Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

CAPÍTULO 2: Intensa recuperación

TRES AÑOS Y MEDIO DESPUÉS

Noah

Desperté hace tres años en una cama de hospital.

Podría decir que mi vida comenzó desde allí, puesto que cuando desperté lo hice con la mente totalmente en blanco. No recordaba absolutamente nada. No sabía quién era, cuántos años tenía, si tenía familia alguna… Nada.

Mis recuerdos fueron forjándose desde aquel entonces.

Fueron dos intensos años en los que me fui recuperando. Cuando desperté apenas podía parpadear o mover algún dedo, mas no el resto de mi cuerpo; me sentía débil, inmovilizado y cansado, no tenía ni fuerzas para preguntar dónde me encontraba, tampoco podía pensar. Solo veía de forma distorsionada y borrosa un techo blanco, una puerta y máquinas a mi lado que hacían un pitido incesante. Además no estaba muy consciente que digamos, duraba despierto unos pocos minutos y luego la oscuridad volvía sobre mí.

Descubrí que estaba en un hospital al tercer día, puesto que unas personas de bata blanca me descubrieron despierto, eran unas enfermeras. Examinaron mis ojos y vieron las máquinas, luego salieron y un doctor regresó con ellas.

Me sonrió primeramente y me preguntó si podía hablar.

—Creo —articulé débilmente y con un poco de dificultad.

—¿Cómo te llamas?

No lo sabía. Intenté pensar en cuál era mi nombre, pero un dolor punzante empezaba a centrarse en mi cabeza.

—N-no sé —respondí con más dificultad aún. Mientras el dolor de cabeza se intensificaba más todavía y la vista volvía a nublárseme, veía muy distorsionado y el doble o triple el rostro del doctor y las enfermeras.

—¿No lo recuerdas? —insistió, pero ya no entendía nada—. Tranquilo, no te esfuerces —me decía el doctor, percatándose de lo que me sucedía.

Pero no supe más, caí profundamente dormido nuevamente.

Los siguientes días fui reaccionando poco a poco, pude permanecer despierto por más minutos y ya podía pronunciar más palabras, la mente poco a poco también fue despejándoseme.

Había estado medio año en coma, por lo tanto me costó mucho tiempo recuperarme. La causa había sido un disparo sufrido en mi cabeza, lo cual también me provocó amnesia, puesto que no recordaba —y hasta ahora no lo hago—, nada sobre mi vida pasada.

Descubrí que no tenía familia alguna y que anteriormente fui un ex empresario adinerado en bancarrota, con deudas ya saldadas, pero sin un céntimo más que su seguro de vida. Eso me lo dijo el doctor Bacchelli, quien me atendió todo ese tiempo. También me dijo mi nombre: Noah Anderson Olsen, por mis apellidos debo suponer que tal vez soy de Inglaterra o EEUU, pero no tengo tal acento y tampoco puedo afirmar nada.

Recuerdo cuán confundido estuve esos meses después de despertar. Y lleno de incógnitas que hasta ahora no me dejan tranquilo.

Pero vaya que me topé con una agradable sorpresa. No eran familiares ni nada mío, pero una familia estuvo pendiente de mí todo el tiempo que permanecí inconsciente. La familia de don Felipe Herrera, el señor que me encontró malherido y me salvó la vida. En palabras del doctor constantemente venían a verme y a preguntar cómo iba o si había despertado.

Recuerdo cómo me abrazó Brenda Caterina —la hija de don Felipe— la primera vez que me vio despierto, fue un abrazo cálido y reconfortante; estaba anonadado, pero no dudé en correspondérselo, percibía que era la primera vez que sentía una sensación agradable y así de… indescriptible en mi vida. Tal vez me habían dado uno así en mi vida pasada, pero de veras que era como la primera vez. Acabado el abrazo me dijo que se alegraba muchísimo de ver que había despertado del coma.

Su sonrisa me pareció muy dulce y hermosa, así como su mirada. Brenda tiene ojos grises, pero llenos de vida y una energía que siempre desde que la conocí me fue contagiosa.

Creo que ese fue el instante desde el cual fui enamorándome de ella. Pues la visitas de su familia y ella continuaron durante el resto de mi estadía en el hospital.

En tres meses fui haciendo mi terapia de recuperación en el hospital con lo último que me quedaba del seguro; aprendí a hacer casi todo desde cero, como tal cual niño pequeño. Empecé a practicar el movimiento de mis brazos, a sentarme y echarme hasta lograr hacerlo sin dificultad. La cosa fue volver a aprender a pararme y mantener el equilibrio ya estando en pie; y volver a caminar fue lo más complicado, me tomó cuatro meses retomar ese hábito después de que salí del hospital.

Hablando de eso, no creía posible que hubiese tanta amabilidad, generosidad y demás en unas personas. Cuando me dieron de alta no sabía dónde ir, no tenía a quién recurrir, siquiera podía caminar y además estando desmemoriado obviamente no podría recordar el procedimiento de algún tipo de trabajo. Recién estaba recordando cómo se lee y escribe.

Y sucedió como un milagro. El día en que tenía que abandonar el hospital don Felipe y Brenda Caterina se acercaron a mí con una muda de ropa y la dejaron en mi cama. Yo los miré sin comprender, suponía que habían ido para despedirse.

—Bueno, aunque sin recuerdos quizás intuyas que ese no es precisamente tu estilo, puesto que eres un ex empresario y toda la cosa, pero te asentará bien. —Afirmó Brenda sonriendo optimista; y en un descuido de su padre se acercó a susurrarme—: Apuesto a que te verás guapísimo.

Le sonreí también de vuelta, pero seguía sin comprender, mientras Brenda me ayudaba a sentarme en la silla de ruedas.

—Gracias, pero, ¿por qué?

—¿Con qué ropa pretendes ir, muchacho? La bata de hospital no es lo más presentable que digamos —alegó don Felipe, con su buen sentido del humor de siempre—. Y la muda de ropa que traías el día que te encontré se quedó con la policía para las investigaciones.

Todo eso me había pasado a causa de un balazo recibido en mi cabeza, por lo tanto alguien había intentado asesinarme. ¿Pero quién y por qué?

La policía me dijo que me habían hecho pasar por muerto para protegerme, puesto que tenía unos posibles antiguos enemigos.

Intenté no pensar en eso en ese momento.

Les agradecí una vez más y entonces me ayudaron a sentarme en una silla de ruedas, acomodé la ropa en mi regazo y fui a cambiarme al baño; mientras pensaba en cómo despedirme de ellos, agradecerles nuevamente por salvarme la vida y por todo lo que habían hecho por mí.

—Señor Felipe yo, no tengo cómo agradecerle… —Iba diciendo cuando ya estaba listo y cambiado, pero el susodicho me interrumpió.

—Sí, sí; todo lo que quieras pero en el auto. Vamos.

—¿Auto? Espere, ¿me pidió un taxi o algo? —de veras, estaba extrañado a más no poder. Al escucharme Brenda Caterina estalló en breves carcajadas, solo que para nada escandalosas.

—Vaya que aún tienes tu esencia de hombre ricachón. Pero no, no se trata de eso.

Seguía mirándolos confundido.

—¿Que no quieres conocer mi humilde morada? —dijo don Felipe.

—¿Qué?

—Lo que escuchaste. Hoy por fin te despides de estas cuatro paredes de habitación de hospital, así que andando. Te espera una muy buena comida en casa —empezó a empujar mi silla de ruedas, pero lo detuve.

—Escuche, yo estoy muy agradecido con usted y su familia. Le debo mi vida y muchas cosas más, lo cual no sé de qué manera pagarles, pero… a partir de aquí debo encontrar mi camino.

—Y lo harás, muchacho, lo harás. Nosotros te ayudaremos en eso —me sonrió afable.

—Pero…

—Andando. Está más que dicho que eres un huésped en mi casa. Las comidas de mi mujer son como para chuparse los dedos.

Quise replicar nuevamente. Me apenaba causarles esa molestia más, pero Brenda Caterina no me dejó hablar.

—Shh; mis padres son un pan de Dios, pero difícilmente aceptan un no por respuesta cuando están empecinados con algo. Estoy segura de que él y tú hablarán por la noche —susurró.

—Pero es que, no quiero serles más molestia ni darles más trabajo. Me siento muy apenado con ustedes —farfullé también.

—Para nada, si supieras cuán ilusionadas están mamá y Mía Geraldine con la idea, si para la última eres su apuesto bello durmiente. —Ante la última frase fue ella quien quedó sonrojada—. Daniel quiere ayudarte a ejercitar tu cuerpo para que puedas volver a caminar, Emmanuel quiere conocerte, papá también está entusiasmado con la idea y a mí sí me gustaría mucho que te quedases con nosotros. ¿O te desagrada la idea de alojarte en nuestra casa?

—No, claro que no. Les tomé mucho cariño a todos ustedes, muy aparte del agradecimiento que les tengo. Pero al hospedarme en su casa siento que estaré abusando de su generosidad.

—Para nada, ¿cómo crees? Papá dice que donde caben siete caben ocho y donde ocho, caben nueve y así.

—¿Qué tanto están susurrando, eh? —llamó nuestra atención don Felipe.

—De lo maravillosa que me parece su familia, don Felipe. De verdad, muchísimas gracias. No tengo como pagarles.

—Muchacho, no todo en la vida se trata de pagar. Así como hay que saber dar, hay que saber recibir. Si las cosas no se hacen de corazón, es mejor no hacerlas.

—Tiene usted mucha razón —le sonreí.

—¿Entonces? ¿Qué estamos esperando para subir al auto?

Al llegar a casa de los Herrera fui recibido como en tal cual cumpleaños sorpresa más o menos. Todos se acercaron a abrazarme felicitándome por mi alta médica, deseándome una más pronta recuperación.

En la mesa nos esperaba un delicioso pollo acompañado con limonada. Agradecieron a Dios por los alimentos y empezamos a comer.

Tenía la sensación de nunca haberme sentido así, en familia y tomado en cuenta; o de haber disfrutado las cosas simples. Ahora puedo decir con certeza que la familia Herrera es muy unida, llena de principios y valores. Su casa es sencilla, pero tiene lo primordial y lo más importante: Unión, armonía y amor.

Esa noche hablamos con don Felipe y doña Luisa sobre mi situación. Ahora resultaba conque no era exactamente su huésped, sino que me quedaría a vivir con ellos hasta que me recuperase por completo y pudiese retomar una vida normal. Me negué obviamente, eso era demasiado, prácticamente me solucionarían todo. Pero insistieron y acabé accediendo.

En el fondo quería saber qué tal se sentía tener una familia, convivir en paz y armonía con ella. Quería sentirme integrado. No era necesario recuperar la memoria como para no estar seguro de que jamás había sentido o vivido algo así. Además eso lo confirmaba el hecho de que en las investigaciones policiales sobre mi caso no hubiesen dado con ningún familiar mío y que nadie además de la familia Herrera hubiese ido a verme en mi estadía en el hospital.

Ahora pasaron tres años desde que desperté y prácticamente mi vida comenzó, me encuentro totalmente recuperado; excepto en lo que a mi memoria concierne. Pero puedo afirmar con toda seguridad que soy muy feliz y en cierta forma puedo considerarme parte de la familia Herrera.

Mía Geraldine y Dieguín están mucho más grandes desde cuando los conocí, ella ya es toda una pequeña señorita, con ocho años, pero igual de dulce y traviesa que siempre. Y Diego ya cumplió los cuatro años de edad, prácticamente lo estoy viendo crecer, ya sabe hablar, caminar y es mucho más enérgico y travieso que su hermana; solo que más dado a los berrinches. Con él emprendí bastantes carreras por las escapadas sin rumbo fijo que se daba, o por atrapar mariposas e insectos —la cual es su actividad favorita—, también es conocido en la familia por «el señor preguntas».

Emmanuel nos visita en cada vacación o día libre que tiene, y ahora siento como si fuéramos amigos de toda la vida. Es una persona increíble, sincera y ecuánime, rozagante de alegría, aunque muy serena. Tiene mucho parecido con Brenda Caterina y sus padres en la personalidad.

Daniel ya es un adolescente de trece años, pero su personalidad sigue siendo la misma desde cuando lo conocí: alegre, dinámico y honesto, solo que ya es más tranquilo y dado a la meditación y la lectura; a veces me sorprende con frases sabias como su padre. Él tuvo mucho que ver conque pudiese retomar la práctica del caminar y correr, y como prácticamente tuve que aprender algunas cosas desde cero, me volvió a enseñar junto a Brenda Caterina unas lecciones de su colegio. No les tomó mucho tiempo, puesto que en el aspecto educativo aunque no del todo sí fui recordando poco a poco lo que aprendí en primaria y secundaria.

Fui empresario en un pasado, pero respecto a la materia de contabilidad no recordé casi nada y tampoco me llamó la atención recordarlo o volver a aprenderla. Tal vez antes de perder la memoria sí, pero ahora descubrí que en realidad no soy aficionado a las matemáticas, no me gustan. Y definitivamente en caso de que si alguna vez recupero la memoria no volvería a practicarla ni me metería en actividades empresariales.

Encontré la felicidad en lo sencillo; pues al ver cómo es el estilo de vida de la gente adinerada, lleno de superficialidades, extravagancias, frivolidad e hipocresía no puedo creer que alguna vez haya pertenecido a ese mundo, que yo haya sido uno de ellos. Ahora lo siento ajeno a mí y si me propusieran volver aunque sea dándome toda la fortuna del mundo, sin duda no aceptaría.

A pesar de las conversaciones que sostuve con don Felipe sobre este tema y de las explicaciones que me dio sobre la codicia y concupiscencia humana, aún no entiendo cómo la gente adinerada —sin generalizar—, es capaz de desvivirse por más y más dinero o cosas materiales sin siquiera detenerse a pensar si realmente son felices. Si en verdad fui así en mi vida pasada, ahora puedo afirmar que soy totalmente otro.

Y no solo soy feliz, sino que hasta estoy enamorado.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro