Capítulo 5~"UNOS TACONES, UNA MOTO Y UN BAILE"
Ya llegó el día de la boda de Rachel y Raúl, todas estamos emocionadas y nerviosas (siempre nos ponemos igual en estos días por miedo del fracaso, para al final todo ir a la mar de bien). Lo tenemos todo casi completo, los últimos toques a la decoración, el ramo de flores, pastel, bufé están siendo dados. Los novios ya se encuentran en sus respectivas habitaciones arreglándose junto a sus padres, madrina, padrino y damas de honor, mientras Yuckenia y Gladys se mueven por las habitaciones tirando las fotos y haciendo los videos. Los niños no están dando mucho jaleo, aunque no siempre es así. Una vez el niño de las alianzas se lo pasó peleando hasta el último momento con su hermana, la niña de las flores. Fue un verdadero martirio, una tremenda agonía. Hasta ahora todo va bien, aunque no debemos confiarnos, las cosas jamás son tan fáciles.
— Al, tenemos un problema — me dice Lorelain. Como os comentaba, nada fácil.
— ¿Qué sucede?
— A una de las damas de honor se le han roto los zapatos de tacón, no tiene sustitutos y ninguno otro combinaría con el tipo de vestido.
— Madre mía, precisamente este día se le vino a romper. Es increíble y ahora qué nos hacemos, cómo superamos esta dificultad... ¡ya sé! — exclamo repentinamente asustando a Lore — En mi casa tengo unos iguales o por lo menos parecidos. Le irán un poco grandes, pero servirá. Voy a buscarlos, ¿crees poder encargarte de todo junto a las chicas mientras regreso?
— Por supuesto, nosotras controlamos todo, déjalo en nuestras competentes manos. Las bestias serán amaestradas por las mejores domadoras del planeta. Tú tranquila y nosotras nerviosas guapa — dice con una sonrisa burlona y los ojos entornados.
— Gracias — digo poniendo los ojos en blanco, pasando por alto su gracioso y ocurrente comentario de la frase del Señor de los Cielos.
Me dirijo como alma que lleva el diablo hacia la salida. Casi atropello a uno de los ayudantes con el apuro. No tengo tiempo de esperar una guagua por lo tanto cogeré un taxi. Al llegar entro a toda prisa a mi cuarto y directo al clóset. Después de cinco minutos buscándolos me rindo. "Mierda, mierda, donde diantres los metí" me digo desesperada
— Piensa Alanna, piensa — me aconsejo en voz alta y de repente lo recuerdo, están en la terraza. Me los puse el miércoles para ir con los chicos de fiesta.
Vuelvo a correr como una descosida hacia la terraza y ¡horror! de horrores, están hechos un desastre, rayadados por varias partes, manchados de tierra y algo parecido a salsa... creo. Oh dios mioooo, oh dios mioooo y ahora yo que me hago. Estoy meditando otra ingeniosa solución pues la primera se fue por el desguace hacia las alcantarillas, cuando empieza a sonar mi móvil.
— ¿Alanna, ya los encontraste? Nos quedamos sin tiempo, debemos partir para el Palacio de los Matrimonios en tres horas— me apremia Paula.
— Los encontré
— Genial, tráelos. La novia empieza a agobiarse.
— No puedo llevarlos — digo haciendo una mueca.
— ¿Por qué?
— Están hechos un desastre, no sirven.
— Eso no es bueno — dice en tono serio.
— Trata de tranquilizar a Rachel — insisto — Dile que ya los tengo y en un rato se los estoy entregando.
— Pero sino los tienes, ¿debo mentirle? — pregunta dudosa — Si no los llegas a conseguir quedaremos como unas farsantes.
— Tú has lo que te digo, todo se arreglará — digo con firmeza antes de colgar.
Madre mía, debía suceder esto precisamente hoy, de donde me saco ahora un par de esos taco... Analia claro. Cojo mi móvil y rápidamente le marco a mi amiga.
— Diga — contesta con voz somnolienta.
— Siento despertarte, pero es una emergencia.
— ¿Emergencia? — pregunta aun sin entenderme bostezando.
— Sí, así es ¿todavía tienes esos tacones que compramos en LA CUEVITA la semana pasada?
— ¿Cuáles tacones?
— Los de color carne, ¿recuerdas? Yo compré los blancos y tú esos — no dice nada por unos minutos (parecen horas) hasta que por fin parece caerse de las nubes y entender mis palabras, menos mal.
— ¡Ahhhh sí!, los tengo bien guardados. Todavía no he encontrado una buena ocasión para usarlos, ¿por? — vuelve a preguntar.
— Los necesito por un día. Una de las damas de honor se compró un par para este día, pero se le rompió. El caso es que esos tacones hacen un juego perfecto con el vestido, ¿crees poder prestármelos por un rato? Pido mucho, lo sé, pero no tengo a nadie más a quien acudir.
— Está bien, ven a buscarlos.
— Eres la mejor — digo antes de colgar. Recojo mi bolso y voy hacia la parada.
Tengo una hora y media antes de salir hacia el Palacio, lo cual no es mucho. Esperar otro taxi o buscar un autobús y poder subirme a él de forma rápida será muy complicado, necesito a alguien con transporte. Sigo pensando eso cada vez más desesperada cuando vuelve a sonar mi móvil.
— Dile a la novia que ya estoy llegando por dios — respondo sin mirar la pantalla.
— Lo haría, pero no conozco a la novia — me dice una voz masculina. Separo el teléfono de mi oído, hablo con Santiago.
— Oh Santiago, lo siento, pensé que era una de mis socias — me disculpo.
— ¿Sucede algo?
— Pues debo conseguir un par de tacones en una hora y veinte minutos o habrá una catástrofe — le digo haciéndolo reír.
— Vamos, no puede ser tan grave.
— Sí, si lo es. Sin esos tacones no habrá damas de honor — le digo decidida.
— Bueno si es tan importante, ¿puedo hacer algo para ayudar? — pregunta y entonces se me ocurre
— En realidad sí, por casualidad no tendrás algún medio de transporte ¿no?
— Tengo una moto.
— ¿Dónde estás?
— En Playa tomándome una cerveza ¿por?
— Necesito un favor, ¿me podrías hacer de chofer por un día?
— ¿Qué? — me pregunta sorprendido.
— No tengo mucho tiempo, por eso te lo pido. Si me pongo a buscar un carro para ir a los lugares que debo en tan poco tiempo no lo lograré, pero si tú, un hombre tan solidario, gentil y grandioso me llevas... — digo sin terminar la frase y cruzando los dedos. Por unos momentos no dice nada, le estoy pidiendo un enorme favor a alguien que no conozco mucho.
— Vale, dime dónde estás y yo te llevo, pero para que conste mi reina, no fue por tus halagos. Sé cuando alguien me hace la pelota — dice riéndose.
Le doy mi ubicación, en la parada cerca de mi casa y quince minutos después nos encontramos camino al Vedado. Del Cerro donde vivo al Vedado donde reside Analia son como unos veinte minutos. Una vez llego recojo los zapatos casi sin mirar a mi amiga y junto a Santiago me encamino a la empresa. Llego con cinco minutos de adelanto por suerte.
— Entra conmigo — lo invito.
— No creo tener una invitación a esta boda ni llevar la ropa apropiada — me dice. Lo escaneo de arriba abajo, lleva un pulóver de mangas cortas mostrando sus musculosos brazos, un pantalón de mezclilla a lo moderno, hecho a medida y zapatillas negras NIKE.
— Estás perfecto, además así podrás comer y beber gratis — insisto. No me apetece dejarlo. Cuando íbamos en la moto, a pesar de no quererlo, pude sentir cada palmo de sus músculos. Me encantaba estar agarrada a su cintura, sentirlo pegado a mí transmitiéndome el calor de su piel y su olor, oh dioses, ese olor es condenadamente embriagador, mucho mejor que un buen vino.
— De acuerdo, está bien.
— Genial. Como eres chef irás a la cocina con las chicas para ayudarlas con el bufé — lo dejo en las competentes manos de mis compañeras y me encamino a entregar los zapatos.
A las doce regresamos del Palacio de los Matrimonios y vamos a la sala de la celebración. De ahí en adelante todo fue más menos bien. La novia tiró el ramo y el novio la liga, bailaron el primer baile súper acaramelados y pegados, mirándose de forma tierna y enamorada. Eso nos hizo suspirar a todas, después se les unieron los demás.
— ¿Bailas conmigo? — me dice Santiago tendiéndome la mano. No lo había visto desde nuestra llegada a la empresa.
— No puedo, es mi deber controlar toda la estancia. Distraerme no es una opción a considerar.
— Venga, por bailar una canción no se acabará el mundo.
— No sé — digo indecisa — no suelo bailar en las bodas.
— Venga mujer, todo está tranquilo ahora, anímate. Nosotras también hemos danzado alguna pieza con varios invitados. Además, no recuerdo haberte visto alguna vez bailar en una de nuestras celebraciones. Suéltate el pelo y desmelénate — dice Esperanza saliendo detrás de Santiago haciéndonos reír.
Me lo pienso, me impuse la norma de no bailar en las bodas por miedo a no poder estar presente si la cosa se salía de control.
— Vamos mi reina, hazlo por mí. Tú me invitaste, no puedes rechazar a tu caballero — me dice Santiago con su habitual sonrisa pícara en los labios haciéndome reír.
Al final me rindo y salgo a la pista con él. No puedo negarle nada, ¿será eso bueno o malo? La canción que suena es "Si me besa tu boca". Llegamos a la pista y empezamos a movernos cuerpo contra cuerpo y ah, nuestros rostros solo separados por pulgadas.
Le diste paz a mi vida y todo se cambió a mi alrededor
Agradezco que me hicieras volver a confiar y a creer
sin miedo en el amor.
Doy gracias por hacerme tan feliz por regalarme
todo lo bello de ti
Y si tengo que enfrentarme en esta vida lo más duro
Lo hago porque soy feliz...
Es tan agradable estar así, bailando con él mientras esta lenta y romántica canción se mece entre nosotros y nuestros alientos se entremezclan. Es como si todo a mi alrededor hubiera dejado de existir excepto él y la tonada. No puedo explicarlo, pero siento como si esta melodía nos perteneciera, como si de alguna forma explicara algo difícil de descifrar. No lo conozco de nada, sin embargo, cuando danzamos juntos me siento como si fuéramos una pareja de muchos años.
Al cambiar la música no nos separamos, al contrario, nos acercamos más el uno al otro (si es que eso es posible pues con solo un movimiento más nuestros cuerpos se fusionarían). Seguimos meciéndonos mientras "Cuando me enamoro" de Enrique Iglesia y Juan Luis Guerra sigue su curso.
Si la Luna sería tu premio
yo juraría hacer cualquier cosa
por ser su dueño
por ser tu dueño.
Y si en tus sueños escuchas el llanto de mis lamentos
En tus sueños no sigas dormida
Que es verdadero, ay
No es un sueño, no
En ese momento levanté la mirada y nuestros ojos se encontraron en una promesa silenciosa, real. Nuestros labios se rozaron brevemente propagando un deseo intenso, difícil de esconder.
Cuando me enamoro
A veces desespero
Cuando me enamoro
Cuando menos me lo espero, me enamoro.
Se detiene el tiempo
Me viene el alma al cuerpo
sonrío, sonrío.
Cuando me enamoro
A veces desespero
Cuando me enamoro
Cuando menos me lo espero, me enamoro.
Se detiene el tiempo
Me viene el alma al cuerpo
Al cuerpo
sonrío, sonrío
Cuando me enamoro
Uh-uh-uh
Seguimos así, sin movernos, solo mirándonos, aun cuando la canción se había acabado, aun cuando se supone debería haberme alejado corriendo sin mirar atrás. No pude, simplemente me quedé anhelando algo más. Dijo mi nombre y su aliento se deslizó por mi rostro terminando en mis labios entreabiertos haciéndome estremecer. Sus ojos, tan hermosos miraban fijamente hacia los míos como si pudieran ver mi alma y todos los secretos aquí guardados. No pude evitar acercar un poco, solo un poquitico más, mis labios a los suyos, expectante, con afán de seguir y no parar lo que estaba surgiendo entre ambos.
A condición de romper el silencio instalado ya que él no daba ningún otro paso y empezaba a ponerme nerviosa (a pesar de querer fundir nuestros labios en un beso fugaz y olvidarme de las malditas palabras) empiezo a hablar:
— Debería volver, deb... — no pude terminar, en ese momento se oyó un estruendo. Ambos sobresaltados salimos corriendo hacia el lugar. Por suerte no se lastimó nadie. Uno de los invitados había tirado un jarrón con las flores. No sé qué me dolió más, si separarme de Santiago o el caro jarrón hecho añicos en el piso.
— No se preocupen por favor — digo tranquilizando a los invitados aglomerados a nuestro alrededor — No ha pasado nada, sigan bailando, dentro de poco serviremos los aperitivos. Pongan la música — le digo al DG y así todos se van separando del lugar del accidente poco a poco.
— Te ayudo — se ofreció Santiago arrodillándose a mi lado.
— ¿Al, estás bien? — me pregunta Gladys llegando a nosotros con Ariadna y Ángela.
— Sí, pero necesitaremos otro jarrón y unas flores.
— En seguida lo solucionamos— me dice Ariadna. Una hora después todos ocupaban sus respectivas mesas para degustar los platillos.
Es una lástima que ese momento tan íntimo y hermoso con Santiago se acabara tan rápidamente. Ninguno de los dos mencionó nada, tal vez estoy imaginándome cosas. Él está muy tranquilo, como si nada hubiera sucedido, porque, a decir verdad y para ser completamente sincera, en realidad, no ocurrió nada. A las tres finalizó todo, le dimos los regalos a los novios y despedimos a todos los invitados. Las fotos serán entregadas más tarde.
Los recién casados quisieron pagar el jarrón, se sentían muy mal por su ruptura. Logramos convencerlos de no hacerlo. En esta boda no faltó nada, hubo zapatos rotos, jarrones hecho pedazos, pelea por el ramo de la novia, algún ebrio siendo grosero, un baile muy desconcertante con Santiago (bueno eso último no tuvo ninguna relación con la boda). Estoy agotada, fueron suficientes emociones para un día.
— Alanna me marcho, dentro de unas horas debo abrir el restaurante — me dice Santiago poniéndose a mi lado.
— Está bien, gracias otra vez por los favores. Si no hubieras venido en mi auxilio este pequeño percance habría iniciado la Tercera Guerra Mundial — le digo muy sería, conteniendo a duras penas la risa.
— Oh, no fue nada, me alegró poder evitar tal calamidad — dijo tan serio como yo. No pudimos contenernos y empezamos a reír. Me encanta el sonido de su risa, es tan armoniosa, como una suave melodía — Hasta la próxima — dice dándome un abrazo y un beso en la mejilla, demorándose otra vez en hacerlo y produciéndome una eterna y deliciosa sensación ahí donde sus labios se posaron. Se lo devuelvo, miro como se aleja y desvanece su figura en la distancia.
A las nueve entro en mi casa, estoy muertaaaa de cansancio, mañana por suerte toca descanso. Las chicas y yo a pesar de estar muertas del agotamiento recogimos y organizamos todo. Cuando abrí mi empresa "TU DÍA ESPECIAL" no creí que fuera a ser tan duro. Mis padres solían decir a toda hora: "esto es una locura, te vas a meter en problemas y jaleos".
No les prestaba la más mínima atención, este es mi sueño y pensaba conseguirlo fuera como fuera pues a pesar de los momentos difíciles es algo que me apasiona. Ver la felicidad en las caras de los novios, como se deleitan con cada segundo ante las maravillas de un nuevo porvenir, no me gustaría hacer otra cosa.
No bailo para nada en las bodas como mis amigas y socias, pero cuando Santiago me lo pidió no pude resistirme y no solo por la insistencia de Esperanza. Santiago es como un imán para mí. Lo que sentí mientras bailábamos fue mágico, jamás me había pasado con ningún hombre ¿Qué tendrá él de especial? ¿Por qué disfruto tanto en su compañía?
No tengo respuestas para esas incógnitas que rondan mi cabeza. Suelo recordar en muchas ocasiones un dicho muy característico de mi padre y sobre todo real. Dice así: "si algo no tiene solución o respuesta será porque al hallarla nos toparemos con algo sorprendente y desconcertante a la vez, queramos nosotros o no".
👰🏻💗🤵🏻💗👰🏻💗🤵🏻
Y aquí iniciamos el maratón de tres capítulos. Estuvo intensa la cosa eh, casi, casi se besan. Yo me quedé esperándolo y quise matarlos cuando no pasó.
Sigan y no paren, todavía les quedan dos más.
Mil besos💞
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