💗: setenta y siete
—¿Qué te parece? SooBin se encargó de hacer de este lugar una maravilla.
Lia rodó los ojos sin que el alfa le viera; estaba harta de escuchar el nombre del mocoso en cada minuto que pasaban juntos, más sabía que debía tener paciencia y saber jugar sus cartas bien.
—Es un lugar precioso —articuló, tratando de mostrar una voz asombrada.
Ambos se encontraban en el salón que al día siguiente recibiría a todas aquellas personas que quisieran una flor con su significado y una dedicatoria especial; YeonJun veía cada rincón con ojos brillantes de orgullo, pues él había sido testigo de todo el esfuerzo que su omega puso en cada detalle.
—¿Hay alguna flor que te guste? —indagó el mayor, metiendo las manos en los bolsillos de su pantalón de vestir.
Lia le sonrió con timidez. —Solo las rosas, pero no veo ninguna por aquí.
—SooBin dijo que las agregaría en la semana entrante —ladeó la cabeza—. Aunque no sé los colores.
La omega caminó por el lugar, pensando que había llegado el momento ideal para hacer lo que tenía pensado. Fue así como se posicionó delante del alfa y de manera sorpresiva inició a sollozar.
YeonJun se alarmó al notar que estaba llorando y sin saber la razón; se acercó un par de pasos, sujetándola de los hombros de manera suave, mientras sentía bajo su tacto el leve temblor que los sollozos provocaban en el cuerpo más pequeño.
—Lia, ¿Estás bien? —no era fanático de dar consuelo, pero tampoco podía pasar por alto el llanto de la mujer.
Ella suspiró antes de responder. —N-no, en casa es un desastre.
—No estoy entendiendo —y era verdad, aunque si era sincero consigo mismo, no le interesaba.
Alejó las manos de los hombros de la menor y caminó por los alrededores contemplando las bonitas flores; es cierto que estaba aliviado con el cambio que Lia había mostrado, pero también estaba bastante seguro de querer mantener una distancia para que la omega no tuviera oportunidad de hacerse ideas equivocadas.
Un poco extremista, pero necesario.
—Son mis padres —sollozó más fuerte—. Las peleas entre ellos han aumentado, y no sabes como me duele imaginar que puedan llegar a separarse.
El alfa la miró con neutralidad. —Pienso que si ya no se aman, lo más sano es que se separen.
—Mi madre lo ama —defendió la menor—. El problema es mi padre.
—Igual, no creo que debas meterte en esos asuntos —fue todo lo que dijoYeonJun no se le ocurría que más decir y la verdad es que no le importaba—. Es problema de ellos, no tuyo.
Lia bajó la mirada a sus pies. —Eso no quita que duela.
Los sollozos volvieron y YeonJun estaba entrando en desesperación al no saber qué hacer; quería que la menor se calmara para que dejase de llorar, nunca le gustó que la gente llorara, al menos no frente a él ya que no sabía como consolarles para hacerles sentir mejor. Descubrió entonces que su única excepción era SooBin, porque con él no importaba lo que tuviera que decir o hacer, siempre lo haría para que su pequeño se sintiera cómodo y reconfortado.
—YeonJun —el llamado lastimero le causó cierto grado de desagrado.
—¿Si? —respondió, la mueca no pudo ocultarla porque sentía cierto grado de lástima por la omega.
Lia se acercó un poco. —¿Podría darte un abrazo? —al ver que el alfa se iba a negar rápidamente agregó—. Por favor, por los viejos tiempos.
El alfa soltó un pesado suspiro, más asintió al pedido de la menor. Lentamente abrió sus brazos y Lia corrió a refugiarse en ellos, con movimientos pesados y rígidos rodeó el pequeño cuerpo, en un pobre intento de dar un poco de consuelo; sin embargo, aquel toque le incomodaba porque lo sentía tan incorrecto que llegaba a quemar en cada porción de sus entrañas.
—Tu lobo me está gruñendo —comentó la omega con diversión, mientras su rostro permanecía oculto en el amplio pecho del mayor.
—Estamos recién enlazados con nuestra pareja —respondió YeonJun, con una sonrisa boba en su rostro—. Es normal que no acepte la cercanía de otro omega.
Ambos se miraron y compartieron una pequeña sonrisa. La tensión en el alfa era palpable y la omega sabía que estaba buscando la mínima oportunidad para alejarse; fue cuando decidió dar un paso más, ya que hace varios minutos había notado la presencia de cierto niño.
Y la mirada cristalizada por el dolor fue tan satisfactoria de ver, que Lia no podía dejar de sonreír.
Apretó entre sus manos la tela del saco gris que el alfa portaba y se puso de puntillas de manera lenta y angustiante, sus intenciones eran claras tanto para ella como para el omega que salió corriendo sin mirar atrás, dejándole con un sentimiento agradable burbujeando en su pecho al saber del sufrimiento que había causado.
Por otro lado, YeonJun se encontraba rígido como una estatua; la proximidad de la omega le estaba mareando a un nivel tan fuerte que llegó a asustarlo. La miró ponerse de puntillas y supo sus intenciones, no la apartó y la miró directamente a los ojos con una mirada fría y cargada de rechazo, con la esperanza que Lia entrara en razón y se alejara por las buenas.
