➵ 25. Te mentí, no quiero ver Netflix
Misma dinámica que el capítulo anterior: ¿Quieren más de Apple y Emily? Comenten o mando a Apple a ver si en el reino de los cielos hay wifi. 🔫🙂
Pd: ESCUCHEN ESA CANCIÓN ✨
⟦25⟧
➵ Te mentí,
no quiero ver Netflix.
—EMILY—
—BROWNBEAR—
—¿Qué? —Pregunte de mala gana. Mientras estaba enterrada entre los papeles de la oficina
—Señorita Emily, el servicio de limpieza que contrató me acaba de informar que ya terminó.
Me levanté rápido.
—Gracias por avisarme, Grecia —Dije, con un mejor humor.
Estaba por romper una tradición familiar, y esa era, vivir en la casa familiar. Era la primera en dos generaciones de Brownbears en comprar una propiedad para mí sola. Puede que no sea una mansión, ni una casa, pero era un departamento, muy bonito y bastante lujoso. Para ser sincera, nunca me imaginé tener un departamento en la cuidad. Digo, si fuera en otro país es pasable, pero aquí estoy a unos 30 minutos de la casa de mis padres. Y no sé si eso es extraño.
Y se preguntarán, ¿Emily, por qué compraste un departamento?
Simple, a Apple no le gustan los moteles.
Suena crudo, pero es una realidad. A Apple no le gustan los moteles, dice que no confía en su higiene y que se sentiría como una "chica de servicio" si yo le pido ir a tener sexo ahí. Estoy empezando a creer que mi chica es algo conservadora. Pero, a decir verdad, eso no me molesta. Unido a eso, a mí tampoco me entusiasma la idea de pagar una habitación por algunas horas, cuando lo que me hace ilusión es poder pasar uno o dos días acostada en la cama con ella; quizás no teniendo sexo, pero si estando a su lado.
El punto es de qué, ya llevamos un par de semanas organizando nuestra "relación" desde que le confesé lo asquerosamente enamorada que me traía. Hablábamos de nosotras y etcétera, como se supone que se hablan dos chicas enamoradas la una de la otra. Pero hacer las cosas con "calma" está siendo agobiante para ambas. En especial por qué nos tenemos unas ganas terribles.
Así que hice lo que cualquier persona haría, buscar una solución que sea satisfactoria para ambas partes, por eso me hice de un departamento. Mandé a un equipo de servicio a ambientar todo y que no pareciera un piso solitario.
Salí de la cafetería y me dirigí a mi nuevo hogar. Llegue relativamente rápido, al menos no había mucho tráfico, aparqué el auto, saludé a los señores de la entrada y subí por el ascensor. Antes de llegar, en el pasillo me tomé con una chica. Alta, de cabello negro y ojos verdes. Vestía un conjunto elegante y traía consigo un maletín.
—Emily Brownbear —me saludó—, la diosa hecha mujer, nuevamente frente a mí.
Kenia, es su nombre. La conocía hace ya unos años en la universidad, ella estaba en el último año de administración de bienes raíces cuando se me dió la maravillosa idea de coquetear con ella. Estaba en segundo año y me parecía bastante divertido el poder enrollarnos. ¿Lo conseguí? Sí. Tuvimos sexo al menos unas cinco veces, tal vez más, no lo recuerdo.
Y sí, me tomo muy enserio eso de que me gustan las mujeres mayores.
—Hola, Kenia —le sonreí amablemente—. ¿Que te trae por aquí?
—Hace unos días estuve revisando unos papeles en la empresa de mi papá, y me topé con que una Emily Brownbear estaba rentando un apartamento de lujo. Supe que eras tú y te vine a echar un vistazo. —Se tomó el atrevimiento de acariciarme el cabello—. Veo que no has cambiado mucho, llevo años sin verte.
—Sí, ya ha pasado un tiempo y tú tampoco has cambiado mucho.
Seguimos hasta la puerta, los muchachos del servicio ya se estaban yendo y tomando sus cosas.
—Es un apartamento muy lindo —habló nuevamente la pelinegra—. Debo admitir que tienes muy buenos gustos.
—Muchas gracias. —dije, con cierto toque de arrogancia.
—Pero está muy solitario —su mano se acercó hasta mi espalda baja, haciendo que todos los vellos en mi cuerpo se erizarán—. Te va a tocar llenarlo con algo.
— ¿Quieres hacerme algo de compañía? —el tono de mi voz se percibió grave, incluso atrevido.
Ella se mordió los labios y mi impulso cazador usando métodos de víctima se encendió.
