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Capítulo 23

Aquí me encuentro despidiéndome de mis padres y mis hermanas.
Sintiendo un profundo dolor y triste por tener que despedirme de mi familia para marcharme nuevamente hacia el extranjero.
Había sido una decisión difícil de tomar en estos momentos debido a como mi vida ha cambiado de una manera especial para mí.
Agarro mi maleta echando un último vistazo a mis padres los cuales puedo apreciar en su rostro serio y afectado.
Si no hubiera sido por el maldito contrato que firmé no estaría montado en un taxi el cual me lleva hacia el aeropuerto.
Antes de ir, le pido al taxista parar unos minutos en el hospital.

Nada más llegar al hospital, busco la sala de los bebés. Por última vez veo al pequeño Aarón, hablo con el pediatra, este me informa lo bien que se va recuperando mi pequeñín.
Aunque me siento afligido por tener que alejarme de mi hijo, al mismo tiempo estoy feliz porque vaya recuperándose.
Antes de marcharme lo cojo en brazos, lo miro detenidamente, es tan pequeño y con tanta fuerza.
«Mi hijo» Repito para mis adentros besando su frente.
Te quiero Aarón.
Lo dejo en la cunita para que le cambien.
Antes de marcharme lo miro por última vez echándome mano a mi pecho notando como mi corazón  va haciéndose cada vez más pequeño al percibir el dolor agudo e intenso de tener que separarme de él.

Camino limpiándome las pequeñas gotas de mis ojos.
Duele, y mucho tener que alejarte de las personas que amo.

Alysa se encuentra sentada apoyada en la cama mirando la tele.
Al verme desvía su mirada como si quisiera evitar mirarme.
Tomo asiento al lado de la cama, en silencio sigo contemplándola hasta que al fin decido hablar yo el primero.

— Alysa venía a despedirme. Hoy me marcho para Japón. — Mi voz comienza a quebrarse, a continuación me acerco hasta ella para darle un beso en la mejilla.

— Pensé que no te irías.

— No me queda de otra. Ya firmé hace tiempo el contrato y debo de ir hasta Japón para hacer varias presentaciones sobre el proyecto.

— Hasta cuando te quedarás en Japón.

— No lo sé. — Bajo la cabeza echándome un poco hacia atrás.

— ¿Lo haces por mí? — Su pregunta me pilla por sorpresa.

— ¿Por tí? En absoluto. Es por trabajo. Ahora más que nunca no quiero separarme de ti y de Aarón. Os amo muchísimo Alysa.
Solo te pido que cuides bien de él, estoy seguro que sabrás ser una buena madre.

— Evan...yo...— Nuestras miradas se encuentran. Ambas están llenas de tristeza y nuestros labios tienen un sabor amargo.

No puedo seguir delante de ella, presenciar como quiere aparentar su fortaleza y por dentro le duele mi partida, hace que mi corazón se rompa en pequeños pedazos.

Camino intentando taponar la herida de tener que marcharme ahora dejando atrás a las personas que amo.
Duele demasiado como para no querer continuar adelante con el viaje.
Sin embargo, ya no puedo darle más largas al señor Konin, o acabaría muy mal parado.
Él ha puesto toda su confianza en mí y yo no puedo defraudarlo ahora.

Atrás no solo dejo a mis seres queridos, también dejo una parte de mí. Ojalá las cosas hubieran sido de otra manera, reconozco como me equivocado en tomar algunas decisiones en mi vida.
Si hubiera hecho lo correcto, quizás no estaría sentando en el avión rumbo a Japón notando como me escuece hasta el alma de dejar todo lo que en verdad me importa.

Cierro los ojos para dormir un rato, aún me espera un largo viaje hasta llegar a Tokyo.
En verdad, me duele todos los huesos de mi cuerpo.
Me levanto al baño, vuelvo a sentarme con la espalda rígida, el cuello parece que lo tengo de medio lado, las piernas están más dormidas que despiertas, la azafata me ofrece café y un bollo.
Me lo como mirando por la ventanilla cómo está todo blanco, hasta me dan ganas de saltar y quedarme flotando.
Consulto mi reloj, aún faltan dos horas para llegar a Tokyo, madre mía qué eternidad de viaje.

Hasta el día siguiente de madrugada no pude decir que ya me encuentro en Tokyo.
Nada más poner un pie en tierra firme me agacho con disimulo para besarlo y persignarme agradeciendo a Dios el haber llegado vivo y con todos mis huesos colocados en su sitio.

Voy en busca de mis maletas, al salir me encuentro con Kenji. Mi asistente personal.
Lo vuelvo a saludar, ya lo conocía de antes.
Hablamos en inglés todo el tiempo, él me explica cómo va el proyecto y me hace un pequeño resumen de lo que me espera de trabajo en quince días.
Acto seguido, Kenji me lleva hacia mi nuevo departamento.

Al entrar me quedo observando como apenas tiene muebles pero aún así tiene lo dispensario.
Kenji es muy agradable, no deja de preguntarme si necesito algo.

— Kenji, hermoso mío con que me dejes de dormir ya es suficiente. — Dejo caer de golpe las maletas, estoy agotado.

— Muy bien señor Zabat, le dejaré descansar, mañana me pasaré cuando usted me llame. Alguna duda llámame cuando sea necesario, a cualquier hora sin ningún problema.

— Muchas gracias Kenji. Podré sobrevivir tumbado en la cama. Ahora ve y duerme un rato que te van a salir ojeras.

Kenji se marcha y mientras yo intento familiarizarme con la casa que parece sacada del futuro con tanta electrónica.
Me doy un baño y después tras haber llamado a mis padres diciéndoles que estoy bien y mandarle un mensaje Alysa me quedo inmediatamente dormido.

Al despertar, el olor a café recién hecho hace que me entre el hambre.
Me estiro to' lo largo que soy y antes de llegar a la cocina me encuentro con Kenji cocinando.

— Buenos días señor Zabat, espero que no le moleste que haya entrado para preparar el desayuno. — Me quedo quieto, muy quieto. Acojonado diría yo.
En verdad este hombre es normal, o es que yo soy de otro planeta.

— No sabía que usted tenía una llave.

— Sí, debo tenerla en el caso que usted le ocurra algo. Ya sabe que soy su asistente personal, estoy obligado a cuidar de su bienestar el tiempo que se encuentre viviendo en Tokyo.

— Yo...de verdad estoy emocionado, se me saltan las lágrimas solas y to'.

La madre que lo parió. Menudo susto me ha metido, y encima lo voy a tener como mi segunda sombra.
Karma, ya va siendo hora que dejes de mandarme estos castigos.

Después del desayuno, Kenji me lleva a lugares del centro de la ciudad para que vaya conociéndola.
Pasamos a unos grandes almacenes de ropa, de electrónica, de bazar...
En una de las tiendas veo un juguete para Aarón. Decido comprarlo junto con un vestido azul turquesa de algodón fresquito para Alysa.
Kenji me dice que él mismo se va encargar de enviarlo a Luxemburgo.
Si este hombre va seguir así, me hacer un bribón a mí.

Anochecido, paramos a beber y comer en un pequeño kiosko de comida.
Kenji me cuenta todo referente a su vida, y en parte me siento identificado con él.
Los dos somos solteros, siempre no la pasamos trabajando, ahorramos lo que podemos para cuando llegue el día de nuestra boda.
Kenji me dice que ha conocido varias mujeres, pero siente que no es compatible con ninguna.
Lo entiendo, yo tampoco me aguanto ni yo mismo.

Acto seguido, tras haber terminado de cenar Kenji me lleva hasta mi apartamento.
Allí me despido de él y una vez que entro, noto un gran vacío en mi corazón.
Miro mi móvil las fotos que le eché Aarón, sonrío tristemente pensando en cuánto tiempo pasará para volver a verlo y todo lo que me voy a perder.

— Señor Evan, despierte. — Escucho una voz, no puede ser que haya llegado mi día.
Abro lentamente los ojos.
¡Joder que susto!

— Kenji hostias que susto me has dado. — Me tapo con la sábana intentando volver a la normalidad.

— Disculpe señor Zabat, he venido para avisarle que hay una reunión muy importante que se ha adelantado una hora.

— Pues haberme llamado por teléfono hermoso y te hubieras ahorrado el viaje.

— Le llamado cuatro veces y no ha respondido ni una vez.

— Un mensaje. Más barato le hubiera salido que gastar gasoil a lo tonto.

— Le mandado dos. Pero como veía que no contestaba he decidido tomarme la libertad de venir avisarle. —Anda que con el asistente me ha salido listo y pesadito.

En fin, como no me queda de otra tomo asiento en la silla empezando a degustar el desayuno, para a continuación irme hasta mi habitación y ponerme el traje de los domingos.
Gris con camisa blanca y corbata gris a juego. Parece que voy hacer la primera comunión pero bueno.

Una vez que ya estoy listo, Kenji me acompaña hasta el edificio donde se encuentra mi oficina.
Antes de entrar veo una fila de chicas con carpetas en la mano, pregunto algo curioso a mi asistento, el cual me responde que se trata de las candidatas para el puesto de secreteria personal mío.
Flipo en colores.
Tengo asintento y secretaria a esto si lo llamo yo trabajar a todo confort.

Miro con disimulo a las muchachas que esperan ser entrevistadas por mi asistento, se ven que están nerviosas y tratan de ensayar lo que van a decir para ser admitidas.
Pero entonces, veo una muchacha entre medias de las demás sentada en una silla de ruedas.
Trago saliva y mis ojos no pueden apartar la visión de la muchacha que al igual que las demás trata por conseguir el puesto.
Al ver aquella joven, pienso en Alysa. Esbozo una sonrisa al recordarla y siento la necesidad de entrevistar yo mismo a la muchacha que está en la silla de ruedas. Debido a mi tiempo limitado debo marcharme inmediatamente hacia la sala de reuniones donde se hará mi presentación y trataré el asunto de mi proyecto.

Una hora, dos horas, tres horas... Y aquí estoy sentado en un sillón escuchando como los hombres de negocios y alguno que no llego a entender lo que dice están hablando con un gráfico en la pared explicando algo sobre números.
Mi asistento me traduce todo, incluso me aconseja de obtener un pinganillo para la traducción. Vaya este hombre sí que está en todo como las viejas. Creo que ya me cae bien, si se lo presento a Luisito creo que acabaría enamorado de él y todo.

La reunión continúa hasta la hora de comer, después proseguiremos con la dichosa reunión que parece que no va tener fin.

Al salir para comer, Kenji me avisa que ya han entrevistado a todas las candidatas, mañana se sabrá quién ocupará el puesto. Asiento con la cabeza mientras camino en busca de un restaurante o algo que me ponga de comer, tengo un hambre que me da calambre el estómago.

Voy a comprar la comida a un puesto de comida cuando veo de nuevo la muchacha de esta mañana en silla de ruedas.
Me acerco con cuidado para observarla de cerca y de paso cotillear lo que está hablando.
Al verla con sus lágrimas en sus ojos siento inmediatamente pena por ella. Estoy seguro que no la han admitido.
Al escuchar la conversación, me percato que algo no ha tenido que ir bien, y por ello me atrevo a preguntarle si habla inglés y después le formulo la pregunta:

—Disculpe señorita, la he notado que está algo triste, ¿le sucede algo?

—No es nada señor, ya estoy acostumbrada a no ser admitida en una empresa. De verdad no sé porque quiero venir hasta este tipo de empresas a trabajar si no me van admitir. De hecho, mi entrevista no ha durado ni tres minutos. Han visto mi vida laboral y con las mismas me la han devuelto. Es injusto, pero admito que yo no sirvo para trabajar en un lugar como este. Deberé de conformarme con trabajar en el área de discapacitados.—Me pongo serio al escucharla como ella misma se agobia y a la vez se entristece por no poder conseguir sus metas.
Cuando creo que en verdad quiere escalar, desciende rápidamente y al tomar de sus manos su vida laboral, debo de reconocer que esta chica está muy bien preparada.

—Disculpe que le diga esto, pero usted tiene una buena preparación, habla varios idiomas, tiene varios módulos realizados de informática...en fin que usted es una candidata perfecta.

—Muy amable señor, pero míreme, estoy en silla de ruedas, yo no puedo aspirar a un mejor puesto.

—¿Quién le ha dicho eso? Le puedo llamar por su nombre de pila, es que no soy bueno pronunciando el japonés.

—Sí, me llamo Umi encantada. —Ella, inocente me extiende su mano. Le sonrío presentándome y haciéndole entrega de una tarjeta mía comunicándole que mañana mismo la quiero en mi oficina, ella será mi nueva secretaria.
La chica llora emocionada inclinando su cabeza como agradecimiento a lo que acabo de hacer por ella. De hecho me invita a comer para compensarme la buena acción que he tenido sobre ella.

Durante la comida ella me cuenta que desde pequeña está en una silla de ruedas debido a una enfermedad. Me habla de cómo ha tenido que luchar para salir adelante y al mismo tiempo como ha debido permanecer en un segundo plano debido a su incapacidad. Ella me sonríe ruborizándose por haberle dado la oportunidad de su vida. Le quito importancia al asunto, para mí será todo un placer poder trabajar con ella. Al menos Umi no habla tan borde con mi adorable secretaria.

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