💗: once
Inhalaba por la nariz y exhalaba por la boca de la manera más lenta que le era posible. Era un proceso catastrófico y angustiante; pero YeonJun creía con devoción de que aquella era la única manera para no despotricar contra la loca de su madre.
Un rótulo.
Un maldito rótulo que relucía como lunar congénito en su impecable casa.
YeonJun no lucía para nada feliz.
El alfa sabe que a esas alturas de su vida ya debería de estar acostumbrado al extraño accionar del funcionamiento de la mente de su madre; y, sin embargo, siempre llegaba a sorprenderle.
Se acercó hasta el elegante enverjado luciendo un impecable ceño fruncido en sus duras facciones; el rótulo lucía mucho más grande y extravagante de cerca, bufando de frustración cuando intentó removerlo y falló.
—Debe ser una maldita broma —gruñó, mientras enterraba sus uñas en el duro material, haciendo un pobre intento una vez más.
Después de innumerables intentos dejó las cosas por la paz, aunque en su interior se removía con violencia la enorme furia que estaba sintiendo.
Una risa carente de diversión salió de sus labios cuando se había dignado a leer lo que el motivo de su desgracia decía. ¡Genial!, absolutamente genial; él un prestigioso y millonario empresario luciendo un lamparón de aquel tipo como casa de mercader.
¡Puf! Con solo imaginar lo que sus socios dirían si lo viesen, sentía la jaqueca invadir cada centímetro de su cabeza.
—¡YeonJun, hijo!
El pelinegro cerró los ojos y contó hasta mil.
Choi Jessi salía de su casa a paso rápido y con una brillante sonrisa en su rostro; el alfa la observaba desde su lugar, preguntándose una vez más si realmente a su madre le entretenía tanto hacerle jugadas como aquellas.
—¿Has visto el rótulo que puse? ¡Estoy segura que conseguiré a la persona ideal!
Definitivamente sí, le entretenía.
El alfa pellizcó el puente de su nariz en un intento nulo por calmarse. —¿Qué has hecho, Choi Jessi?
La omega irradiaba orgullo. —Fue una de mis mejores ideas, no puedes negármelo.
—Si ésta es una de tus mejores ideas, no quiero saber cuales son las peores —rezongó el menor.
Recibió un zape que lo hizo gruñir. La omega negaba con la cabeza con aparente decepción, por supuesto que YeonJun no creía aquella falsa molestia; los ojos brillantes y rebosantes de travesura de su madre la delataban.
—Contigo no puedo hablar de manera civilizada, los alfas siempre tan mandones y respondones —refunfuñó la omega y YeonJun se sintió ofendido.
—¡Eres tú la que hizo de mi casa un mercado! —exclamó, sorprendido del comportamiento tranquilo de la mujer.
—¿Mercado? —ella frunció el ceño—. No seas tan dramático, querido.
—¡Madre! —y sí, estaba dramatizando.
La mujer blanqueó los ojos y nuevamente ingresó a la residencia. YeonJun, aún molesto e indignado observó a su chofer, quien hacía todo esfuerzo posible para no reír.
—Busca a alguien que pueda arrancar ese letrero —ordenó, y sin esperar respuesta caminó a pasos agigantados para poder alcanzar a la omega.
Jessi le esperaba con toda naturalidad en la sala de estar, cómodamente sentada mientras degustaba de unas frituras.
—Engordarás —fue lo primero que dijo YeonJun al verla comer tan ansiosamente.
Ella le observó con dagas saliendo de sus ojos. —¿Y?
—Nada —se encogió de hombros—. Simplemente creí que cuidabas de tu físico.
—Es mí cuerpo, no el tuyo —gruñó, tomando una porción de papas mucho más grande solo para fastidiar a su hijo.
El pelinegro hizo una mueca de disgusto, pero no dijo palabra alguna. Tomó asiento frente a la mujer y le observó en silencio.
—¿En qué estabas pensando?
Ella gimió frustrada. —¿Otra vez con eso?
—Sí.
—YeonJun, sabes que cuando me propongo algo no paro hasta que lo consigo.
El pelinegro formó una mueca burlona. —Pues no te salió cuando te propusiste casarme, y según recuerdo esa era tu meta de vida.
—Y lo sigue siendo —respondió ella—. Pero ahora que estás saliendo con Lia, supongo que puedo dejarte tranquilo por un tiempo.
—¿Salir? —preguntó el alfa—. ¿Quién sale con quién?
—Tú y Lia por supuesto —respondió la omega con obviedad—. No trates de negármelo hijo, lo sé todo.
Una carcajada limpia salió de los finos labios del alfa; el cuerpo de YeonJun se sacudía de los fuertes espasmos que su risa había provocado. ¿Salir con Lia? ¿De donde sacaba su madre aquella imaginación tan grande? Todo le parecía irreal y hasta cierto punto, ridículo.
—Definitivamente eres algo especial, madre —fue lo único que dijo.
—Quiero tomarlo como halago, pero algo me dice que no es así —la omega frunció el ceño, los ojos divertidos de su hijo le causaban mala espina.
—Tómalo como quieras, madre —respondió el alfa, adquiriendo nuevamente un rostro de seriedad—. ¿Y cómo te ha salido tu brillante idea? —preguntó, refiriéndose al horrible cartel que manchaba su casa—. ¿Has tenido resultados?
—Solo lleva colgado un par de horas —respondió la mayor, con un sonrojo cubriendo sus mejillas—; por supuesto que nadie ha llamado, y en entendible —se apresuró en agregar.
YeonJun frunció el ceño. —¿Por cuánto tiempo estará colgado?
—Por el tiempo que sea necesario.
—Increíble —murmuró en voz baja—. Definitivamente has perdido la cabeza.
Ella se cruzó de brazos molesta. —Dijiste que me dejarías hacerlo a mi manera.
—Porque nunca creí que llegarías a tales extremos —respondió con incredulidad.
—Pues ya viste que soy muy capaz —sonrió ampliamente—. Así que te aconsejo tengas mucha paciencia, porque no me detendré hasta encontrar a la persona adecuada para que cuide de ti.
—¡Ya no soy un niño! —pataleó con un puchero de inconformidad.
Una sonrisa divertida apareció en los rojizos labios de la mayor. —Lo que tú digas, Jun.
Aunque muy en el fondo debía admitir que estaba nerviosa. ¿Y si nadie llamaba?
Los días iban pasando, y varias cosas habían cambiado en la vida de Soobin y sus pequeños hermanos.
Lo primero que el omega debe admitir es que se había equivocado terriblemente con sus nuevos vecinos. La pareja de hippies había resultado ser muy agradable y divertida; a Soobin le gustaba mucho pasar tiempo con ellos, y sus hermanos se habían propuesto como meta de vida hacer reír a Dawn, ya que el alfa era lo más inexpresivo con lo que se habían topado en toda su vida.
Por otro lado, estaba la situación de su trabajo; realmente fue duro para el omega llamar a SeokJin y decirle que ya no podría seguir trabajando para él. Por supuesto que el alfa había intentado convencerle, el rubiecito recuerda con mucho cariño las palabras sinceras y llenas de aliento que el mayor le había dicho, con el fin de que no se desanimara y continuara trabajando para él; pero Soobin sabía que aquel mundo no era para él, tenía que dejarlo ir.
"Eres un omega excepcional y siempre estaré orgulloso de ti, si necesitas algo no dudes que puedes contar conmigo siempre"
Habían sido las palabras de SeokJin, cuando supo que no había oportunidad alguna de convencer al omega a quedarse.
Los días que le siguieron a esa llamada fueron inciertos; el omega temía por el futuro de sus hermanos y propio, al no tener un medio de sustento lo más lógico era que acabasen en la calle, desamparados y solos.
Y así hubiera ocurrido, si no hubiesen estado presentes Hyuna y Dawn.
La omega prácticamente los había adoptado. A tempranas horas de la mañana les visitaba en su pequeño apartamento, donde les preparaba un delicioso desayuno a los tres para luego acompañar a Soobin al colegio donde dejaban a los pequeños.
Mientras los menores estaban en clases, SooBin y Hyuna pasaban toda la mañana entre risas y juegos; hacían tratamientos para el cuidado del cabello y la piel, veían películas, cantaban o bailaban; y cuando la hora del almuerzo estaba próxima, ambos se ponían manos a la obra para tener preparado un delicioso almuerzo y recibir a los cachorros como se lo merecían.
Con una sonrisa iban a recoger a los menores; en el camino la mayor se encargaba de contar historias y hacer payasadas que casi le sacaban un pulmón a cada uno de ellos; llegaban a casa con un ánimo excelente, justo a tiempo para degustar de una calientita comida casera y los mimos y aromas de una omega cariñosa que les brindaba justo lo que los tres huérfanos tanto anhelaban.
