Capítulo 4
El nombre no me pareció nada extraño. De hecho, sentí un cosquilleo en la nuca. Uno que me hizo estremecer en el asiento de piel, que junto conmigo, se había helado por unos segundos. Escuchar salir el nombre de sus bocas era como si Alex y Anna me estuvieran hablando de alguien cercano para ellos pero peligroso para mí. No entendía por qué su nombre se me advirtió minutos antes de que ellos dos ingresaron a mi departamento y me secuestraron. Estaba claro que alguien más quería que me enfocara en esa persona, pero ¿por qué? ¿Tenía algo que ver con Eric? ¿Se habían conocido en el pasado? ¿O solo era alguien de la que nos teníamos que cuidar? No lo sabía aún, pero lo descubriría. Minutos o incluso horas antes, miré escrito ese nombre en una hoja con recortes de periódico que aun se seguían encajando en mi vientre y parte de mi cadera, esas letras cortadas tenían que significar algo.
Ni Alex ni Anna se habían percatado de la nota. Ellos solo se tomaron el tiempo para atarme, pero nunca de revisar mis bolsillos. Estaba agradecida por eso, aunque también, estaba bastante confundida. La nota seguía en el lugar donde la había escondido, indicando que ninguna de mis pertenencias se había movido, incluso sentía los zapatos bajos encajarse en mis talones, donde se me estaba forma do una herida que me lastimaba. Lo diferente estaba afuera: el lugar cada vez me parecía menos familiar y sentía un ligero estirón en el estómago, como si estuviera muy lejos de casa. Lejos de donde había formando mi vida en los últimos cinco años. A nuestro alrededor solo se veían montañas y de ves en cuando, unos árboles muy altos y frondosos. ¿Dónde estaba exactamente? ¿A dónde nos dirigíamos? ¿En realidad habían pasado minutos, horas? ¿O era más que eso?
No pude tocarme el cabello para saber si estaba seco, grasiento o solo un poco húmedo por la lluvia que me empapó cuando corrí al departamento. La verdad era que mi noción del tiempo se había perdido junto con mi orientación. Lo único que seguía viendo a través de la ventana una y otra vez, era una carretera sin semáforos, sin letreros y sin un final. En el interior, solo Alex y Anna, que parecían ser los únicos en saber a dónde nos dirigíamos.
No quise creer que habían pasado días, pues mi ropa estaba intacta. Un poco arrugada y deshilachada por las cuerdas, pero fuera de eso, estaba bien. Tal vez solo me había desmayado unas horas por el cloroformo que Alex me había hecho inhalar. Aun seguía molesta, pues no me podía imaginar a él teniendo una idea sobre mí, sedándome. Eso seguramente era un plan bastante elaborado de Anna.
Horas antes me había despertado para tener un día normal, y después de un día intenso de trabajo, tenía al chico de mis sueños a mi costado y a mi hermanastra que no miraba ni hablaba desde hacía bastante tiempo. Para rematar, mi padre estaba desaparecido, ¿podría haber otra tragedia?
Sí. Definitivamente a toda la aventura se sumaba esa mujer que era desconocida para mis ojos. Victoria Gallagher.
—¿George asignó a Victoria a la investigación? —pregunté, queriendo averiguar más. Alex bajó la velocidad y le hizo una seña a Anna para que se acercara. Esta se inclinó, obediente. Lo miró como si fuera su propio hermano mayor y me sentí traicionada. Suponía que habían pasado mucho tiempo juntos, pues ambos vivían en la mansión de los Crowell.
No pude evitarlo, sentí celos.
—Creo que ya que nadie quiere lanzarse del auto, podemos desatar las cuerdas, Anna.
La rubia se rio y asintió, sacando una navaja de una pequeña caja de madera.
—Con Hannah podemos esperar cualquier cosa, te sugiero que pongas el seguro para niños —dijo y se burló junto con Alex—. Solo para evitar algún accidente.
Gruñí y enfoqué mi vista en Anna, pues si los dejaba en Alex, probablemente se me caería la baba. El color negro en su vestimenta y la edad, le sentaba muy bien. No había tenido mucha oportunidad de escanearlo, pero por el reflejo de la ventana, le había dando unas miradas rápidas, esperando no ser descubierta. Era bastante orgullosa como para admitirlo frente a ellos, o incluso frente a él, que me seguía intimidando y causando cosquillas en el vientre. Así que solo aspiré hondo hasta llenarme los pulmones y me evité la vergüenza y las mejillas rojas y observé a Anna.
—¿Crees que de verdad me arrojaría del auto aun cuando este va en movimiento? —pregunté con un tono bastante tranquilo—. Pues déjame decirte que me has perdido.
—Sí —exclamó ella y comenzó a cortar las cuerdas que me unían las muñecas—, tienes razón. Ahora es difícil saber qué piensas, Hannah.
Abrí mi boca para responder y defenderme, sus palabras me ofendieron al punto de sentir una dolorosa presión en el pecho, justo en mi lado izquierdo. Me estaba hiriendo como hermanastra mayor. Tal vez me lo merecía un poco.
—Vamos, ya estamos por llegar, no vamos a discutir.
Las cuerdas se aflojaron ante el corte y después se dividieron, dejando mis manos libres. Anna me pasó la navaja para que yo cortara la cuerda de los tobillos, donde mis pies estaban sintiendo calambres por la postura y por el nulo movimiento.
—¿Llegar? ¿A dónde? —cuestioné agachándome para cortar el lazo y no mi piel. Mi vientre se revolvió ante la inclinación y mi cabello cayó en mis costados, aun tenía el olor del jabón que usaba para el cabello. Mi cabeza estaba entre mis piernas desnudas, pues la falda se había subido con el movimiento.
Empecé a cortar sosteniendo una parte de la cuerda para estirarla y hacer el proceso más fácil con la navaja, mis manos se movieron rápido y los hilos del lazo se comenzaron a separar de uno en uno, cuando de pronto escuché la voz de Alex.
—A casa, a la mansión de los Crowell.
Mi corazón se paró y la cuerda se partió, dejando mis tobillos libres. Abrí la boca, sorprendida y sentí como mi ceño se fruncía. Levanté de inmediato la cabeza para reprochar y solo atiné a darme un duro golpe en la cabeza cuando me estrellé contra la guantera del copiloto.
—¡Maldición! —solté la navaja y llevé mis manos hasta donde me había golpeado—. ¿Qué has dicho? ¿A la mansión de los Crowell?
Alex sonrió sin preocuparse por mi accidente.
—Tal y como escuchaste.
—¿Por qué? —inquirí con los dientes apretados—. Tú sabes que no quiero volver ahí. Mis términos son muy claros, Alex. Yo busco a mi padre, coopero con la policía, doy la información que ellos necesitan e intento liarme con ustedes y su idea de Eric siendo un fantasma, pero lo que no puedo aceptar es volver a esa casa. No puedo hacerlo y me da rabia que ninguno este considerando y respetando mi decisión.
—Hannah, vamos. Deja el pasado atrás, la mansión es el lugar más seguro donde puedes estar, es decir —se corrigió—, donde todos podemos estar. Si alguien quiere atacar, es más fácil que lo haga si nos ve vulnerables y eso es estando solos, sin ninguna supervisión. No puedo permitir que vayas a casa de tu madre —dijo—. En verdad siento mucho no poder hacer nada.
—Bueno, ya lo veremos. Hablaré con George, él entenderá.
Anna no quiso intervenir, por lo que Alex siguió hablándome.
—Esta es una decisión de él, Hannah. No lo harás cambiar, sabes como se pone cuando algo como esto sucede. Eres su sobrina y hará todo lo que este en sus manos para protegerte.
Respiré hondo y negué, indispuesta a aceptar tal ayuda.
—Quiero a George, pero debe de entender que yo me sé cuidar sola.
—No solo tendrás que hablar con él. Todos estuvimos de acuerdo en que así sería.
—Me parece que lo hablaré a solas con él.
Alex asintió y decidió ir por otro camino.
—Llegaremos a una estación para cargar gasolina, es la última parada. Si quieres aprovechar para comprar algo o ir a los baños, avísame.
Me crucé de brazos y me acuné en el asiento, esperando llegar a la dichosa estación, la cual no tardó en aparecer en la oscuridad. Alex parecía conocer el camino demasiado bien. Pronto encendió sus intermitentes y bajó la velocidad conforme nos fuimos acercando, luego se pasó al carril de baja y giró un poco a la izquierda, entrando al establecimiento totalmente solo, a excepción de la tienda, que se encontraba con las luces encendidas y con un letrero de luces rojas anunciando su apertura a altas horas de la noche.
Alex se estacionó cerca de la toma de gasolina y en cuanto estuvo bien acomodado, apagó el motor y quitó los seguros para que pudiéramos salir.
—Iré a comprar un café, siento que me estoy durmiendo, ¿vas conmigo, Hannah?
Negué y me pasé las manos por la falda.
—No, no —respondí de inmediato—. Yo creo que iré a los baños, te veo en un momento.
Anna miró a Alex para su aprobación y después de analizar mi expresión y buscando que no tuviera intenciones de escapar, asintió y la chica traidora salió del auto diciéndome que me veía en la tienda si deseaba algo.
Bufé.
—Regreso en un momento.
—Hannah...
Con una voluntad impresionante, ignoré su llamado intencionalmente, pues ambos sabíamos de que se trataba. Bajé del auto y entre la oscuridad de la carretera y las luces de la tienda que se encontraban en medio de la nada, me dirigí a los baños, esperando que no hubiera alguna serpiente esperando a atacarme. A Alex por el contrario, lo escuché cerrar la puerta del piloto y caminar hasta la maquina para cargar gasolina. Sus zapatos, al igual que los míos, se hundían en las pequeñas piedras del establecimiento casi abandonado.
Entré a los baños y las luces se encendieron cuando estuve adentro. Odiaba las luces de censor, pues de pronto parecía que te volvías en un fantasma y estas automáticamente se apagaban, dejándote a oscuras, como si ya no estuvieras ahí. El olor para mi suerte, no era tan desagradable, olía a cloro y un poco a oxido, como si los baños se estuvieran deshaciendo con el calor. El lugar estaba limpio y en su interior la pintura y los azulejos eran blancos, dándole una vista tenebrosa.
Me senté en la taza e hice lo más rápido que pude, pues me invadía un miedo tremendo al saber que algo paranormal podía sucederme. Agradecí que Alex fuera un simple humano y no un fantasma.
Salí hecha una bala del baño y me lavé las manos en el lavabo de tres llaves, la única que tenía agua era la de en medio, por lo que me vi obligada a centrarme en el pequeño lugar. Detrás de mí, estaba la pared blanca que no reflejaba a nadie más. En el espejo, mi rostro se veía demacrado, mis ojeras eran visibles y mi cabello era un completo desastre. Abrí los ojos sorprendida por mi aspecto y negué. Estaba más que horrible y Alex me había visto así en todo el camino, mientras que él se veía perfecto con su cabello castaño y sus cejas pobladas, sonriendo como si eso fuera su mejor atractivo.
Abrí más la llave y me incliné para lavarme el rostro y mojarme el cabello, para al menos arreglarlo un poco. Luego, cuando me vi un poco más decente, salí del baño.
Alex estaba todavía cargando gasolina. Cuando me vio salir, sonrió a lo lejos.
Maldita sea, maldita sea. Era la sonrisa que no había olvidado en todo ese tiempo. Tragué saliva y caminé con mucho cuidado, tratando de no tropezarme con mis propios pies. Solo Alex podía causar ese nerviosismo en mí.
Cuando estuve cerca, Alex quitó la manguera de la camioneta y la puso en su respectivo lugar. Ya había terminado.
«No lo hagas, Hannah» Pensé.
—¿Estás bien? —me preguntó cuando estuve más cerca.
—Sí —dije, asintiendo. Mis manos estaban cruzadas en mi pecho, aunque no hacía mucho frío, tenía intenciones de llamar la atención de Alex—. Estoy bien, me he lavado el rostro, ha sido un día muy pesado —me mordí el labio inferior y él me observó con detenimiento—. En realidad... quería pedirte un favor, Alex. Claro, si es posible.
Sus ojos seguían fijos en mí.
—Lo que quieras, Hannah —su voz fue apenas un susurro. Un pequeño susurro ronco que me derritió por dentro.
Di un paso más para acercarme y lo sentí tensarse. Casi pude verlo pasar saliva. Era más alto que yo, tan solo unos centímetros.
«Para, Hannah. No lo hagas» Me dije.
—Necesito que me ayudes con algo.
—¿Estás jugando conmigo? —su ceño se frunció.
—De ninguna manera, ¿vas a ayudarme o no?
—Hannah, si estás jugando conmigo...
Negué y profundicé mis ojos en su rostro casi inmóvil.
—Escúchame, Alex.
—Esto no es divertido.
—Solo escucha, Alex. —Mi tono fue lento y seductor.
—Te conozco, Hannah. Estas jugando conmigo...
—¿No quieres escucharme?
Él suspiró.
—Está bien. Habla.
Asintió sin más y yo sonreí.
—Necesito que me prestes unas cuantas monedas. —Solté de repente y lo vi soltar todo el aire que había estando conteniendo.
—¿Eso es lo que querías que escuchara?
—Sí. Necesito llamarle a James. No tengo efectivo y mucho menos tarjetas. ¿Puedes hacerme ese pequeño favor?
Sus mandíbula se apretó ligeramente.
—¿James?
—James es mi jefe. Necesita saber dónde estoy, Alex. No puedo desaparecer de la noche a la mañana. Tengo que avisarle. Es urgente.
Sus ojos se oscurecieron.
—Es de madrugada —exclamó, dándose la vuelta—. No creo que le guste que lo despiertes a esta hora. Puedes esperar hasta mañana para avisarle.
—Oh, no. —Dije, soltando mis brazos a mis costados y caminando detrás de él—. Créeme que él necesita saberlo.
—¿Acaso estás saliendo con él? —se giró de golpe, su pregunta fue directa e inesperada.
—¿Qué? —dije, todavía sorprendida.
—Si deseas avisarle y es tan urgente, no creo posible que solo sea tu jefe. ¿Estás saliendo con él, Hannah?
—Tal vez. —Respondí, levantando los hombros y quitándole importancia.
—¿A qué te refieres con "tal vez"?
—No lo hemos decidido aun, Alex.
—¿Decidido? No entiendo de qué me estás hablando.
Pasé saliva.
—Es casado.
Mentí. En realidad no estaba saliendo con James, la única verdad era que él sí estaba casado y tenía unas hijas preciosas. Solo quería molestar a Alex y comprobar mi teoría.
Él gruñó y negó, volviendo a darme la espalda.
—No sé por qué te molesta tanto, Alex.
—No me molesta —dijo, rodeando la camioneta por enfrente para subir por la puerta del piloto—. Es solo que no me lo esperaba de ti.
Cerró la puerta e imité lo que él hizo. Pronto estuve sentada en el asiento del copiloto.
Mi sangre hirvió y desee no haber dicho lo siguiente—: ¡Yo tampoco esperé de ti una traición, Alex! Mucho menos con ella, mi mejor amiga.
Antes de que Alex pudiera responder, Anna entró de un salto al transporte donde el aire del interior ya se sentía demasiado tenso. Alex y yo nos estábamos mirando como nunca antes. La conexión se sentía dolorosa, pero más potente que nunca. Rayos eléctricos me recorrían por todo el cuerpo.
—Les traje un café —dijo Anna con tono alegre mientras se acomodaba en los asientos traseros—. Nos espera una larga noche.
Alex suspiró.
—Ella solo es... un fantasma del pasado, Hannah.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro