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33- ➵ Let the light in

Comenten, o tienen una maldición de San Valentín 😡🔫

[Ojalá le entiendan a todas las referencias que puse 😭]

33

Let the light in

— EMILY—
— BROWNBEAR —

—¡Apple! —lloriqueé su nombre como la más patética.

Tenía mis rodillas y codos hundidos en el colchón. Su mano tomándome del cabello en un puño, mientras la otra azotaba mi culo. Sentía como por mis muslos escurría el lubricante y mis propios jugos. Y, por si fuera poco, sentí un adormecimiento cadera casi completo de mi cadera.

Jamás se me hubiera pasado por la cabeza que a Apple se le ocurriría tan pintoresca manera de coger. Esto me quedaba más a mí; a mí que me encantan las mujeres mayores, un poquito de cuerdas y eso de llevar el cuerpo al límite; no a Apple, la chica "quiero hacerte el amor" ahora es un "ábrete y recibeme". Y por más bizarro que a mí me parezca, amo esas dos versiones.

Las amo a ambas, tanto como la que besa mi sombra y el suelo por el que camino, como la que quiere dejarme el útero demolido. Bienvenido a doctops.

Sí. Estoy pensando estupideces por qué lleva horas golpeando fuerte zonas muy sensibles.

Tomaba su cadera con la pocas energías que le quedaban a mis manos, no podía sostenerla bien para que bajara el ritmo de la penetraciones. Estaba rendida, rendida por una niña que me cogía como un animal. Y yo chillaba, chillaba como una puta gata en celo.

Odio eso.

Ya había estado en algunas situaciones donde me decían "Coges como estrella porno", pero jamás me había cogido como estrella porno. Esta vez, más que un halago, era una tortura. Una muy buena.

La mano que sostenía mi cabello se dirigió hasta mi cuello. Apretó con la suficiente fuerza, para elevarme un poco más. Esa mano que se cerraba al rededor de mi cuello cortaba el flujo natural de aire, tanto que empecé a sentir que lo perdía. Sus pechos rebotaban en mi espalda cada vez que balanceaba sus caderas, enterraba sus dientes en mi omóplato como si fuera la carne más tierna que hubiera probado. Mientras qué, la mano que antes reposaba en mi cadera urgaba entre mis pligues buscando mi clítoris.

Su tacto insolentaba cada vez más a mi cuerpo, tratando de llevarlo al límite. Y lo estaba logrando, no podía ni siquiera hablar, por qué los gemidos se ahogaban en mi garganta, el único ruido que se determinaba era el chapoteo obseno del dildo de Silicona entrando una y otra vez, en diferentes velocidades y profundidades. Mis ojos lagrimeban, mis rodillas se rendían. Lo único que me mantenía "en pie" era la almohada abajo de mí y la mano de Apple sobre mi cuello.

—¿Cómo vas, Emilia? —rozo la punta de su nariz con la parte trasera de mis orejas—. Joder, no entiendo como no se me ocurrió darte en cuatro antes.

Un golpe profundo dentro de mí provino de ella, robándome un jadeo espontáneo y un chillido reprimido desde muy de mis adentro.

—Maldita sea, Avery —Caí rendida al colchón, pero con las caderas levantadas para ella—. Te pones como puto animal.

—Oh, perdón Amorcito —con ese dulce tono de voz, se acercó a mi mejilla. Pero, algo en sus ojos se miraba malévolo—. Sabes que no soy buena en eso de "Hacer el amor", lo sabes mejor que yo.

La forma ácida de su última oración me advirtió que sus embestidas iban a ser aún más intensas que las anteriores. Ya no tenía idioma, lo más cercano a una palabra era la hilera de "ah", que salían de mi garganta con cada golpe. Supe, en el liguero dolor que me estaba provocando que todo esto era una venganza. Tomo mis mejillas y las apretó provocando que abriera la boca y escupiera una gota gorda de su saliva a mí garganta. Poniéndome todavía más exitada.

La brutalidad de cómo tomaba mis pechos con ambas manos y los estrujaba a su antojo. Su respiración agitada ambientando mi nuca, mientras que yo solo podía apretar sus glúteos siguiendo con mi paupérrimo esfuerzo de detenerla. Estaba chillando, las lágrimas salían liberadas, los ruegos en mi vos.

—Apple, ya... Para...

