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Hola mis bellos lectores.
Ya ven que estoy actualizando muy a menudo. La razón es que ya me siento un poco mejor y quiero también, que ustedes lean.
Así que sin más.
Capítulo veinte....
El momento de Cleo.
— ¿Hola?.
— ¿Mansión Jackson?.
— Así es, ¿qué desea?.
— La llamo desde el Hospital Central.
— ¿Hospital Central?.
— ¿Usted es familia de la señorita Andrea Jackson?.
— Si, como si lo fuera. ¿Qué sucedió?.
— Tuvo un accidente automovilístico, un camión se le atravesó. Pudimos recuperar su celular y su ID, gracias a estas cosas pudimos comunicarles.
— Ay por Dios, ¿está bien?.
— No puedo darle detalles, por favor lleguen lo más rápido posible. Está en la sala L habitación dieciocho.
— Muchas gracias.
— Por nada, es un placer, pero por favor no demoren, deben firmar varios documentos y Andrea los necesita.
Hola, soy Cleo y he recibido la peor noticia de mi vida, mi pequeña princesa había tenido un accidente.
Corrí hasta la habitación de Robert.
— ¡Robert, Robert, por el amor de Dios abre la puerta!.
— ¿Qué sucedió Cleo?, ¿por qué el escándalo?.
— Es Andrea, tuvo un accidente, ahora mismo llamaron del Hospital Central.
— ¡Qué!. ¡No puede ser!, ¿acaso es una maldición?.
— Tenemos que ir al hospital ya.
— ¿Mi hija morirá igual que su madre?.
— ¡Andrea no va a morir, no morirá!.
Salimos corriendo a la entrada, Robert tomó su celular antes de salir del cuarto y su billetera, por el camino nos encontramos con Ruth y Roxana.
— ¿A dónde van tan apurados?.
— Ruth, Andrea tuvo un accidente, voy para el hospital.
— ¿Un accidente?. Yuju, vaya vaya, Wow que suerte tienen todos aquí.
— Roxana por favor no es el momento —se gira hacia Robert— estaré allá en unos minutos.
— Está bien Ruth. Y tú, si vuelves a decir otra cosa, te saco a golpes.
— Bye hermanito. Dale besitos a mi sobrinita.
No dije una palabra porque sabía que si abría la boca, iba a desatar una tormenta mayor y aún no era el momento. Subimos al coche y llegamos al hospital en un momento.
Corrimos hasta la recepción, donde nos esperaban con ansias, Robert firmó unos papeles y salimos corriendo a la habitación de la niña.
Andreíta está entubada totalmente, le hablamos pero no respondía, ni reaccionaba, segundos después entró el médico.
— Ustedes son los familiares de la muchacha. ¿Cierto?.
— Si, soy su padre, ¿qué sucedió?, ¿estará bien?.
— Seré totalmente sincero.
— Hablé ya por Dios —exclamé.
— La paciente está en coma, el impacto fue muy fuerte, además de tener varias fracturas. La hemos revisado y hay lesiones graves en el cerebro.
— ¿Estará bien doctor?.
— Paciencia, es lo que necesitamos, la revisaremos todos los días. Ahora los dejo a solas.
— Muchas gracias, doctor —lo acompaño a la puerta.
— Es un placer poder ayudarlos. Oren mucho.
— Gracias.
Al entrar, vi a Robert destrozado llorando en la cama de Andreíta, algo comprensible, era todo para él.
— ¿Por qué a mí pequeña?.
— Saldrá de esta Robert, ya verás.
— Ella no puede morir, primero mi madre y, ¿ahora mi hija?.
— Fuerza señor, fuerza, yo iré a la casa para traerle algunas cosas.
— Gracias Cleo.
Me fui del hospital, tomé un taxi y cuando llegué vi a Roxana y a Ruth conversando. Me acerqué y logré escuchar parte de la conversación.
