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— Habla ya, ¿qué tienes en mente?.
— Busca a Rebequita y tráela.
— ¿Qué?, ¿es broma no?.
— Prefieres que todos sepan lo que estás haciendo?.
— A la mierda, vale. ¿Dónde carajos está tu hija?.
— En la casa, le enviaré un mensaje a Lourdes,para que te reciba.
— ¿Quién es Lourdes?.
— Una de nuestros empleados.
— Estaremos ahí en unos minutos
—colgué rápidamente y empecé a vestirme— Iván sin protestar siguió mis pasos y en menos de medio minuto ambos estábamos vestidos y listos para bajar cuidadosamente de la casa del árbol.
Tomamos caminos diferentes sin oportunidad de despedirnos, él entró a la casa y yo tendría que caminar varias para llegar a Rebeca, ya que vivíamos en el mismo condominio.
Al llegar, una señora canosa me recibió de mala manera y lanzó las llaves del portón que abría paso a la entrada de aquella casa, las atrapé y automáticamente se fue aquella mujer sin decir una palabra, entré y comencé a llamar a Rebeca.
— ¡Rebecaaaaa!, ¡Rebeca! —atravesé la sala de estar y un pasillo enorme me consumió— a los laterales habían fotografías familiares, desde que nació la cachorra hasta que se hizo perra (refiriéndome a Rebeca).
Al pasar aquel pasillo, con complejo de museo, me encontré con una biblioteca pequeña pero bastante bonita, tenía que aceptarlo, no tenían mal gusto para la decoración. En medio se encontraba una gran escalera que daba al segundo piso y dos pasillos más, uno a la derecha y otro a la izquierda. Me decidí por el de la izquierda y una vez más empecé a llamar.
— ¡Rebeca!, es Andrea, si Andrea, la que odias, yo misma, no vas a salir, vamos —empecé a hacer sonidos con mi boca aparentando llamar a un perro.
"Ahh, sigan, sigue Peter, ah"
— ¿Qué diablos fue eso? —me detuve en seco— ¿será Rebeca?, no puedo creerlo, esto no me lo perdería ni por la riqueza más grande del mundo —seguí caminando guiándome por los gemidos los cuales me llevaron a las habitaciones de los empleados, sí, eso, lo que dije, habitación de los empleados— para mí suerte estaba entreabierta la puerta y pude observar.
— ¿Rebeca te gusta?.
— Me encanta Peter, dile a tu hermana que baje de nuevo y tú sigue penetrándome.
Espera, ¿qué?, dos hermanos teniendo sexo con Rebeca, pero que ...
— Mmm, Terry, así, continúa así, no pares...
¡Mírala!.
¡Dios mio!, si esto no lo veo con mis propios ojos, no lo creería, tengo que grabar lo que veo, lo siento Rebe, pero ojo por ojo y diente por diente.
Irrumpí en aquella habitación como si no hubiese un mañana, alcé los brazos en muestra de paz. En cuanto entré, los gritos de espanto de ambas chicas aturdieron mis oídos y el chico trataba de esconder su rostro.
—Con ironía me dirigí a Rebeca— lamento interrumpir tu ceremonia en tu santuario sexual, pero tu madre me envió a buscarte — su cara de susto y confusión, me causó gracia, pero no me atreví a reírme, cuando fue a hablar, la interrumpí nuevamente.
— De hecho una tal Lourdes mal educada me lanzó las llaves, míralas aquí están —saqué las llaves de mi bolso y se las mostré agitándolas.
Rebeca se levantó de aquella cama desnuda, sin cubrir nada de su cuerpo y pasó a mi lado chocando contra mi hombro, mis ojos la siguieron hasta que se fue de la habitación (no es que me gustara, pero su reacción no me la esperaba), me dirigí amablemente hacia los chicos y les pedí mis más "sinceras disculpas".
Salí de ahí y fui tras Rebeca, la cual estaba a un paso de subir por las escaleras.
— No demores, tu madre está ansiosa.
— No me des órdenes estúpida, no preguntaré como fue que mi madre logró hacer que vinieras hasta aquí a buscarme, cuando ella no quiso que fuera a esa fiesta.
— No te desanimes Rebe, es que los animales tienen la entrada prohibida.
Después de mi gloriosa ofensa, ella venía a darme una golpiza, de eso estoy segura, pero nuevamente mis palabras la frenaron.
— ¡Rebeca por favor!, ¿qué es eso?, acaso no puedes controlarte y vestirte para irnos de una jodida vez.
— Si no fuera porque tenemos que llegar rápido, te caería una lluvia de hostias, en tu preciosa cara.
— Vale vale, hija de "Dios", ahora no es el momento, así que anda ve y vístete, que andas con las nalgas al aire —una risa incontrolable salía de ella, y lentamente fue subiendo contoneándose de un lado a otro.
Me senté en la biblioteca a esperarla.
— Carajo han pasado ya cinco minutos, ¿qué mierda está haciendo?.
— ¡Rebeca, por Dios vamos!.
Al fin la veía bajando por aquella escalera, al llegar a mi, me hace la pregunta que esperaba.
— ¿Qué tal me queda este vestido rosa?.
— ¿Desde cuando soy tu amiga?, pero voy a hacer sincera, me sorprendiste, está hermosos ese vestido.
— Gracias Andrea.
— Gracias, ¿por qué?, hablaba del vestido, no de ti.
— Eres tan odiosa, pero me lo merezco, al final era yo quien terminaba robando tus amores.
— Vete a la mierda Rebeca vamos.
— Un momento déjame llamar a mi madre.
— Lo que digas, llama a quien quieras.
En la gran mansión continuaba la fiesta.
— ¡Ey!, Iván.
— Dígame Robert, ¿qué necesita?.
— ¿No has visto a mi hija por ahí?.
— No, he salido un rato al jardín a respirar aire fresco y no la he visto.
— Oh, que casualidad a ella la vieron saliendo también al jardín.
— Pues no la he visto, y Julia, me puedes decir dónde se ha metido esa muchacha.
— Es una jovencita muy especial, educada, lo felicito por la crianza que le ha dado. Está en la biblioteca leyendo unos libros sobre derecho, si usted desea puede ir a verla.
— Gracias por la cortesía.
— Por nada señor Iván —Robert camina dirigiéndose a Yudith, al llegar le ofrece una copa de vino.
— ¿No sabes dónde está Andrea? —le pregunta mirando a su alrededor.
— Si, fue a buscar a Rebeca.
— ¿A Rebeca?, ¿segura?, y eso, ¿cómo sucedió?.
— Simplemente le pedí el favor y ella aceptó. Ah mira, mi hija me está llamando, déjame contestar.
— Si claro, tranquila.
Yudith contesta tiernamente...
— ¿Dime cariño?, que sucede.
— Ya vamos en camino, mamá, aquí está Andrea sentada en la biblioteca.
— Genial, no lleguen tarde que son las 11:30 pm.
— No te preocupes mamá, son seis casas de la mía a la de Andrea, besos.
— Adios cariño.
— ¿Ves?, ya están en camino, no te preocupes.
— No entiendo por qué no me dijo nada.
— Tranquilo, amor, fue muy amable conmigo, no la regañes, iré al baño —se despide de Robert con un beso en la mejilla.
Él se sonroja y empieza a sudar, sale al jardín a tomar aire y fumar un cigarrillo.
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— Ya podemos irnos, mi mamá me confirmó, lo que me decías.
— Eres más estúpida de lo que me imaginaba Rebeca, es más, agarra tus llaves —se las lanzo— las llaves golpean en su pómulo derecho.
— ¿Eres mensa o qué?.
— Jajajaja, si lo hubiera planeado, no habría salido tan bien.
— Juro por Dios que cuando esto acabe, voy a separar tu piel del cuerpo.
— Primeramente, no menciones a Dios, sería un verdadero pecado, ni yo puedo decir algo en su nombre, sería una desfachatez con lo "pecadoras" que somos y lo segundo, uhhh, ¡qué miedo!. Jajaja.
— Ya, no me molestes más, vámonos.
— ¡Ay si!. Ya no soporto más compartir oxígeno contigo y mucho menos en tu casa — Rebeca cerró la puerta y empezamos a caminar hacia mi casa.
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