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『4』

"Gracias por darme el placer de ver esa hermosa curvatura en tus labios, vulgarmente conocida como sonrisa. Verte sonreír hace que mi mundo se vuelva diferente, se transforme en algo mágico, hace que aquel mundo que no es más que una masa gris aburrida y sin sentido, se convierta en un universo de color, diversión y felicidad,  y eso me pone feliz

Soy feliz, pese a que aún tú y yo no estamos juntos, soy feliz porque te conozco, porque tuve la oportunidad de ver de cerca a la persona más maravillosa de todas.

Ojalá algún día puedas entenderlo, y quizá, sólo quizá, puedas sentir lo mismo que yo."

Chica suspiró mientras veía al conserje de su escuela cambiar la clave de su casillero y otorgarle un papelito con la nueva contraseña, el cual escondió muy bien en su bolsa y procuró que nadie alrededor de ella pudiera observarlo.

Después de cuatro cartas, la rubia decidió que invadir la privacidad de su casillero en la escuela no estaba bien, pese a que las cartas que recibía no eran malas, necesitaba su propio espacio.

Pero entonces la curiosidad empezó a despertar dentro de ella, ¿quién es aquel sujeto que se expresa de ella como si fuera la perfección personificada? Sentirse así le agradaba, sentir que alguien ahí afuera la quería con todas sus fuerzas le hacía querer conocerlo, ella quería saber quién era el admirador secreto que podía hacerla sonrojar con una pluma de tinta barata y una hoja blanca cualquiera.

Algo que le quedaba claro es que ella no podría sola, necesitaba a alguien más.

No sabía si había tomado la decisión correcta al acercarse al que, a su parecer, era el más inútil de sus cuatro amigos, pero lo hizo.

Tomó aire mientras observaba la espalda del pelirrojo, era a lo que su vista tenía acceso, pues el chico era demasiado alto. Se acercó tímidamente a él y su dedo índice hizo contacto con el hombro de Foxy, el cual dejó de charlar con su amiga de mechón rosado y volteó a verla fe inmediato.

—Hey, ¿qué pasa? —Se giró por completo el pelirrojo y le sonrió levemente a la rubia.

—Necesito ayuda, es urgente... — Sonrió nerviosa ante lo que le estaba a punto de revelar. No sabía como él iba a tomarlo, probablemente estallaría en risas y se negaría a ayudarla por completo, y ella iba a tener que recurrir a su segunda opción: Bonnie. —En privado... —Señaló con la mirada un aula de clases que estaba vacía e indicando que debía dejar a Meg sola. Aquella chica de cabello blanco captó la indirecta de inmediato y se fue por sí misma antes de que el pelirrojo pudiera decir nada.

Él hizo una mueca al verla alejarse enfadada, pero no pudo hacer mucho ya que sintió como la rubia lo jalaba por el brazo hasta el interior del salón de clases.

—¡Estaba con ella, Chica! ¿¡Qué es tan importante!? —Se sentó con fastidio en un mesabanco y recargó un codo en la mesa mientras hacía su mano un puño y posaba su mejilla sobre ella.

La rubia puso su mochila en el banco del chico y sacó las cuatro cartas extendidas, colocándolas sobre la mesa en orden cronológico mientras observaba atenta la reacción del pelirrojo.

Foxy tardó en reaccionar, pero empezó a leer cada una de las hojas hasta que terminó, y luego miró a Chica sin saber muy bien qué decir.

—Así que... —Habló tras un pequeño silencio incómodo y esbozó una sonrisa pícara e insinuante— Tienes novio, ¿no es así, pillina?

—Cállate, no es mi novio. Yo ni siquiera tengo idea de quién pueda ser... —Suspiró— Tienes que ayudarme, Foxy. Quiero descubrir su identidad.

El chico miró las cartas unos segundos más antes de voltear a ver a Chica para darle una respuesta.

—Bien, te ayudaré, pero te advierto que en nuestras sesiones de investigación tendrá que haber pudín.

Se formó automáticamente una sonrisa en el rostro de Chica y se lanzó en un abrazo hacia el cuerpo del pelirrojo, haciendo que ambos cayeran al suelo y estallaran en risas.

Mientras ellos reían, un chico se introdujo normalmente en el aula, pero paró en seco al verlos abrazados y en el piso. Suspiró amargamente y cerró la puerta, dándose la vuelta y volviendo por donde vino. No se iba a rendir, él quería a Chica, y ningún pelirrojo iba a quitársela.

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