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39. Dudas

No puedo dejar de pensar en ello, tampoco de negarlo porque es absurdo.

«No tienen ninguna relación», me digo.

No la hay.

¿Pero por qué su voz suena tan igual?

Esta noche tal vez lo descubra, diantres, la sola idea hace que se me acelere el corazón si llegase a ser cierto.

¿Qué haré entonces?

―¿En qué tanto piensas? ―Cand pregunta mientras nos dirigimos a la cafetería.

Lo cierto es que me quedé con Abraham hasta la mañana. Después de mi descubrimiento no le he mencionado nada, y de algún modo esperé que dijera algo; pero al parecer no se dio cuenta de que me desperté cuando tenía esa conversación. De todos modos, no era amable y por el tono semejaba a una discusión.

¿Con quién?

Él siempre se ha mostrado tan ingenuo y tímido como yo, por lo que me hace agitar la idea de otra chica. Lo cierto es que he tenido esos pensamientos en mi cabeza desde que salí de su casa para la academia. Y la verdad es que me quedé con las ganas de preguntarle; sin embargo, todo estaba siendo tan especial que lo alejé de mi cabeza en ese momento, además que pude invitarle a la boda y dijo que irá conmigo.

Supongo que esa emoción me hizo olvidar lo demás, aunque es curioso porque ahora siento el peso de no haber sido más intuitiva. Nunca tuve expectativas con Adam, siempre viví bajo su capricho, pero con Abraham siento otras cosas, como si tuviera derechos. Es absurdo, porque nunca he sido egoísta.

¿Y si él fuera Leroux?

La pregunta regurgita en mi cabeza mientras Cand sigue observándome como si me hubiera salido un cuerno de unicornio en la frente. Esta noche es mi segunda sesión y ya quiero que llegue ese momento. Si fuese cierto.

¿Qué pasaría con nosotros?

No tiene lógica, pero a la vez... sí.

―¿Podemos hablar?

Quien nos interrumpe es Natalie. Ambos le miramos, Cand le frunce el ceño.

―No la vez que está conmigo ―le dice echándome su brazo al hombro, y mirándola con gesto antipático.

Natalie pone expresión de aburrida.

―No te lo he preguntado a ti ―espeta dirigiéndose a mí.

―¿Quieres hablar con ella? ―me pregunta al oído.

Observo a Natalie y luce toda omnipotente. La verdad es que no me gustaría hablar con ella, pero sé que le interesa Bledel y a lo mejor sabe algo. Además, no quiero contarle a Cand nada de eso, daría un veredicto y sé cuál es, porque en el fondo tendría sentido, sino, ¿Cómo llegó su tarjeta a mi casillero?

―Sí, tranquila, nos vemos después.

Cand achina su mirada.

―Si intentas molestar a Elia, te las ves conmigo fresita ―le advierte y yo lanzo un gruñido.

Natalie ni siquiera debe entender por qué le ha dicho eso. Ella finalmente se va y Natalie me pide que la acompañe a una mesa libre en la cafetería. Es la primera vez que me junto con ella, así que se siente raro.

―¿Qué quieres hablar conmigo?

―Es sobre lo que te he pedido.

―¿Y qué es? ―pregunto con indiferencia.

―No te hagas la tonta, lo sabes bien.

―Bueno, en ese caso tengo que preguntarte por qué tanto interés. No he sido yo quien se ha lanzado al ruedo, él me ha escogido ―expongo y ella se muestra incómoda.

―Es su error.

―Si lo fuera, ¿no crees que lo habría corregido?

―Es un maldito error, tú solo lo perjudicas, así que debes alejarte.

―¿Por qué le perjudicaría que sea su asistente de clase?

―Porque no tienes clase, tienes que posar para los profesores y apenas y ganas para pagar tus gastos.

―Vaya, y eso que tiene que ver.

En serio que Natalie me enerva, mira que usar mi situación económica para humillarme.

¿Cuál es su objetivo?

―No importa lo que tenga que ver, no eres adecuada, así que vas a dejar la asignación voluntariamente o te denunciaré.

¿Qué está diciendo?

―¿Y por qué vas a denunciarme?

―Sé que estás cerca de él y es un delito...

―Eso no es cierto, tengo que hacerlo.

―Dentro de la academia, no fuera de ella ―afirma sacando su teléfono y mostrándome unas fotos de los dos.

Me causa curiosidad que vamos vestidos como la noche en que ocurrió lo de esos hombres y la razón por la que está lastimado.

―¿De dónde sacaste eso? ―inquiero mientras ella pasa una a una las fotos reafirmando mi idea.

―No importa de donde, es una fuente fidedigna de lo que ocurrió esa noche. Él no lo ha mencionado, pero yo puedo hacerlo y sabrán que la casa fuiste tú. Así que aléjate de él por las buenas o lo harás por las malas ―advierte, seguido se pone en pie y se marcha riendo victoriosa.

Se supone que no debería creerle, pero, porque siento que lo hará en serio; sin embargo, si lo hace, también lo perjudicará a él; pero su propósito no es ese, es que yo me haga a un lado.

¿Lo haré por darle gusto?

―¿Qué te dijo esa zorra que tienes esa cara de tragedia?

―No sé cómo, pero sabe lo que ocurrió con Bledel y conmigo la noche del intento de atraco en el que salió herido y dijo que va a usarlo para denunciarme. Tiene pruebas.

―En definitiva, si es una zorra, ¿pero cómo sabe todo eso? Solo lo supo la policía y él no hizo ninguna denuncia.

―No lo sé, pero está empeñada en recuperar su lugar junto a él.

―Está es loca de remate, pero algo debe buscar con Bledel, tal vez no es tan tonto y nerdo como pensamos y se guarda algún secreto ―comenta y es cuando me encantaría decirle que tengo sospechas claras de que es Leroux y por eso todas esas cláusulas y su manera de hablarme.

―No lo sé, pero, Natalie no parece estar jugando.

―Sí, eso me temo, así que ten cuidado con ella y cuéntaselo a Bledel, parece que es el único que puede ponerles un freno a sus disparates.

―Tal vez eso haga ―digo y ella gruñe.

―Tienes que hacerlo, estás con él, ¿no? ―Cand menciona eso último con picardía, sin embargo, me pregunto cuanto es verdad en eso.

Aunque no estoy de humor luego de lo de Natalie comemos algo y después nos separamos. No deja de repetirme que hable con Abraham y nos despedimos porque se marchará temprano. Ella irá a ayudar a su madre con todo lo de la boda y me hace prometer que iré con Bledel.

No puedo decirle que no porque siento que después de esta noche eso de: "estar con él", tal vez puede cambiar.

El día pasa, pero se siente extenso, como si no quisiera llegar la hora de mi salida, y cuando finalmente termino mi sesión de la clase del profesor Corbus siento como si no quisiera que llegara. Luego de mi conversación con Natalie no tengo el mismo optimismo que en la mañana. No quiero perjudicar a Bledel, pero tampoco perjudicarme yo misma. Ella tiene razón, sobrevivo apenas.

Recojo todas mis cosas, me doy un paseo por el Pub de Glover. Estaciono mi bici y entro, Gavin está en la barra como de costumbre y al verme sonríe, aunque no con fuerza. Se le ve cansado, como si también tuviera mucho en que pensar, y es así. Las cosas con Cand parecería que se hubieran arreglado, pero algo me dice que el negarse a enfrentar el asunto solo le pasará a factura a los dos, y él es el primero porque Candace aparenta estar muy bien.

―¿Viernes? ―pregunta.

Pensé que lo había olvidado.

―Sí, debo ir a casa para arreglarme y salir...

―¿Y necesitas algo para calmarte los nervios? ―pregunta haciéndome sonreír―, ya te lo preparo ―añade antes de que mencione algo.

Me quedo allí observando cómo se mueve de un lado para el otro preparando un coctel que me dará el impulso que necesito para descubrir una verdad que al final no sé si me alegrará o solo me hundirá.

Gav termina y pone el vaso frente a mí.

―¿Te veré mañana? ―pregunto agarrándolo.

Sonrío al ver que hay dos cerezas en el fondo.

―Sí ―responde apoyando las manos en la barra y mirándome risueño.

Bebo todo el trago, no tiene nada de alcohol y se siente revitalizante. Voy a pagar cuando dejo el vaso sobre el mesón y me dice que no. Solo lo intento porque sé que diría eso. Me pongo en pie.

―Nos vemos mañana en la boda.

―Que te vaya muy bien esta noche ―me desea.

Sonrío y me despido de mano, y después me apresuro en ir a casa. El conductor que me recogió el viernes pasado vendrá a las ocho a recogerme. Tengo motivos de sobra para estar ansiosa, así que una vez llego a mi piso que después de estar en el de Abraham me resulta en un agujero. Termino preparándome más rápido de lo que espero y para cuando dan las ocho ya llevo casi una hora esperando.

La situación es la misma, una vez subo al auto me entrega la venda, y no puedo quitármela hasta que me lo ordene esa mujer llamada Madame Amelie. Todo ocurre igual, el mismo nerviosismo por no saber a dónde voy a dirigirme, y la expectativa de si en verdad conoceré a Leroux o no. Esa noche debí haberme desilusionado, pero al contrario sentí alivia pesar de no haberle visto, y solo escuchado.

Entonces no le veo sentido a esa cláusula, o tal vez si la tiene. Rato después nos detenemos y el hombre avisa que ya llegamos y así me lleva hasta el lugar donde me espera esa mujer. Mi respiración aumenta al saber que es la parte antes de ir con Leroux.

¿Seré capaz de verlo?

―Aguarde aquí ―dice el hombre y me guía hasta un sillón. Me siento allí, y por alguna razón siento que algo cambia con la vez anterior.

Escucho cerrarse una puerta y me sobresalto cuando alguien pone sus manos en mi cabeza.

―¿¡Quién es!? ―pregunto espantada, y moviéndome con brusquedad, pero antes de que obtenga una respuesta.

La persona ha logrado soltar la venda de mis ojos y al abrirlos me quedo anonadada, los ojos abiertos como platos y con un nudo en la garganta que se me hace difícil tragar. Y antes de que pueda articular algo, él lleva la mano a sus labios pidiéndome que no diga nada.

Era real, Abraham Bledel era el propio Leroux.

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Jelou!! Lamento haberme tardado tanto en retomar esta historia, pero demasiadas cosas que hacer que me lo impedían, y nada, por fin voy a volver a hacerlo para así poder darle fin y cerrar esta historia y las que tengo pendientes.

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