Capítulo 2~"POEMAS ROMÁNTICOS Y ROSAS BLANCAS"
Cuando suena mi alarma unas cuantas horas después, me levanto. Tengo un sueño de los mil demonios y los ojos se me cierran solos. Con el propósito de animarme me doy una larga y placentera ducha. Vestida con una blusa de tirantes, un short corto, un par de zapatos y el pelo recogido en una cebolla me dirijo a la cocina para prepararme unas tostadas y un vaso de leche. Sentándome en el comedor mientras desayuno hago mentalmente la lista de las tareas por hacer en mi casa.
1-Lavar la ropa.
2- Quitar el polvo.
3- Organizar todo.
4- Limpiar la casa.
Bien, eso es todo. A las dos, luego de haber lavado la ropa, recogido, sacudido todo y almorzado me encuentro limpiando el portal. Mi casa tiene tres habitaciones amplias para dormir con cortinas finas y camas bien grandes, un baño azulejado de azul celeste y una ducha genial con puertas de cristal. La sala con mullidos asientos y un inmenso sofá, un televisor y una mesita con un búcaro. En el comedor una mesa rectangular es rodeada por cuatro sillas, un mantel de encaje violeta y un búcaro con rosas en el centro. La cocina de un blanco pulcro con una meseta azulejada de beige, un patio trasero, un portal y un portón en el jardín delantero separando mi casa de la calle. Nunca me han gustado las viviendas pegadas al camino donde todo el que pase puede mirar su interior.
Me siento agotada, sin embargo, solo doy dos días de descanso (además de las vacaciones) a toda mi empresa, los miércoles y domingos, pues al ser la jefa debo prodigar con el ejemplo. En esos días debo dejar la casa impecable, pues organizar y realizar bodas es agotador. Una vez terminada mi jornada laboral solo quiero comer algo, bañarme e ir directo a la cama. Lo divertido de todo es que, en vez de hacerlo, usualmente voy de fiesta con los chicos hasta altas horas de la madrugada.
- Oye An - me dice Robbie llamando mi atención. Robbie Burdon tiene 20 años, pelo negro corto, ojos cafés y una encantadora sonrisa. Es uno de los carteros más solicitados y queridos por todos en esta zona pues es simpático, bien llevado y se preocupa por los demás con sinceridad, sin fingimiento.
— ¿Qué tal Rob? ¿Cómo va el día? — le pregunto acercándome a él.
— Pues bien, ya sabes, algo ajetreado.
— Uf, pus a ponerse las pilas — le digo haciéndolo reír — ¿Y tu novia? — hace una mueca ante mi pregunta.
— Supongo que bien, hace días no hablamos. Se enfadó conmigo y sigo intentando que me perdone.
— Pues te deseo suerte, las mujeres no somos fáciles de impresionar — un gemido lastimero salió de sus labios.
— Dímelo a mí, no he logrado acercarme ni un metro de distancia.
— La perseverancia es el único modo de alcanzar la victoria.
— Lo sé, lo sé — sacando una rosa y una nota me la tiende — Esto es para tí.
— ¿Otra vez? — le pregunto sorprendida. Hace tres semanas, el miércoles para ser exactos, recibí una nota con un poema romántico y una rosa blanca. No le presté mayor importancia hasta la siguiente semana, cuando el mismo día recibí otra rosa blanca con otro poema. La semana que le siguió fue igual y ahora otra vez, es increíble — ¿De verdad no sabes quién las envía? — le pregunto arqueando una ceja.
— Para nada, no lo sé. El remitente se las ha arreglado para seguir incógnito — dijo colocando ambas cosas en mi mano y dándome un recibo para firmarlo. Lo hice y al instante después de despedirnos se fue para seguir con su trabajo.
Entré en casa y sin hacer caso del reguero de agua fui directo a mi habitación. Sentándome en la cama olí la flor. No solo estaba bañada por su propia fragancia, además la habían impregnado con mi perfume preferido. Increíble, enseguida me puse a leer la nota:
Si me pidieran describirte en una sola palabra esta sería: MÁGICA.
Pues con tú sola presencia logras iluminar mi día,
con solo oír tu risa mi corazón se llena de júbilo.
Tu fragancia es el perfume que quiero sentir cada día,
mi más profundo y oscuro deseo es
tenerte a mi lado
y que seas mía para siempre.
¡TE AMO!
Bueno, bueno, bueno, que hermosoooo, me ha dejado sorprendida. ¿Quién será la persona tras estas lindas palabras? Debe de ser alguien conocido, solo mis amigos más cercanos conocen mi fragancia preferida y mi devoción por las rosas blancas. Para mí significan paz, tranquilidad, nuevas oportunidades, pulcritud, inocencia, pureza; solo los más íntimos saben eso. Es interesante tener un amor secreto, no obstante, no sé nada de esa persona, podría ser un acosador. Aunque no lo creo, nunca ha dicho nada alarmante y aunque este poema es algo...potente, puedo asegurar que no es ningún psicópata. No puedo explicar por qué lo pienso, simplemente lo sé, lo presiento. Es algo inexplicable, un presentimiento tan dentro de mí, tan profundo imposible de pasar por alto. No le he dicho a nadie sobre esto, es algo mío, mi pequeño secreto.
Sacudiendo la cabeza guardo la nota en el cajón de la mesita de noche con las otras, pongo la flor en el búcaro del comedor y me dispongo a terminar el trabajo. A las siete estoy agotada, no tengo ánimos ni de cocinar, por eso he decidido pasarme por el restaurante que Santiago mencionó. Me pongo un pantalón negro, una blusa sin tirantes roja con rayas negras, me hago un moño y salgo a coger un taxi.
Cuando llego estoy impresionada. El restaurante tiene un enorme portón dorado con dos puertas de cristal, dentro hay mesas de todas las formas con manteles diversos. En el fondo otras puertas dan paso a la cocina. El suelo es de madera de cedro bien pulido, las paredes son blancas- verdes y las luces tenues cuelgan en el techo. Dan una sensación hogareña y romántica. Un chico se me acerca nada más entrar.
— ¿Mesas para cuántos? — pregunta en tono amable, educado.
— Para uno por favor — le digo con una sonrisa abierta. El chico me mira sorprendido, pero me lleva a la mesa, cerca de una de las ventanas. Desde allí puedo ver el movimiento de la calle. Las luces coloridas de los carros se fusionan entre el espesor de la noche por el movimiento rápido proporcionándole a mi vista una función extraordinaria.
— Aquí tiene la carta, cuando haya decidido puede hacerme una seña — dice antes de alejarse. Me pongo a leer el menú, me decanto por arroz negro de marisco, pescado asado sobre una salsa de salmón, tostones rellenos, y una botella de vino. Para el postre pastel de chocolate con fresa. Una vez tomada la orden el camarero se retiró.
Cocinar no es una obligación para mí, al contrario, me gusta, aun así, es fantástico tener a alguien lo suficientemente bueno para hacerlo por tí y que encima te sorprenda. Al mirar a mi alrededor me percato de algo que no había notado. Todos los presentes son parejas o familias múltiples. Con razón aquel muchacho me miró raro, al parecer no suelen venir muchas personas solas.
Suspiro, mi último novio terminó conmigo cuando se mudó a la Florida hace un año. Quiso llevarme con él, me negué. No estaba dispuesta a dejar toda mi vida, mi recién abierto negocio, amigos, familia por irme a ese país en su compañía. No estaba tan enamorada como para cometer tal locura.
— Aquí tiene su orden — me dice el camarero.
— Gracias — respondo poniendo una sonrisa.
Un rato después, luego de semejante manjar y el mejor vino de mi vida pido la cuenta. Es hora de ir a casa, aunque me hubiera gustado saludar a mi... bueno... conocido supongo, pero me da vergüenza preguntar por el chef o Santiago. Si me dicen que él no trabaja aquí me sentiré decepcionada pues me impresionó mucho cuando lo conocí y no parecía ser un mentiroso. No, mejor no arriesgarse.
— No es nada señorita, todo corre por la casa — dice amablemente. Lo miro sorprendida.
— ¿Qué quieres decir?
— El dueño del restaurante me dijo que no debía cobrarle nada. Todo corre por su cuenta.
— Pero eso no puede ser — insisto — Yo no conozco al dueño. Solo vine porque alguien me había dicho que cocinaba aquí. Quería ver el lugar y como era la comida, ni siquiera sé si él me dijo la verdad. No puedo, definitivamente no puedo y no quiero aceptarlo — digo firmemente poniéndome de pie inmediatamente.
— ¿Por qué no? — dice una voz a mi espalda. Al girarme me encuentro cara a cara con Santiago. Ahora con más iluminación puedo verlo mejor. Es alto, pelo negro algo largo, labios carnosos y sensuales, piel blanca, cuerpo musculoso y esos ojos tan impresionantes bajo el foco de la lámpara transmiten una sensación tan cálida como cuando levantas la cabeza para bañar tu rostro con los primeros rayos del amanecer. Está tan bueno como imaginaba.
— ¿¡Santiago!? — digo impulsivamente, él sonríe. Esa sonrisa pícara suya salió a relucir. No puedo evitar que mi mirada se pose en sus labios durante unos minutos
— Puedes seguir con tu trabajo Pedro, yo me encargo a partir de ahora — le dice al joven sin apartar sus ojos de los míos, los cuales vuelvo a poner en los suyos.
— Claro jefe, si me necesita llámeme — Santiago asiente, el tal Pedro se va.
— ¿Jefe? — le pregunto sin entender, confundida.
— Pues sí, jefe — dice sentándose en la silla de enfrente y sirviendo el vino que había dejado en dos copas. Decido sentarme con él para tratar de entender.
— Me dijiste que eras el chef.
— Lo soy — dice dando un sorbo de vino sin alterarse lo más mínimo — pero también el dueño del local — lo miro asombrada.
— ¿Por qué no me lo dijiste?
— Porque todavía no me acostumbro a serlo — me dice encogiéndose de hombros con tranquilidad. Sigo sin entender nada, al notar mi desconcierto ante sus palabras sigue explicando — Heredé el local hace siete meses cuando el dueño, un amigo de mi padre de toda la vida, murió.
— Vaya lo siento mucho.
— Y yo — dice con una sonrisa triste — Me gradué como contable, no obstante, mi pasión siempre ha sido la cocina. Cuando Francisco, el anterior dueño, se enteró me ofreció ser su cocinero. Acepté claro y desde entonces trabajo aquí.
— Ya veo, debió de ser un gran hombre.
— Lo fue, su esposa murió mucho antes que él de un ataque al corazón. No tenían hijos y ambos me querían como uno. Para mí eran mis segundos padres. Unas personas maravillosas.
— Estoy segura de que están orgullosos de cómo llevas el lugar — le digo dando un largo sorbo a mi copa.
— Sí, lo sé. Por cierto, ¿qué haces aquí?
— No tenía ánimos de cocinar para serte sincera, así pues, decidí comprobar si eras bueno — sonrió contagiándomela a mí.
— Hummm, interesante respuesta — pronuncia en tono bajo y pausado haciéndome estremecer. Traté de disimularlo como pude — Dime ¿te gustó? — Esa pregunta puede tener varios significados dependiendo de la forma de pronunciación y su mirada me confirmó que él lo sabía.
— Veamos... — hago como si lo estuviera meditando atentamente — Sí, así es, cocinas muy bien... para ser hombre. TODO, estaba delicioso — le digo pasándome la lengua por el labio superior lentamente mientras lo miro. Veo como sus ojos siguen mis movimientos, sonrió.
— ¿Te vas ya? Podemos quedarnos y charlar un poco más — dice inclinándose hacia adelante para estar más cerca de mí. Trago saliva, se me ha secado otra vez la boca.
— Por desgracia esta agradable charla debe llegar a su fin, pues yo — le digo inclinando también mi cuerpo hacia adelante, dejando mi rostro a milímetros del suyo — voy a madrugar mañana para trabajar en mi empresa. Aunque no te preocupes, no creo que este sea nuestro último encuentro — él asiente con la cabeza.
— Me parece bien, aunque como el caballero que soy mi reina — dice recordando nuestra plática de la noche anterior y sacándonos unas risas — me complacerá invitarte a una cita adecuada.
— Me lo pensaré, pero no prometo nada.
— Hummm, eso es ser mala — acercó más su rostro al mío hasta rozar casi mis labios. El aliento se me quedó atascado, solo tendría que inclinarme un poco más y nuestros labios se unirían.
— Es que yo soy muy, muy, muy mala — digo en tono bajo, perverso, retirándome hasta quedar recta en la silla; no sin antes acariciar su mejilla muy cerca del labio con un beso fugaz.
— Bueno, no me dejas otra opción - se sienta correctamente — Te daré mi número y esperaré con el corazón impaciente y acelerado tu llamada — asiento mientras me da su teléfono.
— Bueno, te dejo volver al trabajo. No es bueno para el negocio que el jefe y chef del restaurante esté coqueteando con una cliente. Ya nos veremos por ahí Santiago— digo dándole un beso en la mejilla, este de verdad.
