YeonJun tuvo que apañárselas con el poco tiempo que tenía para planificar el cumpleaños de su novio.
Nuevamente Raina entró al rescate; ella fue la encargada de buscar el mejor yate para la ocasión, el alfa tenía planeado que la fiesta se llevara a cabo en el mar y ambos trabajaron duro hasta que lo consiguieron.
No serían muchas personas las que asistirían; su secretaria se había encargado de invitar exclusivamente a los amigos de su novio y quizá algunos socios de YeonJun que estaban de visita en el país.
Aunque sería difícil. SooBin había hecho su debut dentro de la alta sociedad cuando el alfa había dado el anuncio oficial de su relación con él; aumentando la locura de la prensa cuando se dió la noticia que el omega del alfa Choi resultó ser el tercer hijo de Choi Seunghyun, convirtiéndose en un heredero más de la poderosa familia.
“Un omega con dos cunas de oro” fue el último reportaje oficial que se había lanzado, y YeonJun rió mucho cuando miró la reacción del rubiecito.
Justo ahora era jueves por la mañana, todos los preparativos estaban listos y YeonJun estaba emocionado ya que ese mismo día se robaría a su novio para pasar toda esa jornada con él, antes de que sus amigos se les unieran al yate al día siguiente.
Por supuesto que, la principal intención que tenía el alfa tras todo aquello era ser el primero en felicitar a su novio, en el mismo momento que el reloj marcara las doce.
Dejó arreglados todos los asuntos que podrían estropear sus planes, Raina demostró ser sumamente eficiente y estaba satisfecho con su desempeño; es por eso que también la había invitado para que se uniera a ellos en la fiesta del yate. La sorpresa que pintó en las facciones de la beta le causó gracia y extrañeza, ¿Tan raro era ver su lado amable?
—Hyung, ya estoy listo —el mayor volteó hacia la entrada de su habitación y sonrió de manera inmediata.
SooBin lucía completamente hermoso en aquella camisa blanca con pequeños encajes bordados en las mangas y los shorts caquis que le daban blancura a sus piernas delicadas, con unos adorables mocasines que hacían ver sus pies más pequeños de lo que realmente eran.
Lindo.
—Yo casi —admitió el alfa con una sonrisa avergonzada.
El rubiecito entró a la habitación, mirando con curiosidad la maleta sin hacer. Alzó una ceja y el sonrojo del mayor fue inevitable.
—No has hecho tu maleta —acusó SooBin entrecerrando los ojos.
El pelinegro corrió hacia unas bolsas que tenía tiradas en la cama, de ahí sacó dos cajas de tamaño mediano. Extendió una al menor y la otra la sostuvo entre sus manos.
—Mi primer regalo —anunció, apuntando con la quijada la caja que su novio miraba con confusión.
—No era necesario —susurró, más sus ojitos lucían brillantes en felicidad.
YeonJun dejó la otra caja en el buró y volvió a su labor de terminar la maleta. —Claro que sí, algo me dice que le darás un buen uso —las palabras del alfa aumentaron la curiosidad en SooBin—. Vamos, ábrela.
El menor no necesitó de más; se sentó en el cómodo colchón y con manitas ansiosas empezó a tirar de la cinta adhesiva que mantenía la caja sellada. Removió el plástico de seguridad, abriendo sus ojitos en demasía cuando se percató lo que había dentro.
—¡Una cámara! —exclamó feliz, tomando el aparato entre sus manos para inspeccionarla con curiosidad.
Era una linda cámara polaroid de color amarillo; estaba sujeta a un bonito colgante hecho de pequeños girasoles que realzaban con delicadeza, teniendo las letras “S” y “Y” en pequeños llaveros que colgaban en uno de los extremos del artículo.
—¿Te gustó? —preguntó el mayor, luciendo bastante enternecido por la actitud de su novio.
—¡Mucho! —asintió muchas veces, sus ojitos aterrizaron en la caja del buró y preguntó—. ¿Otra cámara?
YeonJun la tomó para abrirla con suma rapidez y poco cuidado. Del interior sacó una pequeña cámara del mismo estilo, la diferencia era que ésta era negra en su totalidad, al igual que el colgante que la acompañaba; a excepción de los pequeños llaveros con las iniciales de ambos que colgaban en uno de los extremos, los cuales eran de un bonito dorado.
