2. El pequeño juego.
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Corremos por nuestra puta vida mientras los gritos de mamá se escuchan en la puerta de la casa.
Nos subimos al auto, todos con las respiraciones aceleradas y con el corazón latiendo fuerte de miedo.
—¿Ahora qué? —le pregunto a mi hermano mayor y él me ve por el retrovisor.
—Yo quiero decir… —empieza Evan e inmediatamente giro los ojos porque ya sé lo que tiene que decir— el regaño de ahora es el mismo del de las cinco de la madrugada. ¿Alguien conmigo? —voltea intentando chocar sus cincos conmigo pero le dedico una mirada que lo hace hacer una mueca.
—Bien, iremos —dice Colin mientras conduce haciéndome soltar una risa de ironía.
—¡Pues obvio que vamos! —me molesto porque nada vamos a hacer regresando—. Es…
—Sentido común —responden los tres al mismo tiempo por mí.
De todas las veces que me había escapado nunca lo había hecho con Colin o Evan, y como que tienen la mala suerte porque tampoco me habían descubierto. Suelto un suspiro mirando mis uñas perfectas, como me gusta tenerlas.
Colin estaciona en una casa de dos plantas que queda a varios minutos de casa.
Todos nos bajamos de su auto, la música electrónica hace eco por toda la calle del lugar enviando esas descargas a mi cerebro que me hacen pensar: no debí venir.
—¡Vamos! —anima Evan tomando mi mano, yo tomo la de Gi y ella la de Colin por lo que los cuatro entramos con las manos entrelazadas.
En cuanto la puerta se abre el sonido se intensifica así como el calor en el lugar a pesar de ser una fría noche. Gi suelta mi mano y tan pronto como volteo no la encuentro.
No siento la mano de mi hermano y cuando volteo tampoco lo veo. ¡Idiotas que no me quieren en lo absoluto! Siempre las hormonas controlando su cuerpo. Me siento tan usada.
Como se podrán dar cuenta no soy la persona más paciente del mundo.
Camino arrastrando mis pasos, la música me da jaqueca y el lugar está lleno de personas que en mi vida había visto. Y yo he asistido a muchas fiestas por supuesto, porque bueno… tampoco es sano quedarse en casa toda una vida.
Tal vez virgen, pero jamás aburrida. Tomo un vaso de un supuesto vodka, doy un sorbo y el caliente líquido se desliza por mi garganta quemando mi vacío estómago.
Olvidé comer, por lo que el mismo me comienza a rugir. Abro el refrigerador de la cocina de esta casa que no tengo idea de quién es y tomo un pequeño cupcake metiéndolo en mi boca.
En cuanto volteo impacto con un cuerpo masculino. No me sorprende porque siempre me pasa así que solo volteo encontrándome con Arthur, mi único amigo en todo el pueblo.
—Diosa de la muerte —saluda formalmente.
—Dios de la vida —me estrecha contra su cuerpo con una sonrisa y pronto me suelta.
Arthur tiene el cabello negro y los ojos azules. Es muy atractivo… es tan atractivo que me imagino haciendo cosas con él sin importarme.
Pero solo somos amigos, a él le gusta más el papel de mujeriego, como ahora que en cuanto una mujer pasa le guiña el ojo sonriéndole.
—Dlm —me dice en un susurro y eso es más que claro.
Le hago una reverencia dejándolo ir y me bebo otro sorbo comiéndome el cupcake que solo aumenta mis ganas de comer.
La gente baila, se besan y hablan alrededor. Las supuesta personas con las que vine —porque son unos monstruos— no aparecen por ningún lado. No los culpo, si yo tuviera a alguien con quien quitarme los malos ratos a sexo lo hiciera.
No puedo creer lo que estoy pensando.
Me termino el vaso dejándolo en la cocina y busco las escaleras para tomar algo de aire. Ya no soporto el asfixiante olor a personas, y sí, soy antipersonas también.
