💗: treinta y nueve
La tarde le resultó entretenida.
Luego de haber participado en la última reunión para revisar las finanzas de la empresa, SeungHyun había decidido regresar a su hogar para pasar una tarde relajante y entretenida.
Decidió que quería pasar más tiempo con su esposa; después de tantos años el alfa había comprendido que no había lugar mejor y más tranquilo que estar al lado de aquella elegante y hermosa mujer, la cual supo entenderlo y apoyarlo.
Irene era su mejor amiga; y aunque en él no pudo nacer aquel sentimiento apasionante por ella, sí había un profundo cariño y admiración por aquella que ante la ley era su omega.
Aunque en el fondo sabía muy bien que nada de lo que hiciera en el presente podría reparar el daño que le hizo a su esposa en el pasado. SeungHyun no es tonto, sabe que Irene aunque nunca lo admitiera sufrió las consecuencias de su traición; y, pese a ser una de las principales víctimas, también fue la que lo tomó de la mano con fuerza para evitar que cayera; fue aquel consuelo que siempre tuvo sin merecer, y aquel ángel de salvación que se encargó de que su amada no estuviera desamparada, dándole la estabilidad que necesitaba para que su cachorro naciera en un ambiente decente.
Porque, a pesar de haber causado el insoportable dolor de un lazo roto; Kim Irene fue su ancla, soportando a su lado sus momentos de tormento.
Y quizá por eso era que justo en esos momentos sentía que realmente podría enamorarse de ella. Amarla como siempre se lo mereció.
Con mucha fuerza, y sin los recuerdos dolorosos de un pasado que tenía que aprender a dejar ir.
—¿Ocurre algo? —la suave voz de la omega lo distrajo de sus profundos pensamientos.
Él la miró con una sonrisa; aquellos ojos azules brillando en admiración y gratitud, un conjunto de sentimientos cálidos y bonitos que lograron sonrojar a la omega.
—Todo está bien —respondió con tranquilidad.
Iene estaba indecisa. —No lo sé, tu comportamiento era algo extraño.
—¿Por qué piensas eso? Solo estaba mirándote —dijo, ella carraspeó quedito.
—No lo hagas —pidió con una sonrisa nerviosa—. Me estás desconcentrando.
El mayor alzó una ceja. —¿Es así?
—Sí, y estoy segura que lo haces a propósito para ganarme la partida —comentó, con una mirada llena de reto—. No lo lograrás, sabes que siempre he sido la reina del ajedrez.
—No sé cómo le haces, pero te puedo asegurar que es por trampa —acusó el alfa, Irene se mostró ofendida—. Ganar cinco veces seguidas no es normal.
—Eso es porque soy mejor que tú —alardeó ella, su mirada volvió al tablero de juego y sonrió con malicia al hacer el último movimiento—. Jaque mate.
El alfa lloriqueó con pataleta incluida. —¡No es justo!
—No seas un alfa llorón —se burló ella, poniéndose de pie para caminar a la sala de estar.
—¡Exijo otra partida!
La omega lo miró de reojo. —Ya me aburrí, y siempre pierdes.
—Juguemos al tenis entonces —propuso SeungHyun, negándose a perder siempre contra su esposa.
—Juega con NamJoon.
—No está —respondió el mayor apresuradamente.
—Entonces espera a que vuelva.
El alfa se dejó caer en el sofá con semblante de derrota; Irene lo miraba con una sonrisa de superioridad, dándose cuenta de que realmente había extrañado pasar tiempo de calidad con su esposo.
No saben cuánto tiempo pasaron en silencio; la mansión estaba sumamente tranquila, y ambos supusieron que sería por aquella hora de la tarde. Sabían que tenían mucho de que hablar, existían temas que aún no se atrevían a tocar, a la espera inexistente de la oportunidad perfecta. El miedo e inseguridad del cambio drástico que ofrecía aquel futuro haciendo estragos en ambos, la decisión de querer hacer un cambio para bien cosquilleando dentro de ellos; tan solo esperando algo que no sabían cómo resultaría.
Hasta que SeungHyun soltó aquello que quería hacer, y lo cual venía pensando desde hace mucho tiempo.
—Quisiera que renováramos nuestros votos.
Irene se mostró sorprendida; de todo lo que pudo imaginar el alfa le diría, aquella simple frase no estaba destinada a ser siquiera imaginada, porque después de tantos años ella había logrado comprender cuál era su verdadero lugar en la vida de su esposo.
Y no quería ilusiones, ni tampoco la contemplación de un sentimiento que ya daba por perdido; y, sin embargo, ahí estaba, aquel leve anhelo que provocaba latidos acelerados en su corazón, haciéndole sentir como una jovencita inexperta y frágil que quería confiar ciegamente pero que no podía debido a los sucesos por los cuales tuvo que pasar en su pasado.
Pero entonces solo bastaba ver aquella mirada oceánica que lograba envolverla por completo para sentirse desarmada. Todo argumento coherente desaparecía como polvo en el viento, dejándole tan frágil como las hojas de otoño las cuales caían ciegamente tras ser acariciadas por los tonos naranjas de un sol de atardecer.
—¿Por qué tan de repente? —una pregunta sencilla, de la cual siempre quiso una respuesta.
¿Por qué?
Él pareció entender. —Todos estos años han sido un martirio para mí; el vivir en un engaño es una maldita enfermedad que siempre te mantiene en agonía —SeungHyun le tomó de las manos—. Irene, siempre fuimos sinceros, y pese a ello te engañé —la omega bajó la mirada—. Traicioné tu confianza y cariño; fui un idiota que no pensó que mis desiciones también llegarían a afectarte —suspiró profundo—. Es hasta este momento de mi vida donde realmente puedo notar lo egoísta que fui —hizo una pausa—. Solo pensé en mí, en lo que quería y en mí felicidad —mordió su labio, sus ojos comenzaban a llenarse de lágrimas—. Tú y mis hijos no me importaron tanto en aquel entonces, y esa es mi peor carga, saber hasta qué nivel estaba dispuesto a llegar.
—No es necesario que sigas recordando algo que quedó en el pasado —ella respondió—. Desde el momento que te dije que te perdonaba todo lo enterré, dispuesta a no removerlo nunca más porque sabía cuánto te afectaba —le miró con tristeza—. SeungHyun, no renovaremos nuestros votos —las lágrimas en el alfa empezaron a caer—. Renovarlos significa revivir un amor, y ambos sabemos bien que tal cosa no existe entre nosotros —el alfa escondió el rostro en el regazo de su esposa mientras sollozaba, ella le acarició la cabellera con cariño, sintiendo que solo sería cuestión de tiempo para que sus lágrimas aparecieran—. Lo siento mucho, alfa —sollozó, y ese sonido desencadenó el llanto en el mayor—. Pero tú sabes bien que yo no soy la mujer de tu vida.
El temblor que el llanto provocó en ambos cuerpos fue desgarrador; todos esos sentimientos que tenían dentro de sus pechos saliendo con fuerza, demostrando aquel dolor enmascarado que había permanecido oculto durante tantos años.
El sonido del cristal al hacerse añicos provocó que el llanto en ambos cesara para dar lugar a la tensión que envolvió sus cuerpos, cuando aquellos aromas tan amados y conocidos hicieron acto de presencia, esta vez cubiertos por el amargo de la tristeza y la acidez de la molestia.
Alfa y omega miraron con temor hacia la entrada del salón, sintiendo como el corazón se les hacía añicos al ver a su hijo consumido en un llanto silencioso y desgarrador, mientras que su mirada rota y cristalizada seguía puesta en ellos.
Irene fue la que reaccionó primero poniéndose de pie e intentando acercarse. Sin embargo, su hijo retrocedió un par de pasos, su cabeza negando de manera frenética y desordenada.
—BeomGyu —susurró ella, tratando de darle una mirada tranquila a su cachorro.
El alfa menor hipó con fuerza, las gruesas y abundantes lágrimas derramándose por su rostro dando aquel realce a la infinita desolación y tristeza que había causado todo aquello que había escuchado.
Y SeungHyun sintió morirse cuando la mirada de su hijo mayor se posó sobre él; viendo en ella una profunda decepción y rechazó que le revolvió hasta en lo más profundo de sus entrañas.
Nunca imaginó que dolería tanto.
—H-hijo...
BeomGyu salió de aquella mansión tras escuchar el llamado entrecortado de su padre. En su mente se reproducía como disco de tortura aquellas palabras que había escuchado, provocando que el dolor y rencor creciera en su pecho con mucha velocidad.
Ahora entendía la distancia de su padre en aquel entonces; los leves rechazos y la falta de interés, así como las peleas constantes que su familia siempre trató de ocultar.
Rió con amargura; el hombre que siempre admiró quiso abandonarlo.
Nunca lo miró como su hijo, él y NamJoon no fueron suficientes.
Su madre tampoco lo fue.
Todo era una mierda.
Mientras tanto, un alfa que trataba de reparar sus errores se deshacía en llantos mientras era sostenido una vez más por aquella mujer que había lastimado. El lobo en su interior aullaba ante el recuerdo de aquella mirada llena de rechazo en su hijo, sabiendo que desde ese momento lo había perdido.
Y dolía, dolía tanto...
—Tranquilo —susurró Irene, su dulce voz sirviendo de suave sedante para el destruido hombre—. Hablaré con él, no te preocupes.
—L-lo perdí —la voz rota y entrecortada provocó pena en la omega—. P-perdí a m-mi hijo.
—BeomGyu te ama —aseguró, sus brazos sosteniendo con fuerza a su esposo—. Solo necesita tiempo, no se enteró de la mejor manera.
—N-nunca m-me p-perdonará.
Ella lo obligó a mirarlo y cuando sus miradas se encontraron le regaló una cálida sonrisa al alfa.
—Lo hará, nuestro hijo te perdonará —aseguró—. ¿Y sabes por qué lo sé?
Él negó, Irene sonrió para luego juntar su frente con la de SeungHyun; y solo de ahí susurró.
—Porque lo criaste bien.
