Sola y subestimada, es así como se sentía. Tejió inseguridades con los hilos del ayer y con las mentiras que los lobos le traían. Cada atardecer se destejía y volvía a tejerlos en el silencio de la noche de su vida. Oh, cuántas veces derrochó lágrimas con sabor a fracaso y metas que le parecían tan lejanas como dar la vuelta al mundo a pie, con el derecho lastimado. Ensombrecía su corazón gracias a la imagen que le devolvía ese espejo encastrado al sistema que te asfixia por no llegar a un ideal, un ideal hueco y sin sentido que en vez de sumar su juego favorito es restar.

Así era día tras día; la alarma sonaba y su ducha de realidades estaba lista para ella, a ese punto justo de dolor que escuece. Tomaba aquel colectivo repleto de gente que miraba el móvil y no era capaz de verte a los ojos por una vez, regalarte una sonrisa por una sola vez. Más de una vez vertió lágrimas que fueron ignoradas por la multitud. Irónico, qué irónico es rodearte de tantas personas y encontrarte en plena soledad con aquellos lobos escupiendo en la mente sin piedad. Sostenía la correa de su mochila con tanta fuerza que en cualquier momento parecía desintegrarse, como se desintegra una autoestima por las redes y las palabras de este mundo, que cada vez exige más superficialidad, que mide el tamaño de tu abdomen y no el de tus ganas de amar.

La profesora hablaba sobre polinomios y raíces cuadradas, mientras que Alma dibujaba arcoíris en blanco y negro. Pintaba lunas, constelaciones y deseaba viajar hasta los anillos de Saturno, ir a cualquier lado, donde sea, pero lejos de ellos. Lejos de los lobos, sus compañeros de colegio, sus vecinos, y hasta de sus propios padres que solo los ve para desearles una buena noche, sin contarle a nadie que su día fue amargo. Nadie se le acerca demasiado, se mantienen al margen y a veces mucho menos que eso. Entonces vuelve a casa con un "Reprobado y burra" picando en sus oídos, porque nadie es capaz de ver que la inteligencia es más que encontrar el valor de la X y todos suponen que la poesía vale menos que números complejos.

Llegó al tope, a ese punto de ebullición donde comienza a evaporarse poco a poco. Sus lunas y las constelaciones se iban borrando, el arcoíris menguando, mientras se hundía de a poco en esa tina de realidades y más realidades. A su alrededor los lobos bailaban y lo nauseabundo del sistema festejaba al sepultar otro sueño más... pero no fue así. Algo la impulsó a salir, aquello que la amó y cantó antes de nacer, le dio la fuerza necesaria para sostenerse de las paredes y respirar. Apenas tomó una toalla, se sentó en un costado de su baño a llorar. Con cada lágrima que soltaba, un punto del tejido se desarmaba y los paradigmas de su mente se derrumbaban y lo entendió: se había roto el corazón ella misma, nadie más que ella misma.

Sí, ¿cómo lo hizo?

Nunca lo supo. Ella es poesía desconocida... sí, una deliciosa prosa y versos sin descubrir. Alma no sabía que ella es hermosa, que puede comerse la vida y los problemas de postre. No se daba cuenta de que las pocas veces que sonreía, la oscuridad se disipaba y ella misma era la pesadilla de sus miedos. No sabía que debe respetarse, amarse a sí misma y endulzar las inseguridades con miel y un poco de chocolate caliente. Porque no debe tenerse lástima, no debe llorar frente al espejo cuando el mismo se enamora de ella cada día. Cuando el espejo grita por secarle una lágrima y por hacerle saber que ama ese rollito "demás" o de "menos". El espejo no es su enemigo y no está encastrado a un sistema. Que el "no" es "no" y no es un "sí" solo para agradar, y al que no le guste que se vaya y no estorbe. Que el "90, 60, 90" no son más que números sin gracia, que se van con las arrugas, se apagan y no quedan nada. Que lo ideal es el "100, 100, 100"; cien por ciento de risas, cien por ciento de amabilidad y cien por ciento de caricias para las personas que amas. Alma lo entendió y el mundo deberá prepararse para ella, porque brillará más que nunca y cueste a quien le cueste.

Y es que Alma somos nosotras y nosotros en algún momento de nuestras vidas: en nuestra niñez, adolescencia o mañana por la noche. Porque esas inseguridades nos han atacado y atacarán más de una vez... si lo sabré yo. Y puede ser que no sean solo físicas, sino mentales; a todas ellas hay que darles una patada con el zapato que más te guste, con tu favorito. Invitarlas a tomar un café y cortar lazos con ellas definitivamente por más que lloren. Míralas los ojos y de frente, para que no duden de tu decisión y no tengan otra opción más que marcharse. Porque no merecen estar en nuestras vidas ni en la de nadie. Ahora el mundo deberá prepararse para vos, porque brillarás más que nunca y cueste a quien le cueste.

Quiérete mucho, todo, lo que más puedas y con creces.

-Giula.