
Capítulo 6
—Evan te noto algo raro, ¿Estás preocupado por algo? — Sara me mira fijamente mientras yo trato de disimular como que nada me ocurre.
— Qué va, no te preocupes es solo que estaba pensando en algo que me han dicho sobre el trabajo y le estoy dando vueltas.
— Ah, era eso. Bueno pues deja de pensar y vayamos dentro para disfrutar de la noche.
Disfrutar dice mi hermana. ¿A qué le debo yo llamar disfrutar cuando tengo a Thaisa delante mío muy sexy y vestida tan provocativa?
A qué me la va poner más dura que un canto piedra y el cornudo está al lado suyo.
Tomamos asiento enfrente de ellos, trato de centrar toda mi atención en el pobre Frank.
Si miro aunque sea un segundo a Thaisa, caeré de nuevo en la tentación y no falta mucho.
Hablo con Frank de negocios para no variar.
Mi hermana sale huyendo aburrida dejándome solo ante el peligro.
Soy consciente de que todo esto me está superando, no puedo ver a la mujer que amo intercambiar saliva con otro, aunque éste sea su marido.
Con diplomacia me separo de ellos para dirigirme hasta la pista con la intención de encontrarme con mi hermana.
Al verla con más personas no me lo pienso, allá que te voy a mezclarme con la juventud.
— Evan, qué bien que estés aquí mi amor. — Mi hermana está borracha o ha consumido drogas.
— Sara te tengo dicho que no tomes drogas sin recetas. ¿O has vuelto a beber?
— Sígueme la corriente, ahí está Iker. ¿Es que no lo has visto? — Miro en dirección donde mira mi hermana a un grupo de cuatro tíos con mucho músculo y pocos sesos.
— Esto... sí...cual es el rubio.
— No imbécil, el de la camisa roja, el castaño de ojos grises. — Miro al chico que me describe mi hermana.
— ¿Enserio te pone cachonda ese tío? Estás peor de la cabeza que yo. Pero míralo, qué creído se lo tiene ahí hablando con dos tías en minifalda y escote, se pensará que es todo un Playboy.
— Evan, admite que está buenísimo.
— Acepto que el niño es mono, y también que necesita que le peguen dos hostias con toda la mano abierta para bajarle la tontería.
— Evan no empieces de verdad.
De pronto me veo rodeado por un grupo de muchachos de veinte años.
Los miro uno a uno y casi me entra depresión al instante de lo mayor que me siento en mitad de un grupo de personas con diez años menos que yo.
— Oye Sara porque no nos presentas a tú último rollo. — La morena me seduce descaradamente.
— Hola guapa, ¿No sabes quién soy?
— Pues no. Serás el rollo de Sara, aunque seas algo mayor estás buenísimo. Sabes a mí también me gustan los maduritos.
— ¿Madurito? Niña que tengo 30 años. — Me ha llamado viejo, yo me quito edad.
— Uhm, Interesante. — La morena se pone más cerca mí tocando las solapas de mi chaqueta con cara de querer camboya de la buena.
— Esto... hermosa que soy hombre y a mí se me pone dura en menos que canta un gallo. — Repito a la morena quitándomela de encima.
— Si quieres vamos hacia un lugar más íntimo y oscuro. Tú y yo. Solos. — La morena sigue arre que erre con querer aprovecharse de mí.
— Lo siento pero no. Además está Sara y no debo hacer esas cosas delante de ella. — Alucino pepinillos conmigo mismo.
¿Desde cuando me he vuelto tan formal?
— África, quítale las manos de encima pedazo de zorra. — Ahora si viene lo bueno. Venga ánimo, pelea de chicas.
— Al parecer tu rollo no le pones demasiado cuando quiere venirse conmigo. — Ah no. Esta niña miente más que ve. Y yo no estoy dispuesto a tener que llevarla al hospital porque mi hermana le vaya a sacar los ojos.
— Se acabó. — Intervengo poniendo orden entre las chicas. — Sara, contrólate un poco que te se va cortar la regla. Y tú señorita, eche un poco el freno que es demasiado lanzada. Y otra cosa, no mientas hermosa porque yo no tenía ninguna intención de ir contigo a echar un kiki.
