lo tan libremente humana que eres, es lo que más me atrae de ti. Y no quisiera ser yo quien te saque los colores ni el brillo que tienes, en todo caso, si algo quisiera es ser quien te ayudara a brillar más...

—Deja de hablar que me enamoras... —dijo ella sonrojada—. ¿No se suponía que no creías en el amor ni en el romance?

Felipe sonrió.

—Enamórate entonces... porque yo no puedo evitarlo —susurró.

—¿Y si nos caemos? —preguntó ella.

—¿Y si volamos? —respondió él.

Azul sonrió, aquello de nuevo le recordaba a la leyenda de su padre y le calentaba el corazón de una manera especial.

—Una parte de mí me grita que te bese, la otra me recuerda que debo ser cautelosa y no impulsiva —dijo ella con sinceridad.

—Hagámosle caso a la segunda, yo también muero por besarte, pero no lo haré hasta que tú estés segura de que yo estoy disponible para ti...

Azul sonrió y cerró los ojos. Él le acarició el cabello con dulzura mientras ella hacía una oración en silencio en la que agradecía por aquel momento tan mágico y por aquella persona tan especial que había llegado a su vida.

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