CAPÍTULO 15: AQUÍ ESTAMOS, SIEMPRE PARA TI
"Pre eclampsia" esa palabrita sonaba una y otra vez en mi cabeza. Busqué en internet, donde se encuentra de todo. Literalmente hablando, si se sabe cómo buscar. Así que me lancé a las páginas médicas y obstétricas.
"Pre eclampsia: Puede darse en el primer embarazo, presión arterial elevada, hinchazón de pies y manos, ver puntos centelleantes" encontré varias coincidencias conmigo. Y muchas embarazaditas que lo han padecido. Pero preferí no seguir leyendo experiencias personales porque me asusté con dos de ellas.
"La única forma de curarla… es dando a luz" eso era una pena porque aún me faltan más de 10 semanas y yo me niego a dejar que mi bebé salga demasiado pronto.
"Vamos chiquitin, no seas inquieto, ten paciencia" le digo a mi pancita, mientras recostada en mi cama guardo la notebook.
Es hora de levantarme e ir al hospital, no tengo ganas de salir hoy pero me obligo a cumplir. Por la tranquilidad de Charlie no le conté lo que pasó en la fiesta que nos organizaban. Jake tampoco se enteró, le llamé para decirle que iba a tomar un taxi a casa. Espero que no pregunte al respecto para no tener que mentirle. Fue todo un fiasco, pensé que pasaríamos un día hermoso pero Kristie lo complicó todo. ¿Qué pasaría por su cabeza cuando decía esas cosas? ¿Se divertía haciendo daño a sus compañeras?
Quizás era sólo una adolescente confundida, no puedo creer que quisiera dañarnos intencionalmente. Sea como fuere hirió a muchas personas. No creo poder volver a las clases. No era que me divirtiera pero al menos hice unas cuantas amigas.
Jake vino por mí para llevarme al hospital, se quejó todo el camino porque me notó muy callada.
—¿Me vas a decir que te pasa?— preguntó. –Ayer estabas radiante y hoy parece que te comieron la lengua.
—No estoy molesta. Solo pienso.
—Ya. ¿Y por qué la cita de hoy? Se supone era para la semana que viene.
—Me dijeron que mi presión está elevada y necesito un chequeo.
Afortunadamente Jake no es de los insistentes. Esa respuesta le bastó.
Llegamos a la consulta pero nos dijeron que debíamos esperar porque no tenía cita. Me quedé dos horas aguardando a que terminaran las pacientes regulares, hasta que por fin no había nadie más y entré. Jake se había ido a trabajar y quedamos en que le llamaría para que viniera por mí.
—Buenos días— saludé al entrar al consultorio de Tanya. La enfermera Jane estaba revisando las fichas mientras la doctora anotaba algo en su escritorio. Carambas, estaban juntas mis personas "favoritas" en el mundo. La muy perfecta Tanya y la sonriente Jane. ¡Par de brujas!
—Lo siento, ya terminamos el turno de hoy— dijo Jane cuando se percató de mi presencia.
—Es que… el doctor Cullen me envió. Me dijo que mi presión estaba elevada y necesitaba un chequeo extra— mi vista estaba clavada en la rubia que a pesar de escuchar la conversación que tenía con la enfermera ni siquiera levantó la cabeza.
—La doctora ya sale. Déjame tu nombre y te puedo dar cita para la tarde— me contesto la enfermera.
—No Jane, espera. No me tomará mucho tiempo, yo la atiendo. Pero no es necesario que busques su ficha.
Tanya se levantó y vino hacia mí con su característica forma de caminar de modelo de pasarela y su sonrisa de pasta dental. Incluso parecía que hacía propaganda de shampoo, esos rizos rubios perfectos e hidratados no podían ser naturales.
—Hola— saludé cuando estuvimos más cerca.
—¿Bella verdad?— ella sabía perfectamente quien era yo. ¿A qué rayos jugaba?
—Sí, Bella Swan.
—Jane pásame el tensiómetro— pidió.
Me senté y esperé a que le tomara los signos vitales. No mostró ninguna emoción más que su congelada sonrisa que no se le quitaba ni cuando iba a mear. ¿Así dormiría? ¿Con el rostro contraído y los dientes alineados?
Pero claro, dormía con Edward a su lado. Con su prometido. Así quien no sonríe todo el tiempo.
—¿Quién te dijo que tenías la presión elevada?— preguntó.
—El doctor Cullen. Ayer no me sentí bien y él me atendió unos minutos durante el babyshower— giré mi cabeza para que no viera mi incomodidad. Me daba vergüenza ajena lo que pasó.
—Edward es exagerado a veces. Tu presión está dentro de lo normal. Un poquito alta pero no demasiado. Conforme pasan los meses la presión de las gorditas sube, eso es normal— me sonrió.
—También tengo los pies hinchados y veo luces— le informé
—Casi todas las embarazadas tienen edemas. Lo de las luces si es extraño. Vas a hacerte análisis de sangre y de orina. Pero tiene que ser en ayunas, así que espero que lo hagas mañana a primera hora.
—El doctor Cullen me dio también un medicamento— le tendí la receta.
—¿Lo ves? Exagerado como siempre. No es necesario que lo tomes. Primero debemos descartar la proteinuria y las enzimas hepáticas en tu organismo. ¿Entendido?— sonrió.
—Está bien. Mañana me hago los análisis— acepté.
Salió de allí más tranquila, quizás era cierto y Edward estaba exagerando un poco. Era mejor estar seguros con unos análisis.
Ya iba a irme cuando recordé a Ivanna. Ayer debió haber dado a luz. Pregunté por ella con una de las enfermeras de guardia. Por suerte encontré a Renata, la enfermera buena.
—Ella está en el segundo piso. Habitación 5. No han venido ninguna de sus compañeras la psicoprofilaxis. Está triste— me advirtió.
—Sí, aquello fue demasiado— suspiré.
—Fue un escándalo enorme— me susurró. –Incluso el alcalde del pueblo vino a ver al doctor Cullen— parecía que intentaba decírmelo como un secreto.
—¿En serio? ¿Pero por qué?
—Casandra es su sobrina. Ella sostiene que de alguna manera filtraron esa información— miró hacia todos lados como temiendo ser descubierta mientras me contaba aquello.
—¿Cómo? Pero… ¿Es posible?— me parecía algo tirado de los cabellos. ¿A quién le importaría molestar a un grupo de embarazadas?
—Lo es. Esos datos no pudo saberlos Kristie por sí misma. La mayoría estaban en las hojas clínicas del hospital. Casandra sospechó porque su esposo recién ha sido diagnosticado de esquizofrenia y nadie más que su doctor lo sabía. Sobre la identidad del padre de los gemelos de Ivanna pasa lo mismo. Él vino a hacerse los análisis de paternidad cuando ella tenía 6 meses de embarazo.
—¿Eso se puede?— pregunté con los ojos muy abiertos.
—Desde luego, solo hay que sacar algo de líquido amniótico.
—Entonces… ¿Quién le dijo a Kristie todo eso?
—No lo sabemos. Pero el doctor Cullen está llevando a cabo una investigación. Disculpa pero a ti te tengo mucho aprecio Bella. Incluso el mismísimo director confía en ti— sonrió.
—¿En mí?— me asusté.
—No lo repitas pero él me ha encargado que esté pendiente de ti cuando vengas, creo que te considera una buena amiga.
—Quizás— murmuré. –Es que nos graduamos el mismo año en la escuela— sonreí intentando parecer tranquila.
Respiré varias veces e intenté que la sonrisa fingida no me delatara. ¿Edward confiaba en mí? ¿Confiaba qué? ¿Y quién podría ser tan retorcido para decirle a Kristie sobre aquellos secretos y echarnos a perder nuestra fiesta?
Me alejé rumbo al segundo piso a visitar a mi amiga Ivanna.
Esto estaba fuera de lugar. Quizás Kristie pudo tener acceso a esta información o es amiga de alguna enfermera. Dudo mucho que alguno de los médicos fuera capaz de… ¡No! ¡Bella saca esas ideas terrible de tu cabeza! Tanya no podría hacer algo así. No tiene motivo. No, no lo tiene.
Por suerte iba sin silla de ruedas, así que no me quedé en medio del pasillo estorbando a medio mundo mientras pensaba. Sin querer llegué a la habitación número cinco, llamé a la puerta y me abrió una mujer mayor. Debía ser la madre de Ivanna.
—¿Sí?— preguntó.
—Vengo a ver a Ivanna, somos compañeras de la… psicoprofilaxis— intenté sonreír. La mujer frunció el ceño.
—¿Bella?— escuché la voz de mi amiga. La mujer se hizo a un lado para dejarme pasar.
—¿Cómo estas amiga? ¿Y los bebés?— pregunté sonriendo. Esta vez genuinamente.
—Ya me los traen, se los llevaron para unos análisis. Uno de mis gemelos nació malito— entristeció.
—¿Qué le pasa?— pregunté asustada.
—Dicen que tiene una anomalía en el corazón— sus ojos se llenaron de lágrimas. Su mamá carraspeó y murmuró una excusa para salir. Se veía que no tenía ganas de quedarse a escuchar nuestra conversación.
—Lo siento— dije apenada.
—Es mi castigo Bella. Lo es. Yo no conocía a Mary ni siquiera sabía que Ryan Bangs estaba casado con una casi adolescente. Por dios… yo tengo 22 años creí que había encontrado a alguien especial.
—No te atormentes con eso. Lo hecho, hecho está. Vas a salir adelante— tomé una de sus manos para demostrarle mi apoyo.
—No voy a poder regresar a mi empleo en la cafetería— entristeció. –El director del hospital vino a hablar conmigo esta mañana por lo del escándalo— suspiró.
—¿Y qué te dijo? ¿Va a echarte?
—No, no dijo eso. En realidad él parecía más preocupado por mi pequeño pero el tema salió a conversación. Y tuve que decirle que era cierto. Que yo soy la amante de un hombre casado— unas lágrimas caían por su mejilla y me sentí muy mal.
—¿Y se lo tomó a mal?
—No. Sólo me dijo que debía aclarar las cosas con Ryan y con Mary. Que incluso si hubiera problemas yo debía proceder para que Ryan firme a mis bebés. El hospital va a correr con mis gastos de parto y la atención de mi bebito pero voy a necesitar dinero para mantenerlos.
—Eso es cierto amiga. Vas a necesitar que tu pareja se haga responsable.
—No me olvido de la mirada de Mary. Habíamos hecho amistad en los controles, la conocí cuando vino por primera vez. Pero no supe que era la esposa de Ryan hasta la semana pasada que nos presentaron en la clase de profilaxis— rompió a llorar.
—Tranquila. No llores, no debes estar triste, le va hacer daño a tu leche— intenté abrazarla pero mi pancita no me dejaba. Dentro de mí, el bebé se movía frenéticamente.
—Tienes razón. Mamá está tan molesta conmigo. Vino desde Seattle para lo de ayer… fue horrible. No pensé dar a luz así. Por suerte la doctora Denali estaba allí, fue muy buena conmigo— volvió a suspirar y me mordí la lengua como castigo por haber estado pensando mal de Tanya.
Iba saliendo del hospital más triste de cómo entré. Llamé a Jake para que viniera por mí pero Renata llegó a buscarme antes de salir al estacionamiento.
—¡Bella! Lo olvidé. Tengo tu caja en mi oficina.
—¿Mi caja?— pregunté intrigada.
—Esa caja que les regaló el hospital en el baby shower. Ninguna se las llevó. Esta semana tengo que llamar y enviarlas a casa de tus amigas.
—Ya recuerdo— hice memoria. Aquellas cajas grandes que Tanya dijo que eran finlandesas o algo así.
—La doctora Denali las mandó a hacer, no son originales, así que no creo que les sirva de todas formas— me sonrió. –El doctor Cullen había pedido una donación y les iban a enviar unos preciosos asientos de bebés para el auto y juguetes pero ya sabes cómo es la doctora. Siempre dice que hay que ahorrar. Prefirió el dinero y anduvo buscando en internet esas cajitas que les dan en Finlandia a las puérperas. A Jane no le hizo gracias porque tuvo que ir a Port Ángeles por ropa de bebé— Renata soltó una leve carcajada. Parece que eso le había divertido mucho.
