Capítulo 7, pío! 🐥
Tan cómodo y feliz como había estado durmiendo el rubio omega en su cama con forma de nido, por supuesto que no pudo evitar soltar sonidos y píos molestos cuando su teléfono comenzó a sonar alertándole de una llamada, intentando alejarlo del paraíso de los sueños.
—No quiero, pío —refunfuñó y alzó la manta sobre su cabeza luego de girar hacia el lado contrario y transformarse en una pequeña bolita.
Cuando su teléfono dejó de sonar, el dulce pollito soltó un suspiro de alivio y bajó las mantas nuevamente, para disfrutar de los débiles rayos de sol que se filtraban a través de su ventana, por su cortina entreabierta.
Sonriendo adormilado, Jimin agitó su cuerpo, tal cual lo haría un cachorro o un pequeño pollito, y se acurrucó en su perfecto nido cálido.
Soltando otro suspiro de felicidad, el omega se relajó disfrutando del cálido sol bañando su rostro y se propuso a dormir nuevamente.
Pero por supuesto, como se trataba de él, su teléfono volvió a sonar molestamente, sacándolo de aquella suave nube del sueño en el cual se había vuelto a acomodar.
—Pío... —se quejó el cambiaformas pollito, volviendo a alzar las mantas para cubrir todo su pequeño cuerpo.
Sabía que era importante que contestara las llamadas, trabajaba en un hospital así fuera como un simple enfermero, algo que no era tan indispensable a diferencia de un médico como lo era su amigo Jungkook o su hermano SeokJin, pero de igual forma necesario.
Pero, así como estaba él, también había muchos otros enfermeros en el hospital, otros, a los cuales no le tenían marcado con una cruz por Kim Ye-rim, su jefa.
Y, habiendo soportado no solo los largos turnos, sino que también horas extras a los cuales se había visto forzado a aceptar por una semana completa ante la falta de personal, por supuesto que ya no deseaba saber nada más del hospital, especialmente de su jefa.
Seguramente quien le llamaba tan insistentemente no se trataba más que del hospital queriendo que fuera a hacer un reemplazo en un merecido día libre que ellos mismos le habían dado tras su arduo trabajo y su obvio cansancio.
Por lo que no, no estaba dispuesto a contestar ninguna llamada siendo así el caso.
Tanto él como su pollito necesitaban descansar, o si no pronto iban a explotar de tanta presión que estaba apareciendo en sus hombros.
Cuando el teléfono finalmente se quedó en silencio, el rubio omega esperó unos segundos más, confirmando que este no volvería a sonar y entonces salió de su escondite destapando su cabeza.
Esperando otros minutos, su cuerpo finalmente se relajó cuando este no volvió a sonar.
—Pío... —musitó en un agradable suspiro feliz, finalmente cerrando sus ojos nuevamente.
Pero, tan despierto como se encontraba su cerebro en ese momento, por supuesto que no fue fácil intentar conciliar el sueño nuevamente, en realidad, no pudo hacerlo, por más que lo intentó.
Abriendo sus ojos para revelar ese bonito tono gris, el dulce hombrecito rodó sobre su espalda y observó el techo de su habitación.
Sus gruesos labios instintivamente se presionaron juntos para formar una mueca y su pequeña nariz respingona se arrugó siguiendo el movimiento.
—No es justo, pío —se quejó—. Solo quería dormir un poco más, unos segundos más —exclamó y volvió a girar hacia su costado donde estaba la ventana.
Observando a través de la abertura de sus cortinas, sus dedos se movieron sobre el colchón, intentando atrapar los cálidos rayos del sol al cual su pollito tanto deseaba tocar con su plumaje amarillo.
Contemplando una de las tantas plumas amarillas y no más grande que la palma de su mano, el tierno omega la tomó entre sus dedos y la llevó al sol, observando maravillado como esta parecía resplandecer bajo el cálido rayo de luz.
En su mente, su pollito pio viendo lo mismo, y revolviendo sus plumitas arrastró sus patitas para luego piarle a Jimin, suplicándole que cambiaran y le permitiera disfrutar él mismo del sol.
—Bien, supongo que podríamos intentarlo, pío —expresó en un suspiro—. Después de todo, no lo hemos hecho en una semana, desde que fuimos a correr —recordó.
Tirando las mantas hacia atrás, el pequeño omega se estiró para correr más las cortinas, permitiendo que más rayos del sol se colaran en el interior de su habitación, justo en su nido.
Acomodándose en el centro de su cama, entre su nido de mantas suaves, Jimin entrecruzó sus piernas y dejó que sus manos descansaran en el hueco entre ellas.
Tomando una profunda respiración, el dulce pollito contó hasta diez y despejó totalmente su mente, dejándola en blanco.
Tomando otra profunda respiración, intentó seguir las instrucciones que su padre le había enseñado en su primer cambio y buscó a su pollito en su mente.
Cuando pudo visualizar al pequeño pollito de adorable piquito y hermoso plumaje amarillo reluciente y cálido como su cabello, Jimin estiró su mano intentando tocarlo y este pió alegremente.
Pero justo cuando estaba cerca de hacerlo, algo nuevamente se cruzó en su camino, impidiéndoselo.
Jadeante, el cambiaformas pollito abrió sus ojos y contempló su mano que se aferraba con fuerza sobre su rodilla, justo donde estaba su cicatriz.
Logrando calmar su respiración, dejó escapar unos pequeños píos tristes mientras lentamente, soltaba su agarre en su pierna.
—Lo siento, pío —murmuró—. Lo intenté...
Como si quisiera consolarlo, su pollito soltó unos píos y se acurrucó en su mente.
—Vamos a salir a correr, ¿bien? —propuso, observando como el sol aún no estaba en lo alto—. Todavía es temprano y día de semana, no debe de haber muchas personas en el parque, tal vez no podamos jugar como siempre, pero si correr —expresó.
Por supuesto que su pollito saltó piando alegremente otra vez, feliz del único consuelo que Jimin le podía proporcionarle.
Sonriendo feliz, el omega observó hacia su ventana, disfrutando un poco más del sol bañando su rostro antes de finalmente levantarse de su cama.
Dirigiéndose a su baño, decidió dejar su ducha para después de volver del parque, ya que no tenía sentido bañarse para luego transpirar y volver a ensuciarse.
Aliviando su vejiga y lavando sus manos y rostro para terminar de despertar bien, el dulce omega cruzó la puerta justo en el momento en que su celular comenzó a sonar nuevamente.
Soltando un audible quejido miserable, Jimin se acercó a su escritorio casi con temor de lo que se iba a encontrar y observó su celular.
Observando el nombre de su madre parpadeando brillante en la pantalla, otro lamento escapó de sus rellenos labios entreabiertos en forma de piquito.
Tomando su teléfono, se sentó en la orilla de su cama y tomó una profunda respiración antes de contestar la llamada de su madre.
—Buenos días, mamá —pronunció tras contestar.
—¿Buenos días, mamá? ¿Eso es todo lo que tienes que tienes que decirme luego de no solo haberte tardado tanto en contestar, sino que también en rechazar mis llamadas? —reprochó.
—Mamá, yo...
—Nada de mamá —interrumpió—. Cinco veces te he llamado Park Jimin, y solo ahora te dignas a contestarme —exclamó.
—Estaba durmiendo...
—¿Y crees que esa es excusa para no contestarme? —reprochó—. ¿Por qué no puedes ser como tu hermano? SeokJin nunca me hace esperar ni nada, deberías de aprender de él, Jimin.
—Sí, mamá, lo siento —pronunció cabizbajo.
—Ay, Jimin, ¿qué voy a hacer contigo? —se lamentó en suspiro.
El omega observó sus pies y movió sus pequeños dedos desnudos sobre la alfombra felpuda.
—¿Me llamabas para algo en especial, mamá? —preguntó, deseando terminar con ese silencio castigador.
—Por supuesto que sí, ya tengo todo listo para la cena de esta tarde, por lo que espero que estés aquí a la hora y no cinco o diez minutos después con la misma excusa de siempre del autobús —anunció.
—Yo...
—Y tampoco quiero que inventes una excusa para no asistir como la última vez de que supuestamente estabas enfermo y, aun así, al día siguiente fuiste a trabajar como si nada, te quiero aquí a las siete, no antes ni después, justo a esa hora —declaró—. ¿Ha quedado claro?
—Sí, pío —respondió en un suspiro e inmediatamente se lamentó de ello, alzando una mano para cubrir su boca.
—¿Pío? —repitió con tono agudo—. ¡Park Jimin! ¿Cómo puede ser posible que aún no puedas controlar a esa cosa dentro de ti? —exclamó—. Ya tienes veinticinco años, eso no se ve tan adorable como cuando eras un niño, si sigues siendo tan descuidado lograrás que te atrapen y experimenten con tu cuerpo —reprochó—. A tu padre ni siquiera se le notaba que no era totalmente un humano a pesar de ser igual que tú, por qué no puedes ser exactamente igual a él, ¿por qué todo tienes que hacerlo mal?
—Lo siento...
—¿A caso eso es lo único que sabes decir? —suspiro frustrada—. ¿Sabes qué? Solo déjalo así —ordenó—. Tienes que hacer algo para controlarte, no puede ser que mientras estés hablando sueltes "píos" y estés soltando plumas en cualquier lado que te sientes, eso no es normal —indicó.
"Pero yo no soy normal" pensó el omega, presionando fuertemente sus labios para no decirlo o entonces otro sermón llegaría con eso.
—Tengo que cortar —anunció repentinamente para el alivio del pollito—. Tengo demasiadas cosas que hacer como para desperdiciar tiempo al quedarme a hablar contigo cuando sé, que todo lo que te estoy diciendo, o lo ignorarás o lo dejarás salir por el otro oído rápidamente, ya que nunca me haces caso al final —resopló.
Y sí, el rubio omega no pudo argumentar contra ello, ya que era difícil realmente seguir las instrucciones de su madre cuando claramente tenía problemas para controlar a su pollito, pero era imposible hacerle entender aquello.
—Adiós —se despidió, recibiendo un sonido antes de que la llamada fuera finalmente terminada.
Observando su teléfono, los bonitos labios gruesos del pollito se torcieron en una mueca.
Últimamente, cada vez estaba deseando menos las llamadas de su madre, y temía del día que escogía para que la fueran a visitar.
Al menos, era un alivio saber que no era el único que compartía dicho sentimiento, ya que su hermano SeokJin estaba igual.
—Solo comamos algo liviano y salgamos a correr, ¿de acuerdo? —expresó y su pollito pio en respuesta.
Dejando su teléfono en el escritorio nuevamente, Jimin se cambió de ropa colocándose unos simples pantalones cortos y una sudadera.
Saliendo de su habitación, el omega revisó su cocina por algo de comer, decidiendo al final por un simple sándwich y una manzana.
Agarrando el bolso pequeño que siempre utilizaba cuando iba a correr, guardó en el interior su teléfono junto a las llaves de su departamento y salió tan pronto como terminó de comer.
Saliendo del edificio, el cambiaformas pollito observó a ambos lados de la calle mientras estiraba un poco sus piernas, percibiendo con alivio que se veían pocas personas.
Si era así, tal vez tendría algo de suerte y los otros humanos que se ponían en sus puestecitos ambulantes aún no estaban en el parque.
Comenzando con un trote lento, cuando lo único que quería hacer era correr y confirmar sus sospechas, Jimin se controló a sí mismo, avanzando a paso seguro y constante.
Deteniéndose en el semáforo, su cabeza se inclinó ligeramente hacia atrás cuando un aroma refrescante y limpio llegó hasta él, algo parecido al... Bosque.
Pero eso no tenía mucho sentido desde que vivía en la ciudad con otros humanos.
Tal vez habían rociado el césped del parque y ese era el aroma que estaba percibiendo.
En su mente su pollito pio, entusiasmado con la idea de correr por el rocío del pasto.
Siguiendo su camino cuando el semáforo volvió a cambiar, el dulce omega adelantó un poco el paso, apresurándose para llegar al parque.
Cuando entró en este y contempló que las personas con su carrito aún no llegaban, Jimin no quiso desperdiciar ningún minuto y corrió hacia la zona donde siempre jugaba, solo para encontrarse con una figura un poco familiar corriendo frente a él un paso más relajado.
Pasando por su lado mientras rezaba que solo fuera otro corredor que seguiría con su camino, el adorable pollito tropezó con sus propios pies cuando ese apuesto rostro varonil apareció por el rabillo de su ojo.
Y esta vez, ni siquiera el apuesto conocido fue lo suficientemente ágil ni estuvo lo suficientemente atento para alcanzarle y evitarle así otra vergonzosa caída.
Evitando golpear directamente su rostro, el rubio omega solo atinó a alzar sus brazos frente a él, logrando que todo el impacto lo recibiera sus rodillas desprotegidas junto a sus manos.
—Mierda —exclamó el apuesto extraño, deteniéndose inmediatamente para ir a su lado—. ¿Estás bien? ¿Te lastimaste en alguna parte? —cuestionó, agachándose a su lado.
Con sus mofletes pintados de un adorable rubor que cubría hasta sus orejas, Jimin mantuvo su mirada baja mientras se enderezaba con vergüenza.
—Bonito, ¿estás bien? —insistió el apuesto pelinegro con destellos azules.
Observándole, el omega asintió efusivamente, logrando agitar su rubio cabello con ello.
—Yo... —pronunció y apretó sus labios con fuerza al sentir que un pío se le quería escapar.
Observando sus manos, un pequeño jadeo escapó entre sus rellenos labios de piquito al contemplar los ramillones y las pequeñas piedritas enterradas en su piel.
—Tal vez deberías de sentarte un momento —expresó el amable extraño, ayudándole a moverse hasta tomar asiento sobre su trasero—. Tienes algo de sangre —informó observando su rodilla.
Parpadeando, Jimin siguió la mirada del extraño y simplemente no pudo evitarlo, él solo soltó un vergonzoso ruidito y se desmayó tan pronto como encontró la sangre en su herida.
Todo había sido demasiado para este pollito.
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