Una carta con expectativas
—Es una ortografía inigualable—habló su amigo viendo la carta.
—Ay si, tanto como para que escuchara borroso— respondió el castaño
—No, es en serio, como para que lo escriba alguien que está secuestrado, está muy bien— Hiccup volteó a verlo con confusión, aunque estuvieras secuestrado, la ortografía no se olvidaría —Te explico, los nervios y la presión te gana, escribir bien no es tu prioridad, te vigilan y eso lo sabes. Lo único que puedes hacer es dar a entender que necesitas ayuda, ¿Entiendes?— lo vió por un momento.
Negó —No, en realidad no, ¿Tú cómo sabes todo eso?— su amigo bajó la mirada y suspiró —Ah no, olvídalo, si sé— trató de cambiar de tema —¿Crees que esta persona esté muy necesitada? Podría ser una trampa.
—Hiccup, ¿Es en serio?, Se nota a leguas que la vida de esa persona está en riesgo— arremetió con incredulidad y enojo.
—Bien, de acuerdo, iremos a ver, ¿Que podría salir mal?— trató de darse ánimos.
—Nunca digas eso, porque siempre sale algo mal.
Caminaron hacia la salida y ahí estaba la chica rubia. Tal vez decir que estaba bien físicamente era una gran mentira, sobretodo si sus ojos cansados, y su ánimo estaba por los suelos.
Ella por su parte, se regañaba mentalmente al ver que sí habían abierto la puerta, acababa de llegar ahí, apenas tocaría el timbre y esos dos ya la habían abierto. Tal vez fué mala idea, pero después de unas encuestas sin sentido, de no dormir prácticamente nada, de comer muy poco y casi desmayarse, ella sola ya no podía más.
Su madre le recomendó pedir ayuda, notó a su hija casi muerta en vida y le preocupó su estado de salud. Esperaba que su nieta estuviera bien, o posiblemente le dolería su perdida.
—¿Tú qué haces aquí?— preguntó Hiccup, claro, él ya sabía la respuesta, pero el orgullo no permitía que hablara.
—Bien que lo sabes, no te hagas el inocente y no me hagas decirlo— expresó Astrid con enojo de tener que reconocer que necesitaba su ayuda.
—¿Qué te dije? 4 días, que bueno que no fué más, amo mi nombre y buscar otro no sería muy apropiado— se refirió a su amigo con burla.
—Te pudiste haber llamado Luzdivino, es un nombre poético— habló ella con sarcasmo, el cuál no fué del agrado del castaño.
—Bien, de acuerdo, no cuentes conmigo para ayudarte— la rodeó para salir del lugar y con la cabeza en alto seguir su andar.
Astrid volteó a ver al acompañante de él
—¿En serio? ¿Esa es la madurez que demuestra?
—Lo siento, es que a veces le sale su faceta de fresa y grosero. Si te podríamos ayudar, entra y ahorita te vemos— habló con algo de pena su amigo y fué por el detective que caminaba sin mirar atrás.
Astrid simplemente le restó importancia y se adentró al lugar, que podríamos decir una casa, aunque era de investigaciones, pasaba como una morada normal.
Caminó y observó todo con detenimiento, hojas, folders, un pizarrón con notas y fotos. La típica escena de película.
Algo llamó su atención, una pequeña hoja en la mesa, el tamaño de letras era anormal, muy grande, delgada y faltas de ortografía. Se acercó a leer, la curiosidad le ganó, y más después de haber hechado un vistazo a eso.
—Toothless no, no voy a ir, y que le haga como pueda— comentó decidido.
—Agh, ya ni siquiera lo hagas por ella, o por la pequeña niña que está en riesgo de muerte, hazlo por los honorarios que te dejará— trató de convencerlo en seguir con eso —Te apuesto a que serán muy buenos— no era la manera, se desconocía hablando así, preocupándose más por la ganancia que dejaría eso, que por la felicidad y tranquilidad de saber que lograron salvar a una niña inocente y asustada.
Estar secuestrado era lo peor. La ansiedad, presión, frustración, y el lamentarse cada segundo el porque hiciste eso que te llevó ahí, era lo normal, tu martirio y lo que te mataba lentamente. No tanto estar solo, o encerrado, sino que tu propia mente jugaba contigo. Cosas trágicas, muertes, torturas, o algo parecido, era lo que diariamente piensas, lo que analizas y lo que hace que seas infeliz, sobretodo si sabes que ninguno de tus familiares podría encontrarte, o siquiera saber tu pista.
—No lo hago por los honorarios, y eso lo sabes bien— volteó a verlo —Pero su comentario fué de mal gusto, ¿Cómo Luzdivino? Por favor, a mí me queda un nombre mejor, ¿esas mirruñas de nombres que?
Toothless soltó una pequeña risa —Si bueno, vamos a donde ella, mientras más rápido empecemos esto, mejor.
El castaño asintió y caminaron hacia la "casa". La ayudarían, en lo que pudieran y hasta donde pudieran.
Tal vez las cosas se complicarían un poco, sobretodo si cupido decide flecharte con quien menos debía.
• | ⊱🦋⊰ | •
—¿Enviaste la carta?— Le preguntó en un susurro ella, a lo que él asintió.
—Si, lo hice, no sé en dónde lo dejé, pero espero y ese alguien se apiade y venga por nosotros— habló algo resignado.
—Esperemos, se vale soñar— comentó con el mismo ímpetu que él.
—Estar aquí lo odio, ¿Sabes?, Me sentí tan libre cuando fuí a dejar la carta. El sol era ideal, me recuerda cuando salía con mis padres al parque— sonrió por un momento —Tiempo pasado, tiempos que no se repetirán— una lágrima resbaló de su ojo derecho, se la limpió con delicadeza y sintió un pequeño abrazo, el cual correspondió con timidez pero con algo de esperanza al saber que ya no estaba tan solo como antes.
La puerta de la habitación se abrió bruscamente, se separaron asustados y la mujer frente a ellos sonrió con locura
—¿Quién de ustedes será el siguiente?—
Ellos se tomaron de las manos al saber a lo que se refería, respiraban con dificultad y el pánico los invadió.
—Ya sé, tú— señaló al siguiente de su larga lista de crímenes —Te haré un favor al desaparecer de este mundo— lo tomó del brazo con fuerza y con dificultad lo trató de sacar del cuarto.
—¡No por favor, ten piedad!— le gritaba con horror y tratando de seguir sosteniendo la mano de ella, de Zephyr.
Mientras que la infante trataba de ayudarlo y no dejarlo ir
—¡Suéltalo! ¡Déjalo en paz!
La mujer en un movimiento logró separar su agarre de manos y lo aprovechó para empujarla contra la pared, Zephyr al chocar se dió un fuerte golpe en la espalda y nuca, lo cuál la aturdió por unos momentos, los suficientes como para que cuando se recuperara en si, ya no ver a nadie ahí.
Se escuchaban los llantos de él, su compañero de habitación y su más reciente amigo. Se acercó a la puerta y trató de abrirla con desesperación, al no lógralo comenzó a golpearla, esperando así un resultado favorable.
Nunca logró abrirla.
—No, no, no, no por favor, no te puedes morir— susurró con angustia y tristeza.
Después de un momento se dejó de oír algún ruido. Todo se calló.
Negó con la cabeza en repetidas ocasiones, pues eso solo significaba una cosa.
Él había muerto, y ella era la siguiente.
Hola (: ¿Cómo están? Espero que bien, Weno, no tengo mucho que decir hoy, solo que me siento de la fregada y con ganas de morirme, eso sí.
Cuídense, tomen awita y hagan la nutrición.
Nos leemos luego ฅ^•ﻌ•^ฅ
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