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Capítulo 21


— Sé que estás tramando algo Evan, y antes de dar un paso más, debo decirte que no esperes nada de mí y mucho menos pienses que con hacer buenas acciones me vas a convencer para que tengas algo que ver con mi hijo.

— Es mío también. Admite que ese niño es mío y tengo derecho como padre de cuidar de él y de ti.

— Definitivamente eres más idiota de lo que imaginas. Solo te pedí que me ayudases porque yo sola no puedo fabricar un bebé, pero de ahí a que te deje involucrarte en mi vida va un paso. Y si de algo estoy segura Evan, es que no vas a poner mi vida patas arriba. — No tardo en desesperarme, Alysa no me explica la verdadera razón y ya comienza agobiarme siempre con lo mismo.

— Entonces dame una razón para que no me acerque a vosotros y terminemos de una vez por todas con todo esto.

— Por tú maldita culpa, por haber puesto mi corazón en tus manos y acabaste destruyéndolo lentamente. Fui muy fácil para ti seguir con tú vida en el extranjero y no hablarme. Me dejaste a un lado sin motivo alguno, lloré mucho y aunque sufría no perdía las esperanzas de poder estar juntos. Algo que no sucedió y tú solito te encargaste de destruir toda esperanza puesta en ti.
Mis ojos ya no te ven como aquel adolescente que me trataba como una princesa, mi corazón no late de la misma forma como cuando estábamos solos evitando ser vistos y aun así nos amábamos en secreto. Dábamos todo uno por el otro.
Aquel Evan del que me enamoré, ya se fue. El que tengo delante es simplemente mi mejor amigo.
— Intento encontrar una respuesta a lo que me ha dicho.
Sin embargo, no encuentro las suficientes palabras para explicarme y si fuera posible pedirle perdón, porque jamás he querido lastimarla.

Dejo que se vaya, mi silencio ya le ha respondido.
Me dejo caer en el sillón confundido lamentando todo lo que le hice el pasado.
Ahora ya es demasiado tarde para lamentaciones, si por aquel entonces me daba todo igual, ahora los roles se han cambiado.
Fui un capullo egoísta en pensar en mí viviendo mí día a día pensando cómo la distancia borraría aquellos sentimientos creados por una mujer y en los que siguen pegados a mi corazón sin querer volar.

Las cosas entre Alysa y yo habían cambiado demasiado.
Esa complicidad  comenzaba a desaparecer, el trato que nos tenemos es cordial, de buenos amigos y poco más. Sin embargo yo no quiero esto. Cada vez que siento su rechazo es como si me arrancase una parte mí.

Hoy me preparo para acompañarla al doctor. Me da igual lo que me diga o como si me quiere asesinar, yo quiero saber cómo se encuentra ella y como va su embarazo.

A la hora que me indicó Rosi llego a la clínica.
Aún siguen en la consulta, sin ningún tipo de vergüenza me siento al lado de ella para pasar dentro de la consulta.
Su mirada es letal, la mía nociva. Trato de no perder los nervios y preciso más calma fluir por mis venas.

—Tú aquí no pintas nada. Si piensas que te voy a dar una medalla por tus buenas acciones, ya te puedes largar por dónde has venido. Aquí no te quiero.

—Tampoco te pedido que me adores. Hago estoy porque quiero y porque me preocupo por ti. Si lo tomas bien o a mal es tú problema.

En ese momento nos llama una enfermera.
Ella trata de abrir su boca pero yo soy más hábil y digo que soy el padre.
Al no poder gritar en la consulta, Alysa se calla haciendo todo lo que le dice la ginecóloga.

Un rato después, veo en el monitor a mi pequeño. En ese momento ella me coge de la mano olvidándose del odio que me tiene.
Sus ojos se llenan de lágrimas, los míos de afecto y cariño hacia la mujer que tengo al lado y la cual va tener un hijo mío.
Me siento dichoso y feliz, no puedo expresar exactamente con palabras esta emoción recién encontrada que fluye por mi organismo.
Por supuesto todo bonito no puede ser. Y nada más salir de la clínica la bomba estalla nuevamente en mi cara.
Alysa está más que enojada, no deja de manifestar su malestar conmigo. Después de haberme echado una bronca, la dejo que se vaya con Rosi en un taxi.
La doctora ha dejado claro que no debe de sofocarse y debe mantenerse lo más relajada y tranquila posible. Cualquier contratiempo podría afectar en el feto o incluso en ella misma.
No le deseo nada malo y por ello aunque me pese me mantendré a una distancia prudencial.

Anochecido llamo al Richard para desahogarme un poco. Como recomendación vamos al garito de Luis Mario.
Un rato después, nos encontramos sentados en la barra deprimiéndome más aún.
Luis Mario me narra con pelos y señales lo mal que le ha ido en su última conquista, tanto como para sacar una caja de pañuelos y ponernos los dos a sonarnos los mocos.

—Evan que buen amigo eres, hasta lloras conmigo. Pena que no seas homosexual, de verdad, porque siento que estamos hechos el uno para el otro.

—Además de verdad, si es que somos unos cerdos, mentirosos, egoístas que solo pensamos con el palo de en medio. Qué clase de hombres estamos hechos. —No sé porque, pero aquí estoy abrazado a Luis Mario el cual me consuela.

—Evan mi amor, cuéntame que te ocurre.

—Es por Alysa. —Empieza contándole el Richard.

—Ya te dije hace tiempo que tú sientes algo hacia ella, pero eres tan hetero y tan gilipollas que no has sabido valorarla hasta que la has perdido.

—Oye, que sigue viva. Lo único que cada vez que intento acercarme a ella se pone como los gatos rabiosos. Cualquiera le pasa la mano por el lomo para tranquilizarla, antes me pega la rabia.

—Evan, cuando nos enamoramos lo damos todo. Incluso nos volvemos ciegos, sordos y mudos. Y no es porque lo seamos, es porque creamos en nuestra mente a una persona que la vemos como el mismo Dios del Olimpo. El problema es cuando nos rompen el corazón. Evan, Alysa estaba enamorada de ti según me contaste. Cuando te entregas por primera vez es porque amas a esa persona, y no digo con el corazón, con el alma. Ella te entregó su más precioso tesoro, y no hablo del chichi. Por eso te odia y te quiere. Porque te ama desde lo más profundo de su corazón, da igual el tiempo que haya pasado, los dos estáis enamorados y no habéis sabido verlo. Os tratáis como amigos, pero en el fondo sigue habiendo esas brasas del amor.

—Eso he pensado yo. Y por eso me pidió de tener un hijo mío, porque aún me ama. Pero sigo sin entender porque demonios no quiere que me case con ella.

—Pues coño, porque le rompiste el corazón so′ desgraciado. Que quieres que después de pasar de ella, ahora llegues después de miles de años y ella siga ahí quietecita esperándote. Pues no chico, si la quieres recuperar, debes de trabajarlo. De verdad que poco cerebro tienes y eso que es gratis de usarlo maricón.

—Vale, ya me ha quedado claro la cosa. ¿Pero cómo lo hago para acercarme hasta ella si los médicos le han dicho que debe tener la máxima tranquilidad, o tendrá consecuencias? Dios mío no quiero que le ocurra nada malo, si no me muero.

—Si te mueres maricón te enterramos con tripas y todo. Pero escúchame, debes de ser más cauteloso, si ella te ha dicho que estés a mil metros de ella, hazlo, todo sea por el bienestar de ella y su bebé. Ahora, debes de darle a entender que en verdad la amas como se merece.

—Oye un momento, estaba pensando y si Alysa se porta de esa manera contigo porque es minusválida. —El Richard me da de que pensar.

—Richard explícate que me dejas en ascuas. —Luis Mario pone sus manos en jarras, yo de vez en cuando bebo de mi zumo escuchando lo que me dicen mis amigos.

Y así  pasamos toda la noche hablando de Alysa y de cómo podré recuperarla.

El primer paso, es ir hasta una tienda de bebés junto al batallón. Me refiero, mi madre, hermanas y Rosi. Para no ser menos ellas son las que eligen las cosas para comprarle al bebé de Alysa, mientras tanto yo cojo un peluche blanco en forma de osito en el que tiene un corazón y pone
«Te quiero Papá»
Una fuerte nostalgia golpea mi pecho. Compro el peluche, y pago media tienda que le han comprado de ropitas y accesorios para el bebé.

Mi madre de vez en cuando me tira indirectas sobre cuando la voy hacer abuela.
Joder y esta mujer que se ha tomado para que esté con la misma canción. En fin, no puedo hablar porque así se lo prometí Alysa. Pero ganas no me faltan para gritarle a mi madre que ese bebé que espera Alysa es mío.

Segundo paso, ir hasta su casa y montar todos los muebles que han encargado.
No sé si es una habitación para niño o el muestrario del Ikea.

Me pongo manos a la obra, cada vez que tengo un mueble colocado percibo un leve y agudo pinchazo en mi corazón. Nada comparado al ver la cuna montada.
Al ver la habitación montada un viso de tristeza se queda instalado en mí pecho. Miro Alysa y su tripa abultada, como sonríe feliz colocando la ropita del bebé y cuando agarra el peluche se queda mirándolo extrañada. Creo que lo va tirar, estoy seguro.
Mi sorpresa es mayor cuando lo pone en mitad de la cuna.

—Necesitas algo más Alysa.

—Trato de no mostrarme afligido delante de ella. En cierto modo estoy muy entristecido incluso amargado por no poder compartir su felicidad.

—Evan, gracias por tu ayuda.
— Buscamos en nuestras miradas algo que nos diga que todo está perdonado.
Pero en sus luceros solo puedo ver un mar lleno de placidez y tranquilidad.

Evito mirarla más marchándome en silencio escuchando como llora por dentro mi corazón al no poder expresarme y decirle cuanto la amo.

Estaba camino de casa cuando escucho que alguien llama a mi teléfono.

Había venido ese mismo día de un viaje de negocios. Se trata de mi padre comunicándome que Alysa está en el hospital.
Sin pensarlo me desvío de mi ruta para ir hasta el hospital. Estoy preocupado, a pesar de haber tenido buen embarazo, los médicos no han descartado del peligro que pudiera existir y por ello deberían tomar medidas necesarias al respeto.

Inquieto y preocupado hablo con mi padre, al parecer solo la están chequeando porque le ha subido un poco la tensión.
No puedo tranquilizarme, exijo hablar con los médicos y así poder quedarme un poco más tranquilo.

Cuando el doctor nos informa que todo está bien, mis padres se marchan a descansar yo le pido a Rosi que también se vaya, quiero quedarme con ella.

Paso la noche sentado en un sillón mirando a la mujer que está tumbada en la cama.
De nuevo regreso al pasado, ojalá tuviera una máquina del tiempo para no haberle hecho de sufrir.
Le agarro suavemente de su mano llevándomela a mi boca, acaricio su cabello y sin querer pongo mi mano en su vientre.
Siento como se mueve el bebé en su vientre, sonrío levemente apoyando mi mejilla para poder escuchar al bebé que pronto va nacer.

Al llegar Rosi, Alysa continúa durmiendo, le cuento lo que me han dicho las enfermeras y si todo está bien le darán el alta.
Antes de marcharme le echo un último vistazo pensando ojalá las cosas hubieran sido de otra manera.

Al parecer he perdido mi tren, he tenido la oportunidad de hacer las cosas bien y no he sabido enfrentarme a ello. He preferido ir a lo seguro, mirando hacia otro lado poniendo mis manos en la mujer equivocada. Y ahora que en verdad siento que me enamorado de ella, de nada sirve.

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