—Entiendo. Se veían muy bonitas— le sonreí.
—En realidad no se gastaron ni cincuenta dólares en los regalos para cada una, así que no creo que esas cajas sean térmicas o que estén hechas con cartón antialérgico. Yo que tu no podría a mi bebé allí. Pero la ropita y las demás cosas si pueden servirte— seguió parloteando mientras yo intentaba seguirle el paso rumbo a su oficina.
—Aquí está. También tengo esto— me mostró el árbol de los deseos que hice para la fiesta. –No sabía qué hacer con él y te lo guardé. Oí que tú lo hiciste— sonrió.
No fui capaz de decirle que no lo quería. Sobre todo porque recordé que Edward también escribió allí. Y claro, Tanya la perfecta. Además estaban los buenos deseos de papá, de las familias de las otras embarazaditas. Creo que este árbol debería quedarse en el salón de psicoprofilaxis.
—Renata, creo que este árbol estaría mejor en el aula de Maggi— sugerí.
—Es cierto pero su chihuahua murió y está deprimida. En cuanto se recupere llevaré el arbolito para allá— no pude evitar tomar algunas de las hojas donde colgaban los buenos deseos. Mi corazón latió cuando distinguí la letra estilizada de Edward. "Un hijo es la bendición más grande que nos envía el cielo…" instintivamente tiré de aquel papelito sin que Renata se diera cuenta y me lo metí al bolsillo.
Esperé a Jake con mi enorme caja en la recepción.
—¿Eso es para devolver al bebé si no lo quieres?— bromeó al llegar.
—Es un regalo del hospital, tonto— le dije fingiendo estar molesta.
—Sólo bromeo. Vamos yo lo llevo.
Durante todo el camino de regreso a casa mis dedos juguetearon con el papelito que yacía en mi bolsillo. Estuve tentada a sacarlo muchas veces pero me reprimía. Debía tener paciencia para leerlo en mi habitación.
Casi eché a la calle a mi amigo quien quería comer algo. Le preparé un sándwich y le dije que me caía de sueño. Una vez sola me encerré en mi pieza. Muy despacio saqué el trozo de papel y lo desenvolví. En mi intento por esconderlo lo había arrugado. Aquella letra me era tan conocida. Ahora se veía más hermosa que antes, algunos detalles habían sido agregados, como la colita de la B y los puntos de las Ies eran más redondos ahora.
"Un hijo es la bendición más grande que nos envía el cielo, trae consigo una magia que se hará realidad el día que puedas verlo a los ojos. Dentro de tu vientre crece la esperanza, la fe y la mayor motivación que puedas conocer. Es un alma lo que traes al mundo, nunca lo olvides. Habla con tu bebé, dile cuanto lo amas y lo mucho que lo esperas. Los días pasan rápido, las molestias del embarazo también. No temas pedir ayuda, aquí estamos siempre para ti. E.C. "
Lo volví a leer al menos unas veinte veces hasta aprendérmelo de memoria. Durante toda la noche mi bebé no dejó de moverse y darme patadas muy fuertes al punto que me despertaba de mi sueño. En el último de ellos veía a Ivanna sola con sus dos pequeños, uno en cada brazo, sentada en una banca, pidiendo limosnas. Me desperté llorando.
"Tú también vas a crecer sin papá hijito y no puedo hacer nada para evitarlo. Tu mami también fue una mujer egoísta que no pensó más que en sí misma y se acostó con alguien que no era libre. Ahora vamos a estar solos" suspiré pensando por primera vez que hice mal y no debí hacer las cosas de esta forma. Mi bebé merecía un padre.
Al día siguiente fui a hacerme los análisis. Me dijeron que estarían en dos días, así que volví a casa. Otra vez me sumí en la espera.
Bebé Swan no me lo ponía fácil. Pateaba y se movía como una lombriz. Y sus golpes eran cada vez más fuertes. A lo mejor papá tiene razón y llevo un futbolista dentro. Sus ataques eran dirigidos hacia mi costilla derecha, parece que encontraba ese hueso particularmente pateable. Varias veces tuve que encogerme del dolor que me causaba. Y no me dejaba dormir recostada de mi lado izquierdo. Apenas tomaba esa posición parecía que el pequeño pececillo se despertaba furioso.
Estaba hambrienta y triste. Este embarazo estaba siendo muy pesado y no me reconocía a mí misma. Me sorprendía llorando por cualquier cosa, sintiéndome sola y desamparada. Al mismo tiempo sentía que mi corazón no cabía en mi pecho cuando mi bebé se movía. Y me desesperaba cuando me pateaba. ¡No me entiendo!
Me negué a ir a recoger los análisis, aquel día sólo me levanté de la cama para arrastrarme a la cocina. No me había duchado ni peinado. Me dediqué a ver maratones de películas viejas, cursis y románticas. De esas donde todos viven felices comiendo perdices.
Sin darme cuenta había llegado nuevamente el fin de semana. Sólo por teléfono me enteré que Ivanna había sido dada de alta y había decidido irse a vivir a Seattle con su madre y sus bebés recién nacidos. Casandra me llamaba todas las noches para mantenerme informada. Por ella supe que Kristie estaba en terapia para tratar su bipolaridad y los ataques de ansiedad que tenía. Ojalá hubiera hecho eso antes de echarnos a perder la celebración y casi matarnos del susto y la vergüenza.
Decidí que ya que tenía consulta pronto, bien podría recoger los análisis antes de entrar a ver a Tanya. Ella no pareció alarmada como Edward y es la especialista.
Me sorprendí el día de cita. Amanecí atontada, como si hubiera estado la noche anterior de juerga y tuviera una gran resaca. Nuevamente Jake notó mi cambio.
—Callada, esquiva, triste y ahora parece que algo te doliera. Si me estas ocultando alguna cosa Bella, voy a ir a preguntarle a la doctora que te atiende ¿Qué te pasa?
—Me duele un poco la cabeza. Y si he estado callada es porque la semana pasada, la fiesta que nos hicieron no fue lo que esperaba.
—¿Y qué esperabas? ¿Payasos o algo así?
—¡No! Lo que sucedió es que quien dio el discurso se volvió loca y ofendió a las demás— confesé.
—¿A ti también?— giró su cabeza preocupado.
—No. A mí no porque no me conoce— afortunadamente Kristie no llegó a decir más o tal vez otras habrían sido las consecuencias.
—Pues que bueno. ¿Eso es lo que llaman cambios de humor? Yo siempre he creído que las embarazadas enloquecen…
—¿Crees que estoy loca?— reclamé.
—¡No! No, Bella no te enfades. Es que con eso de las hormonas y llevando un niño en sus panzas no lo deben tener fácil.
—No es nada fácil. Y lo de Kristie no sé si fue un cambio de humor. Creo que ella tenía problemas desde antes del embarazo.
—¿Problemas mentales?
—Algo así.
—Eso debe ser aterrador. ¿Tan grave fue lo que dijo?— volvió a preguntarme interesado en saber.
—Sí. Ivanna empezó labor de parto a raíz de eso— suspiré recordando a mi amiga.
—Pero eso nunca es previsible ¿verdad? Me refiero a que nadie sabe cuándo van a venir esas contradicciones.
—Contracciones Jake, son contracciones. No, no se puede saber cuándo una embarazada va a empezar con las contracciones pero un susto fuerte o un gran disgusto puede adelantar el parto.
—Oye Bella… ¿Cuánto te falta para dar a luz?— preguntó preocupado.
—No voy a dar a luz en tu auto Jake— sonreí. —Estoy en la semana número 32— le sonreí.
— ¿Ya estás a punto?— me miró asustado.
—¡No! Me faltan unas 8 semanas.
—Qué bueno saberlo— me sonrió mientras iba estacionando el auto en el hospital. –Oye Bella tengo que ir a colocar un espejo retrovisor aquí en el pueblo. Regreso por ti en una hora ¿Vale?
—Está bien. Yo puedo ir sola a la consulta no te preocupes— sonreí antes de bajarme.
Esta vez tampoco busqué una silla de ruedas. En casa no caminaba mucho así que me venía bien estirar las piernas.
—La doctora Denali no atenderá sus citas de hoy— me recibió la enfermera Jane con cara de pocos amigos.
—¿Y cuándo puedo volver?— pregunté.
—Anóteme aquí su número telefónico y me comunicaré con usted para confirmarle su próxima cita— me tendió un cuaderno. Ni siquiera me miraba ¿Le hará daño sonreír o tener contacto visual con los pacientes?
Caminé hasta el laboratorio para pedir mis análisis. Esperé un buen rato sentada y nadie me daba razón.
—Disculpe ¿Van a demorar?— pregunté a la señorita que estaba atendiendo.
—No sé qué pasa, déjeme ver.
Seguí esperando hasta que Jake llegó.
—Aquí estabas. La enfermera rubia, esa que tiene cara de palo, me dijo que te habías ido— sonrió sentándose a mi lado.
—Vine por mis análisis pero todavía no me los entregan— dije preocupada.
—Seguro los perdieron ¿Nunca escuchaste que en los hospitales pierden hasta las pinzas dentro de los enfermos?— intentó bromear. O al menos eso creí.
—Son leyendas urbanas Jake.
—¿Leyendas? ¿O sea que si es cierto?
—¡No! Una leyenda urbana es una historia ficticia para asustar a la gente.
—Porque las leyendas de mi pueblo son todas ciertas— me advirtió.
—Jake, los vampiros no existen y en tu pueblo hay leyendas donde los mencionan— intenté razonar con él.
—Pero mis antepasados si podían convertirse en lobos para proteger a la gente— dijo muy serio.
—Está bien, tienes sangre de lobo— le sonreí.
—¿Isabella Swan?— llamó un hombre con bata celeste. Llevaba el cabello en una redecilla y traía mascarilla. Se la quitó en cuanto me puse de pie.
—Soy yo— dije interesada.
—Señora, hemos traspapelado los resultados de sus análisis— dijo preocupado. –Debemos volver a realizarlos.
—¿En serio?— dije fastidiada. –Es que no estoy en ayunas— me quejé.
—Le proporcionaré el frasco para la muestra de orina. Puede venir mañana temprano para volver a tomar la muestra de sangre. No se le cobrará nada por esto.
—Esos tipos pierden todo— se quejó Jake en el auto.
—No es cierto. Nunca han perdido análisis— dije confundida. Algo me decía que las cosas estaban extrañas. Pero no quise seguir pensando más al respecto porque bebé Swan volvió a atacar, esta vez con una fiera muestra de sus destreza como nadador.
.
Tres días después llamé para preguntar por mi cita ya que nadie del hospital se había comunicado conmigo. Me atendió Renata, la enfermera buena.
—La doctora Denali no ha regresado, sigue en Seattle. Su madre está grave— me dijo a modo confidencial. Ya me estaba acostumbrando que Renata me tenga confianza.
—Cuanto lo siento— dije pensando en que Tanya debía estar pasándolo mal. Yo aún echo de menos a mamá a pesar de los años. Siempre me pregunto cómo sería todo si ella estuviera conmigo.
—Estamos esperando que venga un reemplazo de Vancouver pero demorará un poquito. Tienen que hacer los trámites de migración y esas cosas. Pero el doctor Cullen sabe que es más rápido contratar uno de sus colegas de universidad que pedir reemplazo a Seattle. Creo que nadie de la ciudad quiere venir a Forks— sonó apenada.
—Renata por favor me avisas en cuanto venga el nuevo obstetra o regrese la doctora Denali— pedí.
—Calma Bella, sé que estás en las últimas semanas. Si tienes algún problema entras por emergencia, anota mi número— ojalá todas las enfermeras fueran tan buenas como Renata.
Me quedé más tranquila con eso. No hice el viaje a recoger los análisis porque misteriosamente mis pies no entraban en mis ballerinas. Se veían más gordos que de costumbre. Al igual que los dedos de mis manos. Quizá esté comiendo mucha sal, leí en internet que eso produce retención de líquidos. No tenía miedo mientras mi pequeño pateador o pateadora se encuentre fuerte y sano dentro de mí. Además contaba con el hospital y su director que siempre estarían allí... para mí.
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¡Ay Bella no dejes pasar el tiempo! La pre eclampsia es peligrosísima, si lo sabré yo jijiji
Gracias por leer
PATITO
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