capitulo lV
Capítulo lV
Bajo el nuevo día que despertaba en Westalis, la ciudad cobraba vida con un palpitar propio, como si cada calle y cada edificio tuvieran su propio latido. Era una mañana que prometía emociones, y en la Academia Eden, el corazón del conocimiento, algo especial estaba en marcha.
— Buenos días, Bond —saludó, levantándose de la cama y explorando su entorno con la mirada. Cada movimiento, cada gesto, estaba impregnado de una sensación de anticipación, como si el aire mismo estuviera cargado de electricidad. Era consciente de que ese día sería diferente, trascendental incluso. Sus pasos por los pasillos de Eden eran como los de alguien que camina sobre una cuerda floja, entre la emoción y la incertidumbre. Saludaba a los estudiantes con una sonrisa radiante, pero en su interior, una tormenta de emociones rugía como el mar en plena tempestad.
— ¡Hola, Anya! —saludó Damián. El encuentro con Damián, su amigo más cercano, añadió una capa más a ese torbellino emocional.
— Oh, buenos días, Damián. ¿Dormiste bien esta noche? —respondió Anya, a lo que Damián asintió.
— Estás muy animada hoy. ¿Pasó algo anoche? —su pregunta sobre su animado estado la hizo reflexionar sobre lo que había ocurrido la noche anterior.
— Podrías decir que sí. Fue algo muy bueno —sonrió Anya, recordando los momentos compartidos con Yor. Anya trató de ocultar la verdadera naturaleza de sus emociones, guardando celosamente en su corazón los recuerdos de un encuentro que había cambiado su vida.
— Bueno, me alegra escuchar eso. ¿Podrías encargarte de las cosas para la fiesta de los nuevos? —preguntó Damián, a lo que Anya asintió antes de dirigirse hacia donde le indicó. El trayecto hacia el lugar donde Damián le había pedido que recogiera las cosas para la fiesta de los nuevos fue como un paseo por un laberinto de recuerdos y expectativas. Cada paso la acercaba un poco más al centro mismo de su universo emocional, donde se entrelazaban los lazos del pasado, el presente y el futuro.
— Oh, esto debe ser lo que Damián dijo que trajera —murmuró Anya al ver una caja en el suelo, intentando recogerla pero perdiendo el equilibrio. El descubrimiento de la caja en el suelo desencadenó una serie de pensamientos y emociones que amenazaban con desbordarla. En ese momento de vulnerabilidad, la aparición de un hombre misterioso la sacó de su ensimismamiento.
— Ten cuidado —dijo Loid. La presencia de ese hombre, con su cabello rubio y sus ojos azules, despertó en Anya una mezcla de emociones encontradas. Había una sensación de reconocimiento, como si una parte de ella siempre hubiera estado esperando ese momento, pero también un temor latente, una pregunta sin respuesta que se agitaba en lo más profundo de su ser.
[...]
Mientras tanto, Loid caminaba por las calles cercanas a Eden, con un peso en el corazón y una determinación inquebrantable en su mirada.
— ¡Al fin! Por fin las veré de nuevo. No más Twilight, no más W.I.S.E., no más misiones ni fingir —susurraba Loid para sí mismo mientras se dirigía hacia la academia. Había renunciado a todo por ese día, había sacrificado su identidad, su pasado y su futuro, todo por una oportunidad de estar con su familia, aunque fuera solo por unas horas.
[...]
Loid estaba frente a Silva, suplicando de rodillas.
— Por favor, permíteme estar con ella solo por este día —imploraba, mientras Silva lo observaba. Silva se levantó y caminó hacia una mesa, contemplando la situación.
— Claro —dijo finalmente, sorprendiendo a Loid.
— ¿Cómo...? ¿Así nomás? —inquirió Loid, perplejo por la respuesta. Silva explicó que, después de tanto tiempo de servicio y sacrificio por el país, era momento de su retiro.
— ¿En serio? —preguntó Loid, incredulidad y gratitud inundando su voz. Silva le dio su paga por años de servicio y le ofreció el departamento en el que vivía antes, en la Operación Strix.
— Muchas gracias, Silva. De verdad, gracias por entrenarme y darme la oportunidad de estar con ellas —agradeció Loid antes de marcharse. La despedida, aunque breve, fue cargada de emociones contenidas y promesas no dichas. Había un entendimiento tácito entre ellos, un reconocimiento de lo que había sido y lo que podría ser. Y en ese momento de intimidad compartida, se selló un pacto que cambiaría el curso de sus vidas para siempre.
[...]
El encuentro con Silva, el intercambio de palabras, los recuerdos compartidos, todo resonaba en su mente como un eco lejano de un tiempo ya pasado. Había una sensación de finalidad en el aire, como si cada palabra, cada gesto, estuviera impregnado de un significado más profundo, más trascendental. Loid, emocionado, se dirigía hacia Eden, decidido a recuperar a su familia y dejar atrás su vida como Twilight.
— ¿Estás bien? —preguntó Loid al ver a Anya en shock, sosteniéndola en un abrazo.
— P-p-papá... —balbuceó Anya, abrazándolo con fuerza, las lágrimas brotando de sus ojos.
— Sí, soy yo. Estoy aquí, hija mía... Hijita... —respondió Loid, sus propios ojos brillando con lágrimas contenidas. El reencuentro entre Loid y Anya, padre e hija separados por el destino y reunidos por el amor, fue un momento de pura magia. En ese abrazo, en esas lágrimas compartidas, se encerraba todo el dolor del pasado y toda la esperanza del futuro.
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