No lo hizo.
La omega no pudo ni rozar los labios del alfa porque éste la había empujado con tanta fuerza que logró tumbarla al suelo. La violencia con la que fue lanzada la asustó por breves momentos, para luego recomponer su máscara y mirar al mayor de manera triste y desilusionada.
—YeonJun...
El mencionado se limpió los labios con fuerza; sin importar si aquello ofendía más a la omega que permanecía en el suelo, tampoco importaba el hecho de que sus labios no se hayan tocado, la proximidad estuvo ahí, y ese era motivo suficiente para sentirse asqueado.
—No vuelvas a hacer eso —la voz del mayor se escuchó fría y tosca—. Si lo haces, me olvidaré de la amistad que tanto te empeñas en mantener.
Lia se puso de pie cuando se convenció que el mayor no le ayudaría a hacerlo. Compuso su vestido y miró al pelinegro, fingiendo arrepentimiento.
—De verdad lo lamento, fue un impulso.
El lobo de YeonJun estaba incómodo, caminaba en círculos y gruñía por doquier, los sonidos se escuchaban tan claros en su mente que se le hacía imposible pensar en otra cosa que no fuese SooBin, aunque no entendiera el por qué.
—Lo mejor será que no vuelvas a acercarte a mí —la respuesta de YeonJun fue algo que Lia nunca esperó—. Mientras no aprendas a controlar tus impulsos, te quiero lejos.
Ella apretó los puños, un acto que no pasó desapercibido para el alfa.
—YeonJun, estás siendo extremista —rió un poco—. Solo quería darte un pequeño beso.
—Tengo un omega del que he hablado la mayor parte del tiempo —alzó una ceja, estaba empezando a irritarse—. ¿Cómo pudiste siquiera imaginar que podría engañarlo?
En esos momentos, tras escuchar lo dicho por el alfa, el odio que la omega sentía por SooBin no hizo más que aumentar. El mocoso le había quitado lo que desde un principio fue destinado para ella, así que no pensaba retroceder en su plan, porque si YeonJun no era para ella, no sería para nadie.
—Tienes razón —respondió con una mueca de pesadumbre.
YeonJun se encontraba en demasía incómodo, y aún no terminaba de entender la irritación que emanaba su lobo, pero sin duda aquello no le estaba ayudando a tranquilizarse.
—Lo mejor será que volvamos —anunció, apuntando con la mandíbula la salida del lugar—. No quiero que esto se preste a malos entendidos.
Lia asintió. —Está bien, YeonJun.
Salieron en completo silencio, una capa de tensión cubría el entorno entre ellos provocando más incomodidad en el alfa y frustración en la omega, al ver como el mayor se alejaba de ella. En el salón principal todo parecía estar en orden, hasta que hubo un detalle que YeonJun ya no pudo seguir ignorando.
—¿Dónde está SooBin? —le preguntó a NamJoon apenas se encontró con él.
El pelirrojo le miró con confusión. —¿No estaba contigo?
El mayor no respondió y en su lugar siguió buscando. Caminó por los alrededores, regalando un par de sonrisas a las personas con las que se iba encontrando, la sensación pesada y extraña en su interior aumentó conforme los minutos pasaban y él no veía rastros de su pareja.
Aquello no le estaba gustando, y la angustia de su lobo no le dejaba pensar con claridad, inclusive, la simple tarea de respirar se le estaba dificultando.
La sensación de haber hecho algo mal estaba presente martillándole en lo profundo de su mente; el animal en su interior se retorcía molesto con él mismo, todo envuelto en una montaña de sentimientos confusos que no podía llegar a entender por completo.
Cerró los ojos y trató de escarbar en su interior en busca del mínimo indicio que lo guiara a su omega; pero por más que lo intentó, no pudo encontrar nada.
<<Omega>>
Y entonces el miedo llegó a él como fuerte tempestad, porque SooBin no estaba, se había ido y YeonJun presentía que él era el único que tenía la culpa.
Ese pensamiento fue el único claro en su mente, la cual estaba nublada, provocando que angustiara cada centímetro de su alma.
Y dolió, dolió mucho.
Caminaba sin rumbo fijo y con la mirada borrosa por las múltiples lágrimas que salían sin descanso. Sus pies los sentía pesados y adormecidos por el mismo agotamiento que cubría cada porción de su cuerpo.
Lo único que deseaba era desaparecer, su corazón dolía mucho y todo parecía indicar que tendría que vivir con ese dolor porque no existía manera en el mundo en que SooBin pudiera olvidar lo que había visto momentos atrás.
YeonJun la abrazaba a ella...
YeonJun reía con ella...
YeonJun...
Una imagen que era necesaria de ver para poder creerla, y cuando lo hizo realmente agradeció no haberse quedado hasta el final.
Los sentimientos que le golpearon fueron instantáneos y no sabía cómo lidiar con ellos. Se sentía molesto, triste y una pequeña porción de él también se sentía culpable... culpable porque no fue suficiente.
Sabía que no quería ver a YeonJun; no tenía la fuerza suficiente para preguntarle de frente y pedir explicaciones, mucho menos para escuchar de la boca del alfa los sentimientos nacientes por otra persona que no es él. Es por eso que decidió huir como un completo cobarde, al menos hasta que sus ideas se aclaren y pueda verle a los ojos sin derrumbarse.
Aunque SooBin duda que eso algún día pueda pasar, nunca en su vida se había sentido tan perdido y frágil; ni siquiera cuando su madre murió, ya que en ese entonces tuvo que sacar fuerzas de donde no las tenía por el bien de sus hermanos.
Ahora, no tenía un motivo para ser fuerte y él solo quería llorar.
Caminó un par de pasos más, vislumbrando a lo lejos una pequeña plaza iluminada por faroles; estaba lo suficientemente sola y supo que sería un lugar donde podría pensar con claridad, mientras su mente trataba de descansar del agobio que le atormentaba sin descanso.
Tardó dos minutos en llegar, se adentró al lugar el cual mantenía a pequeñas familias que pasaban un momento agradable. Sus ojos irritados buscaron algún punto escondido, donde su tristeza no fuese notoria para no importunar a los demás.
Lo encontró en una banca lejana que estaba próxima a un jardín, caminó con la cabeza gacha porque no quería que notaran su estado lamentable y rápidamente se sentó, ocultándose tras las plantas verdes que cubrían de algún modo el desasosiego que él mismo llevaba.
Su móvil no había parado de sonar; lo revisó para comprobar la hora y se sorprendió al saber que casi eran las veintiún horas, así como al ver más de sesenta llamadas perdidas de YeonJun, y muchas más de sus hermanos y su padre.
Justo en ese momento sonó, anunciando una llamada más de parte del alfa pelinegro, SooBin miró con una mueca el aparato antes de apagarlo y guardarlo en el bolsillo de su pantalón.
Estuvo en silencio y perdió la cuenta del tiempo; las familias poco a poco se iban yendo, dejando la pequeña plaza solitaria y silenciosa para que el pequeño omega sintiera con mayor fuerza la agonía que lo estaba consumiendo.
—¿Se puede saber qué haces aquí?
La pregunta fue hecha con total desconcierto. SooBin levantó la mirada, llevando sus ojos irritados y llorosos a la persona frente a él.
—GeunSuk hyung —hipó.
El peliblanco hizo una mueca al ver el estado del menor, con pasos vacilantes se acercó y se sentó a su lado mirando a su alrededor, encontrando completa soledad y silencio.
Hizo una mueca. —Este no es el mejor lugar para que estés.
—N-no me importa —susurró con la voz entrecortada.
—Estamos solos aquí, SooBin —estrechó la mirada—. ¿Qué tal si no he pasado por casualidad y algo te pasa? Las calles por la noche no son seguras para un omega como tú.
El rubiecito le miró. —¿Un omega como yo?
—Pequeño, frágil e inocente —asintió el alfa, mirando con curiosidad las nuevas lágrimas que recorrían las mejillas irritadas—. ¿Qué te tiene tan mal?
—No quiero hablar de eso —dijo el menor, limpiando con brusquedad las lágrimas que corrían por su rostro.
El mayor se encogió de hombros; miró su reloj y gruñó por lo bajo, se puso de pie ofreciendo una de sus manos al menor, quien le lanzó una mirada confundida.
—Te llevaré a tu casa —anunció.
—No tengo casa —respondió el omega con toda la amargura que estaba sintiendo.
El alfa sonrió ladeado. —No puedo dejarte aquí, peor si estás solo.
—Estaré bien.
—A leguas se nota que no —metió las manos en los bolsillos de su chaqueta y le miró con aburrimiento—. Vamos, lindura no seas tan terco.
Los ojos de SooBin se llenaron de lágrimas una vez más, él de verdad quería estar bien pero no podía, no encontraba esa paz que tanto estaba anhelando, ni siquiera la soledad que tuvo momentos atrás pudo dársela.
—Hyung... yo de verdad no quiero volver... no deseo verlo... —sollozó.
Aquella información fue interesante de escuchar.
—¿Te refieres a YeonJun? —cuestionó.
—S-sí —llevó sus manitas al pecho donde apretó con fuerza.
El alfa se balanceó en su lugar pensando en sus opciones; diversidad de ideas llegaban a su mente, unas más complicadas que otras, pero absolutamente todas igual de tentadoras. Mordió su labio inferior por algunos segundos y finalmente intentó con una de ellas.
—¿Quisieras ir a mi casa? —SooBin le miró de manera inmediata—. Ahí pasarías una noche tranquila y segura.
El rubiecito no sabía si aquello sería buena idea; es decir, conocía al alfa, pero no tenía la confianza suficiente como para hacer tal cosa. Sin embargo, sabía que esa era la única opción que tenía si no quería pasar la noche en aquella plaza solitaria.
—¿No le molestaría?
GeunSuk suprimió la sonrisa que quiso nacer de sus labios; todo había sido demasiado fácil.
—Por supuesto que no, lindura —ofreció su mano y esa vez sí fue aceptada por el menor—. Vamos.
Preparense 😭
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