Jin nunca en su vida se había sentido completo; aquella sensación de dicha y plenitud en un pasado le resultó desconocida, y hasta cierto punto fantasiosa.
La sola idea de dormir y despertar al lado de la persona amada, aquella que reconoces con la primera mirada y que sabes es la única capaz de complementarte, juntos formando una única pieza en el mundo, incapaz de ser sustituida u olvidada. Todos esos pensamientos de un amor clásico y hermoso no los había tomado en serio.
Hasta ahora.
La sonrisa en su rostro es algo que no puede ni quiere evitar; sus ojos rebosantes de aquel amor que conoció semanas atrás miran con infinita adoración al omega que duerme entre sus brazos, la calidez de ambas pieles desnudas que sirve de caricia reconfortante a sus lobos enamorados; creando aquel vínculo único e inquebrantable que iniciaba el dulzor de aquel camino lleno de mariposas y sentimientos hermosos que los llevarían a la culminante unión, donde ambos sabían serían uno solo.
La habitación permanecía en penumbras; los aromas de ambos danzando en una perfecta sincronía, gritando aquel acto de amor y entrega que se había llevado a cabo momentos atrás.
Porque NamJoon había sido suyo, y él le había pertenecido al omega pelirrojo dueño de cada uno de sus sueños.
La marca que adorna el cuello del omega que ha reclamado como su complemento es la más ferviente prueba de que su amor ha florecido con fuerza; la magia que sintieron cuando la unión se hizo fue única e inolvidable, con la seguridad de que eran almas gemelas destinadas a estar juntas cuando en medio del acto de amor un tercer aroma fue formado, corroborando lo que sus corazones ya sentían.
Y ambos sabían que siempre estaría presente en sus mentes el momento exacto que la frescura de las Lilas florecieron como fuerte primavera para cubrir la esencia de cada uno, en aquel paso tan importante que decidieron dar juntos y tomados de la mano.
El alfa suspiró gustoso dejándose sumergir en los aromas de su omega, sabiendo que no habría mejor refugio en el mundo que aquel en el que se encontraba.
Y daría todo por él; las sonrisas más bellas siempre las guardaría para su amor, sus caricias y momentos serían dedicados con el corazón y el alma a aquel chico de cabellos rojos que en tan poco tiempo lo había hecho sentir tanto.
Porque amaba a NamJoon, y solo eso importaba.
Sintió al cuerpo entre sus brazos removerse con un poco de inquietud y preguntó.
—¿Te sientes bien?
NamJoon abrió un ojo y sonrió. —Estoy bien, pero quiero mimos.
—Lo que mí omega quiera —aseguró el castaño, sus manos dando caricias a la espalda desnuda y llena de lunares del mayor.
—Mí omega —repitió el pelirrojo, su boca encargándose de saborear aquella frase—. Qué bien suena.
El alfa estuvo de acuerdo. —¿Quieres comer algo?
—No tengo hambre —respondió NamJoon, su nariz enterrada en el fuerte pecho de su alfa—. Solo quiero estar así contigo.
Jin rió quedito ante aquello; sabía que NamJoon exigiría cercanía y mimos en los primeros días.
Y si era sincero, aquello le encantaba.
Pasaron un rato en silencio; las piernas de ambos yacían entrelazadas haciendo todo lo posible para que entre ellos quedara el mínimo espacio.
Un momento tranquilo y lleno de paz.
Hasta que NamJoon rompió en carcajadas.
—¿Qué es tan gracioso? —interrogó el alfa con una ceja alzada.
El omega lo miró con travesura. —Mi papá te matará.
—El señor Choi luce muy agradable —mencionó el menor, negándose a creer aquello.
NamJoon asintió. —Lo es, hasta que te metes con su niño consentido —confesó con malicia, el alfa tragó pesado—. No quiero ni imaginar la cara que pondrá cuando se entere que desvirgaste a su bebé.
El color se drenó del rostro de Jin.
—Bebé; tú defenderías a tu novio, ¿Cierto? —quiso saber, quizá más nervioso que otra cosa.
—¿Somos novios? —el omega mostró confusión—. Según recuerdo, no me lo haz pedido.
—¿Quieres ser mi novio?
—No.
Jin hizo un puchero. —Nam...
—Así no cuenta —dijo el mayor—. Cuando me lo pidas, quiero que sea bonito.
—¿Bonito?
—Sí, bonito —asintió—. Y solo ahí te defenderé de mi papá.
El alfa gimió lastimero. —Estoy muerto.
Y NamJoon rió, sabiendo que aquel alfa era lo único que necesitaba para ser feliz.
—Muerto de amor por mí —susurró, para luego dar un largo beso en los labios de su alfa.
Entonces Jin supo que estaba listo para afrontar todo lo que se viniera, siempre y cuando tuviera al omega que amaba a su lado.
Incluso si tenía que soportar a un furioso alfa que desearía más que nada en el mundo castrarlo, al enterarse de que su pequeño inocente, seguía siendo pequeño; pero tal vez y solo tal vez nada inocente.
Intenso 👁👄👁
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