Kenia había sido la segunda mujer con la que tuve contacto de índole sexual. Había estado con ella cuando era tonta e ingenua. De cierta manera, ella me enseñó de que sí tenías algo que los demás querían, cuando lo tomaran ya no les sería útil. Eso pasó con nosotras, ella se había aburrido de mí, por eso dejó de acostarse conmigo. Luego, acepte mi destino; ser el juguete. Pero, tome cartas en el asunto y me volví el jugador. Era un punto igual, ellos tomaba lo que querían y yo también. Diversión, placer y poder.
Cuando yo sabía que alguien me deseaba y haría lo que fuera por satisfacer ese deseo me sentía poderosa. Hacía y deshacía con quién a mí se me viera en gana.
Pensé en la propuesta de Kenia. Ella quería otra vez sentir el dulce sabor de desearme.
Pero, recordé algo clave.
Yo ya tengo una mujer.
Y, pese a qué, no es mi novia, ni estamos comprometidas, ella ya se había quedado con una gran parte de mi corazón.
Un error
Es asqueroso aceptarlo. Lo perderé. Perderé mi poder de ahora en adelante. ¿Estar con Apple significaba eso? ¿Perder?
—Emily —Kenia me saco de mi trance—. ¿Muñeca, pasa algo?
—No, es qué... —La miré. La pobre quedó algo asustada—. Estoy ocupada. Ya sabes, con lo de la mudanza.
—Oh, está bien —Se acercó a mí y beso la comisura de mis labios—. Por cualquier cosa, llámame.
Me guiñó el ojo y me entrego su tarjeta personal. Se dio la vuelta y se fue.
Respiré profundo unas dos veces, tratando de volver a mi programación habitual, caminé más adentro del departamento. La verdad es que si es muy bonito. Es espacioso, tiene estilo y carácter. Puedo decir que si yo fuera un departamento sería este. Fui a la que sería mi habitación y desempaque algunas cosas, especialmente ropa y maquillaje, más de algún producto de higiene que puse en el baño. También unas cuantas "cositas" que podría ocupar con la manzanita.
Luego de ordenar la mayor parte de las cosas. Me puse unos shorts y una camiseta regular. Era momento de hacer la cena para esta noche. La cocina es para mí una parte esencial del lugar en el que habito. Está era grande y venía bien equipada, nada que envidiarle a la casa de mis padres. Me puse manos a la obra y empecé a cocinar.
Preparé con amor y paciencia. Haría tres platillos; uno de entrada, el principal y el postre. Carne de mejor calidad preparada por la mejor cocinera, como mi chica se lo merecía. De la reserva familiar tome mi vino Italiano favorito un Monfortino Riserva, y para una sangría que hice por si acaso, uno de los mejores vinos españoles hecho de Cabernet. De postre hice algo dulzón, un pastelillo de cuatro chocolates con una decoración de fresas. No sé hasta dónde me dio la energía, que me puse a hacer una tabla de quesos también. Ibérico, ahumado, holandés y Mozzarella. También, con otra cositas como jamón serrano, uvas, pan, nueces, mermelada de higos, algo sencillo.
Mire la hora y se me hacía un poco tarde. Tengo que bañarme, producirme e ir por Apple, que de seguro está tan ansiosa como yo por esta cena. Me bañé, me puse unos pantalones holgados elegantes, una blusa escotada y unos converse, todo en rojo. Sé que no es el Oufit más formal, pero tampoco quiero que crea que es algo tan serio. Me maquillé casual y volví a ver la hora. Me quedaban 20 minutos exactos para ir por ella.
Hacía mucho tiempo que yo no me sentía tan nerviosa. Las manos me sudaban, tenía las piernas inquietas y mi estómago era un desastre. Todos los síntomas empeoraron cuando aparqué el auto en frente de la casa de Apple. No sé por qué ahora me sentía así, yo nunca he sido de esta manera. Mi mano temblorosa se dirigió al timbre de la casa. Quien me abrió fue la tía de Apple. La señora Adalia. Su ceño estaba fruncido, como siempre, y se miraba que no estaba pensando por un buen momento, como siempre.
—Señorita Brownbear, ¿Que se le ofrece?—Dijo, con cierto tono amargo. Pero creo que ese es su tono de voz regular.
—Vengo por Apple.
—Sigue arreglándose. Pasa y tómate algo conmigo —Ella abrió más la puerta y se dirigió a la cocina. Yo, aun siendo un manojo de nervios, la seguí—. ¿Agua o jugo?
—Agua está bien. —Me senté en el mismo lugar donde me había sentado con Apple el día que amanecí aquí. La primera vez que nos acostamos.
Me sirvió el agua y yo le di un trago. La señora me vio fijamente, sus ojos azules indagaron en mi alma, como si supieran todos y cada uno de mis pecados. Hice lo que casi nunca hago, y eso fue apartarle la vista como una cobarde.
—¿Sabes qué pasó con el último novio de Apple? —comenzó la señora.
—No.
—Apple lo dejo por ser un idiota. Se quería pasar de listo amenazándola con filtrar unos vídeos que tenía de ella y él teniendo sexo. Pero Apple ni siquiera sabía de la existencia de esos vídeos. Moví cielo y tierra para que ese hijo de puta tuviera su merecido.
—Yo no... —ni siquiera sabía que responder a eso. Apple no me había comentado eso ni por cerca.
—A lo que quiero llegar, es que Apple es como mi hija, a vivido conmigo desde los 10 años. Sí le llegas a hacer algo o le rompes el corazón, ni siquiera venderle tu alma al diablo te salvará de mí.
Puedo jurar que los ovarios se me subieron a la garganta con las declaraciones la señora. Subí nuevamente el vaso de agua a mis labios para beber un largo trago.
—¿Estás consiente de que Apple es menor de edad? —Volvió a hablar.
Yo la mire con el ceño fruncido. Tragué grueso el agua en mis mejillas.
—Apple ya tiene 18 años.
—Le recuerdo, señorita australiana que la mayoría de edad en América es 21 —llevó su taza de café a su boca, totalmente calmada.
—Soy inglesa, no australiana —Respondí a la defensiva. Cosa que solo hacia cuando me cagaba de miedo. Ella alzó la ceja y, dicho y hecho, me volví a cagar de miedo—. Además, eso solo es en Mississippi.
—Podrás ser Argentina y me sigue dando igual. En Mississippi y bajo mi techo, Apple es menor de edad. Mantente a raya, no puedo acusarte por acostarte con menores pero puedo meterte una puta orden de alejamiento. ¿Capicho?
—Es Capisci. —Volví a corregirla con mi acento Italiano adquirido.
Emilia Margarita, cierra la puta bocaaaa.
—Oh, qué bueno que seas políglota, así entiendes en todos los idiomas la amenaza que acabo de hacerte. ¿Entendiste o no?
—Sí, señora.
—Tía Adalia —Me exigió.
—Sí, tía Adalia.
—Mejor —Sonrió, orgullosa de a verme intimidado.
Terminé mi agua de un golpe, todavía alterada, no solo por ver a Apple, si no también por todo lo que la "tía Adalia" me dijo.
Dios mío, ¿En dónde me metí?
Jugué con un adorno que tenían bajo un tazón de frutas.
—¿Es crochet? —pregunté, para aliviar la tensión.
—Sí, yo lo hice, con gancho.
—Oh, con gancho. Es lindo.
Mire hacia las escaleras. Esperando impaciente por Apple. Y en efecto, ella ya estaba bajando. Traía un bonito vestido de flores amarillas, su cabello rubio en una cola de caballo con algunos mechones sueltos. Se veía tan hermosa, que ni siquiera pude moverme de dónde estaba.
—Hola, perdón por la tardanza —Se disculpó con un corto beso en mi labios—. ¿Nos vamos?
—Vámonos —Le ofrecí mi mano y ella la tomo.
—Apple, ¿Llevas pastillas para la alergia? —le preguntó la señora diabólica a la rubia.
—¿Pastillas para la alergia?
—Sí, por si tanto glamour te sienta mal —La señora se rió y Apple se puso roja.
—¡Tía Adalia! —Chilló.
Caminamos hasta la puerta, yo decidí darle el último vistazo a Adalia. Ella, muy cariñosamente, me hizo el símbolo del pulgar para bajo. Cómo se hacía en la antigua Roma como símbolo de muerte. Sí, la tita Adalia era muy amorosa.
—Te ves hermosa —dije, cuando ya estábamos completamente solas.
—Gracias —la manzanita hablo sonrojada—. Aunque, de las dos, tú eras la más hermosa.
—Nah, es claro que estamos al mismo nivel.
No me contuve y la besé. Fue un beso algo prolongado, pero no lo suficiente. Tenía que llevarla al departamento antes que la cena se enfríe. Nos subimos al auto y conduje hacia nuestro destino. Apple se miraba nerviosa mientras miraba con detenimiento las calles. Sé que quizás esta confundida por lo que nos estamos alejando a las zonas de restaurantes, puesto que no le dije dónde íbamos.
—¿A dónde me llevas? —se atrevió a preguntar. Jugaba ansiosa con sus manos.
—Voy a secuestrarte —dije seria—. ¿Sabes? Esto de que me gustes tanto no me hace gracia, Apple. Así que voy a mantenerte escondida en una bodega hasta que se me pase. Después de eso, serás libre.
Ella me vio horrorizada, como si todo lo que yo le hubiera dicho fuera cierto. No pude evitar reírme a carcajadas con su cara de asustada.
—¡Emilia! —me golpeó.
—¿De verdad lo creíste?
—¡Claro! —Volvió a golpearme—. Eres asquerosamente rica, claro que iba a creerme que ibas a secuestrarme por qué no te gusta que yo te guste.
—Cariño, debes dejar de ver tantas series policiales —dije sin despegar la vista del camino pero acariciando su cabello.
No preguntó nada más, ni siquiera cuando llegamos.
—Cierra los ojos —le pedí, tomándole la mano. Abrí la puerta y la luz de las velas artificiales que deje antes de irme iluminaron gran parte de nuestra vista—. Ábrelos.
La luz de las velitas se reflejaba en sus pupilas, y no podía negar que se veía tan hermosa como una noche llena de estrellas.
—Apple, te presento a mi departamento.
—Es hermoso, Em —se giró a verme—. Pero, no entiendo, tienes una casa enorme, ¿Para qué un departamento?
—¿A caso no puedo querer privacidad con mi chica? —la tomé de los hombros.
Yo sé, podría llevarla a casa. Pero no es lo mismo. Mi familia pensará que es algo serio, parpadearé y estarán organizando una boda. Y yo, honestamente no sé si llegaré a ese punto. Espero que no.
—Espera, ¿Te compraste el departamento por mí?
La tomé del mentón y lo acaricié, como un cachorrito.
—Eres una niña muy inteligente.
—No debiste a hacer eso —se apartó un poco—. De verdad. No importa lo que haya dicho, un motel bastaba.
—Cariño, no te mereces un motel. Yo no quiero un motel —esta vez, tome sus mejillas entre mis manos—. Te mereces este departamento. Te mereces un fin de semana aquí, yo cocinando tu desayuno, ver películas aquí, dormir aquí conmigo. No 6 horas en un motel, claro que no.
Sonrió, mordiéndose un poco los labios. Se estiró un poco y alcanzó mi boca en un profundo beso.
—Lo adoro, Emily. Lo adoro con todo el corazón. —dijo al separarse.
Mi corazón enloqueció. En mi caja torácica no se controló y empezó a bombear sangre como loco, y ni hablar de mi estómago, eran como las chispas de un corte eléctrico.
—Bueno, basta de cursilerías, vamos a comer.
Arrastre su silla hacia atrás para que ella se sentara, caminé hasta la cocina y saqué los platos del horno. A pesar del tiempo, habían conservado su temperatura. Puse el primer plato enfrente de Apple y lo destape, luego el plato principal. Arrastré la tabla de quesos hacia nosotros. Abrí el vino y lo serví en su copa. Hice lo mismo con lo mío y me senté a cenar frente a ella.
—Perdón por el desorden, hasta ahora pensé en un mesero. El plato principal no iba ahora, ni el primero, y... —acomodé la servilleta en mis piernas, mientras justificaba el orden de las entradas. Levanté mi vista y la rubia se estaba poniendo la servilleta en el escote del vestido. No puede evitar reír—. Cariño, eso no va así.
Me vio con una ingenuidad que me llenó de ternura. Me incliné, llegando a ella para quitarle la servilleta y ponerla en sus piernas.
—Perdón, siento que estoy nerviosa —Tomó una de las pizzas de calabaza que puse de platillo de entrada—. ¿Dijiste algo de un mesón?
—No, dije... —la mire con atención, realmente si estaba nerviosa. Estaba tan nerviosa que se había metido tres pizzas a la boca—. Sabes, no importa, era algo sin importancia.
Tome sus manos con amor para tranquilizarla.
—Es raro —Habló, aun con la boca llena—. Ya hemos salido antes, pero me he vuelto a poner nerviosa como la primera vez.
Sonreí. Yo no me sentía así, pero podía entenderla. Se relajó un poco y empezamos a comer la cena. Ella no había dicho nada, pero podía ver lo mucho que estaba disfrutando de la comida. Nos quedamos en silencio, como si todo lo que sentíamos estuviera siendo mucho para ambas. Le dió un trago al vino para pasar los restos de comida y levantó su vista a mí.
—¿Em, podrías dejar de hacer esto? —Junte mis cejas, pidiéndole una explicación.
—¿Hacer qué?
—Seducirme con la comida —No me contuve para sonreír–. Cocinas riquísimo.
—Ya sabes que no es la única cosa que me queda riquísima —le guiñe el ojo. Empezábamos a calentar.
—Y ahí está la Emily Brownbear que conozco —Dijo sonriente.
—¿Me habías extrañado?
—Cada día que ha pasado.
No evite tomar su mano. La piel de sus palmas estaba suave y calidad, como lo recordaban.
—Ya estoy aquí, manzanita. Y te advierto que deshacerte de mí se te va a hacer muy difícil.
—Por desgracia, tienes razón.
—Claro, háblame como si no estuvieras disfrutando ésto.
Ella se rió. Esa dulce y angelical melodía me abrazó los oídos por un rato.
—En eso también tienes razón.
—Cariño, siempre la tengo —Me pateó por debajo de la mesa—. ¡Hey! Eso ya cuenta como maltrato doméstico.
—¿Doméstico o animal? —Su propio chiste le había causado tanta gracia, que hasta el verme sería la hacía reír.
—Que raro, no recuerdo haberle puesto payaso a la carne.
Una vez terminada la risa de Apple y la cena. Nos dirigimos a la sala. Ella colgada de mi brazo, muy alegre y sonriente. Nos tiramos al sofá, como si toda la vida hubiéramos hecho eso.
—Karter me hizo una larga lista de películas románticas para ver —comenté, mientras miraba la pantalla de inicio con las letras rojas.
—¿Karter? —su voz salió confundida, incluso puedo jurar que celosa.
—¿Celosa, Avery?
—Para nada.
—Es mi sobrino mayor —le expliqué—. Es un tonto que le gusta el cine y los libros.
—Es lindo que hagas esto, es hasta adorable —puso su mano en mi rodilla. La fue subiendo lenta y tortuosamente aprovechando a acariciar mi muslo—. Pero, tu y yo sabemos que no veníamos por el Netflix.
—Me pongo romántica y te pones caliente. Eres algo imprudente, Manzanita —la tome por la cadera, y ella lo tomó como una invitación para sentarse en mi regazo. Se recostó en mi cuello, aparentemente avergonzada.
—¿Que mierda traía ese vino? —se "quejó".
No estaba ebria. Esta "picada" por así decir. Estaba en ese punto donde el alcohol te vuelve suelto.
—Mi niña, el vino se toma con calma. No es un shot de tequila —Bromeé—. ¿Ya tienes sueño?
—Emilia, ¿Estás captando de que quiero que tengamos sexo, o no?
—Para nada —seguí jugando—, si eres más clara, quizás entienda tu mensaje.
Ella bufó. No podía verla, pero estaba sabía que tenía las mejillas coloradas. Se separó de mi cuello, y al verla puede comprobar que estaba en lo cierto. Sus ojos, esos hermosos ojos grises con esos hermosos destellos azules me miraron. Deje de respirar unos segundos, para que no se diera cuenta lo que me provocaba.
—Emilia Margarita Brownbear Márquez, ¿Sería tan amable de tener sexo conmigo?
—¿Cómo favor? —Me acerque a sus labios pero no la besé.
—¿Quieres verlo así?
—Sí, por qué si es un favor, me lo vas a tener que devolver.
—Acepto.
Fue en ese instante en el que me besó. Era un beso voraz, incontrolable, puro de pasión. Me levanté del sofá con ella en brazos. Por algo he estado levantando más peso en el gimnasio, así que no lo desaprovecharía. Nos encamine hasta mi habitación. Ella se bajó de mis brazos, aprovechando que estaba en el suelo, empezó a empujarme hasta la cama. Me senté, acto seguido se sentó sobre mi regazo.
Pause un rato los besos, ya que, quería ver con atención cada espacio de su piel. Quería tomarme con calma el quitarle ese bonito vestido de flores que me impedía ver su cuerpo tal y como era. Busqué en su espalda el cierre de la prenda, lo bajé con algo de paciencia. Procedí a bajar los tirantes del vestido, durante eso me deleite visualmente de la cremosidad de su piel. Al bajar la parte superior del vestido divisé los tirantes de un atrevido sostén rojo.
—¿Que tenemos por aquí? —dije mientras veía el contraste del rojo vino, con lo pálido de su piel.
—Es una pequeña sorpresa.
Se levantó de mi regazo y dejó caer por completo su vestido. Sostén y bragas del mismos color. El sostén le abrazaba esos dos pedazos de carne que yo estaba deseosa de probar. Y si fuera por mí, probaría cada día de mi vida y no me aburría. Se volvió a acercar, acarició mi blusa, también roja, por el pecho.
—Hace poco estuve pensando que tu color favorito es el rojo.
—Me alegra que seas una niña inteligente. Pero, podrías estar con el verde más chillante de toda la gama de colores, y yo igual estaría babeando por ti.
—¿Estás babeando por mí?
—No por estos labios —apunté mi boca. Por respuesta tuve un pequeño manotazo.
Seguí con mi labor. Con satisfacción besé las partes de su piel que estaban expuestas. Estaba desesperada, pero lo que quiera era desesperar a Apple. Por eso, al tumbarla en la cama e ir moviendo poco a poco la tela, batallaba por sacarme la ropa también. Sin embargo, yo no se la estaba dejando fácil.
—Emilia, déjame quitarte la ropa —exigió.
—Perdón, Manzanita —tomé sus mejillas con algo de brusquedad—. Pero hoy estás en mi cama, y estando en mi cama, estás bajo mis reglas.
Me deshice del sostén. A pesar de que le quedaba maravilloso, ya estaba empezando a estorbarme. Al ver sus pechos completamente desnudos, con esa hermosa joyería que adornaba sus pezones, me desconocí. Tomé uno entre mis labios, mientras amasaba al otro como a mí se me vino en gana. Su respuesta no tardó en llegar; pequeños jadeos y uno que otro gemido cuando rozaba mis dientes por sus pezones endurecidos.
La tumbé en la cama, pero esta vez dejándola apoyada sobre sus manos y rodillas. Ella entendió el mensaje, así que se quedó quieta bajo mi atenta mirada. Me giré hasta la mesita de noche y de ella saque tres cosas: el pañuelo Versace que use la primera vez para tratarle la mano lastimada, una botellita de lubricante y una caja. Tomé sus muñecas, haciendo que las juntara para atarlas con el pañuelo.
—Veo que te pusiste creativa hoy —el rostro le quedo parcialmente enterrado en la almohada, pero aun así se esforzaba por verme.
—Oh, cariño, ni siquiera hemos comenzado.
Jale sus bragas hasta dejarlas en sus rodillas, con mucho cuidado se las quite con un poco de ayuda. Me quedé observando el panorama. La piel rozada de sus pliegues estaba brillante de la humedad de la chica.
—¿Que tanto ves? —con vergüenza me tapó la vista, poniendo sus manos atadas tapando su entrada.
Las aparte y las dejé en su espalda baja.
—¿Ahora te da pena, Avery? Tengo derecho de admirar.
Rocé con mi nariz la parte trasera de sus muslos, los besé con suma atención. Subí hasta llegar a sus glúteos, use mis manos para acariciarlos y consentirlos. Al verla tan relajada, le solté un azote a dicho lugar. Apple hizo un pequeño chillido de placer. Puse mis labios sobre el lugar en un pequeño besito, la sentí estremecerse, tanto que hasta yo también me estremecí, luego de los besitos volví a azotarla, esta vez dando un pequeño agarrón. El chillido en su boca se convirtió en un gemido limpio. Después de ese jueguito, volví a ver su entrada, ya estaba lista.
De la caja saqué un pequeño juguete rosado de forma ovalada que traía una especie de cordón de silicona, abrí la botellita de lubricante y lo vertí sobre el juguete. Con mis dedos jugué con la zona y con suma precisión lleve el juguete hasta su zona sensible. Lo supe cuando sus piernas fallaron un poco y la tuve que sostener del estómago. Saque mi celular y busque la aplicación del aparato, tracé una velocidad decente, solo para comenzar. Una pequeña risita teñida de excitación salió de los labios de Apple.
—¿Lo sientes bien, manzanita?
—Sí, estoy bien —me vio con atención—¿No piensas quitarte la ropa? ¿No vas a dejar que te toqué?
—Qué bueno que lo preguntas —me saqué la blusa y la tire por algún lado. También me quite el pantalón—. Vamos a jugar algo; si resistes las 8 vibraciones con las 4 velocidades, te voy a dejar tocarme. Pero si te vienes y yo no te he dado permiso de venirte, olvídate de jugar conmigo.
—Pff, es pan comi...—
Subí la intensidad casi de golpe.
—¡Mierda, Emilia! —Gruñó a forma de gemido, mientras se contraía.
Baje la intensidad, por qué le tengo algo de piedad.
—¿Que decías, manzanita?
Subí un poco más. Nuevamente se contrajo y soltó un par de maldiciones. Era casi divino verla a mi merced. Ver cómo se revolcaba en su propio placer y yo ser la única espectadora de eso. Su trasero con las marcas de mis manos, sus nudillos blancos de la fuerza con la que cerraba sus manos, su respiración entrecortada, su cabello esparcido por las almohadas. Yo era la dueña de todo aquello. Los gemidos roncos que salían de su garganta me ponían tan caliente, que de entre mis piernas brotaba una pulsación algo impropia de mí.
Seguimos un rato así, yo viéndola y ella agonizando de excitación es las diferentes vibraciones que a mí se me ocurrían. Era tortuoso, tanto para ella como para mí, saber la necesidad que sentía mi cuerpo por ella.
—Emily...—dijo en un hilo de voz.
—¿Que pasa, cariño? —Puse el aparatito al mínimo, para poder escucharla bien.
—Me duele.
—¿Que te duele?
—Ahí —se quedó callada unos segundos, para tomar aire—. ¿Puedes tocarme? —Me suplico.
—Claro —lleve mi mano en medio de sus piernas. La humedad y el calor me recibieron mientras buscaba su "clip"—, pero ya sabes, aún no tienes permiso de correrte.
—Sabes qué, ya no quiero que me toques.
Su respuesta nerviosa me hizo gracia, pero no me dio piedad. Con mi mano libre volví a trazar un ritmo en el juguete y con la otra empecé a consentir su botón nervioso con la punta de mis dedos anular y medio.
—¡Emilia! —su voz, apagada entre las almohadas, el placer y la frustración. Muy poco le duro el hacerse la fuerte, en menos de dos minutos se había venido.
—Primer Strike —Me dirigí a besar su cadera, haciéndome la inocente por lo que provoqué.
—Te odio —dijo, luego de un rato, en un largo suspiro abrumado.
—¿Segura? —subí mis besos, pasando su espalda baja, seguí cruzando por su sudada y caliente espalda, hasta terminar en mordiendo su omóplato. Su cuerpo tembló involuntariamente al sentirme —. Tu cuerpo no dice lo mismo.
—Jodéte, Emily.
—Que adorable que pienses en mí —pegue mi caderas a las de ella—. Pero esto no es sobre mí, es más para tí —llevé mis dedos a su entrada. Palpé la rugosidad de la zona, acaricié con autoridad, mientras que volvía a encender el aparatito—. Es para que no sé te olvidé el nombre que estás gimiendo, la cama en la que te estás retorciendo de placer y la persona a la que le estás suplicando.
—Emilia, hija de puta —gruñó.
Puedo jurar que con escuchar el gemido áspero que salió de su garganta maldiciendo mi nombre, seguido de un pequeño sozollo, hizo que perdiera un poco más la cordura. Es más, sentí que podía venirme con solo escuchar dos segundos de semejante pieza. No soporte más y metí mi mano libre en mis bragas. Estaban empapadas y, al igual que Apple, el clítoris me dolía, casi como su estuviera pidiendo ayuda. Coordiné mis dos manos, la que tenía dentro de ella y la que estaba masajendome para que ambas pudiéramos encontrar un punto de equilibrio.
—Emily, ¿Ya me puedo venir? —la voz le salió débil de su garganta.
—No —conteste a secas, buscando mi propio orgasmo.
—Por favor, Emily. No puedo más —Lloriqueó.
—Que no dije.
Aumente el ritmo de la mano que me atendía, y con más ímpetu saqué y meti mis dedos en ella, tan rápido y tortuoso que empeza a hacer uno que otro sonido.
—Emilia, para por favor, q-quiero ir al baño.
—No-o, no es eso. Solo... Déjalo fluir —incrementé la fuerza.
—A-Amor, me vengo.
Con esa palabra de cinco letras y el agudo clímax con el que terminé, me quedé en blanco varios minutos. Del cansancio me deja caer levanté sobre su cuerpo. Después de unos segundos pude sentir como sus jugos se habían resbalado por mi brazo hasta llegar a mi codo mientras qué el silencio era violentado por nuestras respiraciones erráticas y arrebatadas.
Amor...
—¿Q-Que mierda... Fue eso? —preguntó.
—Tu segundo Strike.
—Oh, carajo —enterró la cabeza entre las almohadas.
—Vamos por el tercero.
—No, Emily, por favor, no.
Me puse a su lado, la mire la cara. Estaba bañada en sudor. Incluso, debajo de sus ojos había humedad. No sabía se era por sudar tanto o por qué de tanto estímulo termino llorando. Pero me encanta verla así. Puse mi mano sobre sus mejillas, apretándolas. Sus cejas mojadas, sus mejillas rojas, sus ojos húmedos, su nariz enrojecida. Dios, ella a mi misericordia no hacía más que ponerme como una puta bestia.
—Apple, ¿En la cama de quién estás gimiendo?
—En la tuya —Sonó derrotada.
—Buena chica. Pero aún no me convences. ¿De quién eres? ¿A quien le perteneces?
—Te pertenezco a tí. Nada más a tí.
—Como me encantan las niñas obedientes.
Me dirigí a atrás nuevamente. Acerqué mi cara a su intimidad y pegue mi boca a los puntos más importantes. La tomé muy bien del culo para que el movimiento desenfrenado de sus piernas en busca de liberación no fueran un problema. Su sabroso néctar escurría de ella y se derramaba por mi mentón, hasta caer a mi cuello. Ella podía estar cansada, lo sabía por lo grave que salían los gemidos en su garganta, pero el como seguía pidiendo más de mí con sus movimientos. No duramos mucho en eso. Luego de unos minutos, volvió a correrse.
Volví a incorporarme. Con mis dedos busque el juguetito dentro de ella y sacarlo, para luego desatar sus muñecas. Me tiré a la cama ya qué, a pesar de todo, yo también estaba exhausta. Ella se giró, quedando de espaldas al colchón. Se quedó con los ojos cerrados, tratando de tranquilizar su respiración. Busque a llenarla toda de besos; su cara, su cuello, su pecho. No era sexual, era mi simple necesidad de hacerla sentir consentida.
—Eres cruel —dijo, una vez su respiración se reguló—. Te estabas vengando por lo de Josh.
—Sí... Y no. —me acomodé mejor para verla—. No fui la mayor fan con eso de que te estabas acostando con Josh. Pero esta no era una venganza, era un recordatorio.
Sonrió socarrona. Llegó a mis labios y me besó con tranquilidad, con paciencia.
—Eres peligrosa cuando estás celosa, Amor —acarició mi mejilla.
Otra vez esa palabra.
Aparté su mano de mi mejilla, eso provocó que ella me viera con confusión.
—Apple, no me digas así, por favor —miré un destello de triste en ella—. No por ahora. Necesito tiempo para que me llames así.
Ella asintió. Una sonrisa cargada de tristeza invadió su rostro.
—Perdón. Creí que nosotras...
—No te preocupes. Quizás en un tiempo hasta llegué a gustarme que me llames así. Pero por ahora no. ¿Okey?
—Okey.
Apoyo su mejilla en mi hombro. Y así nos quedamos um rato. Miré como batallaba por no quedarse dormida.
—No vayas a dormirte —le advertí—. Tengo que cambiar las sábanas, las pobres quedaron todas mojadas.
La cara se le puso tan roja como un tomate... Mejor, tan roja como una manzana.
—Había olvidado que me hice pipi en tu cama. —se escondió avergonzada en mi cuello.
—No, manzanita, eso no era pipí. ¿Nunca te han hecho un Squirt?
—¿Era eso? No lo sabía.
—Bueno, otro día exploraremos eso más a fondo, ahora ayúdame con las sábanas.
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ARRIBA ESAS MANOS, COCHINAS.
¿Me extrañaron? Yo sé que sí, por eso les traje este capítulo algo largo comparado con los últimos que he escrito.
Este mes he hecho cosas nuevas.
Me leí "Los 7 maridos de Evelyn Hugo" y estoy destrozada. ¿Ustedes sabes cuántas ganas me dan de llorar cada vez que veo un Fanart de Celia fumando? Dios, es insoportable. Y sobre todo el libro solo puedo decir: PINCHE LIBRO ESPECTACULAR ME LO TATUO EN LA TETAAAAAAA.
También, les traigo un nuevo chismesito de esta su humilde servidora Pansexual 💗💛💙:
Resulta que hace unos meses conocí a una chica en un reunión. La vi y era muy el tipo de chicas que regularmente me gustan. No dije nada, ni quise llamar su atención por qué mis amigos pensaron que ella era hetero, pero algo me decía que no. El trip es que a veces parecía que ella estaba coquteandome, y yo muy inocente seguía aferrada de que era hetero. Y verla besarse con un Man tampoco ayudo mucho a ese concepto. La cosa es que por mi salud mental deje de hablarle, ella se fue del pueblo a casa de su padre y etcétera. Ya ahora, le conté a la prima que ella me gustaba, y ella me dijo que la chica era "media lesbiana" y que se lo había dicho a su madre, pero como su madre es Homofóbica, la llevo a varios psicologos para que la pidieran tratar. Ahora no sé nada de ella, pero ojalá este bien. 💀
(Quiero volver a hablarle, pero no estoy segura del cómo)
[Ahora que lo pienso, esta anécdota si quedo bien Wattpad amigues]
BUENOOOOO,
🧽 Una esponja para que se sequen lo mojado 💧
📭 Y un buzón para que dejen su opinión del capítulo.
—K.
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