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💗: cincuenta y tres

YeonJun nunca imaginó que llegaría un momento en su vida donde las sonrisas lo acompañarían en cada mañana al despertar.

Siempre se consideró un hombre práctico; tenía sus intereses bien claros y muchas metas cumplidas y otras más por cumplir, los negocios se le daban bien, y gozaba de los placeres carnales que era capaz de tener; disfrutaba de una vida llena de éxito y lujos, una donde no se preocupaba por un mañana impredecible porque todo lo tenía perfectamente planeado. El orden siempre fue una de sus prioridades, porque sabía bien que el día que lo perdiera, estaría más que jodido.

Y tuvo razón.

Su vida dejó de tener orden desde que una pequeña garrapata se adhirió a cada centímetro de su piel hasta perforar su alma. Por supuesto que era de esperar el miedo que viene con el cambio; el alfa nunca estuvo dispuesto a prestarse para sentir ese tipo de sentimientos, no quería y no tenía tiempo; además, sabía que en cualquier momento perdería todo interés y volvería al orden estricto con el que vivía.

Que ingenuo fue.

Aquel pequeño de ojos azules y sonrisa inocente se fue ganando cada porción de su corazón hasta un punto donde no había nadie más que él, sus sentimientos por el omega no murieron, más bien crecieron con una fuerza que logró estremecerlo y hacerlo caer en aquel hermoso abismo de fuertes sentimientos.

YeonJun nunca había estado enamorado, pero conocía o creía conocer el significado de la palabra. Amor, las letras que formaban un sentimiento asfixiante y que te hacía perder el control; para una persona que pasó toda su vida manteniendo un estricto orden, el conocer ese suceso fue catastrófico porque lo hizo perderse en una nube rosa de ensueño donde sus deseos iban ligados únicamente a trabajar para conseguir más sonrisas y ojos brillantes del omega malcriado que indudablemente lo había conquistado.

Sí, fue un proceso largo y difícil; pero ahora YeonJun podía admitirlo para sí mismo y para los demás sin ningún problema, porque su mente, cuerpo y alma estaban de acuerdo.

Estaba enamorado de Choi SooBin.

Ese chiquillo que era todo lo opuesto a lo que él era y quería había resultado ser la persona con la que siempre soñó; aquella que llenaba de manera perfecta cada aspecto vacío de su vida.

Era su luz en la oscuridad, sus colores en su mundo gris, sus sonrisas en sus amarguras, su jovialidad en su sedentarismo; todo, absolutamente todo lo que componía a Choi SooBin le llamaba y le invitaba a enamorarse más de él.

Y YeonJun se encontró queriendo más.

Quería enamorarse de cada aspecto que el menor tenía para ofrecer; sea bueno o malo el alfa estaba dispuesto a aceptarlos todos sin excepción; y él esperaba que su pequeño también amara cada parte de su ser, con sus caídas y triunfos, su carácter difícil y estricto; pero, lo que más deseaba era que SooBin lograra ver más allá y que encontrara el corazón cálido que había cambiado sus latidos desde el momento que lo conoció.

El cortejo le ha resultado en demasía agradable; al principio tenía miedo de arruinarlo pero conforme los días fueron pasando se convenció que lo estaba haciendo bien, porque SooBin se mostraba feliz y cómodo a su lado.

Había decidido desde el principio que iría al paso del menor; no pensaba presionarlo ni animarlo a probar nuevas experiencias, quería que SooBin se descubriera, que compartiera con él lo que le gustaba y no; así como YeonJun iba conociendo aspectos de su vida en el ámbito romántico. Ambos en mutuo aprendizaje y tomados de la mano.

También había descubierto la importancia que la familia tenía para SooBin. El alfa sabía que desde el momento que decidió ofrecer su corazón al omega éste no vendría solo, existían dos pequeños que también quería conocer y ganarse su cariño.

