💗: veintiséis
El cambio en el latir de un corazón que empieza a sentir diferencias en sus sentimientos es espontáneo y sorprendente.
Hay pequeños detalles que son los que anuncian la primera señal; todo sentimiento negativo desaparece, así como cualquier otro ser vivo que esté alrededor. Tan solo la presencia de ambos, sin importar nada más que eso.
Es desconcertante y alucinante el cómo nace de la nada; la tranquilidad desaparece para dar lugar al sentimiento dulzón de la inquietud del roce tímido de miradas; sabiendo que aquel pequeño encuentro sería suficiente para una eternidad plena de bonitos sentimientos.
Yeonjun nunca lo había experimentado, y ciertamente nunca pensaba hacerlo.
Hasta en ese momento.
Cuando el rubiecito corre hasta él, es que el alfa se da cuenta del latir alocado de su corazón.
—¡Yeonjun hyung!
Sus oídos han captado el llamado preocupado de su menor; sus ojos tristes observan detalladamente y en cámara lenta cada linda facción contraerse en culpa y preocupación ante lo que ha pasado tan solo momentos atrás.
Soobin se acerca corriendo; culpa auténtica brilla con fuerza en sus ojitos de mar, al ver al mayor cubierto de tierra y con los ojos irritados por causa de su descuido.
No lo piensa mucho y cuando se encuentran frente a frente lleva sus manitos al rostro del más alto, donde con ayuda de ellas se encarga de retirar el resto del polvo que tenía en cada rincón de sus facciones; sabiendo que solo sería cuestión de tiempo para que empezara a llorar por la culpa.
—Hyung —susurra lastimero, un puchero involuntario ha nacido de sus labios, con sus ojitos tristes viendo a su mayor en una tímida caricia reconfortante. Sus manos todavía puestas en el rostro del alfa.
Yeonjun siente la calidez de aquel toque como una cálida caricia que ha calado en lo profundo de su pecho; los sentimientos que lo han envuelto le llevan a cerrar los ojos, importándole poco el resto del mundo.
Las caricias brindadas a su rostro son sentidas con más fuerza; un suspiro tembloroso es expulsado de sus labios, decidiendo ceder en ese efímero instante. Siente a su lobo bajo la superficie, la tranquilidad de su lado animal ciertamente le desconcierta; permanece sereno y dócil ante las caricias de aquel cachorro, y solo es cuestión de segundos para sentirlo tumbarse en su propia bruma de sueños cuando aquellos dulces y reconfortantes aromas salen a la luz para danzar en sincronía con los suyos.
Y es en ese momento cuando alfa y omega corroboran que sus aromas están completos cuando se mezclan, cuando son uno solo.
—Lo siento mucho, de verdad no fue mi intención.
Escuchar la dulzura e inocencia que aquella voz desborda es una experiencia gratificante para él. Muy en lo profundo de su ser, Yeonjun sabe que quiere seguirla oyendo por siempre.
Todavía puede sentir aquellas pequeñas y gorditas manos brindarle caricias a su rostro cubierto de polvo; sabe que están siendo observados, como también sabe que no debería estarlo disfrutando tanto. Sin embargo, decide ser un poco egoísta y permanece quieto, aceptando con gusto aquel delicado y bonito toque de un omega dulce y preocupado, que demuestra con sus hechos la autenticidad de su culpa y sentimientos.
—Hyung... diga algo.
Ah, Yeonjun nunca aceptaría lo mucho que le gustaba ser llamado de aquella manera por su menor.
Las manos suaves del cachorro lo han adormecido a tal punto que siente la necesidad de ronronear; su alfa deja salir aquellos sonidos roncos y tranquilos en una muestra de agradecimiento a aquel omega que lo ha hecho sentirse bien, y sabe que está sonriendo cuando el mismo sonido nace del pecho del menor para darle sutiles caricias a sus oídos.
Un momento pequeño, pero que solo pertenece a ambos.
Sabe que ha llegado el momento para abrir los ojos y verlo; teme hacerlo porque cree que la pequeña burbuja en la que se han metido será destruida, pero no es así, y cuando sus ojos oscuros impactan con aquel par de zafiros es que puede comprobarlo.
Soobin le mira con un hermoso brillo adornando sus preciosos ojos; el alfa nota cada pequeña porción de la piel del menor, sonriendo tenue al ver las voluminosas mejillas naturales teñirse de un adorable rubor.
Un ser tan puro e inocente que le estaba cautivando sin querer, hasta llegar a un punto donde el alfa empezaba a sentir sensaciones extrañas que invadían cada porción de su cuerpo. Con un verdadero latir de un corazón que siente la sinceridad de un sentimiento.
—Estoy bien, cachorro —responde, decidiendo que quiere regalarle una amplia sonrisa.
Y Soobin se siente extraño al ver al alfa sonreír de aquella manera; sus pálidas mejillas se han expandido en una curva perfecta, dejando ver los pequeños dientes blancos y rosadas encías, provocando que el latir del pequeño corazón vaya en aumento.
Una sonrisa dulce, con una facción relajada en el mayor ha sido la imagen causante del estrago en su interior.
—Le pido perdón —susurra quedito, como un suave secreto que danza entre ambos—. Fue un descuido, no quería dañarle.
Yeonjun cubre con sus manos aquellas más pequeñas que yacen en su rostro, sus pulgares se encargan de reconfortar al omega preocupado, haciéndole saber que nada ha pasado; ya todo está olvidado.
<<Lindo>>
—No ha pasado nada —respondió el mayor, quitando de a poco el suave tacto del menor sobre él—. Si dices que fue un accidente, es porque así fue.
Un suave destello de incredulidad cruza por los orbes del omega, y Yeonjun sabe que es por lo que ha dicho.
—¿Está seguro? —pregunta, solo para asegurarse de que el alfa no está molesto con él.
El pelinegro asiente con calma, mientras su mirada viaja por el amplio jardín hasta encontrarse con el desconcierto que los ojos de BeomGyu demuestran.
Yeonjun lo entiende, él también se siente así.
Nuevamente sus ojos se posan en el rubiecito. —No pienses tanto en ello y regresa a jugar.
No espera respuesta y se va de ahí en busca de su amigo; a medida que sus pasos avanzan siente la sensación quemante de múltiples miradas sobre su persona, siendo hasta en ese momento que Yeonjun recuerda que no estaban del todo solos.
<<Me fui y no volví>> ríe entre dientes ante sus pensamientos; tratando de ignorar lo mejor que puede el extraño momento vivido.
—¿Me prestas ropa? —pregunta a BeomGyu, quien no ha dejado de verlo con extrañeza.
—No te quedará como a ti te gusta —BeomGyu se las arregla para responder.
Yeonjun se encogió de hombros. —Es mejor que andar cubierto de tierra.
—Una ducha también te serviría —opinó TaeHyun.
—También eso —estuvo de acuerdo—. ¿Dónde puedo tomarla?
—Usa el baño principal —respondió el omega, el alfa asintió en acuerdo—. Ven, te llevaré y mientras tomas el baño escogeré la muda de ropa que mejor se adapte a tu cuerpo.
El pelinegro agradeció con una leve sonrisa y siguió al omega al interior de la casa; caminaron en silencio por un par de pasillos hasta que llegaron al pequeño y lujoso ascensor.
TaeHyun bufó ante la mirada divertida del alfa.
—Quiero que sepas que no fue mi idea el instalarlo, BeomGyu se ha vuelto sobreprotector con mi embarazo, y se niega a que use las escaleras.
—La paternidad lo volvió paranoico —se mofó el alfa, situándose al lado del omega cuando ingresaron al pequeño espacio.
TaeHyun marcó el número tres e inmediatamente empezaron a subir.
—Cuando tengas hijos entenderás el sentimiento.
Yeonjun rió quedito. —Como digas.
Al poco tiempo salieron del ascensor y caminaron por el pasillo de las habitaciones en silencio; a Yeonjun siempre le había gustado la decoración que el omega mantenía en su casa, le daba aquel toque hogareño y cálido que le hacía recordar a su niñez.
Aunque claro, jamás lo admitiría en voz alta.