—Es la mía —contó el alfa, decidiendo colocársela en el cuello para terminar de empacar—. ¿Tu maleta?
—Ya está en el auto —anunció SooBin, bastante entretenido con la cámara—. ¿Qué puedo fotografiar?
—Todo lo que te parezca hermoso.
Los movimientos del alfa quedaron paralizados cuando sus oídos captaron el clásico sonido que la cámara realiza al tomar una fotografía. Su mirada se elevó, encontrando a SooBin con una sonrisa tierna en su rostro, mientras observa la foto que acababa de tomarle.
—¿Por qué hiciste eso, cachorro? Aún no salimos —mencionó YeonJun, luciendo divertido.
—Me dijiste que fotografiara todo lo hermoso, y eso es lo que hice —SooBin le miraba con profundidad y anhelo.
Y el sonrojo de YeonJun sin duda fue el más llamativo que el rubiecito había visto en su vida.
El omega miraba con curiosidad la gran construcción de cristal que tenía ante él. Habían salido de Seúl hace unas dos horas aproximadamente y YeonJun había realizado una parada en un extraño pero bonito lugar.
—¿Qué es este lugar? —preguntó el menor al salir del auto.
El alfa tomó una de sus manos y lo animó a caminar. —Algo que quiero conozcas.
Caminaron por un pequeño sendero cubierto de grama, el sol de la mañana todavía resultaba agradable y el viento tibio daba color a las mejillas de ambos. A medida que se iban acercando, SooBin notaba las muchas plantas que yacían en el interior, estallando en euforia cuando el reconocimiento le golpeó.
—¡Un invernadero!
Se soltó del agarre del mayor para echarse a correr lo poco que restaba del camino. YeonJun rió por la impaciencia de su novio, y a paso lento le siguió hasta que nuevamente se reunieron frente a la gran construcción.
—Sí y no —respondió el alfa, SooBin frunció el ceño sin entender—. Aquí encontrarás dos tipos de plantas; las frutales, y las que están próximas a desaparecer de este planeta.
—¿Por que las tienen aquí? —interrogó el rubiecito.
La encargada del lugar se presentó ante ellos y respondió en lugar del alfa.
—Buenos días, bienvenidos a Home —hizo una reverencia que fue correspondida por ambos visitantes—. Nosotros somos una organización encargada del cuidado de la flora que se encuentra amenazada por los cambios de ambiente —abrió las grandes puertas y los tres ingresaron al hermoso lugar—. Aquí podrán encontrar variedad de plantas, quizá unas más conocidas que otras; así como pequeños árboles frutales de los que podrán degustar libremente —sonrió con cordialidad—. Adelante, y disfruten de su estadía.
Ambos agradecieron con una reverencia más y se adentraron por los verdes caminos que el lugar les ofrecía. La sonrisa de SooBin resplandecía bajo el brillante sol, sus ojos cargados de la dulce curiosidad miraban cada hoja y pétalo que ahí vivía, sonriendo cada vez que avanzaba un paso de la mano del alfa que le veía como si fuera lo mejor del mundo.
Y es que así era... SooBin era lo mejor del mundo para YeonJun; aquel hermoso arcoíris que había llegado para pintar su cielo de colores.
—Hyung —el alfa volteó, encontrándose con la manita de SooBin la cual le ofrecía una fresa que lucía apetitosa—. Abre la boca.
YeonJun obedeció con gran ánimo; separó sus labios y recibió gustoso aquella deliciosa frutilla, gimiendo gustoso por el exquisito balance entre lo amargo y dulce que el sabor ofrecía a su paladar.
El omega sonrió complacido, no perdiendo oportunidad para tomar una fotografía de su alfa en medio de todas aquellas plantas; YeonJun le dejó hacer todo lo que quisiera, aprovechando él también para sacar algunas fotografías de su lindo novio luciendo aquella radiante sonrisa.
Siguieron caminando tomados de la mano, sonrisas dedicadas al otro nunca faltaron así como pequeños y tímidos besos compartidos que iban combinados con el dulzor de todos los frutos que iban degustando. Aquel momento se convirtió en algo mágico para ellos, rieron y bromearon juntos, demostrado con esos pequeños gestos lo muy enamorados que estaban el uno del otro.
—SooBin, no te muevas —el omega obedeció por impulso, creyendo que el alfa había notado algo peligroso.
—¿YeonJun? —preguntó confundido—. ¿Hay algo mal?
El alfa sacó la fotografía que quería y sonrió complacido. —Tu belleza no hace más que aumentar en medio de tantas flores, creo que moriré de amor en poco tiempo si a eso te refieres con que hay algo mal.
—¡No me asustes así! —chilló con un puchero, haciendo que el mayor riera con fuerza.
—Ya, ya... lo siento, ¿si? —calmó el pelinegro atrayendo a su novio para un suave abrazo.
El menor enredó sus brazos alrededor del cuerpo fornido, inhaló la esencia que su mayor desprendía y ronroneó gustoso. En definitiva, aquel era su verdadero hogar.
—¿Cuánto tiempo nos queda? —quiso saber, se había perdido tanto en la belleza del lugar que no era consciente de la hora.
YeonJun miró su reloj. —Siete minutos, creo que deberíamos ir saliendo para no llegar tarde al puerto.
—Tienes razón —hizo un puchero inconsciente que tentó al mayor para morderlo—. Pero, ¿Volveremos aquí?
El alfa besó los gorditos labios de manera casta. —Las veces que quieras.
Compartieron una última sonrisa y luego salieron de aquel lugar que se había convertido en el favorito de ambos. Caminaron por el mismo sendero de regreso al auto y emprendieron camino hacia su verdadero destino, los dos emocionados y contentos por tantos momentos maravillosos que estaban compartiendo.
—¿El yate esperará por los demás? —preguntó SooBin, sin tratar de contener su emoción.
—Sí, estará en el puerto hasta mañana que sea tu cumpleaños para irlo a celebrar en el inmenso mar —respondió con una sonrisa.
—Nunca he estado en un barco y estoy muy emocionado —confesó risueño.
—Y esa es una de las muchas cosas que te esperan —aseguró YeonJun, acelerando el auto para llegar temprano.
Las palabras del alfa aumentaron la dicha en SooBin quien estaba seguro que aquel cumpleaños sería de los mejores que haya tenido, porque estaría rodeado por sus seres queridos y con el recuerdo de su madre viviendo en su corazón.
El puerto ubicado en la isla Jeju no era como SooBin lo imaginaba... fue mucho mejor de lo que esperó.
Apenas llegaron, el alfa lo había llevado al parque Sinsan, el cual es reconocido por las exposiciones de animales marinos que posee y que sirven de entretenimiento para todos los turistas ya sean nacionales o extranjeros. Las aguas cristalinas que daban armoniosas tonalidades celestes en conjunto con el vivo verde de los árboles fue un espectáculo que SooBin se encargó de disfrutar y capturar con ayuda de su cámara.
Las horas habían pasado demasiado rápido o así lo sentían ambos; la tarde llegó pintando su cielo de colores amarillos y rojizos dando una imagen digna de un eterno ocaso que servía de manto para ellos que buscaban fundirse con la belleza del lugar.
Recién salían de uno de los restaurantes, todo el día sin comer les había pasado factura obligándoles a dejar su recorrido de lado para satisfacer el hambre que era la causante del rugir en sus estómagos. La charla en la mesa fue interesante y amena, SooBin le contó todo el avance que llevaban con su noona en el nuevo negocio que estaban por inaugurar, así como YeonJun le confió la satisfacción que sentía después de haber cerrado un contrato importante con sus socios Italianos.
Ahora, ambos caminaban por la blanca arena que aquella playa poseía, sintiendo la tibia caricia bajo sus pies descalzos. A pocos metros estaba el lujoso yate esperando por ellos, más ambos querían disfrutar hasta el último rayo del sol para por fin ingresar y ver desde ahí el manto estrellado que prontamente saldría a iluminar el oscuro cielo.
—Gracias —esa palabra dejó desconcertado a SooBin.
—¿Por qué me agradeces? —estaba genuinamente confundido.
La mirada de YeonJun estaba cristalizada en un sentimiento puro que sacudió cada fibra del cuerpo del omega.
—Porque llegaste a mi vida cuando más lo necesitaba —fue la respuesta del mayor, quién con una de sus manos acarició la mejilla derecha de su novio con profundo afecto—. Tú me salvaste, cachorro.
