32- ➵ She loves control
El que no comenté, le va a ir mal en 2024 🔫😡
⟦32⟧
➵ She loves control
— APPLE —
— AVERY —
Después de nuestro viaje a la playa, y la exigencia de mi tía Adalia de que yo estuviera en casa, llevaba un rato viendo el techo de mi habitación.
Emily llamó. Y me sentí muy tonta por no haber visto venir semejante petición. Si es Emily de la que estamos hablando, está más que claro que ella "necesitaría" una relación abierta. Por que ella es así...
Derrepente deje de juzgar a Frida, y empecé a entenderla.
Acepté su estúpida idea por dos razones:
La primera, rechazar su diplomática propuesta de tener total libertad y transparencia entre nosotras nos iba a poner en una posición incomoda. Sé que a ella no la pondría tranquila. Descubrí que sus demonios eran más incontrolables de lo que yo creía.
La segunda, quizás yo también necesite replantearme sí de verdad quiero estar con Emily. Yo sé que ella es complicada. La noche anterior, de ella llorando por su inseguridad y su miedo, no me dejaron más que las manos vacías. Su desesperación y mi impotencia, me hicieron saber que no podré salvar a Emily de ella misma.
La tercera y última, por idiota.
Me dolía mucho, a pesar de entender las razones por las que me lo pidió, pero el punto es que no las terminaba de aceptar. No entendía por qué la chica de la que yo estoy enamorada con locura necesita acostarse con otras personas para estar bien.
Odio, esa es la palabra del momento. Odio su voz, su piel, sus labios. Odio su rica comida, odio sus besos apasionados. Odio, irremediablemente, el muro que Emily construyó entre su vida y la mía.
Ella dibujo estrellas en mis cicatrices solo para verlas sangrar.
Pero,
¿Porqué?
¿Emily valía tanto la pena?
Al parecer yo para ella no lo valía.
No valía ni siquiera el esfuerzo...
Okey, quizás estoy siendo dura. Ella compro un apartamento para ambas, me compro ropa, me hace de comer, me da tiempo, me consiente, me escucha. Hace todo lo que una pareja debería hacer... Menos darme mi lugar.
Pese a estar consciente, no puede evitar llorar de desesperación. Estaba cansada de luchar, y no solo por Emily. Esto era siempre, era yo buscando amor... Rogando amor.
¿Tan difícil soy para amar? Mierda, odio esto. Encuentro a alguien lo suficientemente aceptable, y luego me botan, por qué siempre soy mucho pero nunca suficiente. Y ya me estoy hartando un poco de eso.
¿Ella se estará divirtiendo con otra chica? ¿Un chico? ¿Solo me está jugando una broma? ¿Esta enamorada de alguien más?
Pasé llorando al menos un par de horas, tomaba un respiro y volvía a llorar. Estoy tan frustrada, enojada, triste, decepcionada que nada puede con eso.
Estúpido amor de mierda.
—Apple —Escuché a la tía Adalia hablar por las escaleras—. Cariño, hice algo de Zuchinni como lasaña, ¡Baja a cenar!
Mierda.
—¡No tengo hambre, Dali! —hablé, tratando de sonar lo más natural posible.
Si ella se da cuenta que estuve llorando, y peor que estuve llorando por Emily, va a ir a hacerle un escándalo donde quiera que esté. Claramente tenía los ojos rojos y semi inflamados, además de tener la voz ronca. Se iba a dar cuenta. Así que, decidí quedarme encerrada aqui, hasta mañana. Aunque este muriendo por un rico trozo de lasaña Zuchinni.
Me tranquilice cuando no volvió a decir nada, pero casi se me va el alma de paseo cuando tocó la puerta.
—¿Estás bien, Apple? Te escucho enferma, cariño.
Maldije otra vez.
—Sí, creo que la playa no me quiere del todo —mentí.
La puerta se abrió, por qué obviamente mi tía Adalia tenía llaves de mi habitación. Me quedé en silencio, mientras nos veíamos a los ojos. Ella se acercó, se arrodilló hacia mí y limpió las lágrimas en mi mejilla.
—¿La playa o la rata inglesa con plata?
—La playa... —Mentí, otra vez, muy pero muy avergonzada.
Ella se levantó, con bastante paciencia. Sin embargo, yo me levanté cual bala, siguiendo sus movimientos. No quiera que cometiera una locura. Peor con la chica que tiene mi corazón entero.
—Traeré la lasaña, tal parece que va a ser una noche larga.
Me tranquilicé un poco al escucharla decir eso, pero no bajé la guardia. La seguí hasta el principio de las escalera, asegurándome que sí fuera a la cocina, y no a armar un escándalo a Brownbear's company. Los minutos pasaron y ella volvio con dos platos de comida y dos sodas de jengibre en los bolsillos de su pantalón médico. Nos sentamos en la alfombra a comer.
—Y bien, ¿Qué sucedió?
Tragué grueso, pensado en sí debería conterle, o la forma en la que iba a contarle.
—Dali —la llame de la forma que suelo hablarle desde pequeña—. Emily no es Owen. Emily, no abusa de mí, no invade mi espacio personal, no me agrede; ni verbal, ni físicamente. Emily no es así.
—Ajá, toda una santa la señorita Brownbear —Habló sarcásticamente, mientras tomaba con el tenedor un trozo de Zuchinni.
—No, Emily no es una santa, pero es una buena chica. Ella me da espacio, es comprensiba, es un completo amor. De verdad, es la chica más encantadora que he conocido. Estoy completamente enamorada de ella, Tía Adalia.
Ella suspiró pesado. A kilómetros se notaba, que la confesión que le estaba haciendo en este momento no la entusiasmaba de ninguna forma.
—También estabas enamorada de Owen, y resultó ser un patán —Bebió de su soda—. Al principio todos son un amor; encantadores, amorosos, detallistas. Pura mierda. ¿Qué tiene de diferente Emily? ¿Qué es una persona decente? Estás romantizando lo básico, Morell.
Esta usando mi segundo nombre, esto no pinta bien.
—Emily me quiere.
—¿Segura? ¿Por qué te hace llorar entonces? —Me quedé en silencio—. Dime lo que hizo.
—Te lo diré, solo prométeme que no harás nada en su contra.
Ella rodó los ojos.
—Depende de lo que haya hecho.
Suspiré.
—Ella me pidió tener una relación abierta, incluso, me pidio que yo fue quien pusiera los acuerdos.
—¡Ja! La santa Emily Brownbear se cayó del atrio —la mire de mala manera, ella se relajó—. Bien, ¿Qué le dijiste?
—Acepte. —ahora fue su turno de verme de mala manera—, mis condiciones fueron no involucrar en nuestra vida personal a terceros, chequeos regulares, responsabilidad a la hora de cualquier contacto sexual y usar protección en nuestros actos sexuales.
Mi tía frunció las cejas.
—¿No usabas protección con ella?
Bajé la mirada, muy avergonzada.
—No. Pero te juro que estoy limpia, mi último chequeo fue hace dos semanas y estoy bien.
Ahora fue su turno de suspirar, dejó a un lado sus platos y se cruzó los brazos.
—Ajá, ¿Por qué estabas llorando?
—No la entiendo, a veces es tan linda y dulce, comprándome ropa, diciendo cosas lindas, siendo romántica y empalagosa; pero, cuando menos me lo espero, se vuelve distante y aislada, se cierra completamente a la idea de ser amada. Se pone renuente en que yo también quiero ser empalagosa y romántica. Quizás... Pido demasiado.
Las lágrimas se dejaron llevar, silenciosas bajaron por mis mejillas, hasta bajar a mi cuello. La tía Adalia tono mi cabeza y la dejó reposar en su regazo. Acarició mi cabello, de medio a puntas, como lo hace desde hace 8 años.
Lloró por qué tengo miedo. Tengo miedo de que todo lo que es sagrado para mí, sea solo un juego para Emily. Tengo miedo de haber repetido el mismo patrón de mi madre.
—No estás pidiendo demasiado, Apple. Estás pidiendo lo justo, pero ella no te lo esta dando. Emily te trata como si fueras una niña y tú le estás dando ese poder. Solo te está consintiendo y manteniéndote ocupada con los juguetes de aquella te compro. El departamento es solo tu casita de muñecas, juegan a las novicitas y fuera de ella vuelves a ser la niñita. Quizás te quiera, pero no como más que su entretenimiento. ¿Qué es lo que queda si ella sale de ahí con alguien más? Solo quedas tú y una cama vacía.
Me aferre a sus piernas y lloré más fuerte. Su palabras me habían tratocado más de lo que yo imaginaba. Siguió acariciando mi cabello, en busca de mi tranquilidad pero pasaron varios minutos antes de que pudiera hacer eso. Limpié mis lágrimas y me senté para pensar mejor, además de respirar con más comodidad.
—¿Qué puedo hacer? —bebí lo último de mi soda—. No quiero terminar con ella, de verdad la quiero mucho, Dali. Pero no puedo con esto.
—Mira, primero tiene que ser fuerte. No estás segura si su relación va a durar tanto, o si tiene futuro. Es mejor que que caigas en esa realidad antes de que te des contra ella. —puso un mechón de mi cabello atrás de mi oreja—. Lo segundo, jugar su juego, ¿Ella quiere una relación abierta? Dale su relación abierta, pero no te le quedes esperando, diviértete como ella lo hace. Y, ya con el paso dos, el pasó tres es el mejor: Exige tu lugar, demuestrale que no eres una niña, Apple.
—Eso... No me parece del todo sano, Dali. ¿No es inmaduro?
—Para nada, ella es una mujer adulta de "sociedad" que si quiere una relación abierta es por qué puede manejarla —su sarcasmos y severidad de verdad estaban empezando a asustarme—. Apple, desde mi perspectiva, Emily es una niña caprichosa a la que todo el mundo le cumple el antojo, por qué nadie le pone un alto. Ella dice "rana" y todos saltan.
—Pero, —
—Nada de peros, Morell. Enseñale que tú no eres como los demás —me tomo por la nuca y me obligo a verla a los ojos—. Pude no haberte parido, pero eres MI hija, y no permitiré que ninguna hija mía sea tratada con inferioridad por una mimada privilegiada que tiene un acento ridículo.
Rodé los ojos divertida y solté una pequeña risa.
—Su acento es lindo... Y muy sexy.
Ella copio mi gesto.
—Como quieras. Wata'
Luego de burlarse del acento de mi chica, me dio un beso en la frente y me dejó sola en la habitación.
Me acosté en la cama, viendo el techo. Ya no tenía tiempo para llorar y sentirme triste. Necesitaba idear un plan perfecto para quitarle las riendas de poder a Emily, pero sin lastimarme en el camino. Algo así como un "golpe de gracia" o algo parecido. Busque en mis contactos y mis redes sociales, alguien que pueda serme útil. Y claramente lo encontré.
Lina, quien ha estado coqueteando conmigo por Instagram desde hace un rato, habíamos hablado un par de veces pero yo sabía que ella era de esas chicas que solo buscan diversión y pasársela bien. Así que no le vi problema, salgo con ella, Emily se da cuenta, le dejó las cosa en claro y veo si muestra relación tiene futuro o no.
Un plan sencillo, ¿No?
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EMILY
BROWNBEAR
Luego del bar y el encuentro con la señora Rose Mary, fuí a mi departamento. En el elevador, encendí mi teléfono para mandarle un mensaje a Apple y no estar sola. Después de todo, mis padres tenían razón, no soy una persona que compra un departamento para estar sola. Sin embargo, un mensaje de Apple llamó mi atención. Era un "Avisa si vas a llegar al departamento por qué tengo visitas" de hace media hora.
Chasqueé la lengua, no me agradaría ver a Megan ahí, especialmente por qué demostró que no soy de su agrado desde la última vez que Apple me dejó. Megan también era muy sobre protectora con ella, pero no la juzgo, si mi mejor amiga saliera con alguien como yo, tambien estaría buscando riña.
Saqué mis llaves y abrí la puerta. Dejé mi bolso colgando en la entrada y me fui hasta la sala. No mire a nadie, pero unas risas y otros sonidos me distrageron. Eran provinientes de la habitación principal, la de Apple y mía. Con cautela y para no ser invasiva, caminé hasta ahí. No solo eran risas, eran gemidos. Cosa que me pareció extraña. Con sumo cuidado, abrí la puerta.
Un cabello rosa se asomaba por la pequeña abertura que hice, para luego tener una primera plana de Apple besándose con la peli rosa. Mire con esfuerzo toda la habitación, buscando más información. Había una chaqueta tirada, una camiseta que a kilómetros sabría que es de Apple, por qué yo se la compre, y una falda rosada.
Volví la vista a la cama, una blusa salió por el aire. El sonido de los besos se volvieron más agudos desde que los empece a ver. Como el lápiz labial morado de aquella chica se quedaba en los labios de Apple. Como sus dedos con anillos plateados pasaban por su torso descubierto y buscaban el broche de su sostén. Un sostén rojo... Como los que me gustaba que usara.
Cerré la puerta en silencio.
Debo seguir ebria, me choque contra un poste y estoy teniendo alucinaciones de camino al hospital.
Pegue el oído a la puerta. Escuché más gemidos, está vez de Apple, lo sé por qué para mí son completamente inconfundibles. Era Apple, mi Apple, siendo follada por quien sabe que tipa. En mi cama... Nuestra cama.
Una pesadez incómoda se instaló en mi estómago, en mi abdomen todo se revolvió por completo. Corrí hasta el baño de la sala y me puse en el inodoro para vomitar. Vomité hasta lo que comí en la cena de ayer, vomité hasta el té que me dio Jake. Me levanté con dificultad, mis rodillas no respondían del todo bien, y no era precisamente por el alcohol.
A cómo pude me quite la ropa, sentí que la blusa no me dejaba respirar bien. Qué la tela me asfixiaba, mis pulmones no tenían espacio entre la culpa y el pánico. Ya sin ropa, me metí a la regadera.
Podía escucharlas. Podía incluso verlas. Pero no iba a hacer nada, no podía hacer nada en lo absoluto. Solo me quede ahí tirada en la regadera, buscando como carajos controlar el pánico que me había invadido. Estaba tan perturbada, que ni siquiera estaba llorando. Solo éramos yo, mi pulso, el agua y la desesperación.
