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Tensión sexual no resuelta


Pareja: KuroDai

Prompt: VIAJE
Empareja a A con la pareja de otro personaje del canon. Ha tenido que ayudarle con algo durante un viaje del otro personaje y acaba por surgir entre ellos tensión s3xu4l/sentimientos.

Sinopsis: Kuroo ha ido a Miyagi a ayudar a Daichi con una sorpresa para su novia. El encuentro provoca deseos en el antiguo capitán de los cuervos.

Advertencias: Canonverse. Post timeskip. Posible ooc de Daichi.
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—Muchas gracias por haber venido. —Daichi le pasó una cerveza a Kuroo.

El tokiota extendió la mano y la alcanzó, aún sentado en el suelo, con la espalda apoyada en la pared.

—No saldrás de esta con un simple agradecimiento, Sawamura. Me has engañado vilmente para usar uno de mis escasos fines de semana libres y tenerme trabajando como un burro.

—Es por una buena causa.

—Entiendo que quieras ayudar a tu novia a iniciar su propio hotel rural, pero ¿había que pintar todas las habitaciones este fin de semana?

—Teníamos que aprovechar que Michimiya está de viaje estos días. Es una sorpresa.

—Espero que te lo recompense con creces —levantó las cejas insinuante y le guiñó un ojo.

Daichi carraspeó, dando un trago a su propia cerveza y desviando la mirada al suelo.

—Uy, ¿huelo problemas en el paraíso? —comentó con burla. Sin embargo, al ver que Daichi mostraba un gesto contrariado cambió el tono—. Oye, en serio, ¿está todo bien?

—Bueno... no estamos en nuestro mejor momento, la verdad.

—¿Algo que me quieras contar?

Daichi lo pensó.

«No estamos en nuestro mejor momento. ¡Qué eufemismo!»

Más bien podría decir que estaban en el peor. Y era su culpa. Hacía tiempo que era consciente de que Yui y él no deberían estar juntos, pero aún se resistía a romper. Ella era una buena amiga, y la quería, llevaban ya mucho tiempo juntos y habían hecho demasiados planes de futuro, por eso le costaba poner fin a todo y hacerle daño. Sin embargo faltaban cosas importantes en su relación y la mayoría eran de su parte.

Sawamura negó con la cabeza.

—Es aburrido, Kuroo. Y, sinceramente, prefiero no hablar de ello.

—Pero estás haciendo todo esto por ella y...

—Yui además de mi novia es mi amiga. ¿Por qué no lo haría?

Kuroo rodó los ojos.

—Eres demasiado bueno, Sawamura.

—Gracias.

—En este caso no era un cumplido.

—¿Cómo no sería eso un cumplido?

—¿Has escuchado alguna vez eso de que «de tan bueno parece tonto»? —preguntó con sorna.

—¿Y tú has oído que hay que hacer el bien sin mirar a quién? Eso es bueno.

—Yo creo que si te deja frustrado y aguantándote las ganas no puede ser bueno.

—Sabes que el sexo no es lo único que importa en esta vida, ¿verdad?

—Si tuvieras ochenta años lo creería, pero...

—Déjalo, anda, que estás idiota.

Kuroo rio y Daichi lo acompañó también, cambiando por fin el gesto.

Testsurō vio cumplido su objetivo de mejorar el humor de su amigo, y después dio un nuevo trago a su bebida.

El móvil de Sawamura sonó anunciando un mensaje.

—Es Suga —informó— dice que ya dejó a los demás en casa y que mañana estarán aquí a las ocho.

—Tienes buenos amigos, Daichi.

—Lo sé. —Sonrió agradecido al pensar en cómo Suga, Asahi, Enoshita y Tanaka habían "corrido" a ayudarle a pintar, aun empleando para ello su tiempo libre. Incluso Kuroo había venido desde Tokyo—. Probablemente no los merezco. Aunque hasta que se den cuenta de ello me encargaré de agradecerles correctamente. Empezando por ti —dijo señalando a Kuroo—. Ve a ducharte, encargaré la cena. ¿Qué te apetece?

Kuroo tomó la bolsa con su ropa y miró a Daichi.

—Por ahora me conformaré con algo de pollo frito y cerveza. Pero la próxima vez que vengas a Tokyo me tendrás que invitar al restaurante ese donde fuimos con Bokuto. Y también pagarás las copas —avisó—. Ya veremos si con eso considero pagada tu deuda.

—Me estás ayudando a pintar, Kuroo, no me has donado un riñón.

El más alto rio y se dirigió al piso superior.

—.—

—Gracias por la ducha, Sawamura. No sabes cuánta falta me hacía.

Kuroo se acercó hacia el lugar donde Daichi estaba armando una mesa improvisada con un palet.

Su cuerpo estaba cubierto tan solo por un pantalón deportivo y se iba secando el pelo con una toalla. No se había puesto camiseta, dejando al descubierto un torso muy bien trabajado.

Los ojos del antiguo cuervo lo recorrieron inconscientemente. Los pectorales, los abdominales y esos oblicuos que se perdían bajo la cinturilla del pantalón.

Daichi no imaginaba que un tipo que tenía ahora un trabajo de oficina se mantuviera tan en forma. Aunque debía haberlo supuesto al ver los brazos que quedaban al descubierto con la camiseta sin mangas que había usado durante el día mientras pintaban.

Cuando devolvió la vista al rostro del excapitán del Nekoma se lo encontró mirándole fijamente, con una sonrisa ladina.

Sin decir nada se agachó, acercándose despacio hasta Daichi y ampliando su sonrisa en el camino.

—¿Tan necesitado estás, Sawamura? —dejó la toalla sobre la improvisada mesa y apoyó ambas manos en el suelo, acercándose más todavía.

La proximidad entre ellos era tal que Daichi podía sentir la humedad del cuerpo de Kuroo y pequeñas gotas que escurrían de su cabello cayendo sobre su muslo.

Tragó duro, con los ojos fijos en aquellos labios entreabiertos, jugosos y tentadores. Tan cerca, tan malditamente cerca.

Y entonces un claxon sonó en la entrada.

—¡La comida! —exclamó Daichi poniéndose en pie y escapando de la situación mientras escuchaba la risa burlona de Kuroo a su espalda.

Al no haber timbre aún, el de Miyagi había acordado con el restaurante que el repartidor les avisaría así.

Agradeció lo oportuno de la interrupción y el aire fresco que le golpeó el rostro al abrir la puerta, calmando un poco sus ideas y bajando el calor que aquel acercamiento le había generado de manera prácticamente instantánea.

«Contrólate, Daichi».

Cuando regresó a la sala, Kuroo estaba tranquilamente acomodado en el suelo, revisando su móvil y ya con una camiseta blanca de manga corta puesta.

—Aquí está el pollo —anunció, dejando la bolsa sobre la mesa. Se mantuvo de pie y se dirigió a la cocina. De camino preguntó—: ¿Cerveza o prefieres otra cosa? Tengo agua y algunos zumos de los que le he traído a Asahi.

—Cerveza está bien. Deja los zumos para el grandullón. Si no mañana tendrás que ir a comprar de nuevo.

—Es lo menos que puedo hacer —dijo regresando a la sala y dejando un pack de seis cervezas sobre la mesa.

—No, Daichi, no. Que si sales a comprar nos toca a los demás currar más —comentó con sorna—. ¿Y eso? —Señaló a las cervezas— ¿Es que pretendes emborracharme?

—¿Desde cuando te emborrachas con tres cervezas, Kuroo?

—Bueno, hoy estoy cansado después de la paliza que me he dado, así que mi cuerpo está más sensible. De hecho... —se frotó el cuello, girando la cabeza a un lado y a otro, y después se inclinó en dirección a Daichi— tal vez deberías darme un masaje.

Sawamura rodó los ojos.

—Deja de decir tonterías y come. No pienso ponerte las manos encima.

—¿Estás seguro de eso? Por como me mirabas antes yo diría que estabas pensando justo lo contrario.

Daichi hizo una bola de papel con uno de los envoltorios y se la tiró a Kuroo, acertándole justo en la frente.

Este se echó a reír tomando un pedazo de pollo y llevándoselo a la boca.

La conversación durante la cena fluyó sin problemas, al igual que la cerveza.

Recuerdos, anécdotas, rutinas actuales, planes futuros... toda aquella charla se sentía cómoda y natural.

Desde que se conocieron, todavía en preparatoria, habían mantenido el contacto. Y, poco a poco, aquella amistad creció. Aunque se veían muy poco debido a sus trabajos, la distancia y las responsabilidades, solían hacer quedadas fijas dos o tres veces al año y algunas reuniones improvisadas cuando podían coincidir. Normalmente eran Bokuto, Kuroo y Daichi, aunque en ocasiones se unían algunos más.

Mientras hablaban y bebían se fueron acomodando, acercándose inconscientemente el uno al otro. De vez en cuando sus hombros chocaban; otras veces lo hacían sus rodillas. Las miradas no siempre se detenían en los ojos del contrario, a veces se desviaban hasta los labios, o incluso más abajo.

Ninguno estaba bebido. Como había dicho Daichi, tres cervezas no eran suficientes para emborrachar a Kuroo. Tampoco para él. Pero sí les tenían algo más relajados y quizá más desinhibidos. Y todo ese contacto, que parecía darse de forma natural, provocaba un montón de sensaciones en el de Miyagi.

Quizá Kuroo tenía razón y estaba frustrado, y por eso tenía esas tremendas ganas de lanzarse a los brazos del antiguo capitán del Nekoma.

O quizá —y solo quizá— sus verdaderos deseos eran los que le tenían frustrado. Porque debía reconocer que aquellas ganas no habían surgido ese día, sino mucho más atrás, cuando no había problemas en su relación, cuando ni siquiera tenía aún una relación.

—¿En qué piensas? —preguntó de pronto Kuroo, al tiempo que le palmeaba en su muslo descubierto. Daichi se sobresaltó por el contacto y el de Tokyo se echó a reír—. Tienes la mente completamente fuera de aquí.

—Perdona, solo... bueno, son tonterías.

—Pues parecías bastante concentrado en esas tonterías. E incluso te has sonrojado un poco. ¿Era algo sucio?

La mano de Kuroo seguía sobre su muslo y la zona comenzaba a calentarse peligrosamente.

Daichi levantó la vista y se quedó observando los ojos brillantes de Testsurō. Su lengua recorrió sus propios labios, humedeciéndolos.

La nuez del antiguo cuervo subió y bajó, sintiendo su garganta seca al tragar. Abrió la boca, sin tener claro si era para hablar o para algo más.

En ese momento el teléfono de Daichi sonó, rompiendo por completo el ambiente.

El tono era el que el policía tenía asignado a su novia, así que no había duda de quién era la llamada.

—Disculpa, Kuroo, voy a contestar.

—Claro. Yo voy recogiendo esto.

El de Miyagi se retiró hacia el exterior con el móvil en la mano y descolgó.

—.—

Daichi terminó su llamada y suspiró cansado. Se mantuvo en el exterior unos minutos más, observando el cielo nocturno y aclarando su cabeza.

Cuando sintió que estaba más tranquilo por fin entró.

Al regresar a la sala donde iban a dormir, se encontró a Kuroo terminando de desvestirse. Había olvidado que el exjugador del Nekoma tenía la costumbre de dormir en ropa interior y la imagen del chico le provocó un nuevo golpe de calor.

Cuando se quedaba en su casa, en Tokyo, dormían en habitaciones diferentes, pero en aquel futuro hotel rural aún no había muebles y las habitaciones estaban recién pintadas por lo que el olor era demasiado intenso. Y las que aún quedaban por pintar estaban llenas con los útiles necesarios para el día siguiente. Por ese motivo había decidido acomodar ambos futones en la misma sala, la que en el futuro haría las veces de sala común.

Sin embargo, en ese momento se arrepintió de su decisión.

—¿Terminaste? —preguntó Kuroo al darse la vuelta y encontrarlo parado de pie observándole.

—Sí. Listo, no sospecha nada.

—Mejor, así se sorprenderá más cuando vea lo que has hecho.

De alguna manera aquella conversación hizo a Daichi pensar en un significado diferente.

Sacudió su cabeza, para alejar aquellas ideas inapropiadas y se dirigió hacia su futón.

—Deberíamos dormir —sugirió—. Mañana nos queda aún bastante trabajo.

—Eres demasiado responsable.

—Solo estoy pensando en hacer lo mejor para nosotros.

—A mí se me ocurren mejores cosas que hacer.

—¿Como qué?

—¿De verdad estás preparado para escucharlo? —Kuroo le dedicó una mirada sugerente.

Daichi bufó y se metió en su futón, dándole la espalda.

—Buenas noches, Tetsurō.

El de Tokyo dejó escapar una carcajada y se acomodó en su futón.

—Serían más buenas si...

—Maldita sea, Kuroo, no me hagas esto. —Pretendía sonar a broma, pero el tono se pareció más a una súplica.

Sin embargo no hubo respuesta después de eso, cosa que Daichi agradeció, pues aquello le permitiría calmarse.

No obstante, no duró demasiado.

—Todavía no te he hecho nada. —La voz del excapitán del Nekoma sonó demasiado cerca del oído de Daichi, arrojando por la borda sus expectativas de calmarse. Sobresaltado, se giró sobre sí mismo, encontrándose a una distancia prácticamente nula del rostro de Kuroo.

—¿Qué...? —preguntó azorado.

Kuroo sonrió sin hablar y estiró su mano aproximándola hacia la cabeza de Daichi. Este se mantuvo inmóvil, expectante ante las acciones del otro.

Sin embargo, la mano pasó de largo, sin rozarle siquiera. Kuroo se acercó aún más, colocando su mentón sobre el cuello de Sawamura.

—Por fin.

El aliento sobre su esa zona provocó una corriente que viajó directa a su entrepierna. Intentó separarse, girando un poco su cuerpo y quedando boca arriba, alejando aquella vergonzosa erección del cuerpo de Kuroo.

Sin embargo, el movimiento hizo que el otro perdiese el equilibrio y prácticamente cayese sobre él, rozando con su dureza la del excapitán del Karasuno.

Daichi respingó en su sitio, presionándose después contra el suelo —tanto como si fuese a hacer un hoyo en él— para alejar su cuerpo hasta lo imposible.

—¿A eso le llamas nada?

—Eres tú quien se ha movido. Además, si no estuvieras duro, mi polla no habría tocado la tuya —soltó con total desvergüenza.

—Kuroo...

—Estás demasiado alterado, Sawamura. Solo estaba cogiendo lo que es mío.

Daichi le observó sin comprender, hasta que el más alto se separó un poco, mostrándole el móvil que hasta un instante antes había estado cargando junto al futón de Sawamura y que era lo que había ido a recoger.

El policía se sintió avergonzado. Dejó salir el aire lentamente, en parte aliviado porque aquello no hubiera llegado más allá y en parte frustrado por esa misma razón.

—Pero que sepas que me parece un desperdicio.

Sawamura no pudo aguantar más y soltó una carcajada, liberando por fin la tensión acumulada.

Sinceramente, a él también le parecía un desperdicio, pero no estaba en su naturaleza ser infiel.

No lo diría pero, tal vez en un futuro cercano, cuando hubiera puesto fin a su relación con Yui, y si Kuroo aún estaba disponible, intentaría dar rienda suelta a ese deseo que había nacido —o más bien renacido— aquel día.

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