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37. The black dog

Comenten o Beyoncé les jalara las patas más noche 🔫


Cruzamos la fiesta lo más silencioso que pudimos, o lo más silencioso que se podía después de haber tomado por el pelo a una reportera y ser la chef de la noche. Una vez abajo, nos dirigimos al Vallet Parking, el amable señor nos trajo un hermoso Mustang negro del 60.

Hice un silbido coqueto.

—Eres un pesado. —Bromeé, viendo el semejante auto.

—No es mío, es de Edgard. —Edgar era su segundo hermano mayor—. Ese odiota siempre ha sido un pesado.

—¿Qué dijiste? —me llené de curiosidad—. ¿Qué llevarías a una hermosa chica al evento de los Lancaster?

El rubio sonrió cómplice.

—Le dije que llevaría a una hermosa chica a un bar.

Ambos nos miramos y soltamos una pequeña risa. Curiosamente, Erickson y yo no éramos cercanos, sí teníamos sexo regularmente, pero no conocíamos mucho el uno del otro, quizás sí, pero no lo mencionamos. Eran datos al azar de la vida del otro, que por alguna razón había quedado entre nosotros. Antes de subir, Erick me hizo un gesto para pausar mi acción.

—Te debía la salida a un bar, pero no será cualquier bar... —de la parte trasera del auto saco una bolsa de tintorería—. Iremos a un Bar de Jazz, y obviamente, no irás luciendo como Gordon Ramsay. Tu narcisismo no te lo permite.

Sonreí ampliamente.

—A veces me sorprende lo mucho que me conoces. —acepté la bolsa.

—Soy psicólogo, mi trabajo es desglosar tu cerebro. —me guiñó el ojo—. Ve a cambiarte, yo espero.

Caminé hasta el lobby, mire discretamente un lugar adecuado para cambiarme. Lo más "decente" que encontré fue el armario del conserje, así que no me importo meterme ahí. A decir verdad, me he metido en peores lugares a hacer peores cosas.

Abrí la bolsa, un hermoso vestido corto de tubo con un color rojo sangre  y una chaqueta larga de cuero. Me puse todo y desate mi cabello, separé algunos mechones con la intención de darle más o menos textura ondulada. Y, sin mencionar, el bolsito de mano negro que me quedaba al 100%. El conjunto era perfecto, el único inconveniente era el contrastes que mis deportivos le ocasionaban a todo el outfit. Me escabullí rápido a la salida en busca de Erick.

El del silbido coqueto ahora era el rubio.

—Vaya modelo. —tomo mi mano y me ofreció una vuelta—. Ni parece que te hayas agarrado del cabello con una reportera.

—Mi mano se encontró con su cabello, fue un accidente.

—Sí, claro, como usted diga señorita Brownbear.

Yo me giré al auto para ver cómo me quedaba, obviamente estaba maravillosa. La tela ajustándose a mis curvas, la chaqueta siendo la composición perfecta para resaltar mi figura, cabello suelto y despreocupado. Erick abrió la puerta del copiloto, interrumpiendo mi momento de admiración, ofreciéndome el lugar. Me senté en el lado del copiloto, Erick subió y emprendió marcha a algún lugar.

—Abajo están las botas que hacen conjunto con la ropa. —Dijo.

Yo, más rápida que veloz, tome la bolsa, dónde dos pulcras botas negras estaban. Me abalancé al rubio, besando sus mejillas.

—Erick, juro que me caso contigo.

—No tienes tanta suerte.

Ambos reimos, le di un empujón juguetón. Me limité a ponerme las botas, emocionada como una niña pequeña. Por otro lado, él encendió la radio. Para la sorpresa de nadie, era una canción de Taylor Swift.

—Erickson, estoy empezando a creer que me estás jodiendo.

—Y yo estoy empezando a creer que voy a lincharte. —me vio por un momento, con su sonrisa reluciente de caballero encantado—. ¿Que quieres de música?

—Cualquier cosa que no me recuerde que soy la peor novia del mundo. —ignore mi desgracia viéndome en el espejo, acomodando mi cabello.

—Ups, entonces me queda claro que Ty no es tu chica. Pongamos algo más... —

Teniendo en cuenta que íbamos a divertirnos, optamos por una canción de Rihanna. El trayecto fue tranquilo, de todos modos ya habíamos gastado suficientes energías en ese desagradable encuentro. Probablemente, ya estarían los edits en Tiktok, incluso un hilo en Twitter que detalle cada escándalo mediático que han estado los hijos de magnates, y yo saldría al menos dos veces.