— Vaya que suerte tienen algunas, maduritos, buenorros y encima la defienden. — Me quedo mirando a la morena con cara de mala leche.
— Si tú eres una zorra que solo te buscan para acostarse contigo ese el tú problema. — Grita mi hermana.
— ¿Zorra yo? Por favor no me hagas de reír.
— No, si al final la zorra va ha resultar que soy yo, cosa que no mojo el churro desde hace semanas.
— Evan no es necesario que cuentes esas cosas.
— Sara, basta ya. ¿No crees que es mejor que busques otras amistades y te alejes de personas tóxicas antes que estar aquí en mitad de un pub lleno de gente mirándote armando el pollo?
— Uy, como te defienden Sara. — Se mofa la estúpida de la morena y otras dos.
— Vete a la mierda cacho penco. — No si no hermana cuando habla no hay quien la pare.
— Mira cacho penco, antes de hablar infórmate. Para que lo sepas,. Sara es mi hermana y no te permito que la insultes. Y otra cosa, antes de salir de casa mírate primero al espejo.
Harto ya de peleas de párvulos, agarro a mi hermana y la saco del pub. Un amigo suyo con cara de enciclopedia se presenta a la vez que se preocupa por mí hermana.
— Disculpe soy Pedro, compañero de facultad de su hermana y amigo.
— Que hay perico. Oye, puedes quedarte con mi hermana, es que necesito ir a plantar un pino.
— Si...claro...— Pobre chico que tímido se ve. No se mala persona a pesar de su aspecto de friki.
Camino hacia los baños, madre mía qué me lo hago encima.
El primer servicio que veo es de minusválidos, así que como está abierto decido pasar.
¡Qué gusto! Un poco más y me lo hago en los pantalones.
Me encuentro saliendo del aseo cuando alguien me empuja y cierra la puerta con el pestillo.
Me quedo quieto, la observo con detenimiento notando una mezcla de furia y excitación.
Con gracia, se acerca hasta mí parándose a una distancia prudencial.
— ¿Intentas aprovecharte de mí? — Mi voz suena bajita y ronca debido a como se ha despertado de pronto el tiburón.
— Evan, sabes que me atraes, tanto como que no consigo quitarte de mente.
— ¿Porqué me vienes con estas? — Pregunto mirándole sus pechos poniéndome más nervioso y con más ganas de empotrarla contra la pared.
— Solo soy tonta. — Sus labios frambuesa se posan en los míos.
Sí, debería de mandarla a la mierda para proteger mi orgullo.
Pero no puedo, soy demasiado débil para decirle a la mujer que amo que necesito distancias.
Y más cuando su mano va dirrcta hacia mi duro tiburón.
La beso con fervor agarrándole por su nuca, necesito que se active con mis besos, con mis manos recorrer su piel para que así recuerde con quién está.
Mi tiburón está a punto de romper la cremallera.
Harto de tanto beso, totalmente excitado la alzo para sentarla en el lavado, sin compasión tiro de su hilo rozando con mis dedos su coño, joder está húmeda y cachonda. Yo estoy demasiado excitado, libero mi tiburón.
No tengo tiempo de pensar, su mirada me dice que me la folle ahí mismo encima del lavabo. Comienzo a penetrarla despacio, besando su boca para bajar hasta sus pechos.
Sus gemidos me vuelven loco, con más ganas de gozar.
Estoy a punto de correrme, busco un preservativo en mi cartera pero no tengo ninguno.
Me pongo nervioso, sin condón no puedo continuar. Así que decido meterle los dedos para ponerla más cachonda y que pueda correrse.
Cuando veo que estaba a punto de correrse la penetro procurando no cagarla.
Afortunadamente puedo controlar, le propongo que me la chupe para así poder correrme en su boca.
Es excitante ver cómo la leche cara por sus labios y jodido a la vez por no haber podido terminar la faena.
Inmediatamente ella se coloca su vestido y sale la primera disimulando.
Si claro como si la orquesta que hemos tenido antes no la haya escuchado un sordo.
En fin, me lavo mi tiburón, lo dejo que se duerma y tras lavarme la cara y mirarme al espejo reparo en lo que acabo de hacer.
Sí, soy estúpido y acabo de echarle un medio polvo a la mujer que ha pisoteado mi orgullo.
Sigo siendo el mismo tonto enamorado, el que no puede romper los lazos que la unen a ella.
Soy un imbécil.
Debería sacar mi ego y mostrarle quién manda. Pero he preferido ir por la vía fácil, total para que tanto arrepiento, me la he tirado y que se vaya con su marido a dormir.
Al salir del baño me encuentro con el cornudo del marido.
Joder, porque me tienen que ocurrir estas cosas a mí.
No tardo en sentirme mal conmigo mismo.
Si es que el pobre hombre me trata tan bien que hace que sienta vergüenza de mí mismo.
Hablamos un rato sobre un yate que se ha comprado y quiere que vaya a verlo y pasar una tarde navegando.
Esto es peor que comerte un yogurt caducado.
Si supiera el pobre hombre que ya estado en el yate pasando la tarde con su mujer follando como conejos, no sé si tendría suficiente país para echar a correr.
— De acuerdo, estaré encantado de poder navegar en tu nuevo yate. — Qué falso soy.
Miro a Thaisa la cual no quita su mirada lasciva de mí.
Le guiño un ojo y vuelvo a dirigirme al cornudo del marido.
De pronto reparo en que se me olvida algo.
No me acuerdo, no deberá ser nada importante.
Sigo hablando y disfrutando de la compañía de Thaisa, aunque tenga al lado al marido a mí no me importa, solo quiero una cosa de ella. Qué se divorcie de este besugo y se venga conmigo.
Al rato, me despido de ellos y me marcho en busca de mi auto.
Mientras voy conduciendo pienso en algo. Me da sensación de que se me olvida algo y no sé lo que es.
Hasta que reparo en Sara.
Mierda, como se me ha ido la cabeza de llegar a olvidarme de mi hermana.
La llamo por teléfono, como era de esperar suelta veneno por su boca nada más responder.
Me quedo en silencio escuchando por el altavoz del coche los gritos y los insultos que me dedica.
Me disculpo con ella, trato de convencerla que no volverá a ocurrir haciéndole la promesa de llevarla de compras.
Ella, como si le hubiera tocado el cartón del bingo acepta encantada.
Por supuesto, tendré que pagarle los trapos que se compre.
Nada más llegar a casa, me doy una ducha.
Salgo del baño y me pongo un chándal, trato de no pensar en Thaisa y lo mucho que me atrae. Todo se me olvida cuando me llaman por teléfono.
— Buenas noches Zabat. Qué, ¿Le has quitado el polvo a la mandan? — De nuevo Alysa y sus comentarios referente a Thaisa.
Por un lado quiero contarle la verdad, si lo hago estaría rompiendo mi promesa y sé de buena tinta como Alysa me pondría fino filipino.
— Evan dime que eres más inteligente que un mosquito. Por favor, dame una respuesta apropiada para la mentira que vayas a soltarme. — Podré mentir a cualquier persona, pero no Alysa.
Soy demasiado transparente que incluso ella me conoce mejor que yo mismo.
— Sí, me la he tirado. — Respondo bajito.
Se hace un silencio, Alysa no dice nada.
— ¿Alysa estás ahí?
— Eres un auténtico gilipollas de verdad. Cuando te darás cuenta que esa tía solo te busca porque le va la marcha. Hoy te la como, mañana no te conozco. Pero sigue casada.
Qué decepción Evan, espero que cuando abras los ojos sea porque tú solo te has dado contra la pared.
Que tengas buena noche.
— Alysa, espera. — Vuelvo a llamarla, no responde.
Me levanto desesperado caminando de un lado a otro inquieto revolviendo mi cabello.
Alysa lleva razón, pero no quiero decepcionarla, pero que espero si he roto una promesa.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro