💗: treinta y seis
—¡Choi Odi, deja mi zapato!
Aquella era la primera noche que el alfa pasaba acompañado del cachorro, y sentía que estaba a punto de llorar de la frustración.
Cuando compartió con SooBin la idea de tener un perrito de verdad que lo quería, era atractivo para él pensar que tendría un pequeño compañero capaz de distraerle en sus momentos de estrés y tormento, los cuales siempre llegaban con cargas extras de trabajo.
Lo que nunca imaginó fue que el cachorro fuera un completo terremoto; pocas horas habían pasado desde que lo llevó a su casa y hasta ese momento tenía destruido la mitad de la sala de estar, y su habitación.
El alfa estaba a nada de tener un colapso nervioso.
Sintió gruñidos al lado de la cama y luego unos pequeños y filosos dientes aferrarse con fuerza a la tela de su calcetín llevando de paso la piel del talón.
No gritó como quería por vergüenza.
—¡Déjame pulgoso!
Pataleó con fuerza y se acomodó en la cama, mirando con cierto resentimiento al cachorro que había retomado su labor de arruinar los costosos zapatos de cuero italiano.
Tomó una almohada y la colocó encima de su rostro para gritar con fuerza en una pataleta digna de su edad. ¿En qué estaba pensando? Debió estar loco para acceder a adoptar a aquel demonio en cuerpo de perro; sí, seguro andaba en uno de sus viajes astrales. Giró y giró en la amplia cama, pensando seriamente en que dejar al cachorro frente al albergue del cual lo había sacado no sería tan mala idea.
Luego a su mente vino la resplandeciente sonrisa del omega, más el abrazo y beso que recibió como premio por haber adoptado al demonio; entonces YeonJun entraba en una seria batalla interior, donde sus intereses eran puestos a prueba.
¿Qué le importaba más?, ¿Mantener aquella sonrisa en el pequeño rubio? O ¿Mantener su casa completa?
Realmente no necesitó pensarlo mucho.
—Esos eran mis zapatos favoritos —reclamó ceñudo, el perrito lo miró—. Tienes que ir pensando como pagármelos, ni creas que con esa carita me vas a comprar.
El pequeño caniche corrió al otro extremo de la habitación bajo la atenta mirada del alfa en la cama; buscó un pequeño rincón y ahí se acomodó, colocando la pequeña cabecita sobre sus patitas delanteras mientras observaba al pelinegro en silencio.
YeonJun hizo una mueca de exagerada sorpresa cuando sus oídos captaron tenues sonidos lastimeros.
—Eres un manipulador de primera —bufó, decidiendo que ir a la cocina por un café era saludable para él.
Abrió la puerta de su habitación y salió al pasillo sin detenerse hasta llegar a las escaleras, donde una bola de pelos marrón pasó por su lado a la velocidad de la luz, provocando que perdiera el equilibrio y cayera de culo en los duros escalones.
YeonJun sabía que contar no le ayudaría.
—Diosa, dame paciencia que la necesito —de fondo pudo escuchar el desastre que la cosa estaba haciendo en la cocina—. Y mucho.
Terminó de bajar los escalones con una mueca de dolor en el rostro y con sus manos sobando su dolorido trasero, de verdad que le había dolido tremendo golpetazo.
<<Cosa del demonio>>
Ingresó a la amplia cocina notando de manera inmediata a la bola de pelos metida entre las macetas que SooBin había colocado ese día por la mañana; la pequeña criatura olfateaba con insistencia, y cuando sus pequeños ojos redondos dieron con el humano corrió hasta él mientras ladraba con fuerza.
El alfa rodó los ojos, sus pasos cortos y perezosos guiándolo hasta la nevera donde sacó un cartón de leche.
—Supongo que lo que tienes es hambre —dijo, después de todo, no le había dado alimento alguno desde que llegó.
¿Cada cuánto comían los cachorros? La verdad no tenía idea, pensaba investigarlo más tarde en Google.
Colocó el blanco líquido en un pequeño bol de plástico ya que aún no compraba lo que la cosa necesitaría; dejó caer una buena porción y luego la colocó en el suelo de madera donde el caniche inició a tomarla con avidez.
El alfa alzó una ceja. —Vaya, sí que eres tragón.
El caniche lo miró ladeando un poco la cabeza, YeonJun hizo una mueca al ver la leche escurrirse del pelaje de la barbilla del animal hasta manchar el suelo.
—Si vas a vivir conmigo, tendrás que aprender modales —advirtió, apuntándole con el índice.
El cachorro le ignoró y volvió a comer.
<<Cachorro maleducado>>
Pasó por un lado del peludo cuerpo y encendió la cafetera, colocó las porciones al azar sin detenerse a medir la cantidad de café y el agua; él solo quería beber algo y ya.
A los pocos minutos la luz verde del aparato le avisó que ya estaba listo; sacó una taza y vertió en ella el líquido espeso, posteriormente atravesó la cocina en amplias zancadas hasta poder sentarse en la sala de estar.
Pensó buscar algo para leer en la biblioteca, cuando miró el libro que SooBin había estado leyendo descansar sobre un pequeño mueble en la esquina de la sala. Sin detenerse a pensarlo mucho, lo tomó y hojeó, abriendo los ojos de par en par cuando leyó el título.
Sexo para idiotas.
Escupió el café que tenía en la boca sin importarle el haber manchado la alfombra.
¿Qué acababa de leer?
Dejó el amargo líquido de lado y empezó a revisar el libro con suma concentración, descubriendo que se trataba de una guía diseñada especialmente para omegas que querían conocer sus cuerpos en su totalidad; así como también explicaba pasos en los que se detallaba la mejor manera para soportar un ciclo de calor, y las mejores posiciones para un disfrute meramente sexual.
Los colores subieron al rostro de YeonJun.
A medida que iba revisando su ceño fruncido iba creciendo; en ese libro habían muchas imágenes que no eran aptas para la garrapata pervertida.
Una guía sin censura de como tener sexo.
Aventó el libro a alguna parte del sofá, de repente sentía mucho calor e incomodidad; ¿Y cómo no? Las imágenes que vió eran un tanto perturbadoras.
Luego su cabeza empezó a maquinar; ideas iban y venían provocando más confusión en el alfa, quien trataba de descubrir cómo el omega se había hecho de aquel libro.
Si es que se le podía llamar así a aquella guía para pecar.
Maldijo, se estaba comportando como un puritano; pero es que la sola idea de SooBin en aquella situación le ponía ansioso.
Llamó al único que podía darle una respuesta.
—Tú le diste ese libro de sexo barato, ¿Cierto?
—Hola, yo bien ¿Y tú?
El pelinegro gruñó. —Deja de hacerte el tonto y responde.
—¿De qué estamos hablando? —preguntó BeomGyu—. No estoy entendiendo.
—Descubrí en mi casa un libro que no pertenece a mi biblioteca —dijo YeonJun —. Es un libro muy claro de cómo tener sexo, y lo peor es que SooBin lo está leyendo —de pronto se sentía muy molesto—. ¿Me puedes explicar?
—¿Por qué piensas que se lo di yo?
—Eres el único pervertido que conozco.
El menor jadeó. —No fui yo, ni siquiera lo he visto últimamente.
—Por tu bien, espero que así sea.
No esperó respuesta y colgó la llamada. Tomó el libro en sus manos y caminó hacia su habitación seguido muy de cerca por Odi.
Se aseguró de esconder bien aquel libro para que el omega jamás lo encontrara, y cuando se sintió seguro se internó en el baño para lavarse la cara y cepillarse los dientes, donde al terminar se fue a dormir.
Ya mañana se encargaría de hablar con SooBin.
Al día siguiente SooBin había buscado por todos lados el libro que su noona le había prestado; la tarde anterior fue muy movida y llena de emociones, por lo tanto, no era de extrañar que lo dejara olvidado.
Preparó el café del alfa con rapidez, lo dejó servido como todos los días y luego salió rápidamente a la sala donde recordaba haberlo dejado.
Sin embargo, no existía señal alguna del libro, y el rubiecito ya estaba entrando en pánico.
—¿Buscas algo, SooBin?
Dió un brinquito en su lugar cuando la ronca voz del alfa rompió el pulcro silencio de la mansión; el pequeño omega giró en su eje y sonrió nervioso al mayor, quien le veía con los ojos entrecerrados.
—Y-yo...
—¿Tú? —preguntó el mayor, avanzando un par de pasos hasta quedar frente al menor.
—Esto... —SooBin se rascó la nuca, no sabía como continuar.
El alfa se cruzó de brazos. —Luces nervioso, ¿Qué hiciste?
—Nada —respondió rápidamente, sus ojitos azules más abiertos de lo normal.
—Entonces, ¿Qué buscabas con tanta insistencia?
El menor jugó con sus deditos. —U-un libro.
—¡Ajá! —el grito del alfa lo asustó—. Así que, sí era tuyo, ¡Lo sabía! —el omega no entendía, YeonJun comenzó a negar mientras reía—. ¿No te da vergüenza, mocoso?
El rubiecito afiló la mirada. —Sin insultos, por favor.
—No te he insultado.
—Me llamó mocoso.
—Es lo que eres.
—Usted se enoja cuando le llamo anciano.
—Porque eso sí es insulto.
—No, es lo que usted es.
El mayor se apretó el puente de la nariz. —No estábamos hablando de eso.
—Ya sé —dijo SooBin —. Así como sé que usted tomó el libro —extendió su pequeña mano en dirección al mayor—. Devuélvamelo.
—Di la palabra mágica —exigió YeonJun.
—Devuélvame el libro, anciano.
Un tic nació en el ojo derecho del mayor. —¡Esa no es!
—Por favor —murmuró el omega—. Devuélvame el libro, ancianooooo —alargó la vocal.
Pero YeonJun no cedería.
—¿Cómo puede gustarte ese tipo de libros?
SooBin se encogió de hombros. —He aprendido mucho de él.
Un escalofrío recorrió el cuerpo del mayor.
—No deberías gastar tu dinero en esas cosas.
—No es mío, Hyuna noona me lo prestó.
YeonJun alzó una ceja ante aquella información, así que había una pervertida tras todo aquello.
—¿Quién es Hyuna? —interrogó, de repente queriéndole decir un par de cosas a aquella mujer.
—Nadie que le interese —gruñó SooBin, sintiendo bastante molestia—. Deme el libro.
—No.
—YeonJun...
—No.
—Pero...
—No.
—No es mío...
—¿Y?
SooBin se exasperó. —Pues que tengo que devolverlo.
—Y terminar de leerlo, ¿No? —dedujo el alfa con agitación.
—Pues sí —respondió SooBin con obviedad.
YeonJun lo fulminó con la mirada. —Olvídate de ese libro, mocoso.
El rubiecito gritó de frustración caminando rápidamente hacia la cocina; sentía que si se quedaba por más tiempo en la sala de estar golpearía al anciano gruñón con lo primero que encontrara.
Aish, ¿Por qué era tan terco?
Mientras tanto, YeonJun se había quedado en la sala dando vueltas como bestia enjaulada; asentía cada tantos de segundos, convenciéndose de que hacía lo mejor.
Odi observaba el espectáculo desde las escaleras, no estando interesado en participar.
—¡Lo denunciare por robo!
El grito agudo del omega aturdió al mayor, quien volteó hacia la cocina justo a tiempo para ver a un muy molesto rubiecito salir por ella.
Iba a responder cuando la puerta de entrada fue abierta de manera repentina, entrando por ella una omega muy sonriente para aquellas horas de la mañana.
—¡YeonJun, hijo! —saludó al alfa con un par de besos en las mejillas, estando bastante ajena a la tensión que había en el lugar.
—Madre —fue el saludo del pelinegro, su mirada fulminando al omega.
Jessi siguió la mirada de su hijo y cuando sus ojos encontraron al omega corrió hacia él.
—¡SooBin! —de su bolso sacó un libro y se lo entregó—. Ayer que vine y no los encontré me puse a leer un libro que traje, ¿Recuerdas que te hablé de él? —el omega asintió—, pero luego encontré el que leías y también lo leí, y tras tanta confusión me llevé por error el tuyo y dejé el mío.
Al rubiecito se le iluminaron los ojos cuando tuvo en sus manos el libro de poesía que su noona le había prestado.
Su mirada viajó a un más que pálido alfa, entendiendo todo al instante.
Sonrió con malicia y YeonJun tragó duro.
—Muchas gracias —hizo una reverencia inocente, pero el alfa podía ver a la perfección aquel par de cachitos con la colita de diablillo en el cuerpo del menor—. Su libro lo tiene YeonJun hyung, dijo que le había encantado y no paró de leerlo hasta altas horas de la madrugada.
Ups.
Jessi miró escandalizada a su hijo.
—¡¡YeonJun!!
Y al alfa se le bajó la presión.
Regañado y traumado, pobre YeonJun aaaaaaa
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