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💗: treinta


Había un grupo completo de personas que decían estar a su disposición; el pequeño omega se encontraba en una de las tantas habitaciones de la mansión Choi, siendo preparado de manera minuciosa para el gran evento que se llevaría a cabo esa misma noche.

La gran fiesta de inauguración.

El rubiecito observaba con auténtica curiosidad la gran variedad de cosméticos y maquillajes que estaban en una mesa ubicada a su costado derecho; no podía tocar nada, ya que sus manos estaban siendo víctimas de dos chicas, las cuales se encargaban de cortar y limar sus uñas para posteriormente aplicar un poco de brillo.

Lo mismo sucedía con sus pies; otras dos mujeres se encargaban de cuidar de ellos, mientras sentía a una más haciendo quien sabe qué en su cabello.

Se sentía frustrado porque no tenía ningún espejo que le informara todo lo que estaban haciendo con él; tanto movimiento lo estaba mareando y le hacía sentir un poco de miedo al no saber con exactitud qué resultado tendría.

¿Y si quedaba como un payaso? SooBin no quería ni imaginarlo.

-Estás muy tenso, pequeño -se sobresaltó ante la voz cerca de su oído-. Relájate un poco.

—N-no es intencional —murmuró, le incomodaba estar tan quieto.

Escuchó suaves risas a su alrededor, provocando que un sonrojo se instalara en sus mejillas.

—Tranquilo, ya casi terminamos.

—¿Y podré verme? -preguntó con esperanza.

—Y podrás verte —confirmó la omega.

A los pocos minutos una de las tantas chicas se puso frente a él, cargaba una paleta que contenía varios tonos en celeste y plateado, con más de una docena de pinceles.

—Cierra los ojos, por favor —pidió ella.

SooBin estrechó la mirada. —¿También me privarán de eso?

¡Y era verdad! Le habían quitado la movilidad de manos, pies y cuello; lo único que le faltaba era que no pudiera ver a su alrededor.

Se sentía indefenso y hasta cierto punto irritado.

—Necesito maquillar tu rostro —la chica le sonrió de manera tranquila—. Te prometo que no tardará mucho.

—Puedes confiar en nosotros -habló una de las encargadas de cuidar sus pies—. Lo único que queremos es que te veas precioso.

—Solo cierra los ojos y relájate —pidió la que estaba a cargo de su cabello.

Sabiendo que no tenía mucho por hacer, el rubiecito decidió obedecer. Cerró los ojos y se permitió relajarse; a los pocos segundos sintió un par de suaves y cálidas manos masajear su rostro con sumo cuidado, mientras sentía un líquido con aroma a lavanda invadir sus fosas nasales.

—Primero te estoy aplicando un humectante de piel —explicó la encargada del maquillaje—. Tiene como función humectar y proteger, para que el maquillaje que luzcas no haga ningún daño a tu piel.

SooBin no entendía mucho, pero supuso que aquello era bueno.

Así pasó por un largo rato; sentía suaves y delicadas pinceladas que se distribuían por cada centímetro de su rostro, enfocándose más en el área de los pómulos y lacrimales.

—Pásame los cristales.

Escuchó la indicación de la sonriente omega pero decidió mantenerse con los ojos cerrados; había descubierto que sus pies y manos fueron liberados cuando pudo moverlos con total libertad, provocando que un suspiro de alivio saliera de sus pomposos labios.

No sabía con exactitud el tiempo que llevaba con los ojos cerrados, de lo que sí estaba seguro era que estaba a poco de quedarse dormido; la habitación se había llenado de un reconfortante silencio, y los movimientos en su rostro eran lo suficientemente tranquilos y delicados como para hacerlo caer en un profundo sueño.

—Listo, puedes abrir los ojos.

Al pequeño rubiecito le costó obedecer ya que la relajación en su cuerpo había alcanzado un punto máximo; sin embargo, logró ingeniárselas y poco a poco fue abriendo sus ojos.

Santa madre.

Santa Luna.

¿Era él?

El rostro que reflejaba aquel pequeño espejo, ¿En verdad era él?

Tomó con manos temblorosas el espejo ofrecido por una de las omegas y tragó en seco. Sus ojos azules brillaban más y se veían profundos con el polvo plateado y con brillo que cubría al rededor de la parte inferior del párpado; el celeste que habían esparcido en sus pómulos daba la ilusión de una fina capa de un cielo estrellado, mientras que el rojo en sus labios se veía tan bonito y brillante que el pequeño omega se imaginó los cientos de manzanas cubiertas de caramelo que siempre encontraba en la feria cuando iba de visita con su madre.

Alejó un poco más el espejo para tener una mejor vista de su rostro y abrió la boca en un perfecto círculo cuando notó los diminutos cristales que se encontraban adheridos en sus pómulos como una bonita constelación de estrellas.

Un maquillaje mágico que le hizo imposible que se reconociera.

—¿Soy yo? —preguntó en voz alta.

—Lo eres —respondió la chica del maquillaje.

—Pero, me veo bonito —susurró, no atreviéndose a tocar el maquillaje en su rostro.

—Tú eres bonito —SooBin la miró—. El maquillaje tan solo realzó esa belleza.

El menor se sonrojó, volvió a observarse en el espejo y un pequeño detalle le hizo fruncir el entrecejo en confusión.

—¿Por qué mis cejas son azules?

Observó a la sonriente mujer con la interrogante bailando en su rostro; ella suspiró y le tomó de las manos para guiarlo a través de la habitación hasta posicionarlo frente al gran espejo que estaba del otro extremo.

Cuando SooBin pudo verse con mejor nitidez todo color abandonó su rostro.

Su cabello ya no era rubio, ahora era de un profundo azul que brillaba a los costados.

La cara de pánico fue tan evidente que la chica a su lado no tardó en explicar.

—¡Saldrá con el agua! —dijo rápidamente, el menor la miró—. Es un color artificial que no se arraiga en el cabello, es meramente superficial.

SooBin dejó escapar un suspiro tembloroso.

—Bien, bien —dijo quedito, asintiendo al reflejo que veía en su espejo.

El toque de una mano en su hombro lo distrajo. —¿Te sientes bien?

—Estoy bien, es solo que estoy algo aturdido.

—Valdrá la pena —aseguró ella—. Serás el omega más hermoso en esa fiesta.

—Gracias —le sonrió ampliamente.

—¡Hora del vestuario! —anunciaron tres omegas, quienes entraron con el diseño que SooBin se había probado el día anterior.

Con un poquito de vergüenza el menor se deshizo de la bata que cubría su cuerpo dejándole en ropa interior; las mujeres se movieron rápidamente, sus manos audaces ayudándole a colocarse el traje de manera perfecta, y teniendo cuidado de no arruinar el peinado y maquillaje del pequeño. Pasaron algún par de minutos cuando el calor del traje invadió a su cuerpo, siendo los únicos detalles faltantes las botas altas, los guantes blancos y la corona de cristales azules y plateados.

—Siéntate, por favor.

SooBin obedeció y se sentó en el pequeño banquillo cubierto de terciopelo negro; pronto tuvo ante él a dos omegas, cada una concentrada en colocar los calcetines en sus pies para luego calzarlos con las altas botas negras de pequeños detalles plateados. Todo eso mientras él se colocaba los guantes blancos, sintiendo el leve peso de la corona sobre su cabeza.

Cuando estuvo listo se puso de pie y caminó un par de pasos ante la mirada expectante de todo el grupo de omegas que le habían ayudado; dió una vuelta en su eje y miradas llenas de satisfacción lo recibieron provocando que un rubor adornara sus mejillas y orejas.

—Luces como un verdadero príncipe —afirmó una de ellas, provocando que las demás asintieran con seguridad.

Y SooBin realmente se sentía como uno.

Un príncipe.


Yeonjun se paseaba de un lado a otro en el amplio salón; el traje negro que llevaba era incómodo y le molestaba el sonido que sus botas creaban cada vez que caminaba.

Llevaba diez minutos esperando al omega y ya estaba a nada de perder la paciencia; se quitaba los guantes y nuevamente se los volvía a poner en un proceso aburrido y repetitivo que lo tenía entretenido a medias.

—¿Por qué tarda tanto? —renegó para sí, golpeteando el piso con ayuda de su pie derecho.

Observó el reloj de pared corroborando que aún tenía el tiempo suficiente para llegar; sin embargo, él quería ver ya al omega y así salir lo más pronto posible de su mansión antes que la prensa los interceptara.

No tuvo que esperar mucho, a lo lejos pudo escuchar apresurados pasos acercarse a las escaleras; el alfa llevó la mirada hacia ese lugar, encontrando al grupo de omegas que había contratado para que alistaran al menor.

—¿Ya está listo? —preguntó cuando las chicas estuvieron a su lado.

Todas sonreían con completo orgullo.

—Lo está —anunció una de ellas.

—¿Y entonces? —apuró el pelinegro—. ¿Qué espera que no baja?

En poco tiempo pequeñas y pausadas pisadas se dejaron escuchar; YeonJun nuevamente miró hacia las escaleras, y cuando lo hizo sintió como un jadeo de sorpresa quedaba atorado en lo profundo de su garganta.

La visión que tenían sus ojos era sublime y perfecta.

Un hermoso joven de cabellos azules y brillantes bajaba con paso parsimonioso por las amplias escaleras; una de sus manos perfectamente enguantada se sujetaba del acabado de madera pulida que había en los extremos de ambos escalones, mientras la mirada azul permanecía fija en el alfa estático que le esperaba de pie en la sala.

YeonJun sintió un remolino de emociones asentarse en su interior; su lobo había despertado en interés ante la visión que su lado humano le estaba proporcionando, siendo ambos presos voluntarios de la belleza innegable del menor.

La mirada tan profunda y penetrante del alfa lo tenía avergonzado; YeonJun le miraba con una intensidad que logró estremecer su pequeño cuerpo de manera agradable, sintiendo como una pequeña sonrisa nacía de su rostro cuando pudo ver admiración y calidez en los orbes del mayor.

—Luces precioso —el halago no pudo ser retenido, pues YeonJun sabía que sus labios solo afirmaban lo que sus ojos habían gritado.

SooBin bajó la mirada, sintiendo miles de sensaciones invadir en su interior de manera cosquilleante.

El alfa tragó en seco, mientras pensaba que sería imposible el mantenerse alejado de aquel precioso omega, porque sí; YeonJun admitía que SooBin era sumamente hermoso, tanto que lograba aturdirlo por varios minutos, sintiendo que su lengua jamás podría decir más que leves balbuceos idos, en un momento eterno donde su concentración yacía únicamente en el pequeño frente a él.

Carraspeó, en un intento por encontrar su voz.

—Es hora de irnos —anunció, ofreciendo uno de sus brazos para que el omega lo tomara.

El ahora peliazul asintió manteniendo su timidez intacta; se sujetó del fuerte brazo y ambos caminaron en silencio hasta la salida de la mansión, bajo la mirada de muchas omegas emocionadas.

—¡Son tan lindos! —canturreó una de ellas, fingiendo derretirse de amor.

En el exterior los ojitos de SooBin se ampliaron al ver la gran y lujosa limusina de color blanco.

—¿Iremos en ella? —preguntó con un poco de emoción.

YeonJun le sonrió asintiendo, y abrió la puerta para permitirle el ingreso.

SooBin ingresó en el cómodo espacio y seguido de él lo hizo el pelinegro; en el interior todo lucía iluminado gracias a las luces que estaban en el techo.

—Estamos listos —anunció YeonJun a su chofer, quien inmediatamente puso el vehículo en marcha.

El omega decidió distraerse con las cosas que habían en la pequeña mesita adjunta; miró con curiosidad las botellas de licor las cuales tenían forma extraña; los líquidos también tenían colores que él nunca había visto en su vida, sintiéndose bastante entretenido con los vasitos chiquitos que le provocaron ternura.

