Capítulo 9: LA DICHA DEL PERDON
Entonces, decidí confesarte todos mis pecados;
No escondí ninguna de mis culpas.
Decidí confesarte mis errores, Señor,
Y tú perdonaste todas mis culpas.
Salmos 32:5 [PDT]
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SABADO
9:00 a.m
Abrí mis ojos lentamente al escuchar llantos.
Busqué de donde provenían, era Angie quien estaba llorando postrada en el suelo.
Supuse que estaba orando, pero me preguntaba ¿por qué lloraba?.
La llamé con voz preocupada:
— Angie ¿estás bien?
— Si. Perfectamente bien — exclamó sonriendo y limpiando sus lágrimas mientras se ponía de pie y se sentaba en la orilla de la cama.
— Entonces ¿por qué llorabas?
— por que Senti la presencia de Dios, es algo tan hermoso — dijo sonriendo
— Wow. Yo nunca he sentido eso
— cuando le entregas tu vida a Dios el inunda tu vida de una perfecta paz.
— ¿será que algún dia podré sentir eso? — pregunté.
— por supuesto que si — intercambiamos sonrisas.
Yo quería sentir también lo que Angie sentía al orar a Dios pero me faltaba creer, me era imposible aceptar la palabra.
Mi corazón estaba totalmente frío, no sentía nada, el dolor y el sufrimiento lo habían congelado.
Minutos después bajamos al comedor a desayunar, la madre de mi amiga era una excelente cocinera y además era muy amable y comprensiva, en cierta forma se parecía a Angie.
Estuvimos conversando sobre el concierto al que habíamos asistido el día anterior.
Realmente me quedé sorprendida de mi misma, estuve platicando con ellas fluidamente.
Yo no era así, yo era muy tímida y casi no hablaba con los demás.
Pero ese día fue diferente, hablaba, opinaba y me sentía bien al estar ahí.
Despues nos pusimos a ver series en la televisión. Pero no eran como las que normalmente veía yo, era una serie cristiana al parecer.
Se llamaba "Súper libro".
— Sabes me gusta demasiado esta serie — dijo Angie
— ¿en serio?
— si. Trae demasiados capítulos, ya he visto casi todas. Pero hay una que me encanta muchísimo más que todas. ¿La quieres ver? — me preguntó con una enorme sonrisa en el rostro.
— claro me gustaría — afirmé
La serie empezó. Al principio apareció el nombre "perdón sin reservas".
Debo admitir que me quedé sorprendida, en realidad era una película increíble.
La escena se desarrolla en la escuela a la que asiste Anita junto a su amigo Luis. Luis ansía entrar al equipo de baloncesto así que hace la prueba. Anita llega corriendo junto a Tuercas el robot de su amigo y le dice que ha sido elegida como presidenta estudiantil, Luis la ignora y finge que no la conoce, ella sale con lágrimas en los ojos.
Es ahí donde súper libro los lleva a través del tiempo al momento de la biblia donde Pedro niega a Jesús.
— Sabes — comencé a decir — Yo jamás podría perdonar si alguien me hace daño.
Era cierto, pensaba que nunca podría perdonar a Hania por todo lo que me habían hecho junto a sus amigas.
Tampoco a mis padres por odiarme.
— Se que es difícil. Pero Dios te puede ayudar a perdonar — dijó
— es que tu no lo entiendes — exclamó molesta — ¿cómo crees que perdónare a quienes me han hecho demasiado daño?
— te entiendo, yo antes pensaba lo mismo
— ¿en serio? Pero tu...
— te contare — comenzó a decir — Cuando yo era niña e hiba a la primaria sufría de acoso escolar por parte de mis compañeros. Me odiaban por ser la más inteligente, constantemente me hacían bromas pesadas.
Mi corazón se llenó de odio desde ese entonces, odiaba a todos aquellos que me hacían daño y pensaba en vengarme.
Pero cuando conocí a Dios, él me cambió por completo, me perdonó todos mis errores.
Y me hizo ver que tenía que perdonar.
— ¿lo hiciste? — estaba asombrada de lo que ella decía. Nunca imaginé que ella hubiera pasado por eso, digo, ella tiene una vida perfecta. Pensaba.
— al principio me negaba a hacerlo, pensaba igual que tú ¿cómo puedo perdonarlos por todo el daño que me habían causado?
Pero Dios trató con mi vida, me hizo ver muchas cosas.
Y es que si Él es capaz de perdonarnos no importando la magnitud de nuestro pecado. ¿Por qué nosotros no podemos perdonar a quienes nos ofenden?
Es difícil hacerlo pero cuando lo haces en tu interior sientes una perfecta paz. Dejas fuera todo rencor, y puedes estar bien.
No le respondí, simplemente me quedé en silencio reflexionando acerca de sus palabras.
[.....]
6:00 p.m
Por la tarde volví a mi casa.
Angie me había invitado a ir a la iglesia pero no acepté.
Al llegar a casa todo mi mundo se vino abajo.
Mis padres una vez más estaban discutiendo por mi culpa.
No quise escuchar más y me diriji hacia mi habitación.
Cerré la puerta con seguro para que nadie pudiese entrar.
De mis ojos comenzaron a brotar lágrimas.
Me senté en una esquina de mi cuarto justo a lado de mi cama.
Quería apagar la llama de mi sufrimiento...
Sin pensarlo saqué una caja que tenía debajo de mi cama, re busqué hasta que finalmente encontré lo que buscaba.
Dejé al descubierto mis brazos y comencé a hacerme varios Cortes.
La sangre comenzó a brotar.
Por ese momento me concentré en el dolor físico y no el emocional.
<Las heridas de mi mano pueden sanar> pensé <las heridas del Alma son difíciles de borrar>
Una llamada entró a mi celular.
No le di importancia, lancé el dispositivo móvil muy lejos de mi y seguí con lo que estaba haciendo.
Mientras lo hacía me olvidaba de todo. Mis manos estaban totalmente manchadas de sangre.
Las lagrimas salían a mares.
De repente escuché una voz que dijo:
— No te hagas más daño...
Dejé a un lado lo que estaba haciendo y me concentré en escuchar esa voz tan suave y llena de amor que hablo.
No sé por qué pero le respondí...
— Salvame de mi...
¿Salvame de mi, por qué? Porque yo era la única que tenía el poder suficiente para ocasionarme tanto daño. Porque solo yo podía lastimarme más de lo que otros podían.
Porque yo era la única que sabía que podía lastimarme y aún así lo seguía haciendo.
Una desesperación entró en mi y comencé a lastimarme mucho más. Me detuve cuando sentí que ya no tenía fuerzas, cuando vi que a lado de mi había un charco de sangre.
Mi vista comenzó a tornarse borrosa.
— ¡Alin! ¡¿que haz hecho?! — gritó mi madre entrando a mi habitación y viéndome en el estado en el que estaba.
Por primera vez en mi vida pude sentir su preocupación al verme.
Por primera vez sentí que le importaba.
— ¡Alin! ¡Alin! ¡¿qué sucedió?! — Se acercó a mi y me abrazó.
Yo estaba a punto de quedar inconsciente, era demasiada la sangre que había perdido.
Mi madre llamó a una ambulancia, lo último que recordé fue cuando me subieron a la ambulancia y me llevaron al hospital.
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