Quién me conoce sabe que las fiestas a las que yo asisto habrá más de un escándalo, mío o de alguien más, eso era normal. Regularmente soy un imán de escándalos. Pero, que ésta vez fuera en una recaudación benéfica se me hizo extraño.

Supongo la mala suerte se quedó de inquilina en mi vida.

Después de unos cuantos minutos de tararear canciones, Erickson hizo la parada en una calle de fachada vintage. Había un local en particular que tenía un letrero de luces neones rojas, que iluminaba gran parte de la calle. Erick bajo del coche, lo rodeó y muy caballerosamente, abrió mi puerta. Baje del lujoso auto, sintiéndome una estrella de cine dorado. Entrelazamos nuestros brazos y procedimos a acercarnos.

The black dog —leí el rótulo de luces neón.

—El mejor bar de jazz que conozco. —dijo el rubio, conduciendome a la puerta.

De hecho, en Londres conocí un bar con el mismo nombre. Bueno, era un bar por el que yo a veces pasaba, solo había entrado como una vez. A diferencia del otro, como lo dijo Erickson, este era un bar de jazz, así que lo único común que tenían estos dos bares era su ofensivo olor a tabaco.

Sin embargo, yo estaba maravillada. El lugar era acogedor y hermoso. La música era envolvente, con ese grado de seducción que solo el Jazz puede lograr. El olor a licor mezcladas con las brasas de tabaco quemándose en el aire. La luz tenue que iba entre el naranja, el amarillo y toques de rojo.

Erickson se acercó a hablar con un mesero, y el mesero nos guío a una mesa para dos, nos dejó la carta y se fue.

—Tengo ganas de un negroni. —dije, deslizando la carta en la mesa.

Las cejas marrones de Erick se alzaron.

—Acabamos de llegar, ¿estás bien?

—Medio. Sabes que me encanta empezar con el caos. —puse la cara más tierna que pude.

Él le hizo una seña al mesero.

—Dos Aperol —cuando se fue, lo mire de mal modo—. Te ocupo sobria un rato.

—Pero yo no quiero estar sobria, quiero tener un coma etílico y despertar en septiembre.

El mesero apareció y nos puso dos tazones de pistachos, volvió a retirarse.

—¿Que tienes planeado hacer este verano? —Preguntó el rubio.

—¿Yo? Morir. —jugue con el fruto seco y luego lo comí—. Quería recuperar a mi novia, pero estoy más cerca de no volver a tener novia, que de recuperarla.

Erick achino los ojos. Estaba usando sus rayos equis para ver lo que pasaba en mi cabeza. Lo imaginé como su personaje favorito de los Xmen, Cíclope. Con la diferencia que el no tiene rayos que me partan.

—Explicame de nuevo, ¿Que pasa con tu novia?

—Aún estoy sobria, corazón.

El inclinó un poco su cabeza, así como los cachorros... Así como Apple.

—¿Necesitas estar ebria para hablar de la relación con tu novia?

—No, necesito estar ebria para restarle importancia.

Él se rió, un poco engreído. Cómo sí el verme mentirle descaradamente le hiciera gracia. Y, hasta cierto punto, era chistoso, por qué era patético.

—Emily, necesitas restarle importancia por qué te da miedo.

Yo me alce de hombros.

—El miedo es ridículo.

—El miedo es humano. Tienes derecho a sentirlo.

En medio del silencio, cuya densidad podía cortarse con un cuchillo, el mesero nos dejó nuestros cócteles. Le di un largo trago de mi Aperol, a penas el pie de la copa tocó la mesa.

—No me respondiste que harás en verano. —dijo él, cambiando de tema.

—Creo que nada. Quería viajar a Italia o volver a Londres; volver un poco a mi yo. —dije, mientras jugaba con la naranja decorativa del trago.

—Mis padres estan en Portofino, quisieron pasar el verano ahí. —Portofino, el pueblito italiano con las aguas cristalinas más hermosas que he visto—. Entrados en la vejez, les dió por otra luna de miel. Quieren viajar a Grecia y rehacer sus votos en Santorini.

—¡Que genial! ¿Cuándo viajan? —supuse que él y sus hermanos irían.

