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04. ➵ ¿Y si me meto con ella?

⟦04⟧

¿Y si me meto con ella?

— EMILY —
— BROWNBEAR —

Mire en la dirección que provenía la voz.

Choque con unos grandes y bonitos ojos azul grisáceo, que me miraban curiosos. Su cabello rubio, castaño estaba algo desordenado pero aún parecía peinado. Sus labios rosados se curvaron formando una sonrisa amable. Ella lucia hermosa, realmente hermosa.

¿Que le pasó al cielo y por qué todos los ángeles se están cayendo de él?

Es más, ¿Por qué los ángeles están cayendo cerca de mí?

No me quejo, estoy agradecida con el de arriba.

—S-Sí, D-Día pesado.—Tartamudeé. ¿Tartamudeé?

Jugó con el reposabrazos de la silla, evitando por completo mi mirada. Sus manos parecían de muñeca, ella parecía una muñeca. Noté que traía unas cuantas pulseras de colores y caritas felices. Cosa que me pareció curiosa por qué en ella se miraban lindas.

—¿Y-y cómo llegaste aquí?–Volví a hablarle, para no dejar la plática morir.

Suspiró.—No eres la única con un día pesado.

Me incliné hacia ella, apoye mi codo en el reposabrazos y dejé mi menton sobre mi mano. Quería lucir interesada ante la conversación.

Apenas la conoces, Emily. ¿Podrías no coquetearle?

Tarde.

—Estoy dispuesta a escuchar.—Le di el amplio permiso de hablar, mientras le sonreí.

Ella bajo la mirada, una pequeña sonrisita nerviosa apareció en sus labios.

—En resumen, paso ésto.—Me mostró su mano derecha, estaba roja y parecía próxima a mirarse morada.

Yo me quedé asombrada y quizás un poco preocupada.

Tome su mano con cuidado de no hacerle más daño.—¿Cómo te hiciste eso?

Mordió sus labios.—Pues...

La puerta del director se abrió. Mis ojos detectaron que detrás de él estaban la Profesora Walker y su esposo, peleando. Por otro lado, el director se miraba cansado y presionado, así que supongo que era por la pelea de ambos maestros.

—Señoritas...—El tipo leyó los papeles que tenían en las manos.— Brownbear y Avery, por sus acusaciones de mal comportamiento en el salón de clases, no asistirán a sus demás clases por hoy. Pueden irse. Deberían de irse.

El hombre limpió su sudor y volvió adentro del infierno que estaban haciendo ambos profesores en su oficina. La bonita rubia a mi lado miro el vacío que dejó el tipo, estaba apunto de decir algo cuando tome su mano de la muñeca.

—Debemos ir a ponerle algo de hielo a tu mano.—Hable, levantándome y levantandola a ella en el proceso.

Cruce algunos pasillos con ella de la mano. Cuando llegamos a la cafetería me di cuenta de que estaba arrastrando a una completa desconocida por la mitad de la universidad. Sacudí esos pensamientos y simplemente la deje en una de las mesas de la cafetería y me acerqué al mostrador.

—Necesito hielo, en cubos, una limonada y un café... Irlandés.—Dije lo último, guiñándole el ojos al chico encargado de tomar las órdenes.

¿Café con Whisky? A nadie le sienta mal.

—No vendemos eso aquí.—Me habló el encargado, serio.

Saqué 50 dólares de mi billetera, y sonreí ampliamente. Los ojos del chico billaron.

—¿Con canela o sin canela?

—Sin canela. Y el hielo era para ayer.

—Sale un café irlandés y un vaso con hielos.

Tome el vaso con hielos que el chico dejó en el mostrador y me dirijí a la bonita desconocida que me esperaba en la cena.

Pareces una acosadora.

No soy una acosadora.

Tu hobby es seducir desconocidos, no ayudarlos con una mano amoratada.

Cada pecador es libre de redimirse o pecar a como se le dé la gana.

Me senté en la silla frente a ella. Evite verla a los ojos y volver a perderme en ellos para no parecer una imbécil, busque en mi bolso algo decente para poner el hielo.

¿Por qué haces ésto, Emily?

Soy una buena samaritana.

Encontré un pañuelo que Jennary me había regalado hace unas Navidades. Un bonito pañuelo Versace de estilo barroco que metí por accidente a mi bolso. Lo extendí sobre la mesa y tiré todo el hielo sobre él. Le hice un nudo y puse el paño congelado en la mano de la chica.

—¿Siempre eres la enfermera de las personas heridas en esta universidad o me debo sentirme alagada?—Bromeó. Su sonrisa fue acompañada de una pequeña risita.

Le sonreí.—Nunca había tenido el honor de atender a un paciente como tú.

Uno de los mechones rubios de su cabello cayó a su cara. Sobre pasando la barrera de la confianza, hice que ese mechón se ubicará detrás de su oreja, rozando un poco su frente con la punta de mis dedos.

El chico del mostrador se acercó a nuestra mesa, dejó la limonada frente a rubia y puso el café a mi lado. Él me sonrió condescendiente y yo hice lo mismo. Se dio la espalda y estiró la mano, suspiré y le di un billete de 5 dólares.

—No sabía que dejaban el pedido a tu mesa.—Habla la chica, señalando al chico.

—Son servicios privados.—Le acerqué las la limonada, ofreciéndole beber.—La compre para ti.

—Oh, no te hubieras molestado.

—Bueno, yo iba a molestarte para que me cuentes la historia de tu mano. Es un empate.—Me volví a inclinar hacia ella, aún más interesada por lo que pudiera salir ser sus bonitos labios rosados.—Pide lo que quieras.

Pideme lo que quieras.

—Yo creo qué... Estoy bien así.

De mi bolso saqué la lonchera que papá me hizo. Abrí las cápsulas, había pollo teriyaki, arroz y ensalada con aderezo. Papá también empaco mi juego de utensilios de palillos chinos de cerámica con detalles dorados.

Tome un par y me dispuse a comer el pollo. La chica me miraba concentrada. Volví a caer en cuenta de que estaba hablando con una desconocida.

—¿Cuál es tu nombre?—Hable, apuntándole con los palillos.

Ella sonrió, algo nerviosa.—Avery, Apple Avery...

—¿Apple? Tus padres eran muy creativos.—La interrumpí, casi jugando. Ella me miró, mordiendo sus labios al mismo tiempo, algo avergonzada.—No, no quiero que me mal intérpretes. Es un nombre... Bonito, curioso y peculiar.

Ella se rió. Su risa era delicada, tan suave que podía sentir como se dispersaba en el aire. Un poco más tranquila, puede notar lo verdaderamente hermosa que era la chica enfrente de mí. Llevaba un sueter gris que resbalaba por sus hombros dejándolos al descubierto, que a la vez ocultaba una sutil camiseta de tirantes negra, pero era casi en vano, ya que tenía una vista suguerente de sus clavículas desnudas, y la pálida piel de sus pechos.

Aleje mis ojos de su torso, o cualquier parte de ella que estuvieran expuesta a mi imaginación.

Extendí mi mano hacia ella. Después de todo mi madre si dio a luz a una señorita con buenos modales.

—Emily Brownbear. O Emilia Margarita, si te hace sentir que tus padres no son los únicos creativos.

Ella aceptó mi mano, el tacto frío de su piel choco con el mío. Pude sentir lo suave que se sentía la piel en sus palmas.

—Un gusto, Emily.—Sueltan sus bonitos labios.

—El gustó es mío, Apple.—Suelto su mano y vuelvo a mi merienda.—. Y bien, ¿Que le pasó a tu mano?

Ella apartó su mano, bajo la vista y jugó con la pajilla de su limonada. Devoré los vegetales del platillo a la espera de que ella me respondiera.

—¿Conoces al señor Walker?—Empezo a hablar.

—Sí, es el esposo de la señora Walker.

Viejo rabo verde, por cierto.

Había aprobado a la mitad de la universidad por sexo. Gracias al cielo yo no era parte de esa mitad, jamás estaría con alguien tan desagradable como ese hombre. Por otro lado, no sabía si su esposa hacia lo mismo. Mis razones para seducir a Isabel iban más allá de puntos extras, solo era simple diversión.

Apple suspiro para seguir.—Pues él intento propasarse conmigo y le di un puñetazo. Me amenazó con una sanción de mal comportamiento y es así como llegamos a la oficina del director.

La mire sorprendida.

—¿Así te hiciste el golpe?—Ni siquiera me preocupe en tragar la comida en mis mejillas.

—Es que mi piel es algo sencible, y con la mínima cosita se pone así de roja o morada.—Respondió, algo tímida. Sus mejillas se coloraron tomando un tono carmesí intenso.

Por un momento y, por alguna razón muy perversa, me imaginé la cremosa piel de su cuello y pecho llena de chupetones y mordidas.

Emilia Margarita, purificate.

Tosí mi café ante la imagen tan definida que mi mente creó.

Ella se inclinó hacia mí para parasarme una servilleta. Por desgracia, el ángulo al que se inclinó me dió una vista muy tentadora de su escote. Tosí aún más fuerte al notar lo voluminosos que se venía sus pechos desde mi perspectiva.

–¿Te sientes bien?—Me pregunto, entregándome el pedazo de papel.

Lo acepté, apartando la vista de ella.—Sí, estoy bien. Solo es el café.

Ella sonrió, arrugando levemente la nariz.

—No sabía que los cafés podrían ser asesinos.—Se burló de mí.

El brillo en su mirada. Ese brillo de diversión y burla en sus ojos plata. Hicieron que las mejillas se me enrojecieran.

¿Acaso me estás coqueteando?

Espera...

¿A qué viene eso?

¿Por qué me estoy poniendo nerviosa? ¿Por qué no tengo las riendas de esta situación?

Me acomode mejor en mi silla, ignorando completamente lo antes sucedido. Ella calmo la risa y se entretuvo con su limonada. Yo seguí comiendo de almuerzo con los palillos, esperando que ella hablara. La verdad es que yo si esperaba que ella hablara un poco más, pero no lo hizo.

¿Que escondes en esa boca tan callada?

¿Que estudias?—La interrogué, volviendo beber del café.

—Arquitectura y decoración de interiores, pero lo segundo es un hobby.—Respondió, jugando con la rodaja de limón en su vaso.

Pensé en algo sutil para saber si yo podía llegarle a gustar un poco. Talvez gustarle lo suficientemente como para pasar unas cuantas horas conmigo.

—Pues ven y decorame la vida. Y créeme, con esa piernas no me quejo.

Ella se ríe mientras muerde su labio inferior. Las mejillas se le ponen rojas, pero ya me estoy acostumbrando a verla así.

Y que bello sería verla así un poco más cerca.

Deslice mi lonchera hacia ella, junto con el otro par de palillos, ofreciéndole comer. Me sentí estúpida al hacerlo. Perfectamente le podía haber comprado algún almuerzo.

—No, gracias.—Rechaza la comida.—No como carne.

Que estúpida eres Emily.

Alcé los hombros, recogiendo la cara de vergüenza interna.

—Cómete las verduras.—Deje el platillo frente a ella.—Digo, si la ciencia no ha avanzado tanto que los bombones ahora se alimentan de aire.

Ella acepta los palillos. Se lleva un pequeño brócoli a la boca. Asiente, indicando que le ha gustado.

—Y tú, ¿A qué te dedicas?—Fue su turno de preguntar.

—Pues estudio administración y finanzas, encima de que soy dueña de una cafetería por aquí cerca, y seduzco a las personas de manera compulsiva. Pero lo último es un hobby.

Sus cejas se alzan.—¿Eres dueña de una cafetería?

¿En serio solo pensó eso?

La chispa de mi imaginación se encendió.

—Sí, la Brown'sCoffee del centro. Puedes llamarme si un día quieres venirte... A la cafetería, por supuesto.—Fingí inocencia.

—Me interesa ese servicio.

Ella sonrió juguetona, entendiendo el juego. Me dio tanta satisfacción ver qué sus dedos temblaban sonteniendo los palillos del nerviosismo.

—¿T-Tú lo cocinaste?—La rubia desvio el tema. Su voz también temblaba.—Está muy rico.

Me incliné para robarle un pedacito de brócoli blanco.—Y no es lo único que me sale rico.

Una mentira blanca no le hace daño a nadie.

Ahora fue el turno de Apple para ahogarse con la comida. Espere que terminara de beber su limonada para calmar la tos.

Era el momento decisivo. El segundo paso.

—Un día puedo cocinarte.

—Un día deberíamos de cocinar juntas.—Me respondió, recuperándose del incidente.

¿Seguimos hablando de comida, verdad?

Trate de volver a hablar.—Bueno pues...

—¡Avery!—Una chica de cabello castaño se le acercó.—¿Dónde te habías metido? ¡Tenemos que exponer!

La castaña la jala del brazo y la mira preocupada. La vista de Apple llega a la mía. Tiene ojitos de perrito regañado y eso se me hace muy tierno. La otra chica también ve en mi dirección y se queda sorprendida.

Probablemente, efecto Brownbear.

—Megan, el director me suspendió todo el día, no puedo hacer la exposición.

—Vemos como te hacemos entrar, pero debes venir con nosotros.—Los ojos de la chica aún seguían sobre mí. Subí mi mano en forma de saludo.

—Emily, discúlpame pero me tengo que ir. Quizás nos veamos en otra ocasión—Toma su bolso y arrastra a su amiga a la salida de la cafetería.

Lo último que vi fue a ellas caminar mientras hablaban de algo. Que probablemente, ese algo era yo, o soy muy egocéntrica.

Como ya no tenía nada que hacer, recogí mis cosas y me fui. Salí de la universidad directo al estacionamiento para buscar el mi auto. Subí a él. Lo primero que vi fue la chaqueta de Jacob en el asiento del copiloto.

La tomé, mire si podía encontrar algo que me llevará hasta a él. Revise las bolsas. Había 2o dólares y una tarjeta de contacto, sin embargo era de un taller mecánico.

¿Jake trabaja allí?

No sé, ¿Y si sólo es su taller frecuente?

Supongo que no pierdo nada yendo a ver.

Pues en marcha el auto. Se puede decir que el café si me revivió un poco más. Ya no estaba tan muerta de sueño como hoy en la mañana. O bueno... Quizás la bonita rubia que rapte por unos minutos también me dio algo de energía.

Nunca lo sabré.

Apple sin duda era mi tipo. No me cabía una sola duda de eso. Pero había algo que aún no me explicó. En esos escasos minutos en los que hablamos me sentí con la necesidad de "reconfortarla", pero también me sentía acorralada por su belleza y sencillez.

Que extraño.

Lo más probable es que fuera el sueño.

Después de todo, estaba más dormida que despierta.

Llegué a la calle del taller. Más específicamente, al taller. Estacioné el auto en la calle de enfrente para no quitarle paso a los autos que estaban dentro. Me baje del auto y tomé la chaqueta del chico.

Inicié mi camino por el taller. Había tuercas tiradas por el suelo, ríos de aceite que también estaban por todo el suelo y un penetrante olor a grasa en el aire. Cómo cualquier traller, claramente.

Me pare al lado de uno de los trabajadores que estaba debajo de una camioneta. Salió del auto y me miró.

—¿Que se le ofrece, muchacha?—Me pregunto, volviendo debajo del auto.—¿Un cambio de aceite? ¿Escucha algo raro en la llantas? ¿Las direccionales hacen mucho ruido?

Me quedé extrañada con lo que dijo.

—No quiero nada de eso.

Volvió a salir, pero ésta vez, por completo.—¿Entonces que haces aquí? Éste no es lugar para una Barbie.

¿Éste idiota acaba de llamarme Barbie?

Reí muy falsamente.

—Que gracioso.

Él se rió de verdad, sin entender mi sarcasmo.

—Ya di que estás haciendo aquí.

—Estoy buscando a mi Ken.—Jugué a su juego.

Hizo su cabello hacia atrás, tratando de ser "sexy".

—Pues estoy a tus órdenes muñeca.

—Dije Ken, no Chucky.

Mi chiste no pareció gustarle, así que se puso serio. En cambio, yo le sonreí. Cómo vi que no iba a hablar más mierda, procedí a hablar yo.

—Busco a Jacob Harper.

Rodó los ojos y me hizo una señal de que lo siguiera. Caminamos entre algunos autos, mientras que esperaba ver a Jake por algún de ellos.

—¿Vienes a visitar a tu noviecito?—Espetó—. ¿Cuánto te va a esperar el taxi?

La gota de mi paciencia con este tipejo se me rebalsó. Mire a los lados, contando y respirando, o buscando algo para golpearlo.

No le respondí por qué espera reponderle con un tubo de escape aterrizado en su sien. Pero en vez de eso mire un rotulo de auto lavado.

Caminé un poco y me encontré con la figura de Jake.

Detuve mi paso y el imbécil a mi lado también paro. Encontré mi oportunidad de ponerlo en su lugar, para que no me hablara así.

—Oh, tienen auto lavado —Le hablé, condescendiente. Le tire las llaves de mi bebé para mirarlo con deprecio—. Déjalo reluciente. Y cuídalo mucho, no es culaquier cafetera.

A regañadientes se dio la vuelta.

—Perra soberbia.—Lo escuché quejarse.

—Barbie dijo: "sé lo que quieras ser". Y yo quiero ser una perra contigo.

No dijo nada y se fue.

Mejor para mí.

Mire hacia la dirección que había visto a Jake, buscándolo con la mirada.

Su cabello castaño estaba ligeramente húmedo. Tenía una camiseta sin mangas que me daba una espléndida vista de lo marcados que son sus brazos y lo fuertes que se miraban. Me escuché tragar sonoramente cuando mire que sus ojos cayeron sobre mí.

Sus labios curvaron una sonrisa amable, así que yo lo tome como una señal para acercarme a él.

—Hey, ¿Qué haces por aquí?–Me saludo.

Pero fue inevitable de mi parte no dejar de contemplar que, a pesar de que su cameseta blanca estaba sucio, no dejaba de mirarse sexy. Tenía una fina cadenita plateada que resaltaba entre los músculos de su cuello, perdiéndose en los de su pecho.

Levante mi vista a sus ojos. Tratando de no distraerme con cualquier otra parte de su cuerpo. El verde de sus ojos se veía aún más fuerte a la luz del sol. No me pude tranquilizar, fue en vano. Me puse peor.

Respiré.

Pero no podía.

—Tierra llamado a Emily.—Pasa su mano frente a mí.

—Hola.—Formulé, aún perdida en sus ojos.

—Que extraño verte por aquí.—Dijo, desviando su atención hacia la motocicleta.

Extendí mi mano junto con su chaqueta. Alzó las cejas, posiblemente recordado que me la había dado a mí.

—Creo, y estoy segura, de que esto es tuyo.—Se la entregué. Él la tomo y asintió.

¿Ni un gracias?

Me hubiera conformando con un saludo.

No es cierto.

Bueno, quizás no un saludo. Al menos un gracias.

"Inocentemente" y con las manos detrás de la espalda, acorté la distancia entre nosotros.

—¿Quieres ir a comer algo? Ya sabes, como agradecimiento por cuidarme anoche.

Uso el trapo que llevaba colgado en el hombro para pulir la parte delantera de la moto. La delgada cadenita plateada colgó de su cuello. Causando de que mis bajos instintos empezarán a imaginar que el frío metal me pegaba en la cara.

Necesito un balde de agua fría.

Mis perversos escenarios fueron interumpidos por un largo suspiro de su parte. Me miró con una cara que le pondrías a un niño pequeño para explicarle de qué su tortuga escapó, pero en realidad se la llevó el perro del vecino.

Lo sé por qué mi papá me puso esa cara, en ese mismo contexto.

—Emily, créeme que eres una persona con la que fácilmente me llevaría bien. Pero creo que no se podrá.

Fruncí levemente el ceño.

—¿Porqué no?

Jake suspiro y miro hacia otro lado.

—Te vi a ti y a tu sobrino y supe que ustedes no son de por aquí. Especialmente por el acento tan marcado que tienen. Sus zapatos de piel de ternera italiana. Tu bolso... —

—Espera, ¿No me aceptas la salida por qué tenemos dinero?

—No te lo tomes a mal, Emily. Te ves como el tipo de persona que puede gustarme, pero no quiero estar en medio de tus... Situaciones.

Aún no comprendía a lo que Jacob se refería. Pero algo no llegaba a convercerme ni un poco. Me acerqué sigilosamente, apoyándome con sutileza en el asiento de su moto. Pero hubo algo que no cargo en mi cabeza.

—¿Mis situaciones? —Pensé mejor lo que él quiso darme a entender —¿Piensas que soy una chica caprichosa por tener dinero? ¿Que te hace creer eso?

—Puede que no te conozca de lo mejor, pero tengo una idea de cómo eres. Y siento que no me conviene. Cualquiera pensaría que actuas como si el mundo te perteneciera, y acabas de menospreciar a uno de los empleados.

No puede evitar mi cara de ofendida. Pensé de todas las formas de responderle sin que... No sé... ¿Sin que sonara prepotente?

Sonrió con algo de tristeza. Mi cerebro se incendió en ese momento. Tomó el casco de su moto y subió en la misma. Me separé de ella por inercia.

—Un gusto verla señorita Brownbear. Espero no volverla a ver.—Bajo la visera del casco y salió por el portón principal.

Y así fue como, mi posible ser amado, me rechazó.

Han alterado el orden natural de las cosas.

━━━━━━ 🍯━━━━━━

Holaaaaa, monstruos
come libros!

Hoy los bendigo con la hermosa presencia de esta hermosa historia.

No sé ustedes, pero yo le digo si a todo con Apple 👀. Yo sé que Emily tambien.

¿Que pedo con, Jacob? Mor, tas bien? 🌀

Paso para decirles de que le den mucho amor. Que compartan y todas esas vainas. También que pasen por mis redes sociales para que Fangirlen un poco.

|||también que estrenaremos una Nueva novela muy pronto 📍|||

—K.

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