— ¡Qué yo no hice nada!.
— ¿Por qué no me dijiste?.
— ¡Carajo que no mande a matarla!.
— Escúchenme bien, en cuanto Andrea salga del hospital, voy a testificar en el juicio que voy a abrir contra ustedes. Lo se todo, la muerte de la madre de Andrea, para que tú, Ruth, te casaras con Robert. ¿Qué quieres?, ¿qué el dinero de la herencia sea tuyo?. Eso no sucederá.
Las dejé boquiabiertas, entré a la casa y busqué en el armario de cosas sanitarias, un cepillo dental, y otras que le harían falta a Robert.
Saliendo no vi a aquellas dos, pero no temía, solamente debía cuidarme de ellas. Le dejé las cosas a Robert y regresé, estuve sentada orando por Andrea, cuando sonó el teléfono de la casa una vez más.
— Diga.
— Es la casa de Andrea.
— Si, ¿quién habla?.
— Alex.
— Ay Alex es Cleo, ¿cómo estás mi niño?.
— Preocupado. He llamado a Andrea al celular y me dice que está apagado. ¿Sabes algo de ella?.
— Está en el hospital, tuvo un accidente de coche.
— ¿Qué?. Esas fueron ellas.
— ¿Quiénes?.
— No puedo hablar esto por teléfono, estaré allá en unos días.
— De acuerdo mi niño, cuídate.
Eran como las dos de la tarde, fui a mi habitación y escribí una carta por si las cosas salían mal.
Soy Cleo, la nana.
Para mi querido Robert y Andrea. Supongo que sí esta carta ha llegado a sus manos, es porque ya no estoy entre ustedes, y quiero decirles que no me arrepiento, daría todo por mi pequeña Andrea. Quiero dejarles saber que Ruth y Roxana son las responsables de la muerte de la señora Andrea. Lo supe unas semanas cuando escuché una conversación de ambas por el teléfono. No podía denunciar porque no tenía pruebas, apenas las tengo, pero cuando esta carta llegué ya las tendré y estarán en manos de
— ¡Ah! —Sentí un objeto punzante entrando en mi espalda.
— ¿Creías que te dejaría salirte con la tuya?.
— ¡Tu!, ah, duele.
— Obvio que duele y esto dolerá más. Por fisgonear.
Las manos de aquella mujer sujetaban el enorme cuchillo, que estaba acabando con mi vida. Su cara estaba salpicada de mi vieja sangre y una sonrisa enorme se dibujaba en su psicótico rostro. Podía notar que disfrutaba matar, o en realidad tal vez, disfrutaba matarme y eliminar un posible error que la llevaría a la cárcel.
La décima puñalada fue por mi ojo izquierdo, al sacar el cuchillo...
Al sacar el cuchillo un chorro de sangre bañó el cuerpo de aquella mujer que había matado a la nana querida. Salió de la habitación y llamó a sus compañeros, los cuáles se quedaron paralizados al ver el estado de la mujer. Cargaron el cuerpo de Cleo, la envolvieron en un saco negro de nailon y se la llevaron en un coche. Uno de ellos vigilaba para asegurarse que nadie los viera. Las últimas palabras de la asesina fueron.
— Déjenlo todo limpio, no quiero rastro de evidencias aquí.
Y se marchó, como si nada hubiese pasado.
Mientras que en el hospital Robert se preocupaba por Cleo. Llamó a la casa varias veces pero nadie le contestaba. Los deseos de quedarse al lado de su hija fueron más fuertes y no insistió más. Media hora después llega su esposa para acompañarlo.
Pasaron tres días y no se sabía nada de Cleo, ni los empelados podían decir algo sobre la repentina desaparición. Ese mismo día llega Alex y pregunta por la nana, Genoveva triste le explica la situación y él deduce que no fue solamente una huída, tenía bien claro que Cleo, había sido asesinada, por alguno de ellos. Pero, ¿quién?.
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