30. Recuerdos que duelen.
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Las palabras del hombre a mi frente hacen eco en mi cabeza. No sé qué puedan tener esas armas pero lo que sé es que todos pertenecen a la FAED y si cazan dead pueden matarnos con lo que sea que tengan las armas.
La cabeza me da vueltas mientras intento recomponerme y los chicos están igual o peor que yo. El hombre sigue leyendo nuestros derechos mientras nos esposa a todos, me quedo helada analizando la situación.
La alternativa seria huir, no confío en ellos y no sé qué pueden hacer con nosotros. Pero si tengo razón y esas armas pueden matarnos... no puedo arriesgarme ni arriesgar así a mis hermanos.
—¿Qué pruebas tienen de que matamos a nuestro padre? —pregunto a un oficial el cual me mira de reojo.
—Un testigo y hallamos el cuerpo deshecho de Harold —puedo escuchar los sollozos de los chicos.
Sé que tenían una esperanza de que papá estaba vivo, pero no lo está y es mejor que se den cuenta de una vez.
—Eso no tiene ningún sentido. ¡Son unos corruptos! —grito molesta y un golpe me voltea el rostro rompiendo mi boca por lo que pruebo el sabor metálico de mi propia sangre.
—¡Maldito! —Evan se suelta de las esposas golpeando al mismo que me golpeó. Él siempre ha sido así, pierde el control cuando nos hacen daño.
En dos segundos todo se vuelve un desastre ya que Colin se libra para ayudarlo pero a ambos lo inmovilizan con una especie de descarga.
Evan cae al suelo y suelto un grito ensordecedor cuando veo que comienza a sangrar. Me arrastro hacia donde está con el miedo en mi pecho de perderlo a él también. Él no, por favor, él no.
Rompo las cadenas y todos me apuntan pero solo quiero ver a mi hermano quien agoniza con sangre en sus labios y una herida profunda en su corazón.
—Amor... —tiemblo tocando su herida, las lágrimas me nublan la vista y vuelvo a sentir aquel dolor que te deja agonizando cuando comienza a murmurar cosas.
—Se resistió al arresto y tuvimos que matarlo —avisa uno de los guardias y todos asienten por lo que pierdo todo sentido de autocontrol.
—Los mataré a todos —amenazo, me toman entre varios mientras intento alejarme pero una descarga eléctrica me deja en el suelo con el cuerpo pesado ya que no puedo moverme.
—Evan vamos cariño, despierta —susurro a su lado y su sangre me empapa el rostro.
Comienzo a sollozar en silencio, no puedo moverme, no puedo tocar a mi hermano y sobre todo no puedo salvarlo. Él está agonizando, su vida se está yendo poco a poco y ellos no hacen nada más que verlo morir.
Cierro los ojos llenándome de autocontrol, debo... tengo que salvarlo. Las palabras del abuelo hacen eco en mi mente.
—Hay una técnica que solo poseemos tú y yo. Ni siquiera tu papá sabe de esto, ¿sabes? Ya que en este mundo todos son malos y no quiero que me usen como conejillo de indias. A lo largo de los años ninguna generación ha heredado poderes de curación. Yo puedo hacerlo —escuchaba al abuelo atentamente, me gustaba cada que me decía datos importantes.
El abuelo hizo algo que no me esperé aquel día. Tomó un cuchillo de oro y se lo clavó en el corazón por lo que empezó a agonizar. Me paralicé sin saber que hacer pero pronto se recuperó mirándome con una sonrisa.
Nuestro punto débil son las cabezas y el corazón, si te apuñalan el corazón con un cuchillo de oro mueres rápidamente. ¿Por qué el abuelo no murió aquel día?
—Este será nuestro secreto, Alice. Puedo curar esas heridas graves, y tú también puedes hacerlo. Algún día lo intentarás, y lo harás bien. Confía en ti, pero no confíes en nadie. Siempre recuerda: todos son malos.
Despierto del trance alcanzando la mano de mi hermano moribundo. Duele tanto verlo así, me siento débil e impotente como la vez que mataron a papá y no pude hacer nada.
Las lágrimas no paran de rodar por mis mejillas y antes de intentar salvar a mi hermano un golpe en mi cabeza hace que una densa neblina oscura recorra mi mente.
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Abro los ojos lentamente, la cabeza me duele terriblemente y me incorporo en la cama en la que me encuentro.
Parpadeo un par de veces reparando mi entorno, la luz que se encuentra en la pequeña habitación es demasiado ya que me ciega repetidas veces.
Parece ser una recámara en donde dejan a las personas dementes. Me levanto e inmediatamente caigo en el suelo débil, aquí no hay ventanas y no tengo idea de donde estoy.
Mi mente viaja al último recuerdo que tengo y me quedo en una esquina de la habitación abrazando mis rodillas para sollozar silenciosamente.
La voz, la risa, las manos y los besos de Evan llegan a mi mente nublando cualquier paso de cordura. El grito que doy desgarra mi garganta, ¿Por qué él? Era tan buen persona... no merecía morir de esa manera.
Mi hermanito no tenía que morir. Me tomo el cabello queriendo desaparecer de la faz de la tierra, el dolor se aloja en mi pecho y siento que nunca me recuperaré de esto. Los recuerdos me duelen más que antes, y si antes sufría ahora estoy destrozada.
—Dios mío, lo siento papi, lo siento —me meso abrazando mis rodillas mientras sigo llorando sin poder parar de hacerlo—. Rompí mi promesa, no los cuidé, no protegí a mis hermanos. ¡Fui débil papá!
Me levanto caminando de un lado a otro, siento que me voy a volver loca en ese espacio tan pequeño. La garganta se me seca y las siguientes horas me la paso llorando la muerte de mi hermano.
Estoy en una especie de prisión, me dan comida pero no la toco, no me apetece comer. Lo único que me apetece es lamentarme y llorar a mi hermanito porque si alguien merecía morir era yo, él no.
Siempre fue tan bueno, nunca le hizo daño a nadie. ¿Por qué...? Dios duele tanto que no puedo parar de llorar. No él, Evan no. Él no, él no, él no. Por favor él no.
—¡Quiero verlo! —grito a la nada, queriendo borrar todo el dolor de mi pecho, queriendo ser otra persona y dejar de sufrir tanto.
Queriendo tener de vuelta a mi hermano, escuchar su voz y su risa. Me siento perdida y él no está aquí para abrazarme y tranquilizarme. No está aquí para apoyarme, para decirme lo mucho que me ama. Simplemente no está y dios, nunca pensé sentir este dolor.
Ese tipo de dolor que te deja agonizante, el tipo de dolor con el que no puedes tratar ya que ni siquiera puedes hablar. Solo quiero desaparecer... dios que deje de doler.
Que deje de afectarme, que deje de... carajo, me siento terrible.
No sé cuánto tiempo pasa, tal vez días. El estómago me pide comida y aunque puedo vivir sin comer siento como si fuese a desaparecer en cualquier momento.
La siguiente comida la como, tan solo una porción. Bebo agua y vuelvo a mi rutina de llorar. Pasa mucho tiempo y creo que caí en depresión ya que lo único que hago es llorar todo el día.
Los párpados me duelen de lo hinchados que están. ¿Cómo puede llegar a doler de esta forma? No me levanto en los siguientes días y ya me acostumbro a esto.
A llorar encerrada, a que los recuerdos me duelan y a sentirme como un maldito fracaso que no hace nada bien. Me odio a mí misma, odio ser tan débil y dejar que me quitaran otra cosa valiosa de mi vida.
¿Dónde están los demás? No tengo comunicación con el exterior y estoy segura que esto es más que ilegal.
Respiro hondo, el cabello me ha crecido mucho y siento que han pasado meses. Me he bañado con el poco de agua que dejan en un supuesto baño no tan cómodo.
Apenas me cepillo los dientes y apenas como. Todo el cuerpo me duele y sobre todo mi corazón el cual cree que no podrá salir de esta y por más que me duela esta vez le doy la razón.
Como ya dije, no sé cuánto tiempo ha pasado pero este día la puerta se abre con un hombre de traje en ella.
—Alice Cooper ¿cierto? —después de estar tanto tiempo sola me pregunto porque este hombre me vino a visitar.
—¿Quién es usted? —pregunto temblorosa ante su cercanía pero se queda a varios metros de mí.
Me siento fatal tanto física como emocionalmente. Quiero ver a papá, a mamá y a Evan, quiero abrazarlos y que hagan que este dolor tan inquebrantable desaparezca.
—¿Cómo estás?
—Terriblemente. Usted supongo que está más que bien —sonríe y algo en su sonrisa me es familiar.
—La verdad es que estoy peor que tú. Perdí a mis tres hijos y a mi esposa, pero mira tú por dónde. Me levanté y estoy vengándolos. ¿Tú no quieres eso, Alice? ¿Venganza? —entrelaza sus dedos mirándome fríamente.
Deduzco tiene al menos 50 años, o hasta más. Su cabello es negro y sus ojos son azules y a simple vista es bastante guapo. No confío en él, pero es la primera visita que tengo desde meses encerrada en este caótico lugar.
—Si me vengara seria de esta corporación. Ustedes mataron a mi hermano sin piedad y me quitaron a todos mis familiares. ¿Dónde están, señor? —una sonrisa divertida se forma en sus labios y quisiera quitársela de un golpe.
—Están encarcelados a parte. Y sí, pero podrías vengarte de la persona que mató a tu padre.
—¿Sabe? Se está contradiciendo. ¿No que éramos nosotros que lo habíamos matado? —una carcajada sonora deja sus labios.
—Eres fuerte, Alice Cooper. A pesar de estar dolida tu tenacidad no te abandona. Y si, los traje aquí con esa mentira porque los necesito y de otra forma no iban a venir.
—¡Mataron a mi hermano! No me jodas porque en cuanto recupere fuerzas a ti seré el primero que mataré —su expresión se endurece.
—Pensándolo bien, haré que te unas a mí de otra forma —se levanta acomodando su traje—. Te ves terrible, llevas cuatro meses ahí llorando como una inútil, pero eso pronto acabará. Quieras o no estarás de mi lado, así que prepárate.
Lo miro mal, lo odio como a todos, pero olvidé hacerle la pregunta más grande, así que hablo antes de que salga.
—Oiga, ¿quién es usted? —se voltea viéndome con una expresión tan fría que me recuerda a...
—Alan Zöller —me quedo de piedra ante sus palabras y él sale sin más.
¿Es el tío de Aden? Dios mío, ¿en qué problema me he metido?
La rutina persiste, pero esta vez como más y empiezo a dejar mi lamentable estado. Para evitar tener crisis nerviosas medito, hago ejercicio en mi tiempo libre y entreno mi mente encerrando más recuerdos.
Algo me dice que intentará hacer de todo para que me una a él. Y si me deducción es correcta todos los que forman parte de la FAED no tienen recuerdos de su pasado antes de estar aquí.
Sé lo que debo hacer, si ellos se creen más listos solo hay que jugar su juego y ganarle en el mismo ¿no? Así que eso haré.
El recuerdo de mi hermano sigue presente y cada que pasa por mi mente lloro, lo que pasa al menos siete veces al día.
Días pasan, siento que son meses y la misma puerta vuelve a abrirse pero esta vez no es Alan, sino dos hombres armados.
Me toman del brazo llevándome a un lugar y no forcejeo porque estoy más que débil para luchar contra toda una corporación.
Me arrastran por un pasillo solitario y varias puertas como la de la habitación donde estaba se abren paso. Así que si es una cárcel.
Subimos una escalera, me arrastran por varios pasillos los cuales memorizo y pronto abren una puerta y me dejan en una habitación donde hay libros, un escritorio y dos sillas.
La puerta vuelve a abrirse y una mujer con lentes me recibe con una sonrisa la cual ignoro. Se sienta en una de las sillas y me indica que me siente en la otra y lo hago dudosa y temblorosa.
—Esta es una sesión psicológica. Según tengo entendido caíste en depresión durante 6 meses, aún lloras —trago saliva al sentir mi garganta seca y al recordar a mi hermano los ojos se me colocan llorosos.
—Sí, la FAED mató a mi hermano antes de traerme hacia aquí. Pero también sufrí la muerte de papá antes y el engaño del hombre al que amaba —o amo aún.
—¿Tus recuerdos duelen, Alice? —pregunta suavemente y asiento.
—Bastante.
—¿Sabes de una forma para que dejen de doler? —ya entiendo por dónde va esto.
—No.
—Olvidando linda. Borrando tus recuerdos ya no tendrías que sufrir nunca más —la tentación me hace sostener su mirada, eso quiero, no sufrir nunca más.
—¿Usted podría hacer eso? —pregunto dudosa y ella sonríe y asiente.
—Podría hablar con alguien para que lo haga. Así todo dejará de doler, eso es lo que quieres, ¿cierto, Alice? —asiento con lágrimas en los ojos.
Observo la ventana en esta oficina, se puede ver una calle. Es mi oportunidad... pero seguirá doliendo ¿cierto?
No sé qué hacer. Pero me levanto yendo hacia la misma e inmovilizo a la mujer cuando intenta alejarme de la ventana. Todo se ve tan real allá fuera, pero sé que también será real el dolor que no abandona mi pecho.
Cierro los ojos fuertemente, la puerta es derrumbada de pronto pero nadie se acerca. Escucho unos pasos conocidos, se de quien se trata por lo que no volteo.
—¿Qué haces ahí, Alice? —acaricia con su lengua mi nombre, tal como Aden.
Su recuerdo me duele y el pecho se me comprime en cuanto las lágrimas nublan mi vista.
—Estoy viendo la realidad a la que no quiero volver —admito en un susurro.
—¿Por qué no quieres volver? —siento como todos nos dejan a solas y enfrento sus ojos claros.
—Porque duele. Aquí —señalo mi corazón y él da pasos lentos hacia mi posición.
Su mano roza mi rostro y deja un mechón suelto detrás de mi oreja.
—Yo puedo hacer que deje de doler, querida Alice.
—Pero tiene que prometerme algo antes de hacerlo —me mira expectativo.
—¿Qué?
—Debe liberar a Colin. Solo a él —frunce las cejas y luego toma aire alejándose de mí.
—¿Y te unirás a mí? —voltea a verme con expresión fría.
—Sé que todos aquí no tienen recuerdos de su vida pasada. Así que en cuanto borre mi memoria me uniré a usted y le serviré de por vida.
—¿Incluso si tienes que matar a alguien preciado para ti? —la mera mención me hace tragar saliva.
—No recordaré nada, así que no dolerá. Y eso es lo que quiero señor Alan, que deje de doler de una vez por todas —sonríe pasándose la mano por la cara.
—Entonces borraré tu memoria... —pongo una mano al frente.
—Primero librará a mi hermano, y no borrará sus recuerdos —suelta un bufido y asiente extendiéndome su mano.
La tomo y caminamos por algunos pasillos nuevamente. Las manos me tiemblan, no lo he visto en meses y aunque sea a través de un espejo lo veré.
Abre una puerta y allí detrás de esa ventana esta Colin. El cabello negro le cae en todos los lados de la cara y tiene los ojos rojos de tanto llorar.
La vista se me nubla y toco la ventana queriendo tocarlo a él y recordarle cuanto lo amo.
La puerta se abre de pronto y lo desmayan. Lo sigo junto a Alan y veo como lo llevan en un auto lejos de Forks que supongo es donde estamos.
—Ya cumplí. Tu turno —asiento ante la petición de Alan.
Esto es lo mejor así que respiro hondo cuando me llevan a otra habitación dejándome un buen rato allí hasta que una persona a quien no conozco entra.
Vuelvo a respirar hondo, ya dejará de doler. Todo dejará de doler y es lo mejor para mí. Tal vez los lindos recuerdos desaparezcan pero los dolorosos también lo harán.
Sé que estoy tomando un camino de débiles, pero soy débil y necesito que deje de doler sea como sea. La mujer ubica sus manos a ambos lados de su cabeza y lo último que veo es negrura extendiéndose por toda mi mente.
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Abro los ojos reparando el entorno en donde estoy. Es una linda habitación donde la pequeña luz solar entra por las ventanas.
Me incorporo en la cama donde estoy. La cabeza me duele un poco o más bien mucho. Me toco la misma y me quedo en blanco cuando no recuerdo nada.
¿Cuál era mi nombre? Intento indagar en mi mente pero nada. No hay nada en ella. Pronto un hombre de traje entra con una sonrisa, algo en él me es familiar.
—Despertaste, Alice —¿ese es mi nombre? No recuerdo.
Lo miro de pies a cabeza algo confusa. Una chica pelirroja entra con una bandeja de comida, la deja en la mesilla junto a la cama y se retira dejándome nuevamente a solas con el hombre.
—¿Ese es mi nombre? Disculpe, es que no recuerdo nada —asiente desde su posición sin acercarse mucho a mí y lo agradezco.
—Si. Alice Cooper es tu nombre. Tienes 17 años y justo en un mes cumples la mayoría de edad. Perdiste tu memoria en una misión, trabajas para la FAED la cual es una corporación que persigue a personas malas, pero luego te contaré más.
—¿Y estaba cómoda en la corporación? ¿Desde cuándo? ¿Qué es la FAED? —le pregunto algo curiosa.
—Un año más o menos. Y si, de hecho eres una capitana bastante importante y todos te tienen respeto —sonrío, no sé porque me gusta el hecho de ser importante y tener respeto.
—¿Y pronto puedo volver a mi trabajo?
—Primero tienes que entrenarte y fortalecerte, ya que pues perdiste tus conocimientos básicos —asiento algo entusiasmada.
Desayuno mientras el señor de nombre Alan comienza a ponerme el día con todas las cosas que he hecho y cada vez me siento más feliz y orgullosa. Si, tal vez haya perdido la memoria, pero algo me hace confiar en él.
Mi corazón se siente feliz con todas las cosas que me dice y repito la información que me da como mantra para no volverla a olvidar.
Mi nombre es Alice Cooper, tengo 17 años y justo en un mes cumpliré la mayoría de edad. Tengo un año trabajando para la corporación que caza a dead malvados. Mis padres fueron asesinados por ellos y por eso tomo venganza acabando con toda su existencia. Estoy soltera, no tengo hermanos ni ningún familiar cercano ya que era hija única.
Soy una capitana experimentada y sobre todo respetada. Sé hacer muy bien mi trabajo y soy una de las más fuertes en la corporación.
Mi deber: matar a todos los dead.
En especial a uno que el señor Alan quiere acabar. Su nombre es Colin Cooper, su madre está encarcelada aquí en la corporación pero no me dejan verla. Aunque no es como si me importe.
Según, Colin fingió su muerte y tiene a secuaces los cuales yo debo atrapar.
Sí, me vengaré de todos. Este es mi deber y mi nombre es Alice Cooper. Una hunter C profesional.
Fin...
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