14. Recomenzando
No era la primera vez que iba a una cita para acordar ser la modelo en alguna clase. Es el requisito formal entrevistarte con el profesor para quien vas a posar; sin embargo, desde que obtuve mi fama, ya no había sido necesario. Los unos me recomendaban a los otros y así sucesivamente; no obstante, por alguna razón estoy muy nerviosa de volver a los gajes del principio.
No debería, pero no puedo evitarlo, y debe ser porque para mí sigue siendo todavía una locura que esto sea cierto. Que voy a convertirme en la modelo de Leroux.
Para calmarme sigo pensando que es una soberana locura, y que tal vez Cand lo ideó todo para que no siguiera lamiéndome las heridas. En mi camino hacia el edificio de la galería pienso muchas veces en devolverme por mi camino, pero por alguna razón sigo creyendo que tal vez no es mentira.
¿Será verdad?
Quizás solo lo aceptaré cuando firme un contrato y me presente frente al mismo Leroux. Ese que nadie ha visto, pero que no pueden desconocer que es todo un genio por sus cuadros y la demanda de ellos.
Suspiro hondo cuando me acerco a la gran galería Dominique. Un sitio bastante antiguo en la ciudad y el centro de culto de los grandes pintores. Es el lugar que escoge para realizar sus exposiciones. La razón es que allí hizo su gran debut. Algo que me hace soñar, pero estoy muy lejos de poder algún día colgar un cuadro, ni siquiera uno pequeño. Bajo de mi bicicleta y la llevo el resto del trayecto caminando hasta el área donde la puedo dejar.
«Aquí estoy», me digo resoplando fuerte por la nariz, luego de asegurarla. Camino hacia la entrada, arreglando mi vestido y afirmando mi bolso en el hombro como si se me fuera a caer. Mis nervios aumentan cada que me acerco a la doble puerta, y mi mano tiembla cuando agarro la manija y empujo para abrirla.
No es la primera vez que vengo, ya lo hice en una ocasión, y fue para presenciar una exposición benéfica y abierta al público. La única manera en que puedes acceder, de resto, a menos que seas un comprador millonario o que alguien famoso y afiliado te invite.
Al llegar me acerco a la recepción y no sé si mostrar la tarjeta. La mujer no dijo nada, solo que fuera allí; sin embargo, cuando voy a abrir mi boca para preguntarle a la chica tras el mostrador. Alguien toca mi hombro espantándome casi de muerte. Me vuelvo azorada llevando la mano a mi pecho. Es una mujer nada elegante ni exuberante, más bien algo corriente y con pinta de secretaria.
―Lo siento ―me disculpo por mi exagerada reacción producto de los nervios.
―¿La señorita Elianne Campbell? ―pregunta y yo asiento varias veces―. Sígame ―dice y da la vuelta para que en efecto vaya tras de ella.
Inhalo y exhalo para calmar mis nervios y le sigo al interior de la galería. Caminamos por un largo pasillo flanqueado por innumerables obras de arte que alegran la vista, y luego pasando por salas de exposiciones que de alguna forma calman mi ansiedad. Es como entrar en un mundo plagado de toda clase de arte, hasta que llegamos a una que lleva el nombre de sala Leroux.
La sola idea de tener una sala con tu nombre y donde solo exponer tus cuadros me flipa sobremanera.
―Disculpe ―hablo a la mujer que se detiene para mirarme―, ¿no va a decirme... nada?
―No soy yo quien le dirá lo que necesita, será el mismo señor Leroux.
―Sería muy presuntuosa si dijera que es una broma que en serio vaya a ver al señor Leroux. Nadie le ha visto, y sería loco pensar que yo podría hacerlo sin ningún problema ―expongo y la mujer me mira entornando la mirada, algo meditativa.
―En algo tiene razón, y es que va a poder estar cerca de él sin problemas, y es porque lo ha pedido. Sin embargo, antes debe firmar un acuerdo.
―¿Qué tiempo de acuerdo?
―Uno confidencial, si es que quiere recibir sus honorarios.
Vaya.
―Ah, no hay problema, puedo entender eso ―digo sin manera de discutir sobre el asunto.
Es más que obvio que se manejen cláusulas de ese tipo, además, que eso solo reafirma que esto es más serio de lo que esperaba.
La mujer me lleva hasta la oficina de la galería, allí ocupa el sillón tras el escritorio y busca unos papeles que extiende hacia mí para que lea y firme. Hay demasiada letra, así que solo me fijo en lo más importante. Horas de trabajo y paga. Serán doce sesiones, una vez a la semana, en viernes. Sin límite de tiempo, todas nocturnas. Empezando a las ocho en punto y terminando a la hora que el genio decida. El pago por sesión es más de lo que esperaba y creo que suma en una sola noche todo lo que gano en la semana por posar en las clases. Hasta podría dejar de hacerlo.
Cielos. Eso lo hace muy excitante e irresistible, y solo espero que no haya que hacer poses desnudas, aunque allí no estipula nada en especial, solo que fungiré como su modelo y nada más. Al final está la cláusula de advertencia donde estipula que, si comento algo, o lo más mínimo sobre lo que ocurra durante las sesiones o de el mismo artista, seré demandada sin piedad.
Bueno, eso último no lo dice literal, pero puedo traducirlo por la suma que deberé pagar si incumplo la cláusula. Sin embargo, el acuerdo parece hecho para que no pueda rechazarlo, y la verdad es que no soy tonta para ponerme quisquillosa, así que, sin más, lo firmo.
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