Es por eso que ahora que estaban en la etapa culminante del cortejo, YeonJun había tomado una decisión.

En esos momentos se encontraba nervioso frente a la puerta del apartamento del rubiecito, había dejado de lado sus trajes y se había vestido de manera más informal, con el único objetivo de dar una imagen juvenil y fresca.

Realmente esperaba lograrlo.

Tomó una profunda inhalación y dió tres golpes en la desgastada madera, esperó en silencio mientras jugueteaba con la tela de su chamarra de mezclilla.

La puerta fue abierta y una sonrisa escapó de sus labios cuando la imagen de un risueño rubiecito llegó hasta él.

—¿Hyung? —SooBin arrugó la naricita en confusión para luego ampliar los ojitos y sonreír en grande—. ¡Hyung! —exclamó feliz, lanzándose de lleno a los brazos del alfa.

YeonJun rió enternecido, le dió un beso en la frente y acarició las rellenitas mejillas con afecto.

—Hola —susurró, cepillando con sus labios los del omega.

SooBin se ruborizó. —Hola —respondió bajito, haciéndose a un lado para que el mayor ingresara—, ¿Qué hace levantado tan temprano en un domingo?

—Siempre me levanto temprano —dijo el pelinegro con indignación.

—No los domingos —debatió el omega, estando bastante divertido con la mueca del alfa.

—¿Tú como puedes saberlo? —discutió YeonJun cruzándose de brazos—. Los domingos no estás en casa.

—Es mi único día libre.

El mayor rodó los ojos. —Como sea, ¿Dónde están tus hermanos?

—¿Para qué los buscas?

—¿Dónde están? —volvió a preguntar, se le hacía extraño el silencio que albergaba el lugar.

—Aún duermen —informó SooBin, un pequeño toque de confusión pintado en sus facciones.

El alfa asintió y sin decir palabra se sentó en uno de los pequeños sillones y comenzó a hojear una revista que estaba tirada; a SooBin le resultaba extraño ese comportamiento, pero no hizo comentario al respecto.

El omega se sentó en el sillón de al lado y observó en silencio al mayor, esperando con paciencia a que YeonJun dijese algo.

—¿Dejarás de mirarme así?

—¿De mirarlo como?

YeonJun suspiró. —¿Algún día me tutearás?

—Quizá, todo depende.

—¿De qué? —preguntó el alfa, dejando la revista de lado y concentrándose en el menor.

—De si logro acostumbrarme.

El pelinegro asintió lentamente. —Espero que así sea.

—¿Para qué busca a mis hermanos? —decidió preguntar, la curiosidad lo estaba matando.

El mayor jugó con sus manos, un pequeño rubor cubrió sus mejillas y desvió la mirada mientras respondía.

—Quiero salir con ellos.

SooBin parpadeó aturdido, ¿Había escuchado bien?

—¿Qué?

—Eso —dijo YeonJun —; me dijeron que hay una feria que ha sido inaugurada hace poco y pues me pareció buena idea llevarlos y conocerlos mejor —informó con nerviosismo, la sonrisa de SooBin le apenaba—, pero si están dormidos, no creo que sea...

—¡YO SÍ VOY, SEÑOR BONITO!

Ambos se sobresaltaron ante el chillido agudo de un inquieto cachorro. Hueningkai corrió hasta ellos descalzo y aún usando su pijama de ositos, su cabello revuelto y mejillas sonrojadas eran indicativo que acababa de levantarse.

YeonJun lo miró y no pudo evitar sonreír, aquel niño le resultaba en demasía tierno.

—Yo si voy —volvió a repetir con una amplia sonrisa.

—¿Y con permiso de quién? —SooBin elevó una ceja ante la iniciativa de su pequeño hermano.

El niño lo miró con ojitos de borrego. —El señor bonito quiere salir con noona y yo, Binnie hyung es un buen hermano y nos dejará ir.

YeonJun estaba bastante entretenido con la situación.

