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Capítulo 24

Perfecto, hoy no ha asomado los bigotes Kenji.
Lo llamo para ver si le ocurre algo.
Al parecer hoy se ha entretenido buscándome un auto. Algo dudoso le digo que no debía de haberse tomado esas molestias puesto que yo no sé conducir con el volante en la derecha. Sin embargo el muchacho insiste en que debo tener un auto.
De acuerdo, total si lo paga la empresa para que voy a preocuparme.
Tomo mi desayuno y nada más vestirme con el traje azul marino, camisa blanca, miro de nuevo el closet. Solo tengo camisas blancas, esto que lo hacen para que convine con todo. Resignado me marcho para la oficina donde me espera muy puntual secretaria.

Nada más verme la muchacha me saluda, sus ojos negros brillan como dos soles, su sonrisa es contagiosa. Desprende una gran alegría y más ganas de trabajar que yo.
Inmediatamente me reuno con ella informándole en que va consistir su trabajo. Ella toma nota en todo lo que le voy explicando, lo que más me gusta de ella es su sonrisa. Todo lo hace tan fácil, es como si le hubiera concedido su mayor deseo a lo que me hace de sentirme más orgulloso de mí mismo por haber podido ayudar a una persona que a pesar de su discapacidad tiene tanto valor o incluso más que los que estamos sanos.

—Umi, espero que estés a gusto en tu puesto de trabajo, cual incidencia házmelo saber. Bienvenida. — Como es costumbre aquí, ahi que doblar el espinazo como forma de gratitud. Yo pienso que será mejor dar la mano como se viene haciendo siempre. Yo con tanto subir y bajar la cabeza siento que me mareo.

—Muchas gracias señor Zabat por haberme dado esta oportunidad, verá que no le voy a defraudar.

—Estoy seguro de ello Umi. Ahora si me disculpa voy a una reunión, si necesita algo llame a Kenji, él es mi asistente personal, o llámeme a mí. No tiene nada de que agradecerme, confío en usted y sé que va elaborar bien su trabajo como secretaria. —Allá que te voy otra vez a doblar la espalda agachando la cabeza, menos mal que me echado gomina esta mañana si no mi tupé estaría desecho y me vería mal.

Nada más entrar en la sala de juntas, tomo asiento encabezando la mesa. Comienzo la reunión hablando sobre mi proyecto y la manera que deseo que se lance al mercado.
Uno a uno, todos los miembros que asisten a la reunión empiezan a darme su opinión.
En silencio voy tomando notas hasta que llega la hora de comer.

Umi llega hasta donde me encuentro hablando con un miembro importante haciéndome entrega de la carpeta con todos los archivos ordenados e incluso me da su opinión referente a un problema que se me había pasado por alto.
Le agradezco su labor invitándola a comer, pero ella se niega.

—Umi, entiendo que aquí no está bien visto que una mujer salga a comer con su jefe, pero no se preocupe todo lo hago por trabajo, hace un momento me ha salvado de un pequeño problema que se me había pasado por alto. El trato que tendremos será de trabajo y cordial.

—Ah, no es por eso señor Zabat, es que yo me traído mi comida y... le preparado algo. Espero que le guste. Siento mucho lo ocurrido.—Aguanto las ganas de reír al verla tan roja como un tomate.

Acepto encantado su comida, y a decir verdad me gusta.
No son los guisos que me hace Rosi o mi madre, pero está buenísimo.

— ¿Lo has cocinado tú? Uhm... me gusta mucho. —Le pregunto absorbiendo los fideos casi quedándome sin aire.

—Sí, yo cocino gracias a mi abuela. Ella es la que siempre me ha cuidado, mis padres viven en el pueblo y apenas los veo. Desde pequeña mi abuela se ocupó de mí para que pudiera estudiar, gracias a ella nunca me he dado por vencida a pesar de pasarlo mal en la vida.

—Fácil no hay en esta vida Umi, pero sabe, yo valoro mucho a todas las personas que por su discapacidad luchan por conseguir sus metas, y aquí uno que está más sano que una pera, se lo pasa todo por el arco del triunfo. No valoramos lo que tenemos hasta que no acabamos perdiéndolo.

—No es fácil señor Zabat estar sentada en una silla de ruedas y tener que depender de otras personas. Acabas acostumbrándote, pero debes de ser consciente que también no se cierran muchas puertas, nosotros no podemos llevar una vida normal, yo no puedo ir a muchos lugares porque no hay rampas, en algunos lugares no me dejan entrar porque en caso de suceder algo, yo estaría obstruyendo el paso. No voy a negarle que en algunos momentos de mi vida haya querido tirar la toalla porque yo no puedo tener lo que cualquier mujer desea.

—Te refieres a encontrar a un hombre que te desee.

—Me da vergüenza decirlo, pero sí. Mis compañeras ya están casadas y con trabajos, yo aún no sé lo que es que me quieran. No provoco interés en un hombre, y aunque me gustaría poder saber lo que se siente que te quieran, pienso que esa posibilidad está fuera de mi alcance.

De pronto me quedo pensativo mirando a la muchacha de unos treinta años que tengo delante de mí, veo en ella a Alysa.
Ahora que estoy hablando con otra persona que está pasando por lo mismo que ella, la entiendo mejor. Cuantas veces me ha dicho que ella nunca sueña con enamorarse, y cuantas veces me ha visto a mí tirándome a Thaisa.
Me levanto serio mirando por la ventana recapacitando en todo lo que he estado haciendo.
He estado mucho tiempo detrás de una mujer que nunca ha sabido verme como un hombre que haya podido amarla, mentira. No la he amado nunca, ha sido más el morbo que sentía por pegarme un revolcón que mis sentimientos. Thaisa no es Alysa. Por Thaisa nunca me arriesgado tanto como le he hecho por Alysa, no le causado el mismo dolor que le podido hacer Alysa con mis acciones. Ahora comienzo a entender su actitud hacia mí, la he tenido tan cerca que no he sabido ver todo lo que ella ha estado haciendo por mí.

Cuando salí con Carly, pensé que sería bonito darme la oportunidad de enamorarme de una mujer. Mentir es de cobardes, actuar como tal es merecerme el peor de los castigos.
He estado caminando ciego, sin preocuparme por mirar con más detenimiento Alysa, y sin embargo siempre ha correspondido a mis besos. Eso solo significa que aún me ama como yo lo amo a ella.
Pero que ceporro soy.
Ahora que estoy a miles de kilómetros me doy cuenta de todo. Tarde, pero no pienso darme por vencido, trataré de ahora en adelante en hacer o al menos intentar convencerla de mis verdaderos sentimientos.

—Señor Zabat, le he dicho algo para que se ponga tan serio. Si es así disculpe yo no quería.

—Para nada Umi, usted me ha dado una lección de honestidad y me abierto los ojos. Solo le digo, que usted merece que la quieran, su silla de ruedas no debe ser un impedimento para que un hombre la vea bonita y la desee. Solo debe guiarse por su corazón, no se lance al primero que le diga algo y usted por estar deseosa cometa una estupidez. Espere a que llegue el hombre indicado.

—Gracias Señor Zabat por su consejo, lo tendré en cuenta. Ahora debe seguir con la reunión, yo continuaré trabajando con los formularios que me ha indicado que redacte.

—Muy bien, ahora me marcho ya nos podremos al día.

Camino de nuevo hasta la sala de juntas pensando en Alysa. Ella es ahora mi mayor prioridad y luchar para que me crea.
Nadie mejor que ella me conoce, sabe del pie que cojeo y conociéndola como la conozco no me va creer a la primera de canto, voy a tener que ser más pesado que una vaca en brazos para poder demostrarle mis verdaderos sentimientos.

Llego agotado a casa, la espalda la tengo más ágil de la cuenta, con tanto doblar el espinazo para saludar.

Kenji se ha ofrecido a traerme a casa, incluso me prepara la cena.
Este asistento que tengo es todo un hacha el jodio en la cocina. Te hace unos platos que vamos ni los guisos de la Rosi.

Mientras cenamos, Kenji parece quererme decir algo, pero se calla. Me pone de los nervios cuando empieza así, por lo que decido preguntar o no podré dormir esta noche.