Subo las escaleras rápidamente intentando encontrar la alcoba pero solo se abre paso un pasillo con muchas puertas, supongo habitaciones las que imagino usan para tener sexo. Supongo también que mi mejor amiga (no digna de ese titulo ahora mismo), debe estar en una de las habitaciones teniendo orgasmos con el amor de su vida.
Su relación es tan caótica que no la entiendo. Mis hermanos son iguales a mí (en apariencia), porque todos somos distintos a nuestra manera. Aunque la única que posee los ojos raros soy yo.
Yo soy la insoportable, todo me molesta, nunca estoy de buen humor, me encierro en mi habitación para leer o escuchar música cuando me siento feliz, triste, desanimada, etc. Soy una amargada virgen sin vida social, mi única amistad consiste en Arthur y Gi. Porque aunque tengo a mis hermanos, Gigi y Arthur merecen un premio Nobel a la paciencia, nadie me soporta como ellos.
Evan es el extrovertido. Nunca he visto a alguien como él, incluso en sus momentos más tristes tiene una sonrisa, su tristeza se refleja en los demás, ya que en cuanto ve a alguien llorando, también lo hace. Igualmente con la felicidad, es un ser muy extraño, pero es mi querido hermano.
Colin es un poco parecido a mí en lo insoportable. Es muy fácil de molestar y por eso imagino le gusta molestar a los demás. Es serio y divertido al mismo tiempo, y por eso nos llevamos de lo peor, sobre todo cuando me enteré de lo que pasó con Gi.
Lo sentí muy feo, es extraño porque siento que se roba la atención de mi mejor amiga y no me gusta, porque ella siempre ha estado para mi y no quiero que las cosas entre nosotras cambien.
Algo en lo que nos parecemos los chicos y yo es en nuestro sentido de pertenencia. Los tres somos muy posesivos, ignorando el hecho de que apenas tocan algo de nosotros y estallamos. Así sea entre nosotros mismos.
Por eso mamá creó las reglas, diez reglas que mantiene la paz en la casa. Cuando estamos afuera si nos golpeamos.
Abro la puerta de una habitación sumergida en mis pensamientos. De todas es la única que no está cerrada con llave así que entro apresuradamente respirando mejor dentro.
—Creo que me intoxicaron con su presencia.
Murmuro una vez dentro. Cierro los ojos bostezando, al final sí fue una mala idea venir. Solo pensé en buscar al hombre y saber su nombre y de dónde carajos viene, así que… ¿qué se supone que haga?
Me quito mis lentes dejándolos en la mesilla de noche. No se de quién es la casa o la habitación, solo sé que estoy agotada de tanto estar en presencia de… humanos. Nótese el sarcasmo.
Me hago una cola de caballo, la habitación está a oscuras completamente y por la dificultad en mi vista ya que no veo de noche sin lentes cierro el pestillo a tientas.
Tal vez haya sido una mala idea quitarme los lentes antes de acostarme. Camino hasta la cama, se ve borroso pero puedo ver justo donde está.
Me acuesto en la misma cerrando los ojos.
—Día de mierda —murmuro volteándome y estiro mi brazo impactando con un cuerpo.
Abro mis ojos sin éxito porque por supuesto no veo una mierda.
—¿Hola? —murmuro moviéndome y el al parecer hombre gruñe haciéndome levantar a buscar mis lentes.
—¿A dónde vas?
Pregunta una voz ronca conocida y me coloco los lentes detallando a Arthur en la cama de brazos abiertos.
—¿Qué carajos haces aquí? ¿No estabas coqueteando?
—¿Diosa de la muerte? —pregunta levantándose y yo enciendo la luz dándole una mirada de desaprobación.
—Diría que me diste un buen susto. Pero la verdad es que he pasado por peores — él suelta una risa volviendo a la cama y me hace recordar nuevamente lo sexy que en verdad es.
—¿Ibas a dormir? Puedes hacerlo conmigo si quieres, prometo no tocarte ni un pelo.
—Ajá.
—¿Te había dicho que tus ojos son hermosos? —suelto una risa apagando la luz y acostándome a su lado.
—Oye Arthur… —murmuro sin verlo y siento su respiración lenta y pausada.
—¿Si, Dlm? —sonrío ante su abreviatura de diosa de la muerte.
Cuando lo conocí me llamó así ya que dijo que usaba solo ropa negra. Dijo que parecía a un dios de la muerte que había visto en un anime, desde ahí comenzamos con los tontos apodos, pero me gusta más decir su nombre. Solo somos amigos, nada de tensión sexual, pero tampoco nada tan grande como para contarle todo sobre mi vida.
—¿Crees que alguna vez pueda arrepentirme de las cosas que he hecho? —pregunto en un susurro y lo escucho tomar aire.
—No —responde sincero y volteo a verlo—. No eres ese tipo de persona Alice —pronuncia mi nombre con dulzura y yo asiento.
—¿Recuerdas el día en que nos conocimos? Era mi primer día en la escuela —sus ojos se posan en mí, su aliento huele a menta y vodka—. Unas chicas me molestaron por los lentes y todo eso. Lo hicieron por tres días seguidos, te había dicho que a veces no controlo mis impulsos y pues…
—Rompiste su brazo, lo sé —sonrío volteando a ver el techo.
Lo sabe y no se ha alejado de mí. La única que sabe las cosas feas que he podido llegar a hacer y no sale corriendo lejos de mí es Gi. Aunque hace un momento huyó de mi para irse a follar.
—¿Por qué nunca preguntaste?
—Porque quería que me lo dijeras tú misma. Además, lamento decirlo pero se merecía ese brazo roto —suelto una risa. Con él es natural hablar sobre todo, pero no puedo contarle el verdadero “todo”.
—Deberías volver a la fiesta. No dormiré contigo Arthur —suelta una risa levantándose y yo sonrío viéndolo mientras se va.
Con su altura de 1.90 casi traspasa el techo, nótese el sarcasmo. Me saluda con la mano y desaparece por la puerta.
¿Dónde estás chico de ojos grises azulados? ¿Por qué no me buscas tú?
No sé ni porqué esos pensamientos llegan a mi cabeza, pero solo pienso. Cierro los ojos queriendo distraerme un poco, y al final termino durmiéndome.
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Una voz susurra mi nombre y siento todo más bien como un sueño.
—Alice —se escucha lejano y lidio con mi sueño para abrir los ojos pero mi intento es fallo—. ¡Alice!
En cuanto abro los ojos una figura masculina se cierne sobre mí. De hecho veo más siluetas, así que me siento en la cama y tomo mis lentes al no ver nada.
Evan está frente a mí con dos hombres junto a él. Me siento algo ofendida de que los traiga hacia la habitación, pero lo ignoro reaccionando un poco después.
—¿Estás bien? —me pregunta en el tono preocupado y sobreprotector de siempre y asiento tocando mi cabeza.
—¿Qué hora es? —pregunto sin detenerme a ver a los chicos y él hace una mueca.
—Las dos —abro los ojos como platos levantándome.
—¿Y los chicos? —camino hasta la puerta colocándome las botas que me había quitado para dormir mejor.
Estaban junto a la misma. Siento las miradas sobre mí y en cuanto me doy cuenta todos están viéndome.
—Tenemos que irnos. Bueno, yo me voy puedes quedarte, de todos modos ya el castigo es el mismo —Evan asiente y yo paso todas las miradas dirigiéndome a la salida, pero una voz hace eco en la habitación haciéndome detener en el marco de la puerta.
—¿Por qué tanta prisa? —es lo único que pronuncia.
—Eh, ¿porque me da la gana? —volteo a ver a quien quiera que me haya dicho eso, las miradas de los chicos están distraídas.