El rubiecito entrecerró los ojos. —No sabemos que opine Bahiyyih.

—¿De qué? —la mencionada preguntó desde la puerta de su habitación, tenía el cabello enmarañado y bostezaba de vez en cuando.

El alfa se puso tenso cuando la mirada de la pequeña impactó en su cuerpo, recordando que en ella debía poner más esfuerzo para ganar su confianza.

SooBin le sonrió a su hermana. —Bahiyyih, quizá lo idóneo sea que saludes primero.

La omega se ruborizó ante su falta de respeto, caminó a paso lento e hizo una pequeña reverencia al alfa sentado.

—Buenos días, señor Choi —saludó con cortesía.

—Buenos días —respondió YeonJun, al lado de la chiquilla se sentía viejo. Muchas formalidades por parte de ella.

—¡El señor bonito quiere llevarnos a la feria! —Hueningkai zarandeó a su hermana con efusividad, ayudándole a terminar de despertar.

—¿Salir? ¿Feria? —preguntó confundida.

—¡Tenemos que ir! —su hermano prácticamente se guindó de ella—, ¡Vamos noona! ¡Di que sí!

Bahiyyih frunció el ceño; por lo general los domingos los utilizaba para pintar y regar las plantitas que tenía en la terraza, no era muy fanática a salir y ciertamente le daba pereza hacerlo; sin embargo, la sonrisa llena de ilusión en su pequeño hermano era algo que la obligaba a no negarse.

"Dale una oportunidad, quizá tus pensamientos cambien"

Recordó las palabras del señor Choi, él le había aconsejado conocer mejor al alfa que pretendía a su hermano y así decidir si estaba siendo injusta o no; bueno, al parecer ahora tenía la oportunidad para hacerlo.

—¿Tú qué opinas, oppa? —preguntó a su hermano mayor.

SooBin miró a YeonJun y sonrió; sabía que el alfa se estaba esforzando por conocer su vida y a sus seres amados, y él de verdad lo agradecía y le hacía feliz ver tanto interés por parte del mayor.

Lo hacía sentirse cálido y aceptado, se sentía bien con él y por eso era que no podía evitar enamorarse un poco más.

—No tengo ningún problema con que vayan —respondió luego de segundos de silencio—, vayan y diviértanse.

Hueningkai chilló contento y Bahiyyih no pudo evitar sonreír al ver tanta felicidad en su pequeño hermano.

—Vayan a alistarse —habló YeonJun, una pequeña sonrisa estaba pintada en sus labios—, los estaré esperando.

Los menores asintieron y rápidamente corrieron a su habitación para estar listos en tiempo récord.

—Gracias por hacer esto —murmuró SooBin con un pequeño rubor en sus mejillas.

YeonJun tomó sus manos y las besó con cariño. —No me agradezcas, de verdad quiero conocerlos.

—Te enamorarás de ellos —aseguró el omega con una risita—; mis hermanos son una ternura, incluso Bahiyyih que no lo parece.

—Ya lo creo que sí —asintió el mayor—. Después de todo, ellos forman parte de ti.




YeonJun nunca fue amante de los niños, de hecho puede asegurar que es todo lo contrario.

Los detesta.

No tolera siquiera imaginar estar cerca de ellos o respirar el mismo aire, para él no son más que una ruidosa plaga que es necesaria para mantener la población, más eso no significa que en algún momento de su vida haya pensado en tener contacto con alguno.

Sin embargo, ahí estaba, tomando de la mano a dos cachorros mientras ingresaban a la feria infantil que sería su próximo infierno.

Al cruzar las puertas los recibieron con una gorra ridícula que tenía orejas de gatos; Bahiyyih tomó una morada, Hueningkai la verde y él muy a su pesar le tocó la rosita.

Frunció el ceño al escuchar las risitas de los menores pero no dijo nada, su concentración estaba en quejarse de manera interna de todas sus desgracias al escuchar el gran bullicio que todos los mocosos en aquel lugar estaban creando.