—Hyung... —SooBin no quería llorar, pero los sentimientos que su alfa le transmitían eran en demasía fuertes—. Esto que vivimos es como un sueño para mí.
YeonJun tomó una rama seca que estaba tirada al lado de ellos, caminó en silencio sobre la arena y dibujó en ella la mitad de un corazón donde en el centro escribió una pregunta...
“¿Deberíamos soñar juntos ahora?”
SooBin se acercó, tomó la rama de las manos del mayor e hizo la parte faltante del corazón para formarlo por completo. Ambos quedaron dentro del dibujo, entonces el omega escribió bajo la pregunta su respuesta.
“Tú y yo”
Una sonrisa amplia y hermosa se dibujó en los labios del alfa; el corazón de YeonJun latía enamorado por aquel precioso omega que la Diosa le había entregado para hacerlo feliz.
Y viendo aquellos ojos que lucían preciosos bajo el ocaso, fue que YeonJun se atrevió a decir aquellas palabras que hace mucho tiempo deseaba confesar.
—Te amo.
Miles de emociones se reflejaron en el rostro de SooBin tras escuchar aquella confesión. Su corazoncito latió desbocado y una sonrisa de ojitos cerrados fue el regalo ofrecido al alfa enamorado.
—También te amo, hyung.
El pelinegro solo eso necesitó para que su rostro se acercara y reclamara los labios del tímido omega. Fue un beso profundo, con el aleteo de las gaviotas y las olas del mar como fondo, las luces tenues del sol que moría les acompañaron siempre, dando aquel tranquilo ambiente que los dos se encargaron de amar hasta el último segundo.
Un momento etéreo que causó un mismo latir en ambos.
La noche llegó, y con ella pintando el cielo de oscuridad, la pareja tuvo que dejar la playa para internarse en el lujoso yate que les esperaba.
Un grupo completo de personas se encargaron de asistirles. Habían preparado una deliciosa cena en la cubierta que ofrecía una espectacular vista del mar, SooBin quiso tener con él la cámara para tomar una fotografía más, pero muy a su pesar todas sus pertenencias habían sido llevadas hacia su habitación.
—¿Has llamado a tu mamá? —preguntó SooBin.
YeonJun asintió. —Está muy feliz con los cachorros, dice que son encantadores.
—Jessi es muy dulce —comentó el rubiecito, recordando a la sonriente mujer cuando le dijo que ella cuidaría de sus hermanos para que él se fuera tranquilo.
—¿En serio lo crees? —la duda en el mayor era cómica.
—Estoy muy seguro de ello.
Ambos estaban sentados en el borde más alto del barco; desde ese lugar la luna se veía más hermosa y brillante, acompañada de los millares de estrellas abundantes de luz.
En la mente de SooBin estaba presente aquella petición que deseaba hacer, más el hecho de sentirla incorrecta en compañía con la vergüenza servían de fuerte ancla que le obligaba a permanecer en silencio, uno tan profundo que incluso YeonJun pudo notarlo con facilidad.
—¿Hay algo mal? —fue la pregunta que hizo el mayor.
SooBin le miró; ciertamente no veía lo malo en sus deseos, pero no sabía como podría interpretarlo su mayor. Después de todo, ya había sido rechazado cuando sufrió su celo.
“Cuando ambos estemos listos” recordó las palabras que el alfa le dijo ese día.
Y SooBin ya estaba listo.
—YeonJun... —mordió su labio inferior mientras desviaba la mirada, sintiendo como sus mejillas se encendían en vergüenza.
El cambio en sus aromas le dió la respuesta a YeonJun. Tan clara y atrayente que le hizo tragar en seco.
Fue entonces cuando se percató de la situación en la que estaban. Un hermoso yate situado en las tranquilas aguas bajo una noche iluminada.
La primera que pasaban siendo solo ellos.
—Dime qué es lo que quieres —había susurrado, bajo el manto estrellado de aquella cálida noche—. Todo lo que tu corazón desee, lo tendrá; no lo dudes, omega.
—Hyung... —el llamado delicado y lleno de nerviosismo del menor logró conmoverlo, en sus ojos observaba aquella galaxia que pertenecía solo a ellos dos—. Deseo que me quieras... quiéreme, hyung; quiéreme bonito.
Epa epaaaaa ಡ ͜ ʖ ಡ
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