No sé cuánto tiempo me quedé ahí, mis dedos se arrugaron, no respiraba bien por el flujo de agua que cruzaba sobre mis labios, sentí que en algún momento me daría un infarto gracias a los latidos descontrolados en mi pecho. Aún no tenía la energía o la capacidad para salir, pero aún así lo hice. Tome una de las batas del baño, caminé a la sala y me acosté en la alfombra. Necesito respirar.
Sin embargo, no me sentía cómoda haciéndolo. Era como tener una espada entre el pecho que se metía en mi esternón y salía entre mis omóplatos. Era una mierda, en todos los aspectos.
Tenía una enfermedad incurable dentro de mí. Podría bautizarla como: El síndrome de Emily; tener cosas maravillosas con personas increíbles y luego cagarla. Cagarla mucho, esa sería la etapa grave de la enfermedad.
No existe cura. Yo merecía esto, al fin y al cabo.
Los minutos pasaban y ellas no salían, torturandome cada vez más. Por un momento, considere que la chica se quedaría a dormir, y a mí me tocaría dormir en el cuarto de invitados. Pero, seguí inerte en la alfombra. Merecía lo que estaba pasando, merecí quedarme afuera de mi habitación y quedarme a dormir en el suelo de la sala, como la maldita miserable que siempre he sido.
Ser jodidamente miserable es todo lo que yo merezco.
El alma me regreso al cuerpo, un poco más rota que antes, cuando escuché la puerta abrirse. Poco a poco me levanté, ya incorporada actúe con la poca naturalidad que me queda. Volteé a ver y era la chica de cabello rosado. Traía una chaqueta en brazos, el cabello húmedo y el maquillaje borrado. Sus ojos se abrieron de sorpresa al verme.
—¿Emily Brownbear? —un tono emocionado salió de su boca al preguntar mi nombre.
Yo seguía tan muerta, que solo asentí ante la pregunta. De la nada, la tenía en frente, cara a cara conmigo.
—¡Soy Lina, y soy tu fan! —ahora la sorprendida era yo—. He leído todos tus artículos en la revista Club de Gourmets y los que tienes sobre repostería. Eres la mesías de la harina y el Führer de las salsas. Además, tu cafetería es hermosa... Como la dueña, la mejor de ciudad. Jamás pensé que fueras Roomie de Apple.
Dios, esto no me puede estar pasando. Bueno, soy yo, claramente todo puede pasarme. Menos un camión, para eso no le alcanza a la escritora.
—Que bien. —fue lo único que alcance a gesticular.
—¿Puedo tomarme una foto contigo? —sus ojos llenos de ilusión me sorprendieron aún más.
El descaro de esta chica, de coger con mi mujer y pedirme una foto. Mi orgullo no daba para tanto.
—No estoy en... Condiciones para la foto —apunte mi bata y cabello mojado como excusa—. Pero, puedo darte un autógrafo.
Lina saltó de alegría.
—No podrías hacerme más feliz.
La chica se colgó de mi brazo, caminamos a la cocina y tomé un plato de la encimera, justo en el desayunador había un marcador, lo tomé y puse mi firma "pública" en ella. Ya qué, podría ser una loca que vaya a falsificarla, tenía una de negocios y otra de autógrafos. Ella sostenía su mandíbula entre sus manos, viéndome con suma concentración.
—No pensé que fueras tan hermosa en persona.
Sonreí con dificultad. Era un sonrisa forzada y bastante antinatural. Era tan falsa que las Kardashian pedirían una igual la próxima vez que visiten el cirujano.
—Las cámaras actuales pueden ser muy buenas, pero no creo que capten toda tu belleza.
La perra seguía y seguía, era la primera vez que me incomodaba que me halagaran. Sonreí más grande y más falsa.
—Gracias, eres... una ternura. —Fue lo único que se me ocurrió, luego le di el plato y espere, con muchas ansias, que se fuera.
—¿Te gustaría tomar un café algún día? —se acercó "seductoramente" hacia mí, tomando mi muñeca y recorriendo mi brazo—. Me gustaría probar algo más que tú comida.
La sonrisa falsa que tenía se me borró. No me pude sentir más incómoda. Estaba tan ¿Asqueada?.. No sabía ni como reaccionar; hasta qué sentí como una mano, quitaban sus manos de mí.
—Lina, pensé que estabas esperando Uber. —Apple intervino entre ella y yo, con una sonrisa incómoda.
—Oh, cierto. Bueno, adiós.
Me dió un beso tronado en la mejilla, a una distancia peligrosa de boca, y a Apple un beso en los labios. Antes de abrir la puerta, me hizo una señal de "llámame", y por fin se fue.
Un temblor de tensión sacudió mi cuerpo. La pena ajena y propia no me cupo en ese momento. Apresuré mis pasos a la encimera, tomé la botella de Brandy y le di un trago profundo. Necesitaba despertar, o despabilar, o desmayarme. Sacudí mi cabeza y mire a Apple; traía su bata rosa y el cabello mojado. Sus grandes y grises ojos me vieron esperando algún movimiento.
Hizo una pequeña sonrisa, callada y cautelosa.
—Hola, amor. —salió de sus labios la palabra más sincera que alguien podría decirme.
Acorté la distancia entre nosotras, tome los lados de su cara y los acaricié con mi pulgar. Besé sus labios con ímpetu y serenidad. Quería sentir sus labios y olvidar el resto de cosas que me atormentaban. Una verdadera sonrisa se plasmó en mi boca.
—Hola... Amor. —Dije, casi como un susurro, cargado de terror.
Pasó sus dedos entre mi cabello, acariciándolo con ternura. Tome esa misma mano y la puse en mis labios, besando su palma.
Para mí, Apple era el cáliz de mi santa cena.
Esa pequeña chica de ojos grises, sonrisa cautivadora y piel cremosa es tan sagrada para mí; que le montaría una iglesia y todas mis plegarias serían dirigidas a ella.
Lo que yo siento por Apple es tan difícil de controlar, que definirlo es limitarlo y tratar de entenderlo es una perdida de tiempo. Solo sabía una cosa: Mi cuerpo podía ser de cualquiera, pero mi corazón era solo para ella.
—Lina y yo pedimos pizza —se dió la vuelta y mencionó las palabras que botaron mi humor—. Te dejamos unas rebanadas.
—Que consideradas. —Hablé sarcásticamente, por qué mi boca tiene mente propia.
Tomé otro profundo trago de Brandy, y le di un mordisco a la pizza fría de queso y jamón para luego pasarla con otro trago. Todo eso, bajo una mirada preocupada y curiosa de Apple.
—¿Estás bien?
—Mejor que nunca.
Ella ladeó la cabeza. Esta de más decir que estaba poco convencida.
—Es algo tarde, deberíamos ir a la cama. —quito la botella de mis manos y la puso en su lugar.
Entrelazó sus dedos con los mios, comos si toda la vida hubisemos hecho eso, guiándome hacía nuestra habitación, pero al estar parada en el lumbral de la puerta, y tener pequeños flashes de Apple cogiendo con la peli rosa, me impidieron avanzar. Pare en seco, tomando mi estómago, buscando alguna forma de no volver a vomitar.
—Apple...
—¿Sí? —ella se encontraba del otro lado de la puerta. Acomodando las pulcras sábanas blancas.
—¿Puedo pedirte algo? No es nada malo.
La saliva paso espesa por mi boca. Seguía teniendo esa horrible sensación de no poder respirar cada vez que tragaba.
—Claro, dime qué pasa.
Los ojos de Apple siempre han sido mi kriptonita. Sus ojos estaban tan llenos de transparencia y bondad, que jamás en mi vida pensaré que esta mujer hace algo malo. Es tan pura y bendita, que me siento sucia de estar en su presencia. Ella jamás me haría daño, por eso trato de ser amable y calmada con mis pensamientos hostiles.
Aunque a veces ellos ganen.
—¿Podrías no tener sexo en nuestra habitación? —ella alzó la ceja—. Puedes hacerlo con quién quieras... Pero, no me siento cómoda con lo hagas en nuestra cama. Puedes hacerlo en el cuarto de invitados, pero te suplico que aquí no.
Alzó los hombros para luego sonreír. Bondad, pureza y bendición, esa era la sonrisa de Appel para mí.
—Esta bien, amor —Se acercó a la cama y se sentó, me ofreció el lugar junto a ella—. Ya cambié las sábanas, no te preocupes.
Caminé hasta la orilla y me acosté a su lado. Ella se acercó, descansando su cabeza en mi pecho, cruzó un brazo para abrazar mi cintura; me apretó contra ella como su yo fuera un oso de peluche. Por otro lado, yo caricié su cabello húmedo, jugando un poco con él. Nos quedamos unos minutos así.
—No tengo sueño. —Dijo, aún en mi pecho.
—Yo tampoco, cariño.
Se levantó levemente, viéndome a los ojos con picardía. No pude evitar sonreír. Quizás por qué su sonrisa era muy contagiosa.
—Podríamos divertirnos un rato. —sus dedos abrían la abertura de mi bata.
Beso parte mí cuello, de forma juguetona, senti sus colmillos sobre mi pulso y sus labios en mi garganta.
—¿No estás cansada? —el sarcasmo volvió al tono de mi voz, seguida de un leve jadeo.
—Para mi chica, jamás.
Apple subió a mi regazo. Me miró con una sonrisa socarrona y la mirada llena de picardía. Me encantaba que fuera así. Me beso, primero lento y después feroz; era nuevo para mí, sentir como ella toma tanta posesión de mí de esa forma brusca, nada parecida al día de mi cumpleaños o las otras veces, pero no me quejaba.
—Tengo una sorpresita para tí —Deslizó un susurró candente por mi oreja, cosa que fue avivando la llama.
—¿En serio? —repliqué, está vez besando su clavícula.
—Sí —se levantó de mi regazo y fue al clóset—, dame un segundo.
Espere pacientemente por su regreso. No tenía idea de lo que podría ser, me imaginé una bella lencería roja o negra. Igual ambas le quedaban bien.
Mi sorpresa fue verla salir del clóset, abrir un poco su bata y dejar ver una hermosa lencería negra...
Y un arnés atado a su pelvis con un curiosos objeto de forma fálica y color rojo.
—¿Te gusta? —movio su cadera, jugando con él de lado a lado—. ¿Qué tal si lo probamos?
Miraba el juguete y la miraba a ella, aturdida. De la nada me puse nerviosa, pero no sé lo demostré.
—Un arnés... Rojo. —Dije, más para mí misma.
—¿Qué el rojo no era tu color favorito? —Su voz se profundizó.
Sus mejillas rosas me jugaron una emboscada, al pensar que iba a ser tranqui.
—¿Qué quieres hacer? —Pregunté arriesgada.
—Arrodíllate.
La miré fijamente a los ojos, en ningún momento di señales de vulnerabilidad. La retaba con solo una mirada, y eso seguía gurdando mi postura. Me levanté e hice lo que me pidió. Apoyando mis rodillas en la alfombra blanca de la habitación, justo en frente de ella. Despegue mi vista para ver el falo rojo que apuntaba a mi dirección.
—No sabía que eras militar —dije.
—¿Militar?
—Por la pistola. —Golpeé el juguete y rebotó.
—Mejor abre la boca. —Ordenó.
Volví mi vista a sus ojos sin dudar. Fingiendo, no dudar, y sin más, obedecí. Abrí mi boca para recibir el objeto de Silicona. No sé de dónde saco Apple, el querer golpear mi garganta con semejante invento, pero lo estaba haciendo. Hubieron embestidas que me provocaban arcadas, y buscaba bajar el ritmo de las mismas poniendo mis manos en su cadera, frenando el movimiento.
—No veo el caso que hagas esto, no sientes nada. —Repliqué, no muy convencida de querer seguir.
—No me importa. Tengo suficiente placer viendo como te estoy atragantando. Y créeme que lo disfruto.
Rodé los ojos. Ella se agachó un poco y me tomó del mentón, limpiando con su pulgar la saliva en mis labios.
—¿Puedes ser tan amable de verme a los ojos cuando lo hago, amor?
Suspiré, y volví a abrir mi boca para que ella entrará. Sus ojos escarbaban en mi alma, clavándose en los pequeños retazos que quedaban de mi sumisión. Soy versátil, pero jamás fui sumisa, mucho menos dócil. Pero esos ojos, esos malditos ojos grises que me tienen de rodillas, siendo su juguete. Veía mi reflejo en sus pupilar expandidas. El reflejo de una presa en los ojos de su depredador, eso veía.
Me pareció curioso, por no decir depravado e inmoral, que aunque me avergonzara el estar de rodillas ante Apple, me excitaba mucho que una hermosa chica me estuviera follando la boca con una polla de Silicona. La vergüenza me tenía mojada, por así decirlo.
Mi mirada no se separó de la suya ni un instante, mientras tomaba mi cabeza con autoridad, posicionándome como ella quería, mientras que sus caderas marcaban el ritmo y profundidad con la que salía de mi boca. Entre tanta estocadas a mi úvula, sentí asco, la saqué un segundo para volver a respirar.
Apple se agachó para observarme muy detenidamente.
La lasciva en sus pupilas me hizo sentir abochornada. Así de bajo había caído, una niña me tiene como su sumisa; pero mierda, qué bien se siente.
—¿Estás bien?
—Sí, solo que tengo tiempo de no hacer un oral —Me excusé, mientras limpiaba la saliva que había quedó en mi mentón.
Apple deslizó su bata por sus hombros, dejando al completo descubierto la lencería negra. Me dio su mano, para ayudarme a levantarme y arrastrarme justo frente al tocador. En el espejo solo estábamos yo y ella, su poder y mi insignificancia. Sus delicadas manos se dirigieron al nudo de mi propia bata, pero pauso el recorrido cuando me quedé inmóvil. Solo siguiendo sus movimientos.
—¿Puedo?
Volví mis ojos a lo suyos. Mi pulso se aceleró al verla tan seria ante sus pregunta. Yo solo asentí.
Estaba rara, por qué esto era algo raro para mí. Ninguna chica menor o mayor a mí, me había hecho lo que Apple estaba haciendo. Dominarme.
—Alexa, pon mi playlist especial
—Reproduciendo Vigilante Shit de Taylor Swift en Spotify de tu lista especial.
Deshizo el nudo de mi bata, sus palmas estaba heladas cuando paso por mi cintura, abriendo la prenda cada vez más, hasta quitarla. Beso mis omóplatos ascendiendo a mí cuello, mientras sus manos viajaban de mi vientre a mis pechos. Entre su dedo pulgar e índice tomo mis pezones, los apretó con la fuerza indicada para hacerme gemir de placer y dolor a partes iguales.
La canción era lenta, y hacía más tortuosa mi necesidad de acabar con ésto. Mi piel pedía a gritos ser tocada por Apple. Pero mi orgullo, mi maldito orgullo de mierda, estaba convencido de no bajar la guardia hoy.
Cerré los ojos, concentrándome en el placer y no los estúpidos pensamientos en mi cabeza. La respiración de Apple me acechaba por la espalda, sus labios me consentían con besitos, pero sus atrevidas manos me roban un par de jadeos cuando me apretaba más de lo necesario. Tuve la necesidad de apoyarme en el tocador, puesto que mi equilibrio se vio comprometido cuando Apple separó mis piernas con su rodilla y me obligó a inclinarme un poco al frente.
Tomó mis glúteos y también los separó. Miró, sin ningún pudor, como mi entrada estaba húmeda y preparada para ella, dejó un caer una gota de saliva, para luego abrir el sobre plateado del preservativo, por ponerlo en el juguete, para después tomar la botellita de lubricante rosa que estaba a un lado en el tocador. Di un vistazo rápido a todo lo que hacía, pero al sentir el juguete justamente en mi entrada, me hizo bajar la vista. No quería ver esto.
La sentí entrar con lentitud, mi suave carne la recibió con completa naturalidad, como si toda la vida hubieramos cogido de esta manera, incluso, cuando sus caderas se balanceaban y el juguete llevaba a rincones más profundos.
Odia está pose y lo que para mi signidicaba, odia tener la necesidad de gemir su nombre. No quería que ella me escuchara tener esa estúpida necesidad, que pensará que era débil. Odiaba querer rogarle que por favor, no fuera tan tierna y me azotará con más fuerza. Apple es mi niña, no soy una depravada.
—¿Como lo sientes? —Sus manos se apoyaban fuertes en mi cadera para controlar la "profundidad".
—Bien. —Respondí a secas, reprimiendo un gemido.
—Hum, pero no te escuchó sentirlo "bien", probamos con...
Lo saco por completo y luego lo metió con fuerza, mis labios cedieron y el gemido se escapó.
—¡Apple! —Vociferé su nombre casi como un rugido.
La estocada que dio a mi interior se sintió como un golpe de éxtasis. Justo en el lugar que me gustaba, con la fuerza y velocidad en el punto.
—¿No crees que suena mejor, amor?
El ritmo de su pelvis se hizo más fuerte, pero con la misma técnica. Lo sacaba por completo y lo volvía a meter con más fuerza que la vez anterior; su dientes se clavaban en mi espalda y luego sus labios me besaban. Era una sonaja de gemidos, y odiaba eso. El morboso eco en mi cavidad cuando lo sacaba y lo metía, me ponía todavía más caliente.
Agarró mi cabello en un puño, levanto mi cabeza y parte de mi torso para verme en el espejo del tocador. Las bombillas blancas en el marco del mismo iluminaban mi sudor, como mis pechos saltaban con cada estocada que Apple le daba a mi interior, y ni hablar del enrojecimiento en mis labios con marcas de mis dientes por los nulos intentos de callar mis gemidos.
—¿No crees que te ves linda cuando soy yo la que te está follando? —Las palabras jadeantes de Apple, me llenaron nuevamente de vergüenza.
La Emily de ese espejo, a pesar de pasársela de maravilla, no la conocía. Esa Emily no existe.
Bajé la mirada con pudor, quedándome callada. O lo más parecido a callada, por qué cuando una rubia linda te está follando, eso es muy difícil. La garganta se me llenaba de esos gemidos tan timidos, que no lograban salir adecuadamente. Eran tan patéticos como la dueña.
—Mira al frente, Emilia.
—No. —Me rehúse.
Afirmó mi cabello que tenía en su puño, y me obligó a ver nuestro reflejo. Había caído bajo. Sudada, subyugada y asquerosamente exitada. No caí bajo por sentirme así, caí bajo por qué es una mocosa la que me provocó ese estado.
Casi como si Apple leyera mis pensamientos, y no le gustarán, me dió una gran nalgada, que me hizo brincar. Una sonrisa atrevida se formó en sus labios, la miré directamente a los ojos y me di cuenta como la lujuria había tomado total posesión de Apple. Estaba muy concentrada en su faena, disfrutando verme a su completa merced.
Luego de un rato, metió su mano entre mis piernas, rozó mi punto nervioso con su dedos índice y medio, provocándome el primer orgasmo de la noche, siendo presentado por un patético chillido fuera de mis labios.
Me quedé inmóvil por un rato. Tenía el corazón alocado y la respiración débil. Sentí sus manos empujar de apoco mi cadera en dirección a la cama. Suspiré profundo, su labor no terminaba.
—Ponente en cuatro, corazón. —Me ordenó, apuntando la cama.
Yo me quedé parada, mostrando resistencia.
—No.
Me miró, cruzado los brazos.
—¿Por qué no?
—No me gusta así.
—Por la vez que me ataste y me pusiste en esa pose, pensé que era una de tus favoritas. —Me acusó, mientras arqueaba una ceja.
—Bueno, no me gusta que me lo hagan así.
Rodó los ojos y volvió a apuntar a la cama.
—Entonces, solo cuestate.
Obedecí a su petición. Se acercó a mí y empezó por besarme las piernas, mordiendolas y masajeandolas. Sus ojos estaba fijos a los míos, como cuando tenía el juguete en mi boca. A pesar de que ahora ella era la que estaba en una posición más "vulnerable", no lo sentía así, Apple me tenía bajo su puto control.
Como de costumbre, baje los tirantes del sostén de lencería, mire sus hermosos pechos con una joyería en forma de corazón y con unas cadenitas. La boca se me hizo agua, de ver sus jugosos pechos tan apetecibles. Amaba el leve tintinear de las cadenitas y la sensación endurecida de sus pezones, el sabor a metal frío en mi boca gracias a esas joyitas.
Apple era un deleite visual, corporal, espiritual. Estaba intimidad de su presencia y sobre todo con lo que quiera hacerme. Quizás no solo eso, si no también lo que me hacía sentir.
Luego de esa cadena mutua de consentimiento. Ella se acostó boca arriba, mientras yo esperaba su próxima orden. Sus ojos grises eran un amor, pero el agujero negro de su pupila se reflejaba con completa nitidez la perversión de la misma.
—Móntame.
Subí una ceja.
—Hoy andas muy mandona.
Primero, me senté en su abdomen tratando de volver a encontrar mi energía dominante.
—¿Te estás quejando? —Puso sus manos a los lados de mi cadera, para apoyar mis movimientos.
Me elevé un poco, para dejarme caer en el juguete.
—Un poco.
—Te vas a quejar más
Hice lo que haría con cualquier otra persona que tuviera esta "cualidad". Movientos circulares, arriba, abajo. No era nada nuevo para mí, era casi rutinario el cómo darle placer a otra persona pero que, aún así, es un placer para tenerlo a mi merced.
Claramente con Apple era diferente, porque quizás no le estaba causando algún placer de forma física, más que cuando el arnés rosaba específicamente su centro por los movimientos que yo estaba haciendo. Pero todavía con las mejillas enrojecidas y sudadas, pude ver que no había causado el mismo efecto que las otras veces, era más como si estuviera retándome.
Eso me gustaba y me frustraba al mismo tiempo. A pesar de volver a estar en mi rol, no podía sentirme igual. Yo era la presa sobre este depredador.
Apple aprovecho mi micro segundo de descanso y tomó con fuerza mis caderas, frenando mis movimientos. Empujo mi cuerpo hacia delante, me dejó totalmente inmóvil para empezar a penetrarme con fuerza.
—¿Qué te parece, Emily? —La voz salía jadeante de sus labios—. Yo lo siento mejor.
Los gemidos salían vibrando de mi voz, enterraba mis uñas en su piel, llegué hasta morder su cuello. Pero ella no se permitió parar. Le sonido de entra y salida era bruto, sonaba totalmente vulgar y bastante violento. Algo parecido a como se sentía. La firmeza de sus manos en mi culo, mientras entraba y salía como se le daba la gana.
—¿Qué se siente que te folle una "niña" como ninguna otra persona lo hará? —Dio dos estocadas más—. Creo que se acabó tu niñita.
... Luego de eso, todo se volvió oscuro.
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Ola, mi gente homosexual 🌊😘
Volvió su cometa favoritos,
El cometa Ky,
con una nuevo capítulo. 🚀
Feliz año nuevo, felices Reyes, felices facturas caras de la luz, etcétera.
Esto que 2024 nos trate bien a todos, creo que no lo merecemos...
No tanto a Apple.
Por cierto, ya extrañaba a la Manzanita 😭🫶🏻. Qué bien que ya la tenemos de vuelta, y está vez, más poderosa que nunca.
Buzón de quejas, amenazas, funas o apoyo y amor 📭
Nos vemos en otro capítulo!
—K.
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