—Kenji, escupe lo que tengas en el pico, llevas más de dos horas queriéndome decir algo.

—Señor Zabat, quería preguntarle si usted está seguro de haber contratado a la señorita Kshuma.

—Umi es una gran secretaria y además está cualificada para desempeñar su trabajo. Hoy ha estado a la altura, y si lo dice porque esté sentada en una silla de ruedas, me da entender que usted no tiene sensibilidad.

—Yo solo debo aconsejarle en sus decisiones para hacer lo correcto. Piense que ella no puede trabajar como lo haría una persona normal. —Ese tipo de comentarios me fastidian mucho.
Dejo los palillos a un lado de la mesa. Tomo un trago de agua porque se me estaba atascando el pescado.

—Sigo pensando que eres un capullo Kenji. Además Umi no solo es inteligente, hace su trabajo muy bien y a su favor tiene que va más rápido a todos lados que tú y yo por ir en una silla de ruedas. Yo no veo a una mujer discapacitada Kenji, veo a la mujer que desea ascender en una pirámide con muchos obstáculos y no puede conseguirlo porque gente con tú no le dan la oportunidad de ir escalando.
Además es muy bonita, y no me digas que no te has fijado...eh...—Le doy con el codo en las costillas haciendo que se ruborice mirando tímidamente la raspa del pescado.

—Sí, ya me dado cuenta que es muy bonita y muy educada. Me gusta mucho.

—Lo sabía, ves como al final acabas fijándote en su físico pervertido.

—Ya, pero me gustaría conocerla más a fondo, siempre que hablo con ella me entra la vergüenza y no sé qué decirle.

—Cazurro, de futbol y del tiempo no vas hablarle.
Bueno tú empieza hablando del trabajo y así como el que no quiere la cosa te vas por los cerros y acabas hablando de lo amargada que es tu vida.

—No me entero de nada señor Zabat.

—Que te espabiles, que no seas tan cortito Kenji y si te gusta Umi cortejadla. Pero eso sí, ojo con hacerle daño que te despido por acosador.

—Jamás haría algo así señor Zabat. Yo soy todo un caballero.

—Más te vale que te portes bien o te arreo dos collejas. Y ahora si me disculpas debo de irme a dormir, si quieres hay otra habitación libre puedes quedarte a dormir y así te ahorro que tengas que madrugar para venir a darme los buenos días.

—Yo...me lo dice enserio. ¿Puedo quedarme?

—Quédate, por mí no hay problema.

Sin saberlo estaba haciendo otra obra de caridad. Creo que nuestro señor me ha mandado a Japón para hacer buenas acciones.

Porque al día siguiente, temprano acompaño a Kenji hasta su departamento por llamarlo de algún modo. El barrio es muy pobre, y el apartamento es muy pequeño. Demasiado diría yo.
Según me cuenta Kenji no tiene agua caliente durante todo el día, y por las noches es muy difícil dormir de un tirón por la delincuencia.
El apartamento se ve ruinoso, las paredes tienen humedad y solo dispone de una pequeña cama para dormir y un pequeño hornillo para cocinar con dos cacerolas y una sartén donde comen mejor las ratas que él.

—Gracias por permitirme ir a su departamento señor Zabat, debo pagar al casero por adelantado para cuando usted se vaya volver.

—Creo que mejor no les pague nada al casero. Cuando yo me marche podrás seguir viviendo en el departamento. Y tranquilo, el alquiler ya te lo soluciono para que no te sea tan costoso. Eres un hombre bueno, gentil y muy servicial. Hasta ahora me estás cuidando mejor que yo mismo. Yo tengo dinero, ayudar al que lo necesite no me hacer pobre y si soy pobre al menos estaré en paz conmigo mismo por haber ayudado a personas que en verdad han necesitado algo de mí y no he mirado para otro lado.

—Ojalá hubiera más personas como usted. Si se ha dado cuenta, aquí hay familias con pocos recursos. Si no tienes estudios no eres nadie en la vida. Yo siempre estaré agradecido con usted señor Zabat.

—Escucha Kenji, puedes llamarme Evan. ¿Amigo? — Con una breve reverencia de cabeza Kenji me confirma lo que será nuestra amistad.

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