—Aburrida —un joven con una sudadera negra, botas y jeans se acerca hacia mi.
Lleva un gorro de lana blanco, pero aún así distingo esos ojos de aquí al infinito. Ojos grises azulados me ve con la primera expresión que le veo en el rostro y es: diversión.
—¿Qué te divierte tanto? —pregunto con disgusto y él ni se molesta en mirarme sacando su teléfono.
—Deberíamos irnos —murmuran los chicos saliendo de la habitación dejándome con mi hermano que nunca me dejaría sola.
El cabello castaño oscuro le cae a los lados de la cara y en la frente mientras el gorro oculta una parte del mismo.
—Te hice una pregunta.
—Y yo te ignoré —saca un cigarrillo del bolsillo de su capucha y lo enciende mientras mete su teléfono en el bolsillo de su jean.
—No me causa gracia —es la primera persona que logra molestarme tanto.
—A mí sí —responde con una sonrisa torcida soltando el humo blanco de su cigarrillo.
—Me voy…
—Juguemos —propone haciendo el ambiente más tenso de la que ya era.
Porque si antes me caía mal ahora lo odio.
—¿Por qué jugaría contigo?
—¿Por qué no?
—Okey, creo que deberían parar —interviene Evan pero ninguno de los le prestamos atención.
Yo me dedico a matarlo con la mirada mientras él no me ve ni un segundo enfocándose más en su cigarrillo que en mí.
—Un juego común y divertido, eres libre de irte, Alice —suelta su cigarrillo sonriendo con mucha diversión para luego pasarme por el lado haciéndome inhalar la dulce fragancia de su perfume, tan fuerte que llega hasta a mí.
—¿Cuál es tu nombre? —pregunto muerta de la curiosidad y él se detiene.
—Si juegas te lo digo, sino asumiré que eres una cobarde que se refugia en ese papel de amargada. Decide, Alicia —me hace fruncir el ceño volteando a verlo, pero cuando me doy cuenta ya está escaleras abajo.
—¿Qué carajos fue todo esto? —pregunta Evan y yo giro los ojos.
—¿Por qué no le preguntas a tu amigo?
—¿Amigo? No tengo idea de quién es, nunca lo había visto —abro los ojos como platos—. Ni sé cómo entró en la habitación, pero juro que nunca lo había visto antes.
Algo en él no me cuadra, es como un fucking fantasma que aparece de pronto. Pero, ¿por qué se aparece ante mí?
Bajo los escalones dudosa de entrar en su juego. Pero yo nunca dudo y eso hace que mi mente colapse más imaginando posibles escenarios como siempre.
Desde pequeña me enseñaron a ser cautelosa. Y aprendí a serlo muy bien, por ello mis sentidos están alerta mientras camino a paso firme detrás del alto hombre que no tengo ni idea de quién es. Ni su nombre, ni su familia, ni siquiera sé en qué año podría estar.
Es todo un misterio y eso parece no importarle.
Cuando me doy cuenta ocho personas incluyéndome a mí y a él estamos en un círculo en la sala de la casa.
La música sigue pero sorprendentemente todas las personas salen de la casa sin decir una sola palabra.
Solo quedamos los ocho del lugar, Ojos grises azulados, Gigi, Evan, Colin, Arthur, dos mujeres más que no se quiénes son y mi persona, haciendo el ambiente más íntimo.
Nos hace sentarnos y así lo hacemos con una distancia prudente entre cada uno.
Ojos grises comienza a ubicar cartas a nuestro frente, tragos de vodka están a nuestro lado, es decir, una persona, un trago y así todos los sitios están
distribuidos.
Comprendo lo que quiere hacer en dos segundos mientras las otras personas no entienden nada.
Una botella vacía queda en el medio lista para ser girada y otra llena de vodka está ubicada al lado de los ojos grises azulados.
A mi lado están Arthur y Evan. El chico queda a mi frente mientras yo alzo una ceja viendo todo el espectáculo.
—Ahora es donde explicas el juego —reclama una de las chicas, la mirada fría que les dedica sirve para callarlas en cuestión de segundos.
—Es fácil —intervengo yo haciendo que por primera vez desde que lo vi me sostenga su mirada helada por más de dos segundos—. Giras la botella, si cae en las copas bebes, si cae en las cartas miras el contenido —alza una ceja casi sorprendido y asiente quitando su vista de mí la cual hizo a mi piel erizarse.
Es solo una mirada Alice, no te va a quitar la virginidad con algo tan trivial como eso.
—En las cartas hay retos que no pueden, o bueno, no quiero que vean —explica fríamente—. Si cae en los tragos a su lado derecho, beben, si cae en la carta hacen el reto, y no son retos fáciles de cumplir. No es como jugar a la botella con besos, solo es válido si el pico de la botella apunta hacia uno de nosotros, solo el pico. Todos son libres de girarla.
—¿Y si nos rehusamos a los retos? —pregunta mi amiga y él sonríe para si.
—Quien se niegue a hacer un reto tiene que dejar 50$.
—Adivino, los ganas tú —niega con la cabeza ante mi afirmación. ¿Me equivoqué en una afirmación?
—Dependiendo de los retos se quedan ahí en el medio, si el próximo reto trata de besar a alguien y esa persona se niega, quien no es besado recibe el dinero. Hay muchos retos así.
—Eso quiere decir que hay nombres en específico —asiente.
—Bien, empecemos —dice Evan entusiasmado y cuanto lo odio en este momento.
Mi mirada se detiene en el hombre que tiene a dos mujeres a su lado y actúa como si nada.
Su reacción fría me deja curiosa. ¿Qué hay detrás de esa máscara?
Olvidé mencionar que también soy muy curiosa y siempre me entero de los secretos. Bueno, chismosa sería la palabra, pero… ¿quién no vive por el chisme?
La botella da vueltas mientras mi mirada pasa de ojos grises azulados a la misma que se detiene entre las cartas de Arthur.
Todas están boca abajo y no las podemos ver, así que no sabemos qué clase de retos pueda haber. Arthur toma una carta entre sus manos.
—Besa a Alejandra —lee en voz alta.
Mi corazón se detuvo por un momento, la chica del nombre se arrastra hacia Arthur y se dan un beso que los deja a ambos con los labios rojos.
Tomo un suspiro ante la intensidad del momento y me siento incómoda sintiendo unos ojos en mí. Cuando alzo la mirada, es él quien tiene su mirada en mí y no la aparta en ningún momento.
Aquí comienza nuestra pelea de miradas, y él va ganando porque no puedo con lo rojo que se deben haber puesto mis mejillas.
Aparto la cara avergonzada ya que en un reto de miradas nadie debería ganarme. ¿Por qué me mira así? ¿Qué diablos pasa con ese tipo?
Se quita el gorro de lana mientras la botella vuelve a girar y girar cayendo en tragos, en cartas y así va pasando más la madrugada.
El cabello le cae desordenado por todo el rostro y no parece incomodarle porque lo deja como si nada. Las facciones de su cara son remarcadas, es demasiado guapo y luce demasiado sexy con esa sudadera.
¿En qué carajos estoy pensando? Me regaño mentalmente obligándome a apartar la cara, pero la forma en como suelta suspiros, se pasa la mano por el pelo y relame sus labios cuando va a responder una pregunta amargamente es simplemente encantador.
Las dos chicas lo ven con aires de lujuria y el calor vuelve a encender mis mejillas cuando posa su mirada en mí. Sus labios se mueven haciendo una oración sin hablar.
—Estás roja de tanto verme —las mejillas me arden aún más queriendo huir pero justo en ese momento la botella cae en mis cartas.
Parpadeo un par de veces y todas las miradas quedan en mí. Menos la de él que al parecer ya no quiere verme.
Mis mejillas siguen ardiendo y me siento muy expuesta. ¿Por qué dijo eso? ¿Quién diablos es él? Ay Dios, me estoy fundiendo el cerebro con tantas preguntas que solo puede responder él.
Me quedo viendo la botella, sigue en mi dirección. Suelto un suspiro y tomo la primera carta. Desde todo el turno no me había caído ni en cartas ni en bebidas, así que estaba a salvo.
¿Todo para saber su nombre? ¿Y quién se cree él? Bueno, tal vez sabe de mi enorme problema llamado “curiosidad” y quiere aprovecharse.
Volteo la carta asumiendo el reto que dice “Toma un trago y quítate una prenda”.
Miro a ojos grises azulados quien ni me repara viendo hacia otro lado, dándome una vista de su precioso perfil. La nariz perfilada y las facciones remarcadas me dejan sin palabras, sin aliento y casi en colapso.
Unos tatuajes salen de su cuello, pero no se nota mucho. Todos tienen su atención en mí así que lo leo en voz alta.
—Toma un trago y quítate una prenda, ¿eso se vale? —no me mira, solo asiente perdido en sus pensamientos.
Suspiro, solo tengo un vestido, medias y botas, no me puedo quitar el vestido porque sería dar rienda suelta a lo que sea que es esto. Me quito las botas y luego mis medias favoritas haciendo un puchero involuntario al sentir el frio de la noche en mis expuestas piernas.
Siento unos ojos en cuanto deslizo la tela por mis piernas y mis mejillas se encienden al darme cuenta de quién es. ¿Qué me pasa? ¿Por qué reacciono como una boba en cuanto su mirada descansa sobre mí?
Me quito completamente las medias y me tomo el enorme trago de vodka que está a mi lado. La gente ya comienza a emborracharse y yo a molestarme. Siento sus ojos sobre mí pero no me atrevo a mirarlo, no puedo.
No porque tenga miedo, no puedo porque voy a volver a pasar vergüenza sonrojándome como estúpida y lo menos que quiero es una sonrisa de suficiencia por parte de él. Ni siquiera lo conozco, no sé nada de él y sigo como una tonta.
Los retos se intensifican, mi turno llega y tengo que darle un beso a mi mejor amiga, pero nos da igual ya que lo habíamos hecho antes probando nuestras sexualidades. Nuevamente siento ojos sobre mí y sé que es él, o en el fondo quiero que lo sea.
¿Pero qué digo? Ni siquiera me sé su nombre. Gruño para mí en frustración, más besos, más ropas al aire, más tragos y ya la mayoría están cachondos, borrachos y desnudos.
Por una vez cae en el turno de esos malditos ojos grises azulados y le toca quitarse la sudadera descubriendo su torso desnudo lo cual me deja literalmente sin saliva.
¿Cómo puede estar tan bueno? Cómo diría Raquel “¿Por qué está tan bueno? ¿Por qué?”.
Cierro los ojos buscando algo de distracción, pero al ver sus músculos contraerse me olvido de todo mirándolo con descaro.
Mis ojos viajan por el tatuaje que tiene en uno de sus pectorales, son unas letras en algún idioma, pero no reconozco bien ya que cuando sus ojos se posan en mí aparto la cara como la cobarde que he sido estas últimas horas.
El juego prosigue y por segunda vez vuelve a caer en sus cartas. Ya se ha tomado dos bebidas, la música sigue y el ambiente se siente bien, agradable a pesar de que las dos chicas que están con nosotros no me caigan nada bien.
Saca una carta, el reto se tiene que leer en voz alta o algo así habían aclarado, es que me he olvidado de todo viéndolo.
Tiene un tatuaje en todo su brazo derecho hasta llegar en la mano. Reconozco las letras de un tatuaje en sus nudillos. “Dead”, trago saliva y su voz interrumpe mis pensamientos.
—Besa a la chica más linda del círