17. Regalo
En el pasillo, de camino hacia su oficina no puedo dejar de pensar en la actitud de Natalie. Tampoco en la de él, y de algún modo se siente como si hubiera preferido venir conmigo que hablar con ella.
¿Cuándo fue la última vez que ocurrió eso?
Que alguien me prefiriera.
Tendría que pensar en Adam para esa respuesta porque todo en mi vida se reduce a él; pero esta vez no, puesto que solo era para tener sexo. De todos modos, me había acostumbrado a que fuera así desde la primera vez. Era una clase de predilección que solo lleva a una cosa nada más.
―Natalie quería hablar con usted, ¿por qué no le atendió primero?
La pregunta salta de mi boca sin haberla procesado lo suficiente en mi pensamiento. Él se ladea para mirarme y su expresión es algo confusa.
―¿Piensa que debería haberle hecho a un lado y ponerme a hablar con la señorita French?
―Eh, no, no lo sé. Ella ha sido su asistente mucho más tiempo que yo. Pienso que debe tenerle... aprecio.
Rayos, por qué respondí eso.
―Tiene razón, lo ha sido y por más tiempo del que habría deseado.
―No entiendo a qué se refiere, pero seguro debió hacer un mejor trabajo que yo.
―No debería menospreciarse por eso.
Sus palabras me hacen reír nerviosa, también cuestionarme si no es lo que he estado haciendo todo este tiempo. Menospreciarme a mí misma solo viendo mi decadente vida amorosa, que se reduce a estar siempre a la sombra cuando Adam encuentra a alguien que le pueda satisfacer, y luego mostrarme cuando me dice que no hay nadie mejor que yo.
Pero parece que ya la ha encontrado, ¿y entonces ahora cual es mi valor?
―Tal vez no me creo tan buena en lo que hago ―digo el pensamiento en altavoz.
―Yo no pensaría eso. Usted es la modelo de la mayoría de los profesores de la academia y ninguno de ellos la recomiendan en vano.
―¿Eso cree?
―¿Usted no?
Vaya, no debería sorprenderme su pregunta, pero lo hace.
―¿Cree que eso pudo haber llegado a oídos de Leroux? ―prosigo y después de hacer la pregunta me siento tonta.
Me detengo sintiéndome abrumada y no sé por qué estoy mezclando todos estos pensamientos. También se detiene. No tenía que haberlo preguntado, me reprendo. Él no debería saber eso. Nadie, debería saberlo.
Demonios.
―Yo no lo dudaría ―responde sin agregar nada más.
Eso no ayuda a mi metida de patas, pero me alivia que no le dé largas. Recuerdo que vio la tarjeta, y no mencionó nada al respecto. Había pensado que comentaría o indagaría por qué tenía algo como eso en mi bolso, y no lo hizo.
Él hace un gesto para que sigamos caminando y tengo que espabilarme. El resto del trayecto lo hacemos en silencio hasta que llegamos a su oficina. Espero a que abra e ingreso tras él.
―Bien, ya estamos aquí ―digo para romper el silencio después que cierro la puerta.
―Tome asiento ―indica y me apresuro en sacar la silla para sentarme―. Se cuales son las intenciones de la señorita French, y es la razón por la que no puedo aceptar ninguna de sus sugerencias ―habla y yo le miro interrogante, además de confusa con algo que parece una respuesta clara, pero tardía.
―No... entiendo.
―Creo que si entiende.
―Vale, ¿acaso Natalie le ha invitado a salir o algo? Si es a lo que se refiere con "sugerencias".
―Ya veo que es bastante lista.
―En ese caso, ¿qué le hace pensar que yo no lo haré también?
Creo que ahora estoy desvariando con tantos pensamientos.
―¿Piensa invitarme a salir? ―pregunta tan directo que me espanta.
Eso me hace darme cuenta que no sé ni siquiera que estoy diciendo o por qué; no obstante, por un momento deja de verse como el profesor nerd, o yo dejo de verlo así porque pasa a mirarse como alguien un poco más interesante.
¡Cielos, que es esto!
Deben ser las influencias de Cand. Si, es su culpa.
―Ah, me pregunto si está bromeando.
―No es una broma ―reafirma.
―¿Entonces si saldría conmigo? ―pregunto algo confusa y él sonríe. También me hace reír y su risa es tan natural que no puedo evitar fijarme en los surcos que se le forman en las mejillas. Es la primera vez que los veo. Que lo recuerde, no es tan expresivo―, debo parecerle un buen chiste para ponerle de buen humor.
―Creo que es más que eso, y respondiendo a su pregunta, no saldría con usted. No es eso lo que me gustaría hacer, pero tal vez se lo diga cuando nos volvamos a ver.
Sus palabras me dejan muda, y algo desconcertada. No sé qué decir a ello. Dicen mucho y a la vez nada, es como si pusiera en palabras su propia técnica de pintura donde no pretende imitar sino sugerir.
―Bi...en.
―Tome ―dice poniendo frente a mí un paquete que saca de un cajón de su escritorio.
―¿Qué es?
―Es para usted, seguro le encantará estudiarlo. Era para esto que le pedí que viniera conmigo ―dice, después firma la planilla y me la devuelve.
―Gracias ―digo cuando vuelve mi voz del ligero letargo en el que me sumí.
Recibo el paquete que se siente un poco pesado y encima pone la planilla.
―Es todo, señorita Campbell. No debe llegar tarde a su sesión ―habla y tengo que espabilarme de nuevo.
―Tiene... razón ―digo algo automática.
Retrocedo hasta la puerta tropezando con ella mientras él sigue mirándome.
¿Qué fue todo eso? ¿Desde cuando hablo con tanta confianza con el profesor Bledel?
Esas preguntas me rondan la cabeza en lo que vuelvo al pasillo, y ahora tengo curiosidad por saber que hay en el paquete que me entregó y a cuenta de qué, pero tiene razón mi sesión empieza en breve así que eso tiene que esperar. Corro hacia allá.
No sé cómo pude soportarlo, pero es la primera vez que quiero que algo termine rápido y era para poder enterarme de que hay en el intrigante paquete. Ni siquiera me veo con Cand que se enoja cuando rechazo su invitación para ir a molestar a Gavin.
Llego a mi piso bastante azorada y lo primero que hago luego de entrar, y tirar lo que me estorba, es correr con el paquete hasta mi cuarto y luego de quitarme los zapatos me tiro a la cama con él. Aunque no quiero, tengo que romper el empaque. Después de hacerlo no sé si reír o ponerme a llorar de felicidad. Es un tomo ilustrado dedicado a toda la colección de obras existente de Leroux.
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