Soltó suaves risas, sin percatarse de la mirada que YeonJun tenía sobre él. El alfa lo veía en silencio, le parecía increíble que el omega se sorprendiera por cosas tan pequeñas, y realmente no pudo ni quiso perder detalle alguno de los gestos que el rostro del menor hacía ante un nuevo descubrimiento.

El camino hacia el hotel transcurrió en un ambiente tranquilo, donde ambos permanecieron en un silencio cómodo, que de vez en cuando era roto por las tenues risas del menor.

Diez minutos después el ruido del exterior más el potente sonido de un helicóptero le hicieron saber al alfa que habían llegado. YeonJun miró a través de la ventanilla, frunciendo el ceño al corroborar la gran cantidad de paparazzis que le esperaban al bajar de la limusina.

El ruido fue tal que logró captar la atención de su acompañante, quien se veía bastante entretenido en acomodar los licores por tamaño de botella y color.

—¿Es aquí? —preguntó el omega, inclinándose un poco sobre el cuerpo del alfa para poder ver hacia el exterior.

A diferencia de lo que pensaba, SooBin lucía bastante tranquilo y confiado.

—Sí —soltó un suspiro—. ¿Estás listo para salir?

El menor arrugó la nariz. ^Hay mucha gente.

—Lo sé, esta noche es muy importante —el alfa compuso una sonrisa—. Pero siempre estarás conmigo.

SooBin tomó una de las manos del alfa, sorprendiendo al mayor por tal acto.

—Entonces estoy listo —susurró&. Si usted está conmigo —sus ojos impactaron con los del mayor—. Lo estaré siempre.

El mayor le sonrió con orgullo dando un apretón a la pequeña mano que sostenía; en pocos segundos sintieron como la puerta del vehículo era abierta, provocando que los nervios de ambos se dispararan.

YeonJun salió de la limusina manteniendo una expresión neutral, ignoró por completo los flashes de las decenas de cámaras que eran apuntadas a su dirección y se concentró en ayudar a salir a su acompañante.

SooBin salió con movimientos torpes, y cuando lo hizo su cuerpo fue cubierto por uno de los brazos del alfa de manera instantánea.

Cuando la prensa miró al hermoso omega que acompañaba al exitoso empresario no hizo más que enloquecer; trataron de acercarse para conseguir una mejor toma de ambos, pero la seguridad del hotel se encargaba de mantenerlos a raya.

SooBin se sentía pequeñito ante tantas personas.

—Recuerda lo que te dije hace un tiempo —habló YeonJun a través del bullicio, provocando que el menor lo mirara—. Nunca bajes la mirada.

El peliazul sonrió, y con un poco de confianza recuperada alzó su mirada viendo al frente y luciendo seguro mientras caminaba del brazo de su acompañante.

Al ingresar ambos se percataron del cambio de ambiente. El gran salón perfectamente decorado se mantenía con un ambiente ameno y elegante; la suave música que la orquesta presentaba resultaba en demasía relajante, provocando que la agitación del exterior quedase en segundo plano.

Fueron recibidos por una horda de aplausos; las miradas de todos los invitados estaban puestas en ellos, y contrario a lo que SooBin pensaba, él también era notado.

YeonJun afianzó el agarre que mantenía en el menor y siguieron caminando con calma y una pequeña sonrisa de cortesía en sus rostros; porque aunque SooBin no conociera a la mayoría de los presentes, quería dejar una buena impresión de su imagen.

Los primeros en saludarlos fueron el matrimonio Choi.

—SooBin —saludó BeomGyu con una hermosa sonrisa—. Luces encantador.

El peliazul hizo una pequeña reverencia en agradecimiento.

—Te dije que te verías como un auténtico príncipe —chilló TaeHyun emocionado—. Estás bellísimo, pequeño.

—Muchas gracias, TaeHyun hyung —respondió con una sonrisa.

BeomGyu miró a su amigo. —Ya es hora que des el discurso de bienvenida.

El alfa asintió y miró a su acompañante. —¿Me acompañas?

—Creo que sería mejor que lo dejes con nosotros —opinó BeomGyu—. El pequeño SooBin puede sentirse incómodo ante tantas luces sobre él —el mencionado asintió en acuerdo y BeomGyu le guiñó un ojo al pelinegro—. Podrás tenerlo de vuelta cuando lo invites a bailar.

YeonJun hizo un sonido afirmativo y caminó hacia el escenario que había en el salón. Mientras tanto, SooBin permaneció todo ese momento con el matrimonio Choi, quienes hicieron todo lo posible para que él se sintiera cómodo.

—¿Dónde está NamJoon hyung? —preguntó SooBin luego de unos minutos.

—Debe de andar por ahí -respondió BeomGyu—. Hace poco lo vi con mi padre.

—¿El señor SeungHyun está aquí? —quiso saber, aquel alfa le había resultado muy agradable.

El alfa sonrió. —Sí, vino con mamá.

La pequeña charla tuvo que parar tan pronto como la voz ronca del pelinegro se escuchó a través de los altoparlantes.

—Sean todos bienvenidos a la inauguración de la nueva línea que Choi'Skin ha traído para ustedes. Estas últimas semanas han sido ajetreadas e increíbles para cada uno de nosotros; descubrimos que nuestra capacidad como equipo iba más allá de lo que estábamos acostumbrados a mostrar, y esta nueva etapa es prueba fiel de ello. Quiero agradecer a cada uno de los involucrados en este proyecto, todos son personas talentosas y capaces que dieron todo su empeño para que este sueño se realizara; sin ustedes nada sería posible, es por eso que pido un aplauso dedicado a todos nosotros; porque lo merecemos después de tanto esfuerzo.

Todos los invitados aplaudieron con efusividad; el pequeño SooBin quien permanecía al lado del matrimonio Choi se unió a los aplausos con una enorme sonrisa adornando su rostro, sonrisa que tembló un poco cuando la mirada del alfa se cruzó con la suya.

Yeonjun nuevamente hizo uso del micrófono.

—Y ahora ha llegado el momento de bailar —la mirada del pelinegro seguía puesta en el omega peliazul, SooBin sintió sus nervios a flor de piel-. Choi SooBin —llamó frente a todos; una de las tantas luces iluminó el lugar donde se encontraba el menor—. ¿Me concederías el honor de acompañarme en este vals, bajo el cielo iluminado por un millón de estrellas?

Los ojitos hermosos y brillantes demostraban toda aquella emoción contenida; Choi SooBin brillaba con eterna belleza bajo el manto iluminado de las luces de aquel hotel, mientras observaba con atención los pasos que YeonJun daba para acercarse a él.

Y cada paso que el pelinegro avanzaba era un incentivo para el alocado latir del corazón del menor.

No supo en qué momento el matrimonio Choi lo había dejado solo, tampoco supo con exactitud desde cuando todas las miradas estaban puestas en él. Su completa atención recaía en el alto pelinegro que se acercaba con pasos seguros y con la mirada puesta en él y solo en él.

El suave tacto que tuvieron ambas manos enguantadas fue perfecto para ellos; un suspiro tembloroso abandonó los labios del menor cuando sintió el suave pero firme agarre que el alfa hizo en su cintura, aún con el nerviosismo haciendo estragos dentro de él, llevó su mano izquierda al fuerte hombro, mientras la derecha era fielmente sujetada por su pareja, con sus miradas clavadas en el rostro contrario sin querer dar la mínima señal de separarse, y escuchando la suave melodía que inundó al salón fue que iniciaron con aquel suave y romántico vals.

Y sí, fue un momento mágico bajo un millón de estrellas, las mismas que brillaban con fuerza en los ojos de ambos
El resto de la velada había transcurrido de manera tranquila.


YeonJun había cumplido con su promesa de permanecer a su lado; SooBin sonreía de manera tímida cada vez que era presentado por el mayor, sintiendo aquel sutil agarre en su cintura en demasía reconfortante.

Hubo un momento de la noche en el que pudo reunirse con NamJoon; el omega pelirrojo había asistido en compañía de SeokJin creando verdadera sorpresa en el menor al verlos tan juntos y sonrientes.

El pelinegro había aprovechado ese momento para reunirse con unos amigos que habían llegado de visita desde América, confiando en que SooBin se encontraría cómodo con la presencia de SeokJin y NamJoon.

Por supuesto que así había sido; a SooBin le agradaba el momento que estaba pasando e incluso su sonrisa había pasado de tímida y ensayada a confiada y auténtica.

Sin embargo, no todo podía ser tan perfecto.

—Vaya, nunca creí que YeonJun se rebajaría al nivel de traer a la servidumbre con él.

El omega no tuvo que voltear para reconocer aquella voz. Aquel tono tan despectivo y cruel solamente pertenecía a una persona.

Lia.

La omega había estado observándolo desde que la fiesta había iniciado; en todo momento estuvo esperando con paciencia a que SooBin quedara completamente solo, encontrando su oportunidad cuando NamJoon y SeokJin habían decidido ir por algunas bebidas.

El menor la encaró con aparente tranquilidad; ella lucía muy hermosa en aquel vestido verde esmeralda, su cabello llevaba un recogido alto donde dejaba lucir unos perfectos rizos que realzaban el maquillaje que su fino rostro lucía.

Tan elegante.

Tan hermosa.

Y de repente, se sintió ridículo y fuera de lugar.

"Servidumbre"

Ella tenía razón, él era solo un empleado que había asistido a ese gran evento por orden de su jefe.

¿Por qué se permitió siquiera soñar?

En esos momentos lo que más quería era abofetearse.

—No creo que sea adecuado que una señorita tan refinada se rebaje a mi nivel —respondió luego de un rato en el que trató de ordenar sus pensamientos.

Lia asintió estando de acuerdo. —Lo sé, pero no se me hizo justo que te hicieran esto —fingió pesar y SooBin frunció el ceño en confusión—. YeonJun sí que ha llevado al máximo límite nuestra apuesta.

El corazón del omega se hundió de manera dolorosa.

¿Apuesta?, ¿Había sido una apuesta?

No, se negaba a creerlo.

—M-mentira —de verdad odió el temblor en su voz.

La mayor rió con malicia. —¿Encuentras otra respuesta lógica? —preguntó, barriéndole de pies a cabeza con su mirada cargada de desprecio—. Eres un mocoso pobretón que está fuera de lugar, ¿Viste como todos te miraban? —SooBin retrocedió un paso—. Fuiste la perfecta atracción -asintió con una sonrisa cruel—. YeonJun está dolido conmigo, y decidió que lo mejor sería darme celos usándote a ti —el menor negó, aquellas palabras dolían-. Tan inocente que fue mi alfa, no sabe que lo único que provocó fue que me divirtiera con el tremendo espectáculo que montaste —se acercó unos pasos y realmente disfrutó ver el dolor en los ojos del omega—. ¿Y sabes qué? -susurró cerca de su oído—. Más tarde me encargaré de agradecérselo cuando me haga suya en la cama.

Los ojos azules ardían en dolor palpable, más el omega se esforzó en retenerlas. Levantó la mirada y encaró a la mujer que le seguía sonriendo con superioridad.

—Tiene razón, yo no pertenezco a este lugar —dijo, provocando que Lia asintiera—. No tengo la frialdad y falta de empatía que todos ustedes poseen —la sonrisa en ella se borró—, y quizá no venga de cuna de oro, tampoco tengo los millones que ustedes tanto presumen; pero sí tengo algo que usted no tiene, ni nunca podrá tener —se acercó sin vacilación hasta la mayor quien se encontraba mortalmente seria—. Y eso es autenticidad y amor propio.

Las palabras quedaron atascadas en la garganta de la modelo; SooBin pasó a su lado como una potente tormenta y desapareció del salón en pocos segundos, dejando un tenue rastro de su tristeza en el tenue aroma que aún danzaba en el ambiente.

Ella sonrió complacida y giró en busca de algún bocadillo; sin embargo, quedó estática en su lugar ante la mirada furibunda que el pelinegro le daba.

—Y-YeonJun —sonrió de manera temblorosa.

La mirada gélida del alfa caló en lo profundo de su alma hasta hacerla retroceder.

—Eres tan patética —la voz del mayor era dura y sin sentimientos; YeonJun se acercó y le susurró de manera amenazante—. Reza para que encuentre a SooBin.

El alfa avanzó un par de pasos cuando sintió el toque de la mujer en su brazo izquierdo, rápidamente se zafó de un manotazo provocando que Lia retrocediera asustada.

—No te entiendo, YeonJun —dijo ella—. Ese chiquillo no tiene la mínima importancia, ¿Por qué perderías tu tiempo con él?

El pelinegro no la miró cuando respondió. —Quizá para ti, pero para mí sí la tiene.

—E-eso no es cierto.

—Piensa lo que quieras —gruñó él—. No quiero verte cerca de SooBin, nunca, ni en tus más remotos pensamientos pienses en volver a acercarte a él —finalmente la encaró—. Si lo haces, prometo hacerte de tu vida una mierda, ¿Quedó claro?

Loa bajó la cabeza asustada, nunca había visto a YeonJun tan furioso.

—S-sí.

Y no obtuvo respuesta, pues el alfa había corrido fuera del salón sin importarle las miradas curiosas que siguieron su camino; siendo el encontrar al pequeño omega su única prioridad.

Lo único que verdaderamente le importaba.

SooBin se había refugiado en el enorme y bonito jardín que estaba ubicado en el centro del hotel; no sabe cómo había llegado ahí, en su mente lo único que tenía presente era que quería estar solo para poder desahogarse.

Aquel lugar tan tranquilo le pareció perfecto para él; muchas rosas cubiertas con miles de luces iluminaban su camino hasta la hermosa fuente que dejaba emanar el agua cristalina de manera suave y casi melodiosa, sirviendo como un cálido consuelo al gran dolor que torturaba a su pecho.

<<Fuiste una apuesta>> y las lágrimas ya no pudieron ser retenidas.

Lloró sin saber por qué; el peso en su pecho le obligaba a gritar y sacarlo todo con fuerza, los sollozos y las lágrimas fluían sin descanso, mientras el reflejo de su tristeza quedaba expuesto en la cristalina agua que era iluminada por el cielo de luces a su alrededor.

Se sentía tan solo y perdido que inevitablemente el pensamiento y anhelo por tener a su madre con él le golpeó con fuerza; el llanto aumentó, lamentando que su maquillaje se arruinara por las espesas lágrimas que iban cayendo hasta unirse con el agua de la fuente.

Sintió un suave toque en su hombro derecho y su cuerpo se sacudió con fuerza con el llanto incrementado, al saber de quien se trataba.

—V-váyase —hipó, se sentía tan patético.

YeonJun suspiró, descubriendo que no le gustaba ver al menor llorar. Se inclinó y de manera suave fue moviendo el cuerpo tembloroso del omega hasta que miró aquellos ojitos irritados y llenos de lágrimas.

—No llores, por favor —pidió, sus manos libres de guantes se encargaron de limpiar cada una de las lágrimas.

SooBin le miró a los ojos, y el alfa sintió un enorme peso en su estómago.

Porque él quería verlo sonreír.

—E-ella dijo...

—Sé lo que dijo —le interrumpió el alfa, mientras ayudaba al menor a ponerse de pie—. Y todo lo que dijo es mentira, cachorro.

SooBin sorbió su nariz. —Pero...

—Escúchame —pidió el alfa, decidiendo sentarse en la fuente; SooBin hizo lo mismo, sentándose a su lado—. Todo lo que ella dijo fueron puras mentiras -aseguró-, lo hizo porque se siente celosa.

—¿Celosa? —SooBin ladeó la cabeza.

—Sí —YeonJun sonrió con dulzura, una sonrisa que solamente nacía para SooBin—. Está muy celosa de ti.

—Pero, ¿Qué puedo tener yo que ella quiera? —el menor no entendía.

—Dulzura —susurró el alfa—. Inocencia, autenticidad, belleza.

El peliazul arrugó la nariz. —Ella es muy bella, es una modelo.

—Tú eres más precioso —la mirada del alfa era sincera.

El pequeño se sonrojó. —No entiendo por qué me odia tanto.

—Ella y yo fuimos algo que distaba mucho de la seriedad y compromiso; sin embargo, para ella era suficiente —contó el alfa—. Fue corto y sin importancia, es por eso que aún me sorprende el que siga tan apegada a algo inexistente.

Una duda crecía en el omega, y sabía que tenía que sacarla o no podría estar tranquilo.

—¿A usted le gustaba ella?

YeonJun hizo una mueca pensativa. -No lo vería de ese modo —dijo—. Más bien fue una efímera atracción, algo pasajero.

—Ya veo —susurró SooBin, mirando hacia los amplios rosales.

Permanecieron en silencio por un largo rato; la presencia del otro lograba reconfortar al contrario y ambos se sentían bien de aquella manera.

Las palabras no eran necesarias.

Hasta que SooBin no pudo seguirlo soportando.

—¿Es verdad lo que ella dijo? —preguntó con necesidad, los ojos del alfa lo miraron—. ¿Solo fui una apuesta?

—No —la respuesta del mayor fue inmediata—. Nunca serías algo así para mí.

—Entonces, ¿Por qué me trajo aquí?

YeonJun se giró y el menor hizo lo mismo; ambos estando frente a frente.

—Porque quería venir contigo —respondió el pelinegro, atreviéndose a tomar las manos del menor entre las suyas.

El corazón de ambos se aceleró con aquel toque.

—¿Por qué? —volvió a preguntar el menor.

YeonJun suspiró, dando un suave apretón en las pequeñas manos y observando atentamente a los ojos contrarios.

—Porque me gustas —reveló, SooBin se ruborizó mientras ampliaba los ojos—. Me gustas mucho, Choi SooBin.

El corazón de ambos no hizo más que aumentar; YeonJun no terminaba de explicarse de donde había obtenido aquel valor y seguridad que había demostrado en sus palabras; sin embargo, decidió que quería arriesgarse un poco más.

Después de todo, no había mentido.

Había descubierto que aquel omega malcriado le gustaba.

Y mucho.

Las manos del alfa viajaron al rostro del omega donde acunaron con suavidad; SooBin se inclinó ante el cálido toque, y sintió como su corazoncito latía furioso cuando la mirada del mayor se posó en sus labios.

Relamió sus labios por reflejo.

Ambos rostros se fueron acercando de manera lenta y agónica; la mirada de los dos estaba fija en el otro, a la espera de ver inseguridad o algún atisbo de miedo, más lo único que brillaba con intensidad, dejándose ver en aquellos pares de ojos era el anhelo puro de aquel toque que sabían, ambos deseaban.

YeonJun respiró profundo, mientras unía su frente con la del menor, ambos con los ojos cerrados y con sus manos acariciando al rostro contrario.

—Lo quiero —murmuraba el alfa, a milímetros de la boca contraria—. Lo quiero tanto...

SooBin respiró de manera dificultosa. —Y-yo también lo quiero...

Tras lo que pareció ser una eternidad aquel cálido toque llegó con un nuevo tumulto de sensaciones que arrasaron en el interior de alfa y omega. Los labios del mayor reclamaron los esponjosos del peliazul en un lento y cálido beso, sus movimientos eran sutiles y pausados, llenando de sentimientos al pequeño que se estremecía entre sus brazos; las manos del pelinegro acariciaron con cariño la piel del contrario haciendo de aquel toque algo único e íntimo, provocando nuevos estremecimientos en SooBin quien experimentaba por primera vez todo aquello.

El ser besado, sabiendo que había entregado una de sus tantas primeras veces.

Compartiendo su primer beso con alguien que lo hacía sentir diferente.

Y se sentía bien, se sentía pleno.


VIVAN LOS NOVIOOOOOOS EALEEEEEEE

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