Cuando mis manos perdieron fuerzas y mis jadeos se volvieron un grito encallado, llegué hasta mi punto más crítico. Mis piernas y mi cuerpo temblaron. Apple dio las últimas embestidas que le dio la gana y se tiro a un lado de mí.

Me costaba respirar, sentía las piernas pegajosa y entumidas. Mi corazón latía con una fuerza tal que el sonido de mis latidos se sentía en mis tímpanos. Y ni hablar de mi respiración, se escuchaba más de lo que respiraba. Me quedé hecha bolita, esperando volver en sí.

Los labios de Apple descansaron en mis hombros por unos minutos. Acarició mi cabello con pereza y se acercó a mi oído.

—No te duermas, amor. —Dijo con suavidad, para luego levantarse—. Ve a ducharte, yo arreglo la cama.

Pasados un par de minutos hice lo mismo, con la poca energía y con el cuerpo adolorido, me levanté. Evite la mirada de Apple, por qué aún me invadía la vergüenza de haber sido follada así. Ignore su presencia y me fui al baño.

Me pare frente al espejo completo. Estaba hecha una mierda. Mi maquillaje estaba completamente corrido, mi cabello alborotado; tenía en el cuello morados, y marcas de diente que iban desde mis mejillas, hasta mi culo, incluso en mis pantorrillas.

Qué vergüenza. Estaba tan apenada conmigo misma, que no supe reconocerme en mi reflejo. ¿Quién era esa mujer en el cristal?

¿Emily Brownbear?, no.

¿Margarita Márquez?, Tampoco.

Emilia. Emilia y nada más que Emilia. Emilia, la mujer que Apple hizo a su antojo. Emilia, la mujer de Apple.

Sonreí.

La mujer de Apple.

Nah, tendré tiempo de sentirme avergonzada mañana, hoy puedo disfrutar de la puta follada que me dieron, y que a nadie más pudieron habérsela dado. Sentir la pasión y el deseo de Apple es algo de lo que estoy segura solo yo fui testigo directo.  Y puedo morir, completamente feliz, siendo la única.

A cómo pude me metí a la regadera, deje que el agua me abrazara se llevará el rastro de mis preocupaciones y de mi orgullo herido. Sentí la presencia de Apple en el baño después de un rato; aún con los ojos cerrados y bajo el agua, pedí su mano para que me acompañará. Nos llenamos de jabón, sentimos la piel de la otra fuera de cualquier contexto sexual, y simplemente nos concentramos en la comodidad que ambas sentíamos mutuamente.

Me aterra la idea de sentir amor por Apple. Pero, realmente lo que me asusta más, es sentir algo en general.

Salimos del baño y fuimos a la habitación. Recogimos las batas que nos quitamos en medio de la faena y nos las pusimos. Con una toalla, empecé a secar su cabello, como una pequeña excusa para acariciarla con amor. Malditas hormonas de mierda. Me hicieron sentirla con amor, tomar sus mejillas y verla a los ojos.

Ese hermoso gris, como dos lunas llenas, dos perlas australianas que brillaban solo para mí.

—A veces digo cosas muy estúpidas, probablemente está vaya a ser una de ellas. Pero, no puedo irme a la cama sin decirte qué; Apple Avery, de la forma más sencilla y desprevenida te metiste en mi alma como una flecha escurridiza. Gracias a eso, no hay, ni habrá, otra mujer en el mundo que me haga sentir lo que tú haces. Tu amor en mí crece en mi desierto, como crece en un páramo la flor.

La mirada de Apple se oscureció, pero no de una manera que a mí me haya gustado. Era un gesto sombrío, muy oscuro. Tomó mi muñeca, separando mi mano de su mejilla, dejando una ausencia gélida en mi palma. Una risa raposa salió de ella.

—¿Y de dónde sacaste eso, Emilia? —sus ojos, el brillo en ellos estaba muerto—. ¿De una galleta de la fortuna?

El apático tono en su voz hirió mi corazón desde el centro. Iba a ocultarlo, iba ocultar que sus palabras me habían lastimado. Pero, lo que yo estaba sintiendo era real, no era una mentira. Y yo quería que ella lo supiera, que supiera que estaba naciendo de mi corazón. En un movimiento rápido tome su mano y el puse en mi pecho.

—Salió de aquí.

Nos vimos nuevamente a los ojos, por unos segundos, sin embargo, esa misma mano en mi pecho me empujó, provocándome dar unos pasos atrás. Me dio la espalda y caminó al otro lado de la habitación.

—¿No me crees? —No hubo respuesta—. Apple, lo digo de verdad, por primera vez en mi vida, lo digo desde el corazón. Eres lo mejor que me ha pasado. Eres...—

—¡Emily, ya cállate! —Me gritó. Ella se veía bastante enojada—. ¡Sigues haciendo esa mierda!

Me acerqué a ella a pasos agigantados. Quería sentirla y hacerle sentir que hablaba enserio. Pero, me impidió tocarla.

—¿De qué estás hablando, Apple?

—Siempre ha sido así: vienes, eres un amor, me pones la luna y las estrellas bajo mis pies, pero luego algo sucede y me dejas a medias. Tomás valor y vuelves, te da miedo, y te vas. Me tratas como un vestido de alquiler, compras el tiempo para estar conmigo y, cuando te aburres, me devuelves. Estoy harta, Emily.

Me enfrento, sus ojos ya no estaban llenos de perversión, ni de cariño, era odio puro. Odio y tristeza.

—Estoy harta de ser tu puto lacayo. —puso su dedo índice en el centro de mi pecho, hundiéndolo con fuerza—. El perro al que le tiras tus sobras de amor. Deje que entraras a mi vida; te hice un lugar para que lo llenaras con tu ausencia y luego volvieras como si nada. Así fue desde un principio, fui una idiota al creer que era diferente. ¿Por qué, Emily?

Me quedé callada. No sabía cómo reaccionar, y menos cuando la tristeza y la ira se formaban en sus pupilas.

Siempre había sido así con la mayoría de mis ex parejas (sexuales y amorosas), siempre arruinaban todo echandome en cara mi carente afecto, se enojaban tanto que me tiraban almohadas, jarrones, lámparas. Tuve que pagarle una ventana a Armond una vez.

Esta vez era diferente. Apple me estaba lastmando, pero por el dolor que habían en sus palabras. Él ver cómo ella estaba tan rota por mis acciones. Por la necesidad de sacar afuera lo que yo le estaba provocando. Me mataba ser su dolor, cuando quiero ser su anestesia, la oscuridad en sus pupilas cuando ella es mi luz. En ese momento, prefería con todas mis fuerzas que me lazaran una lámpara.

¿Por qué no es como los demás?

¿Por qué sigue aquí?

—Esto es diferente, Apple —Traté de razonar, tanto para ella como para mí.

—¿Diferente? Jodete, Emily. Me sigues tratando como una niña, pero tú eres la mocosa mimada que crees tener todo a tu disposición. Juro que, si pudiera, jamás te hubiera conocido. Me arrepiento de cada segundo que he pasado contigo.

Sin tocarme, Apple me había propinado un golpe bajo. Se sintió como si me dieran un puñetazo en el estómago. Algo en mí ardió, ardió desde el centro de mi garganta, como si me quedara sin aire. Quería llorar, llorar mucho. Llorar hasta quedar sin aliento, llorar hasta desmayarme y despertar en una realidad dónde esto no estuviera pasando. Ella me vio en shock, como si no procesará la información en mi rostro.

No llores, no llores, no llores.

No dejes que ella te vea llorar.

Fue difícil, mis rodillas fallaron y me tuve que sentar en la cama. Tenía la vista nublada de lágrimas, que sin permiso alguno resbalaron por mis mejillas. Estaba tan herida.

Era la primera vez que me herían. Esta era la primera vez que me importaba y por eso me hería. Esto me importaba. Apple me importa.

Pero yo... Ya no sé ni cómo hacerle creer que es verdad. Y eso me mataba el doble.

Pero soy una idiota, siempre lo he sido.

—Amor... —Apple se arrodilló frente a mí. Había tristeza profunda en sus ojos, tomó mis manos entre las suyas, buscando que yo reaccionará—. Eso no fue lo que quise decir.

Sus manos recorrieron mis brazos hada llegar a mi cabello, mis mechones se disolvieron entre sus dedos, acariciándome, buscando sontenerme. Pensé en nosostras, como una pintura de Jacinto y Apolo, un amante herido y el otro arrepentido. Pero, de ambas, no sabía quién era la que sangraba (más). Me solté de su agarre, y levanté la palma.

—E-esta b-bien, Apple —Mi voz estaba entre cortada, por la fuerza que usaba para no soltar en llanto—. N-No te disculpes. S-sé que tienes razón, no voy a c-contradecirte.

—No, escúchame, no quise decirlo, Amor. Perdí la cabeza, estaba enojada. —Sus pensamiento iban rápido, buscaba la forma de hacerme sentir mejor.

—A-Apple, está bie-n. —La voz me temblaba demasiado.

Tarde muy poco en soportar esa sensación de querer llorar, me levanté de golpe y me metí al baño. Cerré la puerta, dejando a Apple aislada de mí. Lejos de mi desastre, como desde un inicio debí de haber.

Poner un muro más grande entre lo que siento, y en cómo debo de vivir. Un muro que pudiera mantener a lejada a Apple de mi dolor y miseria.

Lloraba y lloraba, no podía parar de hacerlo. Era como un río de agua que no dejaba de brotar y brotar por mis ojos. No podía calmarme, ni siquiera respirando o tirando agua en mi rostro.

¿Por qué siempre tengo que joderla? ¿Por qué no me fui de la cama de Apple esa noche? ¿Por qué no puse un alto a ésto desde el inicio?

Le hubiera evitado todo este dolor, toda esta incertidumbre. Le hubiera evitado la pena de conocerme, el yugo de quererme y la condena de mi amor. Tan egoísta fuí, que no note su dolor. Soy una mierda de persona, no merezco nada, nunca lo merecí. Debió de mandarme al infierno hace mucho, pero yo insistí en quedarme en su vida para lastimarla más, como la puta egoísta de mierda que soy.

Ahora no puedo hacer nada, yo ya había roto su corazón, más de una vez. ¿Como podía irrumpir en su vida? ¿Como fui capaz de darle este amor tan insignificante y grosero?

Pero, no podía darle mucho después de todo, cualquier cosa que viene de mí es eso; insignificante, grosero, insípido, estúpido y, sobretodo, ridículo.

Estaba tirada en los azulejos del baño, llorando cuál Magdalena. Tirada en la miseria de un hoyo negro que yo con mis propias manos hice. Ahora todas las heridas sangraban. Nada me dejaba respirar, todo dolía, y mucho. Había pasado, lo que sentí fueron horas, en las que me revolcaba en mi propio odio. Nunca tuve amor y nunca lo merecí, dejé que mis propios miedos y rutinas arruinaran lo más real a que podía aspirar.

Pensé en la señora Rose Mary, sus cartas y acertijos, si Apple fuera mi persona predestinada ¿Por qué le hice tanto daño?

¿El amor de mi vida merecía ser tratado de esa manera?

¿Apple es el amor de mi vida?

Si mando a volar mis miedos, me pongo bien mis ovarios y salgo por esa puerta y Apple sigue ahí, esperando que le diga todo lo que tengo dentro, ¿Cambiará algo?

Si le digo que la quiero conmigo y que es de lo único que estoy segura, pero que sigo siendo un puto manojo de mierda y complicaciones, ¿Ella se quedará?

Si se queda, logramos vencer esto. ¿Valdrá la pena?

Carajo, por Dios que sí.

Pero yo, ¿Yo valía algo?

Pero, cuando estás en el fondo solo hay un lugar para ir y es hacia arriba.

Lave mi rostro, respiré tres veces, buscando la forma de vivir, y abrí la puerta. Rezando muy en mis adentros que ella siguiera ahí, gire la manilla de la puerta. Ella estaba recostada en la misma, así que se fue de lado cuando yo abrí. Cuál cohete se levantó y me vio espectante. Suspiré y tome su rostro.

—Apple, soy una mierda y te quiero.

Ella se quedó en shock, otra vez.

—Sí, siempre he sido una niña mimada que nunca tuvo el amor de sus padres, esconde su desastre bajo la alfombra del sexo y la adultez. Sé que te lastime, que no lo merecías, que soy una mierda por eso. No tengo ni puta idea de amar, pero sé que te quiero, te quiero conmigo con carácter de durabilidad. Y es de lo único que estoy segura. También sé que soy complicada, pero dame tiempo, acomodaré mi desastre. Al final valdrá la pena, Apple.

Sus ojos me analizaban. Sacudió su cabeza. Aún no procesaba las cosas de la mejor manera.

—Bien, ahora... Necesito sentarme... O acostarme. —Se dio la vuelta sobre sus talones y de tiro a su lado de la cama. Yo la seguí, e hice lo mismo de mi lado—. A ver si entendí... Tú...

Estabamos acostadas, la una al lado la otra. Ambas viendo el techo. Tenía el corazón en la boca. Estaba calmada pero, la conversación que tendría ahora con Apple, podría devolverme al está estado líquido sin problema alguno.

—Yo te quiero, —Respire profundo calmandome antes de volver a sentir el nudo en la garganta—, y estoy tan segura de eso que lo mandaría a escribir en la luna.

—Me quieres... —se giró hacia mí—. ¿O me quieres solo por qué sientes que voy a dejarte?

—Te quiero, Apple. Eres la mujer más hermosa, agradable y comprensiva del mundo. Pero, ahora es complicado, todo está siendo muy difícil y no sé cómo hacer que te quedes conmigo sin hacerte daño.

El silencio reino entre nosotras, ella miraba el techo y yo la veía a ella. Amaba ver a Apple siemplemente existiendo, sin embargo estaba empezando a preocuparme que ella no respondiera.

—Yo también te quiero, Emily, te quiero mucho, pero el amor que siento por tí está acabando conmigo.

Una grieta se hizo en mi corazón al escucharla. Su vista me encontró, también tenía los ojos cristalizados en sus propias lágrimas. Sus pupilas reflejaban tristeza. Suspiró y dejó de verme para ver otra vez al techo.

—Tu forma de querer es bastante diferente a la mí. Tu forma de expresar ese amor también es bastante diferente a la mía. Por eso te daré tu espacio para ir acomodes ese desastre del que tanto te quejas —Busque sus ojos y ellos volvieron a encontrarme—. Emily, tienes hasta que acabe el verano, para que sepas que vas a hacer conmigo y que vas a hacer con tu desastre. Esta es la última vez que te dejo romper mi corazón. De lo contrario, me iré muy lejos de ti, tanto que jamás sabrás mi rastro. Sigamos con la relación abierta, disfrutemos de nosotras por separado, hagamos lo que queramos, pero al final del verano decidiré si ya estás lista para estar conmigo o si nunca debí esperar nada de ti.

Esta vez fue mi turno de suspirar. Esa espina en mi corazón se profundizó con sus palabras, pero no podía hacer mucho. Yo ya no tenía el poder sobre nada, era Apple la que tendría la última palabra.

—Haré todo lo que pueda, Manzanita —Tome su mano y la entrelazé con la mía—. Haré todo lo que pueda para merecerte, Apple Avery. Y pido disculpas desde ahora por si te decepciono.

Luego de unos minutos de silencio sepulcral, Apple se abalanzó sobre mí para abrazarnos. La recibí en mis brazos y la arrullé con fuerza, anule todo espacio entre nosotras donde pudiera caber el miedo o la desolación; quería que su calor quedará impregnado en mi piel, por si algún día me tocara recordarla, la recuerde perfectamente. Respiré el olor a manzanilla, manzana y Jengibre en su cabello, para también archivarlo en mi memoria.

—Te quiero, Emily. Te quiero muchísimo, nunca dudes de eso. Pero, también me quiero a mí, y quiero estar bien. —Habló, pegada mi cuello.

—Lo sé, Manzanita, y estoy de acuerdo contigo. —Besé su cabello.

Ella se levantó un poco, aún sobre mí, tomo mi rostro y me besó. Me beso con suavidad, tranquilidad, pero sobre todo con mucho amor. Y se sintió como el primero, el primer beso de toda mi vida. Besar a Apple se siente como si jamás en mi vida haya besado a alguien más. Seguimos y seguimos besándonos, como si el mañana fuera incierto, pero siempre con la misma calma y serenidad.

Iba en contra de mis costumbres, pero no quería que ella me dejara de besar así. Quiero que ella me besé todos los días de mi vida, cada madrugada y cada atardecer, cada café o té; cada que pueda que ella me besé y me reviva, una y otra, una y otra vez.

Sin embargo, no podía pedirme mucho a mi misma.

—¿Tienes hambre? —le pregunte cuando volvió a esconderse en mi cuello—. Vamos a la cocina, preparé algo para ambas.

—¿A esta hora?

Me alce de hombros.

—Puedo hacerte lo que quieras.

—Eso ya lo sé pero, ¿Qué vas a cocinar?

Ambas reímos, esto ya había pasado antes.

—En ese caso, puedo cocinarte y hacerte lo que quieras.

