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Capítulo 9

— Anda, separate un poco que me das mucha calor. — Alysa me da un pequeño empujón haciendo que caiga  al suelo.

— De verdad, vaya mujer tan delicada que eres, desprendes tanta ternura que hay que pensarlo dos veces antes de acercarse a tí.

— Mejor así, hoy en día no puede una ser tan ingenua, se las dan todas en el mismo lado.

—  Estoy de acuerdo contigo y ahora ...  ¿Me has comprado algún regalo?

— No idiota, vengo en avión no en renos para traerte regalos. Bueno, le comprado un detalle a tus padres, a tus hermanas a Rosi y Nazaret.

— Ya veo que venías en avión, si llegas a venir en renos traes media tienda. Gracias por acordarte de mí.

— Evan, si tú supieras lo que me he acordado de tí, no te puedes hacer ni una idea de lo mucho que te he extrañado.

— ¿Qué quieres Alysa? — Me pongo serio a la vez que me levanto del suelo.
Conozco muy bien a Alysa y sé perfectamente que algo trae en el pico.

— Evan, yo...me da hasta vergüenza decirte esto...— Encima se va poner hasta vergonzosa.

— Alysa tengo sueño, o escupes lo que me tienes que decir o te vas, pero ya.
Hay personas que debemos dormir porque tengo que ir mañana temprano al club para jugar al golf.

— De acuerdo, pero luego no digas que no te he avisado. 
  Evan, quiero que me hagas un hijo. — Lo flipo. A esta mujer se le ido el juicio.

— ¿Perdón? ¿Me lo puede repetir? Es que me quedado sin cobertura.

— Sin cerebro sí me lo creo. Idiota que necesito que me hagas un hijo. Quiero ser madre. ¿Tanto te cuesta entender esto?

—  Mejor hablamos mañana hoy veo que estás mareada del vuelo. A la, trae que te llevo a tu puñetera casa y no salgas hasta que nieva.

Intento empujar la silla pero la muy bruja le ha puesto el freno. Aún así sigo empujando con todas mis fuerzas para que se largue.

— Evan, mírame por favor y deja de hacer payasadas. Esto es muy importante para mí. Quiero ser madre  y tú me vas a dar tu semilla. — La miro con cara de intentar adivinar lo que está pasando.
Comienzo a mirarla desde la punta de sus pies subiendo mi vista por sus muslos, sus pechos hasta llegar a sus ojos turquesas. Su mirada es más transparente, incluso más cariñosa, hasta creo que  le salen varias lágrimas de cocodrilo. Estará haciendo teatro para ablandar me. Pero no, yo Evan Zabat, todo un empresario con una buena cuenta corriente en el banco, y a mí edad sigo estando en plena forma y seduciendo a cualquier mujer que me haga el salto del tigre, tengo que escuchar por la boca de mi adorable secretaria que la deje preñá.
Moraleja, está para que la encierren, y yo no estoy dispuesto a dejar por ahí hijos abandonados con mi ADN. Antes me voy al psiquiátrico.
Vamos ni loco le doy mi valioso semen a esta pirada.

— No. Y fin de la historia.

— ¿No? ¿Porqué? ¿Dime qué te he echo yo de malo para que me niegues la única oportunidad que tengo en mi vida de ser madre, egoísta?

— Hay muchos tíos en la faz de la tierra no soy el único, sal y busca el que más te guste.

— Quiero que seas tú.

— ¡Miau! Yo no te dejo preña al menos que te aproveches de mí o me drogues. Pero yo en mi sano juicio nunca te dejaré preñá. Vete buscando un donante de semen.

— Evan querido tu nunca has tenido juicio y tampoco es mala idea lo de drogarte para ordeñarte. — Siento mi sangre freírse por mis venas, esta mujer es insoportable y demasiado agobiante. O la echo de mi casa o siento que ya comienza a dolerme el lado izquierdo. Presiento que me va dar un infarto.

Empujo la silla con rabia hasta meterla a empujones en su puñetera casa.

— Rosi, escúchame con atención. Ponle un sedante a esta loca, por qué te juro que si la vuelvo ver por mí casa me lanzo por el balcón.

— Idiota, no lo hagas porque no llevas alas, llevarás como mucho cuernos. — Alysa y sus comentarios. Sé por dónde van los tiros. La detesto cuando me restrega por el hocico mi aventura con Thaisa.

— Rosi que tenga buena noche. — Escucho a Rosi desearme buena noche a la vez que voy hacia la puerta para irme de una vez por todas a mi casa.

