Capítulo 6
El rostro de mi padre no dejaba de darme vueltas en la cabeza. Tenía unas terribles ganas de abrazarlo y de decirle lo mal que me sentía por no haberlos visitado. Me sentía mareada y con ganas de vomitar. Quizá también me sentía culpable por su desaparición.
Es curioso cómo las personas cambian. Tenía la impresión de ver todo tan igual pero a la vez tan diferente, como si me hubieran quitado una venda de los ojos. Alex estaba cerca de mí pero no lo suficiente como para poder acariciarlo o besarlo, Anna era más madura y se veía diferente físicamente. George seguía viéndose igual de poderoso pero con más canas, a lado de Lisa se veía más feliz. A la única a la que no había visto, era a mi madre. Habíamos llegado casi de madrugada, por lo que seguía esperando a que ella despertara. Perder a tu esposo de un día para otro, no podía ser nada sencillo. Mucho menos sabiendo que encontrarlo sería de las cosas más difíciles. Estando con un Crowell, todo podía pasar.
Quería darme una ducha rápida, pero eso podía esperar a que Victoria terminara la reunión del día. Podía imaginarme cientos de cosas que le pudieron haber ocurrido a Eric, pero ninguna podría ser certera sino había información. Solo estaba haciendo suposiciones al aire, esperando encontrar en ellas alguna esperanza de que mi padre estaba bien.
Al dejar marchar a Victoria, George me invitó a hospedarme en la mansión. Yo asentí y me alojé en una de las habitaciones del segundo piso, una vez que pudiera estar presentable, hablaría con él a solas para decirle que me marcharía lo más pronto posible. La casa estaba hecha una estación de policías que iban y venían.
Me lavé el rostro con agua fría y me peiné el cabello, el cual era un completo desastre. No había traído ropa ni zapatos, mis maletas estaban en el departamento que había abandonado. Anna tocó la puerta y la hice pasar.
—Te traje algo de ropa —dijo, dejando unas prendas en la cama—. Tal vez te hagan sentir más cómodas que esa falda.
Asentí y me recosté unos minutos en el colchón.
—Dime algo, Anna —empecé a decir con el codo apoyado en la cama y mi mano sosteniendo mi cabeza—. ¿Por qué habría alguien que quisiera hacerle daño a Eric? ¿Hizo algo malo en los últimos años? Es que no logro entender por qué él...
Ella alzó los hombros en forma de respuesta. Luego sacudió su cabeza y me miró.
—No le des tantas vueltas, yo quise hacer lo mismo y no me llevó a nada —dijo, acostándose a mi lado. Su peso hizo hundir la cama ligeramente. Ella a comparación de mí, estaba limpia y olía a jabón—. A veces la respuesta es más simple de lo que parece, ¿no crees?
—Tienes razón —comenté sin estar totalmente convencida—, pero hay cosas que no se pueden explicar. ¿Por qué Eric, Anna? ¿Será alguien de su pasado? ¿Alguien que quiere hacerle daño? ¿Alguien que necesita dinero? ¿O solo atención? ¿Crees que sea alguna venganza? No lo sé..., no sé, Anna, la verdad es que tengo mil ideas en la cabeza y no quiero pensar en lo peor, en lo que puede estar sufriendo ahora sino nos damos prisa, ¿me entiendes?
—Sí —dijo—. George ha hablado con muchas televisoras, su foto está por todo el lugar, no creo que haya alguien que no sepa de su desaparición. El caso ya fue presentado a los medios, si alguien lo ve, dará aviso a la policía. Al menos ya es algo.
—Han transcurrido varios días, necesitamos respuestas, Anna. No necesitamos esperar a que la gente nos diga si lo han visto —comenté, ansiosa por saber algo—. Hoy estaré en una reunión con Victoria, ¿qué piensas de ella? ¿Han avanzado con la investigación? Tal vez cuando tenga algo, podré usarlo para comenzar a moverme.
Anna chasqueó la lengua y pareció pensarlo.
—Victoria es buena, escuché que tiene años de experiencia y ha resuelto muchos casos de desaparición. Tanto niños como adultos. Yo creo que está preparada para llevar este caso. Quizá necesitas confiar un poco en ella, Hannah —me miró, preocupada—. No supe que sucedió en su presentación, pero estaba cerca y pude ver que no te agradó ni un poco. ¿Sucede algo? ¿Sabes algo sobre ella?
Negué y cerré los ojos.
—No confío, Anna. Ese es el problema.
—Necesitas hacerlo, es la única que puede mover a un ejercito de policías por si algo sale mal.
—También nos puede cerrar el caso cuando ya no haya más pistas por seguir.
—Tienes que cooperar, Hannah.
Asentí y abrí de nuevo mis ojos, viéndome en una de las habitaciones de la mansión de los Crowell. El color crema predominaba en todo el lugar. La cama era una especie de castillo, tenía cuatro postes a los costados y una ligera y casi transparente tela estaba encima de nosotras, cobijándonos en lo alto. A los lados, había una mesita de noche, cada una con una lampara de cristal que casi abarcaba toda la mesa. Una alfombra color crema con figuras de color rojo, estaba debajo de la cama, sobresaliendo solo de los costados. En el pie de la cama había un gran baúl con cojines del mismo color. Eran anticuados y poco afelpados.
—Lo sé, trataré de hacerlo.
Me levanté de un salto y miré la ropa que me estaba prestando.
—¿Estos son tuyos? —pregunté cuando vi un pantalón de mezclilla. Según recordaba, a Anna le encantaban los vestidos.
—Son cómodos, creo que pueden ir contigo.
—Gracias, te los devolveré pronto.
Sonreí y me volví de nuevo al baño para cambiarme. En unos pocos minutos estaría con Victoria y su equipo de investigadores para estar al tanto del caso. Mi ansiedad superaba cualquier emoción. Me cambié muy pronto y salí casi hecha una bala, al menos la ropa me hacía sentir más cómoda, más yo.
—Deséame suerte —me paré en la puerta y me limpié el sudor de las manos en los pantalones.
—No la necesitas.
Le sonreí y exhalé.
—Te veo pronto, ¿sí?
—Claro. Nos veremos.
Me despedí de Anna y anduve por los pasillos, viendo rostros que no conocía en lo absoluto. Saludé a algunos de ellos cuando nos cruzábamos, otros me observaban como si fuera una ladrona, pues nunca me habían visto por aquí.
En el pasillo, me encontré a mi madre. Estaba de espaldas y no me había visto aun. Ni siquiera sabía si ella tenía conocimiento de que yo había vuelto, por supuesto, obligada.
—No —dijo con una mano pegada al oído y con la otra en su cintura, se escuchaba exasperada—. No podemos hacer eso, Lily. Necesitamos que alguien cubra de inmediato esa vacante. Los chicos no se pueden quedar sin clase, tal vez podamos suspender la de hoy, pero la de mañana ya sería demasiado. No quiero lidiar con los padres. Estarían perdiendo dos clases y ya sabes como se ponen. Necesito que me ayudes a contactar con alguien que pueda impartir esa materia..., busca en la base de datos, seguro ahí encontrarás a alguien que puede servirte.
Luego hubo silencio y la vi mover su pie en el piso, como si estuviera pisando algo. Parecía que la persona en el otro lado de la línea seguía sus consejos.
—Si, sí. Ahí mismo. Entra a esa carpeta y ahí encontrarás la base.
Se veía preocupada.
—¡Excelente! ¿La has encontrado? —su tono había mejorado solo un poco. Estaba más emocionada por lo que le acababan de decir—. Ella me parece la persona perfecta. Recuerdo que hace tiempo estuvo como profesora sustituta de Olivia, ¿lo recuerdas? Sí, sí. Ella misma. Muy bien, entonces ponte en contacto con ella para ofrecerle el puesto, dile que es temporal, solo por dos semanas, en lo que Isabella se recupera del accidente.
Silencio de nuevo. La vi asentir, relajó sus hombros y dejó caer en sus costados la mano que tenía en su cadera.
—Muchas gracias, Lily. No sé qué haría sin ti —agradeció con tono más calmado. Su espalda se veía menos tensa—. Nos vemos en un momento. Si sucede algo más, no dudes en marcarme. Sí, todos estamos bien. No tenemos nada aun. Sí. Gracias por preocuparte por Eric. Sí. Hasta luego, Lily.
Colgó el teléfono y se quedó quieta durante unos segundos, analizando todo lo que le estaba sucediendo. Al parecer, más problemas se seguían sumando. Cuando sintió que alguien la observaba, se giró y me miró como si fuera un fantasma. Se quedó quieta por unos segundos, observándome. Mi madre seguía idéntica, era con la que mas había tenido contacto, por lo que su rostro me era más familiar. Tenía el cabello castaño, los ojos cafés y el rostro pálido, justo como yo. La diferencia estaba en el rostro, el mío era más redondo y mis ojos eran azules. Las cejas eran casi idénticas, pero por el delineado, nos hacía ver completamente diferentes. Su falda hasta las rodillas y su camisa de cuello, me hizo saber que estaba coordinando la dirección del Instituto desde la mansión. Mi madre seguía siendo la directora de aquel lugar, por lo que pronto se tendría que marchar para atender su trabajo.
Margaret Reeve lucía delante de mí con una expresión casi increíble.
—Hola, mamá. —Dije cuando ella no pudo pronunciar palabra.
—¿Hannah? —dijo con el ceño fruncido, como si no lo pudiera creer todavía—. ¿Qué haces aquí? ¡¿Cuándo llegaste?! ¡Ay, Dios! ¡Mírate!
Sonreí un poco, feliz de verla pero disimulando mi entusiasmo.
—Me he enterado de lo de Eric, he venido a ayudar —respondí en un susurro—. Espero que no sea demasiado tarde.
Ella corrió hasta mí y me abrazó, me tomó el rostro entre sus manos y siguió con el ceño fruncido, todavía sin creer que realmente estaba ahí. A pocos centímetros de mí, la vi ponerse amarilla.
—¡Hannah! —dijo, dándome un beso en la mejilla—. ¡Debiste habérmelo dicho! ¿Cuándo llegaste? ¡Pudimos haber ido a por ti! ¿Por qué no nos dijiste que venías?
Me reí un poco.
—En realidad, yo tampoco sabía que venía —expliqué, soltándome poco a poco de su agarre—. Alex y Anna me trajeron hasta acá. Pensé que ya lo sabías y que tú habías estado de acuerdo con eso.
Ella negó y frunció más el ceño.
—No sabía nada de esto. Yo no..., no quería preocuparte por lo de Eric, hay demasiada gente trabajando aquí para encontrarlo. No sabemos dónde está, si fue secuestrado o si tuvo un accidente en algún lugar que desconocemos —luego bajó el tono de su voz—. Perdón si no te lo conté. No quería hacer este circo más grande de lo que ya es. Aunque me da gusto que estés devuelta.
—No te preocupes mamá, pronto lo encontraremos.
Victoria pasó por mi costado y me hizo una seña.
—¿Vienes, Hannah?
—¿Hablamos luego? —pregunté.
—Sí, yo voy directo al Instituto. Tengo muchos asuntos para resolver. Pero prometo que estaré aquí pronto para poder hablar, tengo mucho que decirte, Hannah. Nos vemos más tarde, ¿está bien?
—Sí, mamá. Ve tranquila, cuando vuelvas, yo estaré aquí.
—Ay, Hannah. Siento mucho irme, no tardaré. —Se lamentó.
Nuevamente asentí y caminé detrás de Victoria. A mis espaldas, los tacones de mi madre se escucharon por todo el pasillo.
—¿Hannah? —se devolvió.
Me giré para encontrarle de frente.
—¿Sí?
—Ten mucho cuidado, por favor.
Asentí y entré a la oficina de George. A los costados había libreros enormes repletos de libros. De todos los colores y texturas, gruesos y delgados. Algunos parecían muy antiguos y otros tantos, se veían recién salidos de la imprenta. Al fondo, estaba su escritorio, la silla de cuero relucía con los rayos del sol que ya comenzaban a filtrarse por el gran hueco. En el escritorio había cientos de papeles que adornaban toda la mesa, como si fuera un mantel hecho con hojas para máquina. Detrás de la silla, una hermosa ventana daba vista al enorme y verde jardín que se extendía a lo largo.
El piso de madera chirrió debajo de mis zapatos y estuve tentada a retroceder.
Victoria notó mi nerviosísimo y se adentró con más seguridad a la oficina. George y el equipo de Victoria aun no estaban dentro.
—¿Viviste aquí? —me preguntó, sentándose en una de las sillas para las visitas del escritorio—. Eric es tu padre, ¿no?
Me adentré y me fui directo a los libros. Con las yemas de mis dedos comencé a trazar cada uno de ellos, esperando encontrar los títulos que había leído mientras viví en la mansión.
—Viví aquí un tiempo, no puedo decir que fue mucho, mi casa siempre fue el lugar donde podía sentirme más cómoda. Aquí siempre he sentido una extraña sensación, como si hubiera algo oculto y los secretos nunca terminaran.
—¿Puedo preguntarte algo?
—Adelante.
—¿Crees que pueda haber otra "Rosie"?
Mi corazón se detuvo, dejé de pasar mis manos por los libros cubiertos de polvo y la miré, extrañada.
—¿Algo como una gemela?
—Quizá, ¿qué opinas de eso?
Negué.
—No lo creo. Rosie no tenía a nadie, Anna no conoció a alguna otra persona más durante su infancia. Dudo mucho que tenga una familia oculta. Ya lo habríamos sabido, ¿no cree?
Ella sonrió.
—Háblame de tú —me permitió—. Sé que no es profesional pero puedes hacerlo. Yo tengo una meta igual que tú, Hannah. También quiero encontrar a Eric.
Me acerqué a la ventana, pasando por enfrente de ella y miré el jardín.
—¿Qué pasa si él ya está muerto? ¿Qué podríamos...?
—No —me interrumpió—. Eric no está muerto. Sé que está en algún lugar. Déjame confesarte algo, Hannah.
Se levantó de la silla y me acompañó a ver la vista.
—¿Cómo? ¿Usted también tiene secretos?
Ella asintió.
—Los secretos son parte de nosotros, aquel que diga que no tiene uno, miente —dijo, sacudiendo el polvo que tenía en sus hombros—. Decirlos nos vuelve vulnerables y dóciles. A todos nos gusta tener o saber algo que nadie más podría conocer.
—¿Por qué accedió a tomar este caso? ¿Sabe lo que sucedió con Alex hace años? ¡Su propia madre lo secuestró!
—Hannah —me llamó—. Yo soy amiga de Eric. Antes de partir, me dijo algo muy importante. No lo comprendí hasta ahora que te veo. Sé que todas las personas que están aquí, son demasiado inteligentes para ayudarme a buscar a Eric, pero hay una en especial. Esa eres tú, Hannah. Eres la más arriesgada de todos.
—¿Amiga de mi padre? ¿De qué me habla?
—Estudié con él en la escuela militar. Fuimos buenos amigos durante nuestra adolescencia. Cuando salimos de la preparación, ambos tomamos diferentes caminos. Yo me preparé para ser detective y él se concentró en los negocios familiares, por lo que supe. —Me contó—. Luego, años después, se contactó conmigo. Quería investigar el paradero de su esposa y de su hija. Así que por los viejos tiempos, lo hice. Te encontré a ti y a Margaret después de meses de investigación.