—¿Viajar? —el rubio se rió—. No nos quieren allá. Dijeron que si en la primera vez no tenían hijos, la segunda vez no tiene por qué ser diferente. Ellos son... Ya sabes, bromistas.

Lo último lo dijo en un tono, silencioso. Un tono que comprendía muy bien, por qué llegue a usarlo alguna veces por la misma razón: mis padres.

Erick es adorable. Es un hombre respetable, caballeroso, cariñoso. Ni hablar de lo sexy, varonil y sobre todo sensual que puede llegar a ser. Con su melena dorada como el sol, sus ojos resplandecientes como el cielo, su sonrisa brigadora como un suéter favorito. Erickson Woods era el sueño de cualquier mujer. Incluso, de cualquier hombre. Pero, su adolescencia no fue la mejor de todas. Lo sé, no por completo, pero lo sé.

—¿Y tus hermanos? —pregunté, tomando otro pistacho.

Él alzó las cejas, algo extrañado. Nunca en mi vida había preguntado por ellos, sin embargo, estoy haciendo todo lo posible por desviar mi tema y sé que él sabe eso. Erickson alzo sus hombros.

—Ericka sigue en la cabeza de la empresa, junto con Edgar —Ambos eran sus dos hermanos más mayores—. A Edward lo fichó la NBA hace dos años, voy a sus partidos cada temporada. Y, a Elena la llamó todos los martes y jueves, por qué está en Nueva York produciendo obras de Broadway. El jueves llamó y dijo que Netflix la llamo, quieren adaptar un libro o algo así.

—Wow, nada mal. —me reí un poco de los contrastes—. Y ¿Erickson? ¿Que hace él?

Rodó los ojos y me dedicó una sonrisa cómplice. Se mojó los labios en el Aperol antes de hablar.

—Bueno, Erickson es jefe del departamento de psiquiatría en el hospital de la ciudad. Se tira a su jefe de vez en cuando, y a veces tiene tiempo de llevar a chicas lindas, con problemas con sus novias, a bares de Jazz.

Ambos reimos seguido de un breve suspiro.

—Si tus hermanos son empresarios, atletas y estrellas, ¿Por qué escogiste ser psiquiatra?

Él deslizó la yema de su dedo índice, analizando mi pregunta. Me vio a los ojos y me dio una enorme sonrisa con cierto trasfondo triste. Su boca estaba sonriendo, pero sus ojos estaban decaídos. Dudé si él iba a contestar mi pregunta, pero estaba muy segura de haberla cagado. Bebió de golpe el último trago de su Aperol, y procedió a hablar.

—Cuando mis padres se dieron cuenta de que yo era bisexual, se volvieron locos y tomaron la decisión de enviarme a una clínica de conversión para volverme "hetero". Pase internado un mes. Acabado el mes, me siguieron llevando a terapia. Ericka era la encargada de llevarme, pero a veces no lo hacía, por qué sabía que me la pasaba muy mal y qué, lo que nuestros padres estaban haciendo conmigo, no era justo. Internado, conviví con chicos que llevaban más tiempo allí que yo. Miraba como todos nos trataban, y me pregunté: ¿Por qué estos psiquiatras se prestan al abuso humano?, Quise cambiar la realidad, y ahora son un psiquiatra cuyo criterio no se basa en el dinero, sino en la humanidad.

Después de su discurso tipo presidente, quise besarlo. Pero, quizás no besarlo con deseo. Besarlo con amor, y hacerle saber que estaba haciendo un trabajo increíble. Besarlo, como una premiación.

—¿Tú? Hace rato no sé de tu familia. —fue su turno de tomar un pistacho.

Yo me alce de hombros, cruce los brazos sobre mi pecho y me hice para atrás. Mi familia. ¿Que ha pasado con mi familia?

—Nada. —conteste a secas—. Frederick es la mano derecha de papá, y Xavier su mano izquierda. Mamá sigue regando sus rosas y hablándoles bonito, pero de vez en cuando se pelea con el aguacate. Jennary es la estrella del marketing y su piano sigue siendo seductor. Otro que es seductor es mi sobrino, Karter es un amor, sigue siendo un lío, pero es un buen niño. Y Kamala, que nunca se separa de Karter.

—¿Y Emily? ¿Ella que hace? —la sonrisa socarrona en sus labios, me hizo rodar los ojos, así como a él.

—¿Emily? Esa bastarda sale de un lío y se mete a cinco. Al menos ya se graduó y será parte de la empresa familiar, pero, acá entre nosotros, a ella no le apasiona tanto la idea. Su sueño es abrir restaurantes por todo el país. Su novia quiere abandonarla, pero como están en una relación abierta, finge que no le importa que lo haga por qué ella se tira a más gente. A veces me da lastima, en el fondo solo quiere que las cosas salgan bien. Pero, aún sigue muy sobria como para hablar de eso.

Me metí la copa a los labios y deje de hablar. Es lo último que Erickson sabría de mí por el momento.

Más tarde, después de unos cuantos Aperols, y luego de aceptar que me tomara unos negronis, la conversación ya era más suelta. Erick se limitó a tomarse cócteles sin alcohol por ser el conductor, pero yo no escatime en gastos. El licor no iba a resolverme ningún problema, sin embargo, el agua tampoco lo haría. Así qué, no me desanime en seguir tomando.

—¿Quién fue tu despertar gay? —Pregunté llena de curiosidad, y alcohol. (Sobretodo, alcohol)

Empezamos con las preguntas random, mis favoritas antes de empezar una conversación incómoda para mí.

El rubio me vio sorprendido, como por millonésima vez en la noche. Sé río y volvio a mojar sus labios en el jugo de moras rojas.

—No vas a creertelo si te lo digo.

—Oh, vamos, dímelo. —Rogué, jalando las mangas de su camiseta—. Al menos dime cómo pasó.

—Bien, bien, bien. Me di cuenta de que también me gustaban los chicos gracias a Richard.

Fue mi turno de verla sorprendida. Bueno, quizás no sorprendida. Estaba entre asqueada e indignada.

—¿Richard, Richard? ¿Richard Smith? ¿Mi ex, el homofóbico? ¿Cómo carajos te gusto esa cosa?

Él se rió. Se acomodó en la silla y se inclinó hacia mí.

—A ver, tenía 15 años, era una bomba de hormonas y curiosidad. Puedo decir que sí tenía la duda, pero Richard me lo confirmó totalmente. Recuerdo que siempre dormía en su casa, prácticamente vivía allí. Estudiábamos en el mismo instituto. Dormíamos en la misma cama luego de jugar FIFA en su Xbox 360. —Hice una mueca de asco ante lo último—. Un día, llegamos a su habitación después del instituto, se quitó el uniforme y solo se quedó en boxers y medias.

»Su cabello negro alborotado, espalda definida, muslos enormes; en medio y a mitad de sus six pack tenía un camino de vellitos que se escondían en el elástico del Calvin Klein. Se paseó así por casi toda la habitación, buscando baterías para el control de la consola. Tú mejor que nadie sabes que Richard tiene un muy buen culo, si lo hubieras visto con esos boxers sabrías de lo que hablo cuando te digo que se veía demasiado bien. Ese día me puse muy duro casi al instante, tuve que caminar con pingüino hacia el baño.

Estaba... ¿Impactada?, No sabía cómo reaccionar. Desde que conozco a Richard siempre he sabido que es medio pedante y un completo homofóbico. Que Erick me contara esto con tanta naturalidad, se me hace extraño.

—¿Y qué pasó? —pregunté, llevada del shock.

—Nada. —Erick se encogió de hombros—. Cómo bien dijiste, Richard siempre fue muy contrario a nosotros. Es super hetero y mi mejor amigo, así que no hice nada al respecto. Seguí viendo otros chicos, los que eran como él me ponían, y mucho. Altos, fortachones y, sobretodo, pelinegros. Una vez, un chico que estaba en el grupo de lucha con nosotros se dio cuenta de mi innegable atracción hacia los chicos como él, y me hizo un oral en el baño del instituto.

Analice la información lo mejor que pude.

—Eso pudo salir muy mal. —opiné—. Digo, era un internado de varones, pudieron haber hecho algo si se regaba la voz... No sé, ¿Darte una paliza?

—Buen punto. Pero, salió muy bien. O sea, mis padres se enteraron, pero nadie en la escuela decía nada por qué si habían más chicos de la comunidad, y no éramos pocos. —bebió más de su vaso—. Tú también estudiaste en una institución solo de mujeres ¿No?

—No, solo era un internado católico.

—Ah, mejor aún. —se río para si mismo—. Apuesto que era el doble de vibra homosexual.

—Éramos demasiados, casi todos.

Los dos nos reímos.