Maldita bruja, hasta el sueño me ha quitado. ¿Un hijo?
Quiere que la deje embarazada, no podría hacerlo aunque quisiera. Si me pongo analizar, ella es minusválida no podría criar a un hijo sola puesto que ella misma necesita ayuda.
En parte a mi si me gustaría tener un hijo.
Me levanto de la cama revolviendo me el cabello.
De nuevo el pasado vuelve a mi memoria.
Hace algunos meses atrás, recibí la llamada de Thaisa diciendo que su periodo se le había retrasado.
Me asusté por qué aunque éramos amantes y no estaba en mis planes tener hijos. Pero también estaba su marido. ¿Podría ser de él?
Aunque ella misma me había jurado que no mantenía relaciones con su marido la creí, fui a buscarla hasta la puerta de su casa para consolarla.
Pero ella no abrió la puerta, estuve en el coche más de dos horas sentado hablando con ella intentando convencerla de que yo sería un estupendo padre. De hecho, ya pensaba en ello.
Días después me dijo que todo fue falsa alarma.
Me quedé algo cabizbajo, pues el saber que iba a tener un hijo con la mujer que quiero me hacía feliz.
Una felicidad que nunca se cumplió.

Me siento agotado, apoyo mis codos en mis piernas pensando en lo que me ha dicho Alysa.
Llamo a Verónica para que me aconseje algo.

— Evan cariño, ¿cómo estás? Me tenías muy preocupada, llevo días sin verte por aquí.

— Estoy a tope con el trabajo. Y ahora me ocurre esto y no sé qué hacer. — Comienzo a contarle a Verónica la conversación mantenida con Alysa.
Ella me da su opinión recomendándome que hable con ella antes de dar el paso.

— Gracias Verónica cómo siempre por tu ayuda. Oye no tendrás alguna niña por ahí libre que venga a darme un masaje. Lo necesito.

— Anda granuja, porque eres tú, te voy a mandar a Sheila. Prepárate que ella es la mejor dando masajes.

— Entonces aquí la espero. Gracias Verónica por todo.

— Piénsalo bien Evan, y habla con ella, escucha el motivo que la conduce a querer ser madre soltera y ayúdala. Alysa es una mujer muy luchadora y te necesita, no la dejes sola. Ella recurre a tí porque eres una persona muy especial para ella.

— ¿Te lo ha dicho ella?

— Exactamente no.

— En fin, mándame a Sheila y ya te seguiré contando.

En verdad, tengo la picha hecha un lío con tanto problema. Lo mejor es esperar a una de mis niñas que me dé un buen masaje y así dejaré de pensar. Es lo que más me hace falta en estos momentos.

Realmente me siento agotado, nervioso y algo preocupado por Alysa, aunque quiera no puedo quitarme de la cabeza su maldita idea de querer madre soltera.
Cuando tocan a la puerta salgo abrir. Nada más ver a Sheila, sonrío feliz porque alguien me va dar un buen masaje.
Antes de comenzar, nos tomamos unas cervezas acompañado con algo de picoteo. Seguidamente Sheila me dice que vayamos a la cama para comenzar.
Me quito toda mi ropa quedándome como mi madre me trajo al mundo. Me tumbo boca abajo encima de la cama sintiendo las manos de Sheila deslizarse por mi espalda con aceites aromáticos. Sus manos son suaves, mis músculos empiezan a relajarse, siento que estoy en el paraíso. Ella masajea mi espalda, mi cuello, todo mi cuerpo tomándose su tiempo.

 —Disculpe señor Zabat ya he terminado, quiere que le haga otra cosa más.

—No, es suficiente, gracias Sheila me ha venido de lujo su masaje.

—Si lo desea puedo pasarme por la mañana temprano y darle otro, he notado algo en su pierna.

—Sí, desde hace días me duele parece que me dio un tirón pero no le he dado mucha importancia solo cuando algo algún movimiento con exceso me duele más de la cuenta.

—No se preocupe, mañana temprano vendré antes de que se vaya hacer deporte.

—Si no te importa, te lo agradecería.

—Es mi trabajo no me importa. —Qué guapa es y qué buena persona. Le pago su trabajo y se marcha quedando en que volver mañana temprano. Ahora que me siento mucho mejor, decido irme a dormir.

Justo a las 7:00 a.m. tocan a la puerta. Es de nuevo Sheila. Ella con su sonrisa mañanera me saluda ofreciéndome unos bollos que ha comprado. Mientras preparo el café hablamos sobre nuestras vidas de solteros. Terminamos el desayuno, Sheila me indica de volver a la cama, de quedarme en bolas para comenzar con el masaje en mi pierna.
Mientras me masajea la zona, me cuenta como su abuela le enseñaba a dar masajes para quitar los esguinces y le gustaba aprender para darle masajes a su madre debido a que trabajaba muchas horas cosiendo, ella le daba todos los días masajes.
Me encuentro tan relajado, con la música de clásica escuchando de fondo es como si estuviera flotando hasta que de pronto la voz de mi adorable secretaria contamina mis pensamientos.

—Buenos días señor Zabat. —Acaba de pasar sin tocar la puerta y encima me trata con formalidad. La mato, juro que la mato.

—Alysa estoy ocupado, ¿podrías volver más tarde? No sé dentro de un par de años.

—Veo que molesto.

—Sí y mucho.

—Ya me voy. Solo había traído el desayuno para que desayunáramos juntos, pero veo que ya te has adelantado. —Molesta se marcha.

Sheila cierra la puerta y algo sorprendida me pregunta sobre lo que acaba de suceder.
Le hago un resumen muy breve, si tuviera que contarle desde que conocí a Alysa hasta ahora, pienso que me daría tiempo de arrugarme.

Un rato después Sheila se marcha aconsejándome de volver a dar otro masaje en la pierna en el caso que me duela. Le sonrío diciéndole que la volveré a llamar.
Al marcharse Sheila me siento mejor, me preparo para irme al club cuando aparece por la puerta radio macandé.

—Bueno ahora que estamos solos —Empieza hablando con algo de insolencia enfatizando las palabras.—Quiero que me digas que has pensado sobre lo que te dije ayer.

—Ya te he dicho Alysa que no voy a dejarte preñá.

—Pero mira si vengo preparada.—Me quedo observándola pero no veo nada raro.

— Alysa tengo que marcharme, después  hablamos.

— ¿Cuándo?

— Después de semana santa, cuando se termine la feria de Abril de Sevilla. Cuando los pingüinos vuelen al desierto.

— Eres un egoísta, para un favor que te pido no me lo haces.

— ¿Un favor? Qué quieres que te folle ahora mismo y te deje preñá.

— No idiota. Solo quiero tu maldito semen, si no fuera porque me hace falta te juro que no me hubiera ni acercado a ti.

— ¿Y como piensas quedarte embarazada? Esperas que te caiga un milagro del cielo.

— Subnormal, por inseminación artificial. No estoy tan loca como para dejarme manosear por ti.

— Loca no. Pirada diría yo.

— Escuchame Evan, tú solo tienes que hacerte una pajilla y echar el semen en este frasco que he te traído. Cuando lo tengas yo lo llevaré al laboratorio para que lo examinen para ver si eres fértil. Cuando obtenga los resultados comenzarán con la primera fase. Venga anda no seas malo, hazlo por la amistad que nos une.

— Que te dicho que no, y que es que no. Si tú estás mal de la cabeza no es mi culpa y ahora me voy que llego tarde.

— Evan, ya contaba con esto. Al menos prométeme que lo pensarás, total a ti no te va doler y me harás muy feliz de darme la oportunidad de poder ser madre soltera.

— ¿Qué no me va doler? Te refieres que nunca me arrepentiré de haber donado mi valioso semen para que alguien que no está bien de la cabeza, decida tener un hijo en tus condiciones.

— ¿Te refieres porque soy minusválida? Eres un cabrón Evan, qué pasa porque esté sentada en una silla de ruedas, porque lleve años sin que me toque un hombre, porque mi vida haya cambiado, porque tenga que depender de otra persona eso también me impide tener un hijo. Acaso no tengo derecho porque estoy atada a esta maldita silla, tan frágil me ves como para no poder criar de un niño. Soy humana Evan, y porque sea minusválida nada me va impedir seguir con mi idea. Tengo 32 años, sé perfectamente lo que estoy haciendo. Y mi gran sueño es ser madre, ya bastante desgracia he tenido en no poder volver a caminar como para también no poder quedarme embarazada. Tranquilo, la responsabilidad será mía. Tú bastante tienes con seguir tirándote al penco de vieja que te tiras y traer mujeres a tu casa para que te calienten y hacerlas desaparecer de tu vida. Eso es lo que quieres Evan Zabat, no complicarte la vida. Egoísta.

Me quedo en silencio de pie viendo cómo se marcha Alysa. Soy consciente de lo que acaba de decirme y  lleva razón pero no puedo.
En verdad no puedo ser su donante de semen, al final su hijo también es mío. Que clase de hombre sería si después de donarle mis espermatozoides quedase embarazada viviendo a escasos 50 metros de mi casa y ver que ese pequeño que lleva en sus brazos es también mío.
Una cosa es donar esperma de manera anónima y otra muy distinta es donar a la persona que te hace la vida difícil, la cual la conozco prácticamente toda mi vida, tener que presenciar como crece un su vientre, nace se reproduce y yo no hago nada salvo callar como un cobarde sabiendo que esa personita también es algo mío. Lo siento Alysa, pero aunque sea tu mayor sueño, no puedo socorrerte, me siento mal por no poder hacer algo más para que llegues a cumplir con tú sueño.

Pienso que será lo mejor para mí. No podría soportarlo y eso acabaría por destruirnos uno al otro.
La amistad que hemos forjado durante toda nuestra vida acabaría explotando como una bomba atómica haciendo que seamos enemigos. Y eso no lo deseo.
Me dará muchas veces cien patas de verla, pero la necesito, la quiero a mi manera y no puedo perderla por algo que ella tanto desea y acabaría desapareciendo este cariño que nos tenemos.
Simplemente no puedo soportar la idea de apartarme de su vida o crear un guerra entre nosotros.
Bueno con ella estoy en batalla todos los días. Pero maldita sea, ¿Porqué me ha tenido que elegir a mí?

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