
31. Fatalidad
Era extraño, creí que podría ser fuerte y aguantar las ganas de volver atrás y pedir una explicación a Adam, y es algo que tenía elucubrando en el fondo de mi cabeza. Sin embargo, necesitaba que eso no pasara y ahora estoy segura de que no sucederá.
―En algún momento esperé que no lo hicieras ―dice Abraham, y no pensé que en realidad me alegrara verlo.
De verdad que sí; no obstante, tengo miedo de aferrarme.
¡Cielos!
Sacudo esos pensamientos de mi cabeza, es muy pronto para pensar en esas cosas.
―No tenía sueño, así que me ha caído bien salir a tomar un poco de aire ―hablo, su cara tiene algo de preocupación y luego esta se suaviza al escucharme.
Empezamos a caminar en dirección del muelle. Es bonito allí de noche y aún es temprano.
―Me alegra, a veces no sé cuándo no ser inoportuno; pero tenía ganas de verte, y espero no asustarte ―dice luego que hemos avanzado un tramo.
―No, claro que no ―niego risueña.
―Yo creo que sí ―insiste y la seriedad en su voz acalla mi risa.
Me hace tragar saliva por la forma tan penetrante en que me mira tras sus lentes.
―¿Por qué lo dice?
―Porque me gustas, y es algo que no debería decirle a una de mis alumnas.
―¿¡Lo dice en serio!?
Mierda, por qué hago esa tonta pregunta cuando lo dice con tanta seriedad y su cara no miente. Ambos nos detenemos y nos observamos por un momento.
―No debe ser posible para ti ―dice rompiendo el silencio encantado que se había formado y sigue caminando.
Meto mis manos en el bolsillo de mi sudadera sintiéndome fatal. Es como si todo este tiempo que he estado con Adam me hubiera cegado a mí misma y ahora no alcanzara a concebir que eso pudiera suceder.
―¿Acaso es una declaración? ―murmuro la pregunta un poco avergonzada.
―Creo que no salió muy bien, y por Dios no me respondas. Ahora estoy bastante avergonzado.
Sus palabras me causan gracia porque en el fondo creo que no soy la única con esa limitante.
―¿Entonces por qué lo dijo? ―pregunto deteniéndome.
Él se fija en que lo he hecho y se vuelve hacia mí.
―Porque es la primera vez que siento algo tan subjetivo como mi pasión por el arte ―responde y no puedo evitar reír.
―Creo que la parte en que me dijo que le gustaba, suena más romántica que eso.
―Ya ves, no sé cómo expresarlo de forma adecuada sin que me refiera a las cosas que más amo ―dice y se echa a reír, y a pesar de la penumbra en la que estamos envueltos pese a las farolas, puedo verla y detallarla, y es muy bonita.
Voy hasta él.
―No sé si me gustas de la misma forma, pero me haces sentir diferente.
―¿Diferente? ―pregunta luego que reanudamos la marcha.
Tomo la iniciativa y agarro su mano y él se tensa un poco, luego se relaja y le indico que sigamos caminando.
―Diferente como la chica que quizás debí ser.
―¿Qué debiste ser? ―pregunta con interés.
―No sé qué pensamientos puros tiene de mí, pero no soy eso. Mi vida ha sido un desastre hasta ahora, sobre todo en el amor.
―¿Eso quiere decir que te has enamorado muchas veces?
Desearía contestarle que sí, sin embargo, la respuesta sería incorrecta.
―No, solo una vez y había creído que era para siempre ―digo sintiéndome nostálgica.
Diviso el muelle y como no quiero que me pregunte sobre ello porque no deseo hablarle de mi tormento con Adam, preciso a él, suelto su mano y corro hacia allá. Subo las escalinatas y camino hasta el centro desde donde se puede apreciar la inmensidad del mar en la más oscura noche.
―Es una vista preciosa ―menciona cuando llega a mi lado y observa lo mismo que yo.
―¿No la había visto?
―No, nunca me había acercado tanto.
―Me da la impresión de que no sale mucho.
―Es una buena impresión ―repone esbozando una sonrisa.
―Tal vez deba hacer algo diferente que ir solo a las galerías, ¿no cree?
―No me disgusta ir, sobre todo cuando puedo apreciar el trabajo de los demás.
―En eso tiene razón ―digo largando un suspiro y me siento en el suelo de concreto dejando colgar mis piernas.
No muy abajo se escucha el regurgitar de las olas contra las rocas. Él también se sienta y bastante cerquita.
―Lo que dije, no lo hice para que te sientas presionada.
―La verdad estoy impresionada ―repongo y él se ladea para mirarme―, es la primera vez que me dicen... eso.
―No fue por lo que pasó, no soy tan superficial. En realidad, ya me había fijado en ti antes ―dice y la expresión de su mirada me hace pensar que lo dice muy en serio.
―¿Desde cuándo? ―pregunto porque quiero saberlo.
Espero que responda, tengo mucha curiosidad, pero el ruido de pasos cercanos nos distrae a ambos.
―Ustedes allí, pónganse de pie.
El dueño de esos pasos llama nuestra atención. Los dos nos volvemos hacia él y nos ponemos de pie al ver que nos muestra una pistola.
―Dinero, y todo lo de valor que tengan encima, lo quiero ahora, ¡rápido! ―nos exige amenazante.
Luce desgreñado y apesta a licor. Abraham y yo nos miramos espantados.
―Hagan lo que dice el viejo, o les disparará sin remordimientos y echaremos sus cadáveres al mar ―ordena otro que parece acompañarle en sus fechorías.
No tengo idea de quienes son, pero no recuerdo haberles visto nunca. El viejo mueve la pistola y tiemblo ante la idea de que pueda dispararla de verdad.
―Tranquilo, le daré todo ―dice empezando a buscar en sus bolsillos.
―Yo no traigo dinero ―digo aterrada y casi meándome del susto.
Abraham saca de sus bolsillos unos billetes y se los entrega. Me causa curiosidad que no los saque de su billetera. El otro tipo se los arranca de la mano y los cuenta.
―Esto no es nada, seguro que traes más encima, además que luces como un riquillo.
―Es todo lo que tengo ―Abraham insiste.
―No, no es todo ―gruñe lanzándole un puñetazo en la cara que le hace caer al suelo y tumbarle los lentes.
Lanzo un fuerte grito y cuando voy a acercarme para socorrerlo, el hombre me apunta a la cabeza.
―No le hagan daño ―el ruega por mí―, le daré todo ―añade.
―Mas te vale ―masculla el hombre dándole una patada en el vientre.
Grito de nuevo y luego escucho a un perro ladrar. Es grande y es de alguien que he visto en mis correrías de la mañana. El hombre manda al perro contra los ladrones y empieza a gritar que llamen a la policía. Quería pensar que eso podría ayudarnos, pero ese hombre borracho podría matarnos a todos y hasta el perro si empezaba a disparar. Pero no lo hizo porque parecía asustado y la mano le temblaba cuando se empezaron a escuchar gritos de más gente y ladridos de perros.
El que golpeó a Abraham empujó al viejo llamándolo borracho inservible luego de quitarle la pistola. Me quedo paralizada cuando creo que ahora si va a dispararme, pero cae al suelo cuando de forma repentina el profesor se lanza hacia él y le agarra por las piernas haciéndole trastabillar.
Ambos caen y luego suena un estrepitoso sonido de disparo haciendo que el corazón casi se me salga del pecho.
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Jelou!! Lo sé, hace muuucho tiempo que no paso por aquí, pero ha sido problemas de eso precisamente. Meses atrás podía dedicarme a todas las historias que llevaba y ahora casi no puedo, sin embargo, siempre es mi deseo terminar lo que empiezo así me tome años (Esto también va para Ferran) jejej! De todos modos, no soy de tomarme las historias a la ligera y estos tiempos de receso me sirven para darles un respiro y tener más claridad en cuanto al desarrollo de la trama.
Con esta historia lo necesitaba, de ahí que le cambiara el título a la idea original que va de una chica que en el fondo anhela conocer el verdadero amor. En sí, es el objetivo. Elianne necesita aprender a amar y ser amada.
La idea es llevarla hasta donde íbamos y terminarla. Volveré con las actuas semanales ya sea Viernes o sábado, y espero que aun quieras saber como termina esta historia que en lo personal me resulta tierna de escribir.
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