—Extraño ser adolescente, y sentir que los veranos como una puta película de Adam Sandler. —su comentario se cargó de nostalgia—. Ahora somos solo adultos, tratando de mantener a raya sus vidas... O sus relaciones.

Su mirada de reojo, fue una indirecta muy directa.

—Ya, ¿Que te traes entre manos? —dije, medio irritada por si insistencia, pero verdaderamente desesperada por desahogarme con él.

—¿Yo? ¿Que te traes tú? —me tiro la cáscara de un pistacho—. ¿A caso no tienes planes para recuperar a tu novia?

Mire mi reflejo en el vaso.

No, no tenía planes para recuperarla. Solo me iba a tender el suelo, espera que acabará el verano y ella me mandará a la mierda.

No vale la pena una relación conmigo. No vale la pena en lo absoluto.

—Quiero hacerlo, pero no tengo ni idea de cómo. —Fui sincera.

Él se quedó pensativo. Descascaró más pistachos y en un puño se los metió a la boca.

—Ericka está ayudándole a Elena a patrocinar una obra de teatro, es mas como una ópera, en el auditorio Keller —pausó para masticar—, podrían ir y ser la pareja del año; así como la película de "Yo antes de ti". O ¿Quieres que siga siendo "una más"?

Fruncí el seño.

—¿"Una más"?

—Ya sabes, una chica más; como todas las demás chicas a las que solo te tiraste y no volviste a ver. —Habló serio—. ¿Piensas quedarte con Apple o dejarla ir? Esa es la cuestión.

Reí amargamente. Le di el último trago a mí Negroni.

—Erickson, ¿Crees que valga la pena para ella quedarse conmigo?

El rubio alzó los hombros.

—No, Emily, no tengo que creer nada. La que tiene que creer que vale la pena ser amada eres tú. Yo no tengo nada que ver. Apple no tiene nada que ver. Eres tú, contra tus deseos de sentirte miserable. Déjate amar. Déjate cuidar. Deja de huirle al amor.

Sus palabras fueron un balde de agua fría en mi espalda. Todo lo que había dicho Erickson era verdad. Solo yo tenía el poder y eso era lo peor.

—Deberías de consentirla. Que tus acciones le hagan saber que la amas, y sobre todo, que quieres que ella se quedé. ¿Quieres que ella se quedé?

—Sí.

—¿Entonces? Emily, tus amoríos le están gritando a Apple que no la quieres en tu vida.

—¿Y como haré eso? —solté en frustración—. ¡Soy un desastre! Nunca se quedará conmigo.

—Mira, irán a la obra que patrocina Ericka. Yo te doy las entradas y el mejor balcón del teatro. Pasarán una velada increíble. Demuestrale que te quieres quedar. Que tus acciones, a partir de ahora, le muestren que quieres quedarte y que no irás a ninguna parte, con nadie que no sea ella. Es el comienzo de su nueva vida. Una vida lejos de tus traumas.

Pegue la cabeza en la mesa. Era demasiada información circulando en mi cabeza, es como sí hubiera una especie de cortocircuito en mis neuronas. Cómo sí mi cabeza no funcionará en lo absoluto.

—¿Y si hacemos una Bucket List de verano? —de la nada, saco su teléfono, una libreta y un lápiz de su saco.

Pegué dos veces mi frente a la mesa. No era su culpa que yo fuera tan idiota, y últimamente, muy sensible.

—De hecho, estaba en busca de hacer una, pero ese mismo día nos peleamos, una noche antes, se acostó con otra chica en nuestra habitación... Ese día, fue complicado en general.

—Auch, ¿Era la chica que dijo ser tu fan?

—Exacto, esa misma.

—Mis respetos —lo vi de mala manera—, digo, ¿Quién pudiera estar con la pareja de su ídolo?

—Para ser mi psicólogo, no ayudas.

—No soy tu psicólogo —aclaró—. Soy tu amigo que es psicólogo.

Él chasqueó los dientes y me apuntó, escribió una cosa en su libretita.

—Número 1, terapia en pareja. —leí, cuando me mostró la libreta—. ¿Qué con eso?

—El primer item de la Bucket List. Ir a terapia. —me explico—. Tú irás a terapia individual, pero no estaría de más ir a una terapia las dos juntas.

—Me estás convenciendo. —llame al mesero, y le pedí otro negroni—. ¿Me vas a reventar la tarjeta?

Su ronca risa inundó nuestra mesa.

—Para que veas que no soy mal amigo, las dos primeras terapias van por mi cuenta.

Entre risas seguimos llenando la lista. Variamos las actividades entre ir a esa opera, andar en bicicleta, ver una película en un auto cine, obviamente ir a la playa, ver fuegos artificiales entre otras cosas.

—¿Casa de playa? —le pregunte, viendo lo que escribía.

—Claro —puso un corazón en vez de un punto—. Tus padres tienen una en California, ¿No?

No recuerdo haberle platicado de esa casa...

—Sí lo hiciste. —ups, mi pensamiento fue en voz alta—. Sí, Emily, estás pensando en voz alta.

Reí. El negroni me tiene mal.

—La casa en California la visitamos el año pasado.

Ah, ya lo recordé.

—Es la casa donde nos dimos el beso de cuatro en la cocina. —dije, con naturalidad.

—¿Beso de cuatro? —él me miró confundido.

—Sí; Tori, —la prima de Richard—, Armond, tú y yo.

—Emily, creo que estoy 100% seguro de que nunca me he dado un beso de cuatro con Victoria, tu amigo Armond y tú.

Me alcé de hombros y llegué al final de mi vaso.

—Quien sabe, rubio equivocado entonces.

Mire el reloj en mi muñeca, ya era tarde.

—¿Ya quieres irte? —me pregunta, entregándome la lista.

—Yo digo sí, creo que no me alcanza un negroni más.

Ambos volvimos a reír. Erickson pago la cuenta y nos fuimos del bar. Estábamos en el auto, la brisa del verano siendo nuestro acompañante, las luces una a una sobre la carretera, moviendo la sombra de nosotros entre el asfalto.

En ese momento, dónde se escuchaba una guitarra en la radio, el tiempo se volvió más lento. Fast Car de Tracy Chapman se empezó a reproducir por las bocinas del auto. Los ojos verdosos de Erick se encontraron con los míos a través del espejo redondo del auto. Su mirada era tan serena, como si todo lo que nos hizo daño en la vida no existiera. Sus pupilas brillantes, haciéndome saber que "estábamos bien", fue como si mi alma tomara un gran suspiro.

Me giré y lo mire, él también me miró.

—¿Puedes quedarte a dormir? —le pedí.

—Si no te molestan mis boxers de corazón, por mí está bien.

Sonreímos el uno para el otro. Llegamos a la conclusión de que sería una "pijamada", así que pasamos por un 24 horas, y compramos algunas cosas, como pizzas de microondas y bebidas hidratantes para mí.

—Cargame —dije, estirando mis brazos.

—¿Disculpa? —arqueó la ceja.

—Vamos, soy menos de lo que cargas en el Gym. No quiero caminar.

Sin más, Erickson me cargó como princesa. Llegamos a mi departamento, todo estaba apagado y vacío.

Suspiré pesado, ella no estaba aquí.

Entre risas seguía en brazos de Erick, risas que cesaron hasta que las luces de la sala se prendieron, iluminando a una figura rosada. Era Apple, con una pijama y una camiseta enorme, ambas de color rosa. Parecía que estuvo durmiendo... O llorando. Sus ojos se veían cansado y rojos.

—Apple. —dije, una vez que Erick me puso en el suelo.

—Emily. —Dijo, en tono condescendiente.

Mire a Erick, buscando un consejo. Él solo estiró su cuello y la apuntó a ella.

—Apple, él es mi amigo Erick. —finalicé con un ligero hipo.

Los presenté, ella me vio a mí y luego lo vio a él.

—Erickson Woods, me da muchísimo gusto conocer a la novia de Emily, Apple. —Él le mostró su sonrisa más amigable.

Ella alzó los hombros, cruzo los brazos y miro al rubio con el ceño fruncido.

—¿Te acuestas con ella? —preguntó, directa.

—No. —dijo el rubio, serio. Él también cruzo los brazos, imitando sus postura.

—¿Te has acostado con ella?

—Antes de tí, sí.

Ella entrecerró los ojos, viéndolo desafiante.

—¿Planeaban tener sexo hoy?

—No —fue aún más serio que la última vez—, estuvimos en un bar hace rato. Emily viene muy ebria. Veníamos a hacer un pijamada, traemos pizza de microondas.

Todo paso tan rápido, que ni siquiera tuve tiempo de intervenir. Ella miró nuestras manos con bolsas, lo miro a él y me miró a mí otra vez.

—Los dejaré solos. —dijo ella.

—Por favor, no. —dijo Erickson. Me empujó un poco hacia donde ella, yo tambalee, por estar supremamente ebria—. Ustedes son las que necesitan estar solas. Yo me iré... ¿O quieres que me quedé? Solo como apoyo. Puedo dormir en el sofá.

Está vez fue mi turno de verlos. Apple me apartaba la mirada, y Erick esperaba respuesta.

—¿Quieres hablar conmigo? —le pregunte a Apple.

—¿Qué tienes para decirme? —dijo, sin darme la cara.

—Muchas cosas.

La escuché suspirar fuerte. Levantó la vista y vio Erickson. Él se alzó de hombros, pero le hizo una mira insistente. Ella se atrevió a verme.

—Está bien. —me tomo del brazo—. Vamos a darte una ducha, hueles a mucho alcohol.

Erickson la ayudo a dirigirme al baño. Él me sentó en la cama, me quitó las botas y la chaqueta, a esperas de que Apple preparara la bañera. La espera se resumió en nosotros haciendo juegos de manos (lo mejor que se podía estando yo muy borracha). Me ayudó a levantarme, me metió al baño con Apple y cerró la puerta.

Ella y yo nos vimos a los ojos después de días de no hacerlo.

No sabía si era el alcohol en mi sistema, o mi anhelo incontrolable de ver de nuevo su mirada. Pero, sus ojos estaban hermosos, más de lo que recordaba. Eran como un claro de luna, tan brillantes y transparentes. Puse mis brazos sobre sus hombros, ella tomó mis antebrazos, impidiéndome otro movimiento. Sin embargo, yo estaba muy deseosa de tenerla más cerca.

—Emilia. —el tono de su voz salía severo de su boca.

—¿Dime, amor mío?

Ella volvió a apartar su vista de mí, y yo me sentí profundamente triste.

—Quítate la ropa. —dijo, aún sin verme.

—Al menos invítame a algo. —Bromeé un poco, sin embargo Apple no estaba de bromas. Lo supe cuando me dedicó una mirada asesina—. ¿Podrías hacerlo tú? ... O ¿Ya ni siquiera quieres hacer eso?

Meneó la cabeza, como si buscará partes de su paciencia en el fondo de su mente. Sus manos viajaron desde mis brazos hacia mí espalda, buscando el cierre del vestido, lo bajo lentamente, para luego bajar los tirantes. Sentí como una carga de electricidad recorría toda mi piel, cuando las yemas de sus dedos rozaban la desnudez que provocaba en mi cuerpo. Observé cómo respiraba pesado, viendo como la piel de mis pechos se exponía ante ella. Mordio sus labios, viéndome fijamente en ese punto en específico. El vestido cayó por completo. Yo la ayudé un poco, bajando las bragas.

Caminé con su ayuda hasta la bañera, y me sumergí en el agua caliente con aroma a lavanda. Ella bajo la tapa del inodoro y se sentó en ella. Su mirada nunca se separó de mí, pero no se atrevía a volver a verme a los ojos. Yo, por mi parte, los cerré para relajarme.

—Muy lindo tu amigo. —rezongó, con celos.

Sonríe.

—Sí, es una hermosura. —me adentre en el agua hasta quedar hasta el cuello.

—Anda al grano, Emily. ¿Qué querías decirme? —dijo, irritada.

Su tono me hizo gracia. Abrí uno de mis ojos para espiarla. Me veía, muy molesta. Arrugaba las cejas y hacia un puchero.

—¿Qué hacías aquí en el departamento? —Evadí descaradamente su pregunta.

Suspiro pesado.

—Bueno, cuando tu novia es tendencia en Twitter y cada 10 minutos sale un edit en Tiktok con la canción Bad Reputation, peleándose con una reportera, vas a buscarla. O tratar de hacerlo. Un tuit decía que te habías ido con un rubio, alto, guapo y adinerado; y Snapchat me dijo que estabas en un lugar llamado "The black dog"... Supuse que era un motel.

La mire de mal modo.

—Pero, es un bar. —dijimos ambas al unísono. Ella, en un tono cansado y yo en un tono irritable.

—¿Por qué pensaste que era un motel? —la pregunta salió molesta de mi boca.

Apple, por su parte. Apoyó sus codos en sus rodillas y se inclinó hacia el frente, miro enfrente de ella, como si se esforzará por ignorarme.

—No lo sé. —simplemente alzó los hombros sin romper su postura—. Quise pensar lo peor, así me evitaba ir a buscarte, y tener que hablar.

—¿Por qué no quieres hablarme? —suavise mi voz, a pesar de encontrarme sumamente ofendida.

—Por que siempre que hablamos, terminas convenciendome de cualquier cosa, cuando me convences se me baja el enojó y cuando me quedo sin enojo, te quiero y volvemos al mismo juego. Me tienes un poco harta, Emily.

Lo último me dolió. Pero, era un tema dónde tenía mucha razón.

—Lo siento... —dije, muy suave.

Ella me miró, molesta.

—¿Lo "sientes"? —mire como un rojo vivo se instalaba en su cara—. ¿Solo lo "sientes"?

—Manazanita...

—¡No! ¡Nada de "Manzanita"! —se levantó, irradiante de furia—. ¿Quién te crees que soy, Emily? ¿Soy tu puto juego? ¡Sorpresa! No lo soy. —caminaba de un lado a otro—. Esto harta, Emily. Estoy harta, h-a-r-t-a. Sin embargo, ¡Te quiero! A diferencia tuya, yo sí sé que te quiero y que no quiero hacerte daño; y que quiero darte tu tiempo, y tú espacio. Pero, ¿Tú, que carajos quieres?

Me levanté, tambaleante y tomando el riesgo de abrirme la cabeza de una caída.

—Yo también te quiero, Apple.

—¿En serio? Pues no parece. —ella me tomo de los hombros para no caer.

—Iré a terapia. —dije, seria y viéndola a los ojos.

Ella evidentemente se quedó en un pequeño shock.

—Iras a...

—Terapia —sonreí para ella—. Erickson no es solo mi amigo, es uno de los mejores psiquiatras de la ciudad. Me está ayudando a buscar un terapeuta. También me sugirió que podríamos ir a terapia juntas.

Ella se apartó de mí, me vio repetidas veces, como si no se lo creyera.

—Pero... ¿Por qué?

Yo rodé los ojos. Me acerqué a ella y tome sus rostros, llenándola de agua en el proceso.

—Quiero hacer las cosas bien por ambas. Quiero ser la novia que te mereces, y, no lo sé, llegar a ser la esposa que esperas, quizás quiero casarme contigo en un crucero, tener mascotas, hijos, casa de campo. Apple, yo.... Apple, yo te amo.

Salieron de mí las últimas palabras que pensé mencionar en mi vida. —para mí defensa, estoy muy ebria, no sé lo que digo—. Apple se quedó callada. Tenía los ojos bien abiertos, con un brillo genuino. Pero, un brillo que desapareció sin aviso. Y, a diferencia de lo que esperaba, ella separó mis manos de su cara.

—Emily, estás ebria. —dijo, totalmente desilusionada.

—¿Y? Los niños y los borrachos siempre decimos la verdad.

Espere que se riera o, al menos, me diera una media sonrisa. Sin embargo, no fue así.

—Emily, no quiero que me decepciones. —puso sus dedos donde sus sienes—. Emilia, no quiero seguir con esto de creerte y al final que resulte ser mentira. Mi palabra sigue en pie: Si no cambias, para el final del verano, no vuelves a saber nada de mí.

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HOLAAAA, QUERIDOS HOMO-
X: —Beyoncé 🔫💥

Así es, mis queridos lectores, me desaparecí como 5 meses para protegerlos de Beyonce. Luego me lo agradecen 😘.

Ya, basta del chiste y del cuento. Cómo les había comentado antes, no me he sentido de lo mejor, mi cabeza ha estado ocupada en un sinnúmero de cosas. En resumidas cuentas, vengo saliendo de un "relación" muy turbulenta y tormentosa, con una persona que no me quería en lo absoluto, esto ocasionó que perdiera el completo interés de ciertas cositas (todo en general) y obviamente me pusiera triste. Resulta que, tanto en la vida real como en los libros, enamorase de una géminis deja muy pocas cosas buenas.

Lo estoy superando, voy a pasito se tortura con cohetes en la cola, y eso se me hace bueno.

No les diré el típico "Volví, espero no desaparecer" por qué ya comprobamos que si lo digo desaparezco como 5 meses más. Solo espero que sigan apoyando la novela, prácticamente estamos a la recta final.

L@s amo mucho! 🫶🏻

—K.

Pd: tocó publicar ahora, por qué la otra semana es mi cumpleaños y no quiero desaparecerme más.

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