Amor.
Esos días habían sido de los mejores para aquella pequeña familia; después de tanto tiempo, por fin volvían a sentir aquella calidez y felicidad inundar cada rincón de su hogar; y todo era gracias a aquella pareja disfuncional que habían llegado a sus vidas en el momento perfecto.
—¡Conejito!
Soobin dejó de leer el libro que Hyuna le había llevado aquella mañana y la observó.
—¿Sucede algo, noona? —sonrió hacia la inquieta pelinegra.
La omega se sentó a su lado, sus ojos veían en todas direcciones y sus pies se removían inquietos en el suelo alfombrado en un intento de retener su diversión.
—Tienes que ver esto —dijo entre risas—. La imaginación en estos días es increíble.
Soobin sintió curiosidad, así que con premura leyó aquello que la mayor le mostraba, abriendo sus ojitos más de lo normal cuando en su cabeza quedaron guardadas únicamente dos palabras.
Trabajo fácil.
Le quitó el teléfono a la pelinegra y leyó con atención, pareciéndole cada vez más tentadora la idea.
—¿De dónde sacaste esto, noona?
Ella soltó una risotada. —Dawn fue a visitar a sus padres y en el camino se encontró con ese cartel en una de las casas, le pareció divertido y me lo mandó por fotografía —contó, todavía riendo por tales ocurrencias.
—¿A Dawn hyung le pareció divertido algo? —preguntó sorprendido, abofeteándose mentalmente ya que se estaba desconcentrando.
—¡Oye! —Hyuna frunció el ceño—. Mi caramelito tiene su corazoncito.
—No lo dudo —respondió el menor con una sonrisa—. Todo lo que han hecho por mis hermanos y por mí es una prueba de ello.
La mayor chilló enternecida y le abrazó cálida y profundamente. —Por ustedes haríamos lo que fuera.
Soobin correspondió aquel abrazo, la paz que le transmitía siempre le hacía ronronear con gusto; justo como lo estaba haciendo en aquel momento.
Pero recordó algo importante. —Noona —llamó con voz bajita, la mayor hizo un sonidito con los labios para indicarle que le escuchaba—. Quiero trabajar.
—Ño —respondió Hyuna con tono aniñado, causando gracia en el menor.
—Tengo que trabajar —insistió el omega—. No es justo que tú nos mantengas —hizo un pequeño puchero—, por favor noona.
La omega quiso seguir debatiendo, de verdad que intentó hacerlo, pero, ¿Cómo podía resistir aquellos ojitos brillantes y suplicantes? Además, ella no quería ser la que frenara el espíritu fuerte de su pollito.
Al final sonrió. —Sabes que puedes contar conmigo para lo que sea, siempre te apoyaré.
—Te lo agradezco mucho —suspiró Soobin avergonzado, no quería llorar y ya sentía sus ojitos picar por las lágrimas.
—¿Y en qué trabajarás? —interrogó la mayor con curiosidad.
El rubiecito observó a la omega y al móvil respectivamente, sonrojándose furiosamente cuando la pelinegra entendió.
—¡Tienes que estar bromeando! —exclamó sorprendida, más el silencio del omega le dijo que no se trataba de ninguna broma—. Conejito, ¿Qué haré contigo? —estalló en carcajadas.
—Es un trabajo fácil y rápido —dijo el omega, como si aquello explicara todo.
—Eso no lo sabes —puntualizó Hyuna—. A veces en los anuncios lo pintan todo de rosas para que las personas caigan como las abejas por la miel —dijo con tono sabio—. ¿Y si te topas con un ogro come omegas? —fingió horror—. ¡Qué barbaridad!, ¡No quiero ni saber!
—¡Noona! —Soobin reía abiertamente—. Que cosas dices.
Ella le acarició la suave cabellera con cariño, sus ojos habían creado un matiz cálido y maternal que por un momento habían dejado al menor sin palabras.
—Eres un niño valiente —susurró con cariño—. ¿Estás seguro que quieres hacerlo?
Soobin le mostró una sonrisa llena de seguridad. —Lo estoy.
—¡¿Qué estamos esperando entonces?! —le ofreció su móvil con una sonrisa animada—. Llama y consigue ese trabajo.
El omega con una buena dosis de confianza llamó aquel número, esperando que las cosas cambiarán a partir de ahora.
Y quizá así sería.
Hyuna y Dawn son iconicos en la historia original, por ello no los cambié uwu
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