Había niños por doquier. YeonJun nunca imaginó ver tanta plaga junta.

Quería salir corriendo, en definitiva aquella idea era tentadora, más sabía que debía compartir tiempo de calidad con los pequeños hermanos Choi, sobretodo con la refunfuñona Bahiyyih, ya que YeonJun sabía que él no era santo de su devoción.

—¿Dónde quieren ir? —preguntó con una leve mueca, de verdad que eran demasiados niños.

Los menores lo jalonearon con fuerza y él solo se dejó hacer; caminó sin soltar sus manos y pronto se dió cuenta que lo llevaban al carrusel.

—¿Podemos subir? —preguntó Hueningkai con mucha ilusión.

—Claro —respondió YeonJun, ayudando al pequeño a acomodarse en el juego—, visitaremos los lugares que quieran —aseguró, luego miró a Bahiyyih —. ¿Tú no subirás?

Ella arrugó la nariz. —Me da náuseas.

El carrusel inició su función y YeonJun se aseguró de estar cerca por si Hoseok necesitaba algo mientras su mano sostenía con delicadeza la de la omega.

Bahiyyih lo miró con detenimiento; muy dentro de su ser buscaba aquella razón que su mente había creado, aquella donde el alfa era una persona mala que solo haría sufrir a su hermano mayor, y aquella que le daba las razones necesarias para no aceptarlo dentro de su pequeña familia.

No las encontró.

YeonJun era serio, eso lo notó desde el primer momento; pero sus ojos eran muy amables, y adquirían un gran brillo cada vez que veían a su hermano mayor. Es entonces cuando Bahiyyih volvía a preguntarse, ¿Por qué estaba siendo tan esquiva?

Quizá por miedo; para una niña que nunca tuvo contacto alguno con un alfa que mostrara preocupación auténtica por ellos, era difícil expresarse, pero sabía que todo estaría bien porque después de todo, su Binnie mostraba que era feliz al lado de aquel hombre que en esos momentos sostenía su mano.

Y si su hermano era feliz, ella también lo era.

YeonJun estaba nervioso, la mirada de la pequeña Choi pesaba en su nuca y no sabía si aquella era una buena señal, trataba de relajarse y concentrase en el sonriente cachorro que lo saludaba cada vez que pasaba frente a él; más sabía bien que no podría hacerlo por tanto tiempo.

—Señor Choi.

YeonJun admite que sintió pánico.

—¿Ocurre algo? —preguntó con una sonrisa tensa.

Ella lo evaluó con la mirada. —Quisiera hacerle una pregunta, y agradecería que fuese respondida con absoluta sinceridad.

A YeonJun le daba miedo tanta formalidad. Tragó en seco mientras asentía muy lentamente.

—Por supuesto —dijo, esperando aquella pregunta.

Con una señal la pequeña le indicó que se agachara, YeonJun hizo lo pedido y ahora ambos estaban cara a cara. Fue entonces, que Bahiyyih hizo su pregunta.

—¿Usted quiere a Binnie oppa de manera bonita?

YeonJun parpadeó confuso. —¿Manera bonita?

—Sí —asintió ella sin dejar de observarle—. Sin mentiras o pensamientos malos, tan solo de manera bonita.

Entonces el alfa comprendió la pregunta, aquella era la forma en la que Bahiyyih se estaba asegurando de la seriedad de sus acciones con SooBin y realmente le pareció tierno.

Si le hubiesen preguntado al YeonJun del pasado seguramente no podría responder la pregunta que a simple vista lucía sencilla, pero que guardaba un gran significado, sobretodo con la respuesta que daría.

—Sí, Bahiyyih —respondió con seriedad y mirándola a los ojos para que la menor viera la sinceridad de sus palabras—. A SooBin lo quiero bonito.





Unas ternuritas 🥺

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