Con una sonrisa cómplice, ambas nos levantamos de la cama y nos dirigimos a la cocina. Ella tomó mi cintura y la pego a ella, abrazándome. Saqué, como en nuestra primera noche juntas, pasta, espárragos, carne y vino, sobre todo vino.

—Amor, ¿Pones el toca discos? —Dije, salteando los espárragos sobre la sartén.

—Claro, ¿Qué quieres que ponga? —Ella me habló desde la sala.

—Me encantarían los Beatles, cariño. —pase a revisar la pasta.

Escuché la estática del toca discos por unos segundos, para luego escuchar la melodía de Here comes The Sun provenir de dicho lugar.

—Nunca me esperaré que te gustara la música tan vieja —Dijo, una vez que estaba sentada en la isla a un lado de mí—. Digo, no es que este mal, pero tú eres más de pop y música en español. Nunca me imaginé que te gustarán los Beatles.

Reí por lo bajo.

—Amorcito, no sé si con los años aquí he perdido mi acento, y espero que no, pero yo soy inglesa, mi padre es inglés y, gracias a él, mi canción de cuna es exactamente la estás escuchando ahora.

Ya con con todo alejado del fuego, me acerque a ella para verla, ella cruzó sus brazos por mi cuello y sus piernas por mi cadera. Se acercó a mi oído con cautela.

—Me encanta tu acento, tiene el primer lugar de "Cosas de Emily Brownbear que hacen que me estorben las bragas". —Ella se rió, muy por lo bajito, como si de una travesura se tratase.

He de admitir que me sonroje. Hice lo mismo, me acerque a su oído y hablé en él.

—A mí también me gusta tu acento, eres mi Miss Americana. —finalice con una mordida en su oreja.

Me estrujó más contra ella, haciendo un chillido de no sé qué cosas, pero la podía sentir sonreír.

—No es justo, hace un rato estaba enojada contigo y ahora haces referencia a Taylor, ¿Cómo se supone que te odiaré?

—Por favor, nunca lo hagas.

Nos sentamos en la alfombra a comer nuestro platillo. Dejamos las cortinas abietas de nuestra sala, para dejar que entre la luz. Aprovechamos para vernos una película románticas, de esas ochenteras a las que Apple y a mí nos gustan ver de vez en cuando. Hablábamos un poco, y veiamos la película. Pero fue en un momento, dónde Julia Roberts en su papel de trabajadora sexual, le hablaba a su interés romántico, que quería estar con él y que lo que él le ofrecía le parecía algo que ella no merece, voltee a ver a Apple.

Estaba pensativa, hasta podría ser que concentrada. La belleza de Apple a mí me parecía excepcional, pero era el mundo detrás de su mente el que amarró su soga a mí cuello. Después de unos minutos observandola, ella noto que yo la veía.

—¿A caso todos los ricos son iguales? —Dijo, mientras enrrolla la pasta en tenedor. Sabía a qué hacía referencia.

—Creo que solo algunos. —dije, bajo.

Pasada la película, dónde la pelirroja se va, el largometraje sige hasta a acabar, me entró una duda crusial, ahora yo era la pensativa.

—Apple, —la llame. Ella atendió en un instante—. Sé que dijiste que te sí no resolvía nada antes de que el verano terminará, ibas a alejar y no volviera a verte.

—Exacto, ¿Qué con eso, amor?

—Si, técnicamente eso sucede, abra alguna forma de volverte a buscar cuando yo sea otra persona...

Ella volvió a pensar.

—Trataré no cambiar mi número, solo por si llamas y cantas I just called to say i love you, eso me haría reconsiderar el volver a tu vida.

Acabamos nuestra comida, pero ninguna de las dos parecía cansada. Tome la mano de Apple y la pegue a mí.

—Bailemos un poco de Los Beatles y luego vamos a la cama. —Pedí.

Al son de Something, Apple y yo bailábamos viéndonos a los ojos. Yo deseaba, que el tiempo se parara y ella se quedará conmigo para siempre. Sin embargo, yo tengo trabajo que hacer y ella tiene la última palabra.

━━━━━━🍯━━━━━━

Chiques, Feliz San Valentín!

Espero que les haya gustado mucho este capítulo, especial. Les juro que no llore (tranquila) 🥹.

Pero más que depre, vean está portada.

Las tres horas de mi vida mejores invertidas 🥹, quedó preciosa.

Quiero agradecerles por estas aquí, ayudando a mi sueño, ayudándome a mí a crecer como persona. Se le ama mucho!

—K

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