— Nos veremos Alanna — dice devolviéndome el beso, demorándose más de lo necesario, produciéndome un dulce cosquilleo ahí donde sus labios se posaron. Le sonrío y me dirijo a la salida.
Ya en casa vuelvo a leer la nota de esta tarde, me intriga descubrir al remitente. Escribe cosas tan románticas. Me apena un poco no saber su identidad ¿Cuál será la razón para no decirme sus sentimientos cara a cara? ¿Será feo o guapo? No lo sé y hasta que no decida mostrarse no podré estar segura de nada. Mi teléfono empieza a sonar, es mi madre.
— Hola mamá, ¿cómo estás? — le pregunto.
— Agotada, los niños con cada generación nueva son más indisciplinados y no prestan atención a las clases, me alteran — se queja, me rio. Mi madre es maestra de primaria, le encanta los niños, aunque se la pase quejándose de lo malcriados y groseros que están. Nunca entendí por qué no quiso tener más hijos, después de mí.
— Mamá no cojas lucha, ese comportamiento es normal. Son pequeños y les gusta llamar la atención haciendo mil travesuras.
— Si lo sé — dice suspirando — ¿Cuándo me darás un nieto? — me pregunta, pongo los ojos en blanco. Desde hace un tiempo tanto ella como papá me hacen la misma pregunta. Me encantan los bebés, pero además de no tener pareja, los hijos son una responsabilidad demasiado grande para mí.
— Mamá, ya te he dicho que prefiero disfrutar de mi vida al máximo antes de complicarme — le digo por enésima vez. Ella resopla sacándome una sonrisa — Además, sabes que no he encontrado todavía a esa persona que compartirá conmigo ese mágico fruto.
— Tú y tus tonterías del amor— me dice— Si sigues así te quedarás sola para siempre.
— Maaaaaamaaaaaá por favor, ya vale — la regaño — Tendré hijos cuando sea el momento y no se diga más.
— Está bien, está bien — dice dándose por vencida.
— Por cierto, he conocido a alguien muy interesante.
— ¿En serio?, ¿quién?
— Se llama Santiago y es dueño de un restaurante — le explico — Lo conocí ayer en una discoteca y me agradó mucho.
— No sabes cuánto me alegra oír eso. Desde que terminaste con aquella relación no has vuelto a tener interés por alguien.
— No ha sido nada fácil para mí, ya lo sabes. Me dolió mucho lo que me hizo y como acabó todo. No importa si ha pasado un año, las heridas siguen abiertas.
— Lo sé y te comprendo. Por eso me hace feliz oír que te interesa ese chico — me dice con la voz llena de emoción.
— Vamos, no es para tanto — le digo sonriendo — Solo intentaré ir despacio y tomarme las cosas con calma.
— Te gusta mucho ¿no? — me pregunta y no puedo evitar ponerme roja al recordar mi comportamiento de las últimas horas. — Está bien cielo, tómalo con calma.
— Eso haré te lo prometo. Además, algo me dice que Santiago es muy diferente a él.
— Tienes mucha razón — dice sorprendiéndome.
— ¿Qué quieres decir? ¿Tú ya lo conoces?
— Eh... no...no... que va hija — dice riéndose algo nerviosa. "Mmmmm qué le estará pasando" — Solo lo digo por lo que me cuentas, parece un buen chico. Es eso, de verdad.
— Si tú lo dices, y sí, eso creo.
— Ya verás, todo irá bien. Me tengo que ir cariño, besos — dice despidiéndose.
— Besos — le digo y cuelgo. Siempre he podido contar con el apoyo y los consejos de mi madre. Hablar con ella de lo que me pasa es liberador y agradable. No todos los hijos tienen una conexión tan especial con sus madres.
Tener alguien maravilloso con quien compartir mi vida e hijos siempre ha sido mi sueño. Un sueño que hace tiempo creí poder realizar, sin embargo, la realidad me golpeó demasiado fuerte. Solo espero poder tomar en esta ocasión las decisiones correctas.
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Hola a todos y feliz martes. Aquí os dejo el capítulo de esta semana.
Por lo visto Alanna tiene un amor secreto. La pregunta es, quién será?
Ya vimos un segundo encuentro entre Santiago y Alanna, son ideas mías o entre estos dos existe química?😏
Mil besos a todos, espero q les vaya gustando la historia.
Nohelia💞
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