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¿Quieres Un Peluche?

La casa de los Madrigal había quedado totalmente destruida dejando a la familia sin hogar. No obstante, todo el pueblo se hizo presente para brindar su ayuda incluyendo al señorito Mariano Guzmán que se encontraba algo adolorido por el golpe en su nariz y aliviado ya que, no se logró el matrimonio con Isabella. Tenía tanto amor que dar, de lo que no estaba seguro era que ese amor fuera para Isabella. Mientras pensaba también mezclaba el cemento y el polvo que se formó con la tierra lo hizo estornudar.

—¡ACHU!.

—Salud.

—¿Eh?. —Miró a su lado para responder y sus ojos captaron a un hombre mayor de ojos verdes, son oscuros, pero el sol los reflejaba haciendo que se note el color, traía un balde en la cabeza, sin embargo no tapaba su rostro—. Gracias.

—Que pena. Sólo estornudaste una vez, tendrás salud, pero no hay dinero ni amor ¡He, He! —ríe nervioso—. Bueno ¡bye!.

—Espere, por favor. —Lo sujeta del hombro. Sus nervios no tardaron en aparecer provocando un leve sonrojo en sus mejillas—. Yo...¡Eh! ... Es que... Se me hace conocido... Claro... Esta en la pintura de los Madrigal, en el mural del pueblo.

—¡Seeeee! ... Soy yo... Bruno Madrigal... Si no te molesta soltar mi hombro me estás apretando un poco duro.

Bruno intenta mostrar una sonrisa y zafarse de la conversación ya que, ha pasado un buen tiempo e interactuar tan de golpe con tanta gente lo estaba estresando un poco.

—Lo siento, me deje llevar por la impresión. Tu don es ver el futuro, me parece interesante. —Lo examine con la mirada, mientras hablaba pude notar que tiene un Peluche de Tigre en el bolsillo de su pantalón—. Que lindo peluche.

—¡Oh!, No es mío. Mi sobrino me lo presto... Bueno bye. —Bruno ya quería irse, su miedo social le estaba ganando.

—¡Bruno!. —Está vez lo tome de la mano—. Mi nombre es Mariano Guzmán. Mi Madre me preparo alfajores, ¿Quieres probar? Ya casi llega la hora de cenar,
debes tener hambre.

—¡EEEEEM! Creo que Mirabel me esta llamando ¿Qué dices sobrina?. —Se safo  de Mariano a paso veloz se dirigió donde Mirabel.

La señorita lo miró extrañada ya que, en ningún momento lo había llamado.

—Tío Bruno, yo no te llamé creo que te confundiste.

—Lo sé. Es que me agobia la atención de la gente al darse cuenta que volví. Hace un momento un hombre llamado Mariano me detuvo por allá. —Le señaló la dirección a Mirabel.

—¿Mariano? Tengo que hablar con él —anuncio, para ir a buscarlo.

Mirabel se dirigió a donde apuntó su tío, tuvo que buscar un poco más ya que, se había movido de lugar hasta que lo divisó sentado en las escaleras.
Escucho como suspiraba de tristeza.

—¡Hey!, Mariano ¿Qué traes tú?.

—Tengo un amor por ofrecer.

—Sabes que, mi prima es como tú, ¿has visto a Dolores?.

Dolores apareció de la nada y dijo <<ok, estoy informada bye>> empujando a Mirabel.

—Sé que te gusta hablar, proteges a tu Madre y orgullosa esta, de noche antes dormir tu poesía sueles escribir
Y aprovecho el momento por si quisieras pensar en mí.

Pov Mariano

Después de ser rechazado por Bruno, me senté en las escaleras algo triste. Va a ser muy difícil acercarme sin espantarlo, ¿acaso le desagrado? No puedo desagradarte Bruno. Voy a acercarme a ti quieras o no.
Justo apareció Mirabel preguntando que me pasaba y le dije que <<tengo un amor por ofrecer>>. Mirabel es una chica que me da toda la confianza del mundo, es muy honesta al hablar. Iba a comentarle sobre Bruno hasta que apareció Dolores diciendo muchas cosas que la verdad no quería escuchar de ella, me sentí totalmente acosado al escuchar lo que sabía de mí, en lo personal su don es el que más me molesta... Aunque... Estar con Dolores no estaría mal.

—Te veo Dolores.

—Yo te escucho.

Abrace a Dolores y a lo lejos pude ver a Bruno.
Pronto podremos estar más juntos, querido Bruno.

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Al trabajar todos los días y gracias a la ayuda de todos en el pueblo la casita Madrigal volvió a estar de pie y con magia gracias a la hija menor de Julieta.
Pasaron dos semanas desde la construcción de casita. En ese tiempo Mariano había planeado como acercarse a Bruno, la excusa seria Dolores por el momento, logró que la Madrigal lo invitará a su casa para aprender a preparar arepas con Julieta. Antes de ir llevo unos ingredientes para evitar llegar con las manos vacías, y un Peluche de un conejo azul que él mismo hizo con tanto amor.

Cuando ya se encontraba llegando a la casita Madrigal visualizo a Bruno en la puerta, era como si él lo estuviera esperando. Su corazón latió con velocidad y se le formó una sonrisa sin querer hasta que vio a Dolores salir a abrazarlo. La sonrisa se le borro como si nada.

—Me alegra que llegaras —admite contenta Dolores.

—Traje algunos ingredientes. ¿A usted también le alegra mi llegada?. -Mariano preguntó mirando a Bruno.

—¿Qué? ¡Ah! Por supuesto, lo que le hace feliz a mi sobrina también me hace feliz. Me voy retirando que tengan una linda cita.

—¡NO!. —Agarro del brazo a Bruno provocando que se asuste-. Lo siento, no fue mi intención, sólo quería decirle que haremos arepas con la señora Julieta. Quédese con nosotros.

—Tal vez en otra ocasión. El sacerdote de la iglesia prometió regalarme unos libros y le confirme que iría hoy.

—Puedo acompañarlo con gusto. —Ofreció Mariano con emoción.

—Pero Dolores. —Bruno no deseaba compañía, aparte de ir a recoger los libros iba a pasear un rato.

—A Dolores no le molesta, ¿cierto?. —Mariano miró a la jovencita con una sonrisa coqueta haciendo que esta se sonroje y este de acuerdo con él moviendo su cabeza en afirmación—. Cuando volvamos hacemos arepas.

—Los espero. —Se despidió de Mariano con un beso en la mejilla.

Pov Bruno

Probablemente Mariano busca información sobre los gustos de Dolores, por eso insistió tanto en venir conmigo.

—Ya no traes el peluche de Tigre contigo —comentó Mariano con una sonrisa.

—Se lo devolví a mi sobrino, fue muy amable al prestarme algo que aprecia. —Me amarre mi cabello con una liga, mientras lo hacía me di cuenta que el joven Mariano me observaba con mucha atención, eso me ponía mas incómodo.

—Tengo un regalo para usted. —Se dio la vuelta buscando algo en su wayúu—. Cierre los ojos.

Cerré los ojos hasta que dio la señal de que los abriera y observé un conejito azul hecho a mano.

—¿Estas seguro que esto es para mí y no para Dolores?. —Agarre el peluche con cuidado—. Sólo te digo que a los que tienes que conquistar es a los suegros, no es necesario al tío ¡He, He!.

—Primero quiero conquistarlo a usted.

Mariano se acercó tanto a mi rostro hasta que por un momento creí que iba a besarme, así que puse el peluche entre nosotros y así se alejo.

—Quería ver de más cerca sus ojos, me hacen sentir paz y tranquilidad. —Sujeta mi mano izquierda.

—¡AY! Señorito Mariano ¿Qué es lo que quiere de mí? —cuestione, confundido por su comportamiento y retire mi mano.

Pov Mariano

Anhelaba tanto decirle que lo quería a él, no tengo la menor idea de porqué, pero lo vi y mi mente no deja de pensar en tener a Bruno sólo para mí. Quiero darle mi amor de todas las maneras posibles. Soy capaz hasta de encerrarlo en mi casa para que nadie más lo vea y pueda ser únicamente mío, lo llenaría de mi...

—¿Mariano, te encuentras bien?. No me respondes. —Bruno toco mi frente y mi mejilla para ver si no tenía fiebre.

—¡AAAAAH! Estoy bien, sólo quiero.

—¿Quieres caerle bien a la familia? No te preocupes por eso Mariano, ya me confirmaron que eres una persona cariñosa y atenta, le caes bien a todos, también estan seguros de que cuidarás muy bien a Dolores. —Revolvió mi cabello con su delicada mano.

—Eso... Eso es muy bueno. ¿También le caigo bien?. —Lo único que me importa en verdad es lo que opina Bruno sobre mí. Dicen que la primera impresión es importante.

—Por supuesto, sin embargo, quisiera saber ¿por qué decidiste acompañarme?. La mejor opción era quedarse con Dolores.

—Quería hacerte algunas preguntas.

Dolores aquí, Dolores allá, deja de mencionar su nombre, es desagradable. Yo te quiero a ti, Bruno.

—Tenía la intuición de que era algo así. Adelante, pregunta con toda confianza —respondió Bruno, feliz.

—¿Cuántos años tiene? ¿Tiene esposa? ¿Le gustó el Peluche que hice? ¿Cuál es su comida favorita? ¿Color favorito?. Dígame todo lo que le gusta.

Bruno me miró sorprendido, empezó a balbucear hasta que dio un gran suspiro.

—Son preguntas muy personales, joven Mariano, pero es de mala educación si te respondo con otra pregunta, así que... Tengo cincuenta, no tengo esposa, me encantó el regalo, prefiero las arepas, verde esmeralda, me gustan muchas cosas como los libros, la actuación y no me acuerdo más ¡He, he!. Ahora que respondí tus preguntas, me toca. ¿Quieres a Dolores?.

—¡Huuum! Ya llegamos. —Me detuve ya que, estamos frente a la Iglesia.

—Iré a por los libros. Puedes entrar conmigo o quedarte aquí ¿Qué dices?.

—Comprare algo y vuelvo en seguida no se vaya a ir sin mí, Brunito -sonreí de manera coqueta, no obstante, no tuvo el mismo efecto que con Dolores. Sólo me miró inexpresivo e ingresó a la Iglesia.

Eso me molesta y me excita al mismo tiempo, me da ganas de castigarlo varias veces, que grite cuanto me ama. Debo tener cuidado con estos pensamientos, no quiero tener una erección en medio de la calle.
Compre dos arroz con leche, sé que a Bruno le gustan las arepas, pero obviamente debe ser porque las prepara su hermana. No tiene sentido que compre arepas. Me senté en las escaleras de la Iglesia, aún no sale Bruno y eso me disgusta un poco.

Pov Bruno

Ingrese a la Iglesia luego de que Mariano me llamó Brunito. Aceptó que es normal llamar cariñosamente a alguien, no obstante, esto no lo sentí nada normal.

—Si pudo venir, Bruno Madrigal. Ya tengo sus libros listos, también decidí prestarle algunos más que me fascinaron. —Me entrego cinco libros en total.

—Muchas gracias por los libros. Se los devolveré cuando los acabé, no será en mucho tiempo. Tengo una pregunta. ¿Usted conoce a Mariano?.

—Por supuesto. ¿Por qué?.

—Quiero saber como es él, tal vez algo de su historia.

—Bueno, él es un chico amable y que se preocupa por su Madre desde que su Padre murió, cuando tenía quince años, si mal no recuerdo a esa edad ya trabajaba y estudiaba. Si quisieras saber más de su vida tendrías que preguntarle a él o a su Madre, viene todos los domingos y algunas veces a rezar.

—Gracias por decirme. —Me despedí del sacerdote y salí de la Iglesia.

Pude ver que Mariano me esperaba sentado en las escaleras con dos arroz con leche. Planeaba ir a caminar un poco más, pero no podía dejar a Mariano aquí, ¡Ash!. Detesto ese sentimiento de culpabilidad.

Me senté junto a Mariano en las escaleras. Él me sonrió y me pasó el arroz con leche que tenía en la mano, le agradecí y empecé a comerlo despacio.

—Bruno... Tengo que confesarte algo.

—Dime.

Mariano se acercó a mi oído, creí que iba a susurrar algo, sin embargo, beso mi oído y el sonido hizo que escuchará un pitido, me quede sordo por unos segundos.

—¡MARIANO!. Eso sí me dolió. ¿Por qué te comportas como un niño? —regañe molesto—. Mejor vámonos, Dolores debe estar esperándonos.

Mariano se disculpo todo el camino. Explicó que quería hacerme reír, aunque eso hizo que me enojará. No era su intención, lo entiendo, sólo quiero una excusa para evitar que se acerque a mí.
Una vez llegamos, Mariano, me agarro de la muñeca y no quería soltarme, por suerte, apareció Dolores junto a Julieta. Mariano me soltó, pero no me quitaba la mirada de encima.

—Por fin llegaron —exclamó Dolores contenta—. Para su mala suerte ya hicimos las arepitas.

—Llegaron justo a tiempo para comerlas —bromeó Julieta con una sonrisa en los labios.

—Hermanita linda, Comeré mas tarde. Primero quiero darle una hojeada a los libros que me preste, ¿si?.

Julieta me miró con esa expresión de que me comprendía.

—No quiere comer, porque estoy yo, ¿cierto? —cuestionó Mariano con una mirada triste—. Lo siento, Dolores. No pude agradarle a tu Tío.

Julieta y Dolores me miraron al mismo tiempo. Mariano me hizo quedar como el malo.

—No es cierto. —Negué con la cabeza.

—Entonces siéntese a comer con nosotros. Hay mucho tiempo para que lea después -respondió Mariano victorioso.

No me quedó más que aceptar. Note la cara de satisfacción de Mariano, y como supuse, se sentó a mí lado en la mesa.

Continuará

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