El castaño abrió la primera puerta de la derecha. —Es aquí, pasa.
El alfa ingresó al amplio lugar; una enorme cama cubierta de sábanas de seda de color rosa, con dos muebles de mármol blanco a cada extremo de ella, y un gran televisor ubicado al frente. En la pared lateral izquierda había un enorme librero, donde en la parte central estaba una pintura de la feliz pareja en el día de su boda; el alfa siguió observando y le gustó el gran ventanal que se mostraba al lado derecho, con un pequeño balcón que daba una espectacular vista al jardín.
—¿Te gusta? —preguntó el mayor, ya con la muda de ropa en sus manos.
Yeonjun tomó la ropa y asintió en silencio, no queriendo dar mucho detalle pues conocía el enorme ego del esposo de su amigo.
—Cuando estés listo bajas, te estaremos esperando —comunicó el omega, para posteriormente salir de ahí.
El alfa dejó la ropa extendida en la cama; se quitó los zapatos e ingresó al amplio baño, esperando que aquella ducha le ayudara a relajarse, aunque sea un poco.
Aunque dudaba mucho que fuese de ayuda con sus caóticos pensamientos.
—Primera y última vez que me piden jugar con tierra.
Los pequeños cachorros veían el rojo furioso que cubría el rostro de su hermano mayor.
—No te enojes, Binie jyung —pidió Hueningkai.
—Además de que fuiste tú quien le aventó el terrón —agregó Bahiyyih.
—¡No fue intencional! —chilló Soobin, la vergüenza todavía haciendo estragos en su interior—. Fue mala idea ponernos a jugar en una casa que no nos pertenece.
Lo pequeños bajaron la mirada con un puchero triste en sus labios; en cierto modo se sentían culpables por haber convencido a su hermano a jugar, cuando Soobin claramente les había dicho que no era una buena idea.
—Solo queríamos jugar con oppa —susurró la pequeña omega, estando a nada de llorar.
El rubiecito dejó de fruncir el ceño al notar la tristeza en sus pequeños; suspiró tembloroso y se sentó al lado de ellos en el suelo, liberando un poco de su aroma para tranquilizarlos y hacerles ver que no estaba molesto.
Pero sí avergonzado, aunque sabía bien que no era culpa de ellos.
—No estoy molesto —informó con una pequeña sonrisa.
Los ojitos del cachorro brillaron. —¿Binie no está molesto?
—No, Huening —susurró con voz calma y llena de ternura, tomando el cuerpo de su hermano y sentándolo en su regazo.
Hueningkai se abrazó al cálido cuerpo del rubio y ronroneó gustoso; Bahiyyih compartió una sonrisa con su hermano mayor, sabiendo que todo estaría bien.
Un suave carraspeo rompió la pequeña burbuja de comodidad que el trío de hermanos había formado. Soobin observó con un poco de confusión al nervioso alfa frente a él.
Seunghyun rascó su nuca con nerviosismo; su mirada viajaba a cualquier lado del jardín, preguntándose por qué se había acercado tan pronto.
Pero es que no había podido soportar aquel fuerte impulso de acercarse; el fuerte sentimiento de su lobo le exigía a gritos tener aunque fuese un poco de proximidad con su cachorro, un instinto propio que había conocido cuando BeomGyu nació.
—Lamento interrumpir, pero me preocupé al pensar que podrían estar pasando por un mal momento —dijo al fin, tratando de ser lo más sincero que podía.
Soobin le regaló una sonrisa agradecida, de pronto sintiéndose seguro y reconfortado ante el cálido manto que el arce y la madera que desprendía aquel alfa le brindaba.
—Gracias por su preocupación, señor Chou —a cómo pudo hizo una leve reverencia—, pero estamos bien.
El mayor sonrió con sinceridad. —Es un alivio.
Un leve balbuceo los desconcentró; la mirada del alfa viajó al pequeño cuerpo que estaba entre los brazos de su hijo, no pudiendo evitar el sonreír con un deje de ternura cuando se percató que el pequeño cachorro se había quedado dormido.
Un nuevo impulso nació.
—Si deseas puedo ayudarte a cargarlo —Soobin le miró inmediatamente—. Solo mientras te levantas, esa posición se ve incómoda.
El rubiecito observó al cachorro dormido en sus brazos y luego a su hermana.
—¿Qué opinas, Bahiyyih? —quiso saber.
La pequeña omega miró al señor que estaba frente a ellos; el aroma que desprendía le causaba tranquilidad, provocando que confiara en él. Además, la mirada triste y con un toque de calidez le dieron un incentivo más para hacerlo.
—Es buena idea, oppa —asintió con convicción—. Podemos sentarnos en los banquitos que están por la fuente.
Soobin suspiró, miró una vez más al cachorro en sus brazos y se lo entregó al alfa frente a él con un poco de reticencia. Seunghyun lo sostuvo de manera firme entre sus brazos tratando de no lastimarlo ni despertarle, sonriendo un poco cuando sintió al pequeño olfatear cerca de su cuello para luego acomodarse tranquilamente, mientras dejaba salir suspiros gustosos.
El rubiecito se puso de pie y sacudió sus ropajes para eliminar cualquier rastro de suciedad; hizo el mismo procedimiento con su hermana, ayudándole con el bonito vestido de flores. Todo bajo la atenta y afectuosa mirada de un alfa que estaba dispuesto a hacer de todo para que ellos estuviesen tranquilos.
Cuando todo estuvo en orden, Soobin extendió los brazos hacia el alfa en una muda petición.
Seunghyun trató de entregar el cachorro, pero grande fue su sorpresa cuando notó que Hueningkai se aferraba con fuerza a él, frunciendo el ceño cada vez que el mayor hacía un nuevo movimiento para separarlo.
Le regaló una sonrisa apenada a Soobin, quien estaba igual de sorprendido.
Porque Hueningkai era un niño muy tímido, y era extremadamente extraño que tuviera aquel apego con un hombre que no había terminado de conocer.
—Parece que está muy cómodo —habló en voz bajita para no despertarle—. ¿Puedo tenerlo un poco más de tiempo conmigo?
Soobin no estaba muy seguro. —¿No es molestia para usted?
—Por supuesto que no —respondió el mayor, se sentía muy feliz—. Si quieres, podríamos charlar mientras el pequeño despierta.
Al omega no le quedó de otra que acceder. Juntos caminaron por el bonito jardín hasta llegar a la fuente que estaba entre medio de hermosos rosales de colores amarillo y blanco; el rubiecito no pudo contener su emoción y corrió para acariciar y oler la fragancia de cada una de las bonitas rosas que ahí se exhibían, mientras que Bahiyyih le observaba con una sonrisa resplandeciente en compañía del alfa.
La pequeña omega sacó un cuaderno de su mochila y con premura empezó a realizar trazos en él.
—¿Dibujas? —preguntó el alfa con curiosidad.
Bahiyyih asintió, estando bastante concentrada en dibujar la silueta de su hermano en compañía de aquellas bonitas rosas.
—Me gusta mucho dibujar a oppa.
Seunghyun se sentó en uno de los bancos más grandes; a su lado lo hizo la cachorra, y nuevamente la curiosidad embargó al mayor.
—¿Tienes algún estilo? —preguntó, mientras se encargaba de husmear el trabajo de la menor.
Ella se lo pensó un poco. —Por el momento me gusta jugar con las texturas suaves; combinar elementos de la naturaleza hasta crear un nuevo contraste, de verdad que me gusta mucho hacer eso.
El alfa observó a su pequeño hijo sonreír brillantemente; con sus bonitos ojos de cielo puestos en la belleza de cada flor que no hacía más que aumentar la pureza del omega.
—Es hermoso de tu parte el que quieras dibujar a tu hermano —comentó el mayor, sus manos daban caricias parsimoniosas en la pequeña espalda del cachorro que cargaba.
Bahiyyih dejó de trazar en el blanco papel y le miró con una sonrisa, una que él había visto muchas veces en el pasado.
—Después de mamá, Soobin oppa ha sido mi inspiración.
Y Seunghyun estuvo de acuerdo; porque no había ni habrá arte más bello que Seoli y Choi Soobin.
Sus dos pedacitos de cielo.
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