—¿Tú nos encontraste?
—Sí, Hannah. No es la primera vez que te veo. Quizá es la primera vez que hablo contigo, pero sé quién eres y tu historia. Debes confiar en mí. Si pude encontrarlas a ustedes, juntas podremos encontrar a Eric.
—¿Qué fue lo que dijo?
—Habló conmigo una semana antes. Estaba nervioso. Parecía que alguien le seguía. Entonces, me dijo exactamente lo siguiente: "Hannah necesita volver a casa".
Fruncí el ceño.
—¿Qué significa eso?
—Aun no lo sé, Hannah. Pensé que se trataba de un código entre ustedes.
—No, Eric y yo...
Antes de que pudiera decir algo, George y Alex entraron a la oficina. Muy pronto le siguió el hombre que tenía la cicatriz en la mejilla y el mismo que le había dado entrada a Alex a la mansión. Detrás de él, ingresaron cuatro hombres uniformados.
Victoria volvió a su postura rígida y tomó una taza de café que se encontraba en el escritorio.
—Por favor, sean rápidos. El tiempo es lo único que no podemos recuperar —su voz era firme y diferente, se hacía respetar sobre los demás y era algo que se notaba—. ¿Hank?
Miró al hombre de la cicatriz y este me observó.
—Hola, Hannah. Mi nombre es Hank —se presentó—. Seguramente me viste cuando Alex, Anna y tú ingresaron a la mansión.
—Sí, por supuesto que lo recuerdo.
—Genial —dijo y comenzó a sacar un papel colorido de una carpeta—. Te mostraré lo que tenemos.
—Sé rápido, Hank. Tenemos muchas cosas por hacer.
—Por supuesto. Seré breve —sacó una carpeta azul y la puso delante de mí—. Esto es lo que se sabe hasta el día de hoy. Eric salió de la mansión el 06 de octubre a las 14:28, las cámaras lo detectaron en su auto gris, cosa que hacía normalmente según las declaraciones de la señora Margaret Reeve. Eric venía a comer a la mansión entre semana y partía en un horario de entre las 14:00 y 14:30 horas. Por lo que la rutina siguió siendo la misma. Luego, salió del fraccionamiento a las 14:31 horas, también las cámaras pudieron detectarlo. Estas son las fotografías.
Eric estaba saliendo del lugar en el mismo auto, su rostro estaba serio e intacto. Sin ningún rasguño o con algún indicio de querer demostrar que algo estaba mal. Su camisa era azul, en su muñeca llevaba puesto un reloj.
—Todo esto es la evidencia que pudimos rescatar del fraccionamiento. Volvimos meses atrás para ver si notábamos algo extraño, pero no entró nadie ajeno al lugar. Tampoco detectamos algún comportamiento extraño en los últimos días en que Eric salió de aquí. Lo que nos hace creer que probablemente fue secuestrado.
Hank asintió.
—Así es. Sin embargo, esta teoría puede verse caída porque hasta ahora, nadie ha intentado llamar para pedir dinero para su rescate.
—¿Qué hay de los correos? ¿No han encontrado notas sospechosas?
Hank negó.
—Nada. El correo ha llegado como siempre. Todo lo que ingresa a la mansión, es altamente analizado. Entre todos esos papeles, no hay ningún mensaje codificado. Ni algo objetivo que nos haga ir por ese camino.
—Seguimos la ruta de Eric, Hannah —me dijo, dando continuidad a la historia de Hank—. El trayecto fue el mismo que hacía para dirigirse a la empresa de George. Utilizamos las cámaras para seguir el recorrido y efectivamente, él siguió su camino.
Más fotos de Eric conduciendo por las calles y los bulevares llegaron a mis manos.
—Lo extraño sucedió cuando salió del edificio. La ruta cambió drásticamente.
—Eric se detuvo en un establecimiento. —Dijo Victoria.
—Aquí duró cinco minutos, es decir, ingresó a las 17:30 y salió a las 17:35 horas. Su rostro estaba diferente y en esta foto —me pasó una más y la observé con cuidado—. Notamos que en su bolso derecho había algo.
—¿Qué es? —pregunté.
—Puede ser un arma. Creemos que Eric recibió una llamada ahí dentro, o vio a alguien. Tal vez quería defenderse. No lo sabemos aún.
Alex estaba quieto. Por su expresión, supe que ya conocía todos estos datos. Al igual que George.
—¿Ya investigaron ese lugar?
—Sí. Es una simple biblioteca. Solo habían cinco chicos.
—¿Ya los han interrogado?
Los ánimos bajaron. Vi a Victoria resoplar.
—No podemos hacerlo, son menores de edad y sus padres no quieren que sus hijos se vean involucrados en un caso tan mencionado como este —concluyó, sentándose en una de las sillas disponibles—. Consideran que es peligroso develar alguna información, pues si ellos vieron o escucharon algo, seguro que la persona detrás de todo esto, los tiene identificados o amenazados.
—¿Qué pasó después de esto?
—Seguimos la ruta, pero Eric jamás volvió a aparecer en nuestro radar. La última foto que tenemos de él, es aquí —señaló el mapa que se extendía en la mesa. En una esquina, un circulo rojo se cerraba en unas calles que yo recordaba—, justo en la biblioteca central. Después de esto, no hay nada. Buscamos el vehículo en un radio de 10 km desde este punto pero no pudimos encontrar nada. Ni a Eric ni al auto.
Alex me miró y yo asentí.
—Es todo lo que se sabe, ¿correcto?
—En resumen, sí.
Inhalé profundo y me levanté de la silla, de pronto sentí que el aire me faltaba. El piso daba vueltas.
—¿Hannah? —preguntó George—. ¿Te sientes bien?
Me recargué en la mesa y todos me observaron, pendientes a sujetarme si me desvanecía ahí mismo.
Me incliné un poco y apreté los ojos.
—Estoy bien, necesito tomar aire, ¿podrían disculparme?
George me ayudó a ponerme de pie.
—Por supuesto. Te veo en un momento.
—Gracias a todos por su tiempo. Discúlpenme, por favor. No me siento nada bien.
Salí con las manos en las sienes, presionando para apaciguar el dolor. Cerré la puerta detrás de mí y avance hasta la habitación de Anna, dejando mi dolor de cabeza a un lado.
—¿Hannah? —escuché detrás de mí una voz masculina. Alex venía siguiéndome por el pasillo—. ¿Qué fue eso?
Fruncí mi ceño.
—¿Qué fue qué?
—Eso de allá adentro —dijo—. Estabas fingiendo un mareo para escaparte de ahí. ¿Acaso estás planeado algo?
—No, estoy hambrienta. ¿Recuerdas que me raptaron?
—Vamos, Hannah. Deja de ser tan dura conmigo. Sé que estás pensando en hacer algo —dijo, convencido de sus palabras—, conozco ese brillo en tus ojos y sé que tramas algo.
—Alex...
—Solo dímelo. No se lo contaré a nadie. ¿No crees en mí?
Suspiré y lo jalé del brazo, llevándolo a la primera puerta que encontré cerca.
—Ven. Te lo contaré.
Demonios. Me conocía demasiado bien. Si le mentía, se daría cuenta, así que lo mejor era contarle.
Sin darme cuenta, entramos a un baño. Puse el seguro y lo miré, desvelando mis intenciones.
—Sí, tienes razón —respondí en un susurro para que nadie pudiera escucharme—. Tengo un plan, Alex.
Él asintió y sonrió, victorioso.
—Lo sabía. Déjame ayudar, Hannah. Yo también quiero saber qué sucedió con Eric.
¡Muchas gracias a todos por leer esta continuación de QMAA! ¡Espero que les este gustando mucho!
Les dejo mis redes sociales para poder comunicarnos mejor. <3
Con cariño,
Janeth G. S.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro