CAPÍTULO 6: Cómo comenzó
Brooklyn
Flashback
—Buenas tardes, señorita. Le doy la más cordial bienvenida a nombre de toda la empresa. Espero sea agradable su estancia en ésta. Soy el licenciado Noah Anderson, a sus órdenes —se presentó aquél joven tan atractivo, mientras se acercaba hacia mí. En cuanto estuvo enfrente mío sentí arder. Agarró mi mano derecha y la levantó lentamente, luego sus labios se posaron ahí. Ante el contacto me estremecí, pero de deseo.
Sí, las cosas entre Noah y yo comenzaron con un intenso deseo a primera vista.
Y que pronto se desataría.
No pude más que sonreír ante ese gesto caballeroso. Aunque era hora de presentarme.
—Licenciada Brooklyn Paris. Encantada —le sonreí.
—Es un placer —dijo él mientras soltaba mi mano con la misma delicadeza conque la había subido.
—El placer es mío —dije, frunciendo levemente los labios, mientras nuestras miradas permanecían fijas, intercambiando deseo puro. Claro que me daba cuenta.
Pero los socios interrumpieron nuestra intimidad visual y me invitaron a sentarme. Los maldije mentalmente, pero con pose digna tomé asiento.
Me explicaron todo cuanto les fue posible sobre la empresa. Pero quien me hacía preguntas interesantísimas era Noah, y ninguna se quedaba sin respuesta. Y tampoco dejábamos de mirarnos, los socios notaron que los estaba dejando un poco de lado, pero hicieron caso omiso.
La junta ya estaba finalizando. Debían darme una copia de los estados financieros de la empresa, para que los evaluara y así considerara mi posible decisión de convertirme en socia de «El Álamo del Líbano S.R.L.»
Fue Noah quien me alcanzó los documentos, provocando que nuestras manos tuvieran un leve roce. Al contacto sentí una especie de corriente eléctrica recorrer todo mi cuerpo. En especial mi espina dorsal, también creó múltiples mariposas en mi estómago, asimismo sentía que nuestras miradas se fusionaban en una sola.
Me sonrojé levemente y le recibí los documentos rápido, antes de que alguien más se percatase de lo que nos sucedía.
Ya con los papeles en mano les eché un fugaz vistazo, para comprobar que estuviesen todos. Así era.
—Perfecto —dije—. Nos vemos el próximo lunes para comunicarles mi decisión. Que tengan una buena tarde.
Y nos incorporamos todos. Al igual que en las anteriores empresas a las que había asistido no consiguieron sorprenderme, más fue bla bla bla que otra cosa. No cubrían mis expectativas.
Excepto Noah.
Él sí que me tenía impresionada e intrigada. Su porte, su físico, su mirada, su manera de hablar… Era como para decir wow. Me quedé con ganas de conocerlo mejor.
—Espere, licenciada Paris —escuché tras mío. Volteé y, efectivamente, era Noah quien estaba frente mío.
—¿Pasó algo, licenciado?
—Permítame acompañarla.
—Gracias. Conozco la salida —lo miré entre pícara y desafiante.
Quería ver qué tan ingenioso era como para responderme aquello.
—Yo también, y créame que mucho más que usted, eso no tiene nada que ver. Por favor —me hizo un espacio en su brazo—, permítame acompañarla —insistió.
Suspiré, felizmente resignada.
—Si usted insiste —puse mi brazo por debajo del suyo y comenzamos a caminar.
—Y, ¿qué le pareció la reunión? —preguntó Noah.
—Nada fuera de lo normal. A usted le aburrió bastante.
—¿Por qué dice eso? —se extrañó.
—Por favor, era más que evidente —dije mientras entrábamos en el ascensor para bajar.
—Las damas primero —dijo Noah cediéndome el paso antes.
—Gracias —e ingresé. Noah tras mío y entonces el elevador se cerró—. Como decía —me coloqué un mechón de cabello tras mi oreja y proseguí—, no sé cómo ellos no lo notaron, pero a simple vista se notaba que usted no quería estar ahí. Le fastidian un poco esas juntas.
—¿Eso tiene que ver conque usted invierta o no en la compañía?
—Tal vez, no lo sé —me miré las uñas—. Debo pensarlo.
—Es usted muy observadora.
—No tanto como usted, licenciado Anderson.
—¿Y por qué lo dice? —se acercó más hacia mí.
—¿Acaso cree que no capté sus miradas hacia mí? —me abstuve de decir lascivas, mientras yo también me acercaba más hacia él.
—¿A qué se refiere en concreto? —me preguntó desafiante. Ahora sí que estábamos frente a frente, muy cerquita. Me dejó sin palabras.
A pesar de que su mirada me desafiaba y tenía la intención de intimidarme, estaba cargada de deseo, al igual que la mía, que ahora bajaba hacia sus labios, dándome una irresistible tentación por probar.
Nuestros alientos rozaban sutilmente, mezclándose y confundiéndose entre sí. Su mirada también ya estaba posada en los míos. Y nos fuimos acercando más y más, cerrando los ojos a ese compás.
Pero de repente sentimos una fuerte sacudida que nos obligó a separarnos. El elevador se había truncado, puesto que cuando intentamos salir, no lo conseguimos. Golpeé la puerta del ascensor, gruñendo.
—Ya lo arreglarán —dijo Noah, mirándome divertido—. Más bien y aún mejor, ¿en qué íbamos nosotros? —volvió a acercarse hacia mí, pero esta vez más atrevidamente. Me tomó por la cintura y colocó parte de mi cabello hacia atrás.
Otra vez sentí arder.
—A que me refería, por ejemplo, al tipo de miradas como las suyas que quieren esto. —Y lo besé. Poniendo mi mano izquierda a un lado de su rostro y la otra enroscándola por detrás de su cuello, para atraerlo más hacia mí.
Él afirmó más su agarre en mi cintura, también buscando apegarse hacia mí y su otra mano al igual que la mía se posaba tras mi cuello. Correspondiéndome al beso inmediatamente.
No duré mucho conociendo su lengua, poco después me enfoqué más a morder sus labios, a mi entero gusto. Sacando así la salvaje dentro de mí. Y él no se quedaba atrás. Me hacía más o menos lo mismo.
Besándonos y besándonos, olvidándonos de todo y de todos fuimos retrocediendo hasta chocar con la pared. Nos separamos violentamente. Sentía mis labios hinchados y los labios de Noah tenían huellas de mi labial rojo.
Nos miramos unos buenos segundos a los ojos, totalmente acalorados y preguntándonos mentalmente qué diablos había sido eso.
Sin duda, nuestro primer beso.
—¿Se arrepiente, licenciada? —preguntó con un suspiro.
—Para nada —contesté con una picarona sonrisa.
—Recién nos conocimos hace dos putas horas.
—No me importa.
Tras mis palabras de un sopetón me atrajo hacia él. Quedamos pecho contra pecho, aliento contra aliento.
—¿Quiere repetirlo? —preguntó acariciando mi cabellera.
No respondí.
Volví a besarlo con la misma intensidad. Intercambiamos mucha saliva por unos buenos segundos. Me había fascinado el sabor de su boca, de sus labios. Y tal como había sido mi deseo, enrosqué mis dedos en su cabello y lo apreté con rabia, estrujándolo. Luego lo hice con la otra mano, sin separar el beso. Me encantó la sensación.
Volvimos a separarnos de sopetón.
—¿Le gusta mi cabello? —me preguntó divertido.
—Sí —respondí sonrojada—. Moría de ganas de hacer eso desde que reparé en su cabello. Sexy, salvaje, me encanta.
—¿Ajá, sí? —me rodeó entre sus fuertes brazos, yo asentí con una delatadora sonrisa—. Entonces, no me culpe por lo que voy a hacerle, puesto que desde que reparé en sus piernas muero por hacerlo también.
—Hágalo de una vez, licenciado.
—Noah, solamente dígame Noah.
—Y a mí Brooklyn, basta de usted. Aunque, pensándolo bien, sin tuteos es más divertido. —Solté una breve carcajada.
—Como usted prefiera.
Entonces Noah se agachó y empezó a tocarme ambas piernas, ante el contacto ahora intencionado sentí una sensación, esa sensación inexplicable, pero que fascina, esa sensación de ¡wow! Tal y como se lo pedía mentalmente sus manos fueron subiendo poco a poco, lenta y placenteramente. La corriente eléctrica volvió a recorrerme, pero esta vez posándose en mis mejillas.
Cada vez sentía sus manos más y más arriba, en mis rodillas, luego en mis muslos. Ahí sí que se detuvieron un buen y largo momento. Siguieron subiendo. Ahora estaban cerca a mis bragas, pero las apartó de ahí, parándose. Inmediatamente sentí una palmada y un pellizco fuerte en mi trasero.
—¡Auch! ¿Qué fue eso? —exclamé.
—También moría de ganas por conocer cómo era su pompi.
—Me avergüenza, licenciado. Como que me faltó mucho al respeto hoy.
Frunció el ceño. Se veía tan adorable avergonzado.
—No era esa mi intención. Discúlpeme. Soy un salvaje.
—Yo también consentí en eso, dispénsenme. Le di el placer de darme una probadita, pero si quiere más, al igual que yo invierta en su empresa —hice una pausa para darle otro candente beso, pero éste fue más breve—. Haga méritos, y muchos. Con esfuerzo se consigue todo, hasta a la prostituta más fácil.
Y mágicamente la puerta se destrancó.
—Veamos qué tal le va, licenciado. Hasta luego —le hice cosquillas en la nariz y, lanzándole un último beso al aire, me retiré. Meneando el trasero a propósito.
Definitivamente ese hombre me había encantado, y lo quería para mí. Pero tampoco quería portarme como una facilota como había actuado segundos atrás, dejándome llevar por mis deseos, pareciendo una cualquiera. Quería que me consiguiese con esfuerzo, y dándome esa probadita, que sin duda lo había dejado con ganas, estaría con más estímulos.
Le daría un tiempo para sacar su lado romántico y, si lograba conquistarme durante ese lapso, posteriormente, podría sacar el apasionado.
Fin flashback
Poco a poco aminora el llanto, cuando recuerdo la primera vez en que Noah y yo nos besamos, la primera vez en que me tocó… No hubo milímetro de mis piernas y muslos que sus manos no recorriesen, lo cual me extasió. Debo admitir que actué como una fácil que a la primera cae.
Pero luego ni crean, esos días en que Noah y yo nos vimos, por más que me moría de la tentación de repetir eso e intensificarlo incluso mucho más supe resistir. Noah tuvo que luchar para que al fín accediera caer rendida en sus brazos. Porque conquistada físicamente hablando ya me tenía. Y para ganar mi corazón, tuvo que hacer muchos más méritos.
Rosas rojas, chocolates, joyas, tarjetas, paseos, salidas a bares por las noches, entre más. Hubo ocasiones en las que tuvimos algunas pláticas. En una de ellas me contó parte de su infancia, adolescencia y yo la mía, una noche, mientras mirábamos las estrellas en mi enorme jardín.
En la mía no hubo nada fuera de lo normal, familia adinerada, materialista e indiferente. Noah me relató más cosas de su adolescencia, alocada y llena de problemas en los que él mismo se metía, relatándome sus emocionantes aventuras, que de su infancia. Sobre la última me dijo que su madre había muerto cuando nació él y que su padre era una mierda, una bestia frívola que al morir le había hecho un favor a la humanidad. Me sorprendió el odio conque dijo eso, pero como no soy buena para dar palabras de ánimo y bla bla bla, aunque él no estuviese llorando, ni triste, ni nada por el estilo, lo abracé, lo abracé para que ya no pensase más en eso.
Y lo conseguí, pues en ese momento nos dimos nuestro segundo beso. Este fue menos intenso que el primero, pero más especial y cargado de pasión. Esa noche di órdenes a mis empleados que nadie viniese a molestarnos al jardín, de que a nadie siquiera se le ocurriera asomarse ni visitarme. Esa noche sólo estuve dispuesta para Noah, me entregué a él en cuerpo y alma.
Hicimos el amor por primera vez, con las estrellas y el firmamento como testigos. Esa noche Noah me conoció enterita, desde el primer cabello de mi cabeza hasta la planta de mis pies, asimismo yo con él. No hubo parte de nuestros cuerpos que no fuese vista ni tocada por cualquiera de los dos.
Había transcurrido poco más de un mes desde que nos habíamos conocido, y así comenzamos nuestra intensa relación, llena de besos, caricias y sexo, mucho sexo, por casi un año. Sí acabé invirtiendo en su empresa, pero no con una cantidad muy significativa. Cuatro meses antes de terminar el año pidió mi mano en matrimonio, propuesta que acepté sin pensar. Aunque, no todo era felíz para nosotros, tuvimos muchos problemas, los cuales aumentaron más al estar comprometidos, problemas que me llevaron a terminar con él. Y no de buena manera. Cuánto me arrepiento de al menos no haberle dicho: Te amo. Aunque, pensé que se lo demostraba cada vez que llegábamos al clímax.
Cuando creí que murió, sentí que se habían llevado mi alma. Ya expliqué cómo sufrí. Ahora, ahora descubro que Noah está vivo. No era un sueño y me cuesta asimilarlo.
¡Está vivo!
Pero no me reconoció, ¡no lo hizo! Actuó como si no me conociera, como si fuera otra clienta más de ese estúpido taller. Primeramente, ¿¡Noah trabajando en un taller mecánico!? Si él detestaba trabajar como empleado, incluso cuando su empresa entró en bancarrota y le propuse que trabajara, me dijo que jamás se rebajaría al nivel de trabajar como cualquier empleaducho. Y ahora Noah se veía felíz trabajando allí.
Segundo, cuando nuestras miradas cruzaron mientras me extendía su mano, vi que la suya era otra. Ya no tenía esa picardía, esa arrogancia y prepotencia interesantes que tanto lo caracterizaban, ese deseo que cada vez adquiría al verme. Ya no. Tampoco vi algún odio, deseo de venganza, rencor o reproche hacia mi persona, más bien, parecía felíz de verdad, sinceramente, como nunca antes lo vi. Esa mirada estaba llena de inocencia.
Me gustó muchísimo ver eso en él, pero más que nada, me llenó de pánico, y más como se portó luego conmigo.
No mencionaba siquiera mi nombre.
Rápidamente deduje lo que había pasado, saliendo del shock. Dado al disparo que recibió en su cabeza —del cual hasta ahora no entiendo de cómo milagrosamente sobrevivió—, después de algún tiempo de haber estado en coma, perdió la memoria. Y si estuvo tres años y medio seguro sin recordar nada, tal vez su amnesia sea permanente.
Noah, el amor de mi vida, me olvidó. Ya no es el mismo. Aunque parece una persona mejor, pero, me olvidó.
Una de las promesas que nos hacíamos mientras estábamos haciendo el amor era nunca olvidarnos. Y él lo hizo. Pero, yo también le fallé en otras cosas. Ambos lo hicimos.
No, ahora que sé que Noah está vivo —me siento patética por haber estado hablando sola con un ataúd vacío en estos años—, y sé dónde está, debo reconquistarlo, esta vez me toca a mí. Si cuento con buena suerte, hacer que se acuerde de mí, sí, estimularé su memoria, haré que recupere sus recuerdos de donde sea que los haya perdido, al menos los buenos que tenemos juntos, porque el resto… es mejor que lo haya olvidado. Que todo lo tóxico y malo que haya ocurrido entre nosotros ahora esté en el olvido. Al menos para él.
No sé cómo sea el nuevo Noah, pero al parecer con él debo ir despacio.
No hoy, pues estoy abrumada, aún en proceso de asimilación, además con el pinche tobillo torcido. Mañana tampoco, pues debo terminar de digerir lo que pasó. Con el pretexto de mi auto volveré a ese taller pasado mañana.
Sorbo mi nariz, busco mi celular y marco.
—¿Licenciada Paris? Estoy con Pepita, ¿qué pasó? —Pepita, la ex asisgruñona de Noah, quien ahora es novia de mi asistonto. Smith aunque bruto, es guapo, no sé que le vió a esa insípida cara de marimacho.
—Sé que te dije que tendrías el día libre, Smith, pero, necesito que vengas por mí —hablo con la voz quebrada, puesto que a pesar de mis planes de reconquista, me destrozó el corazón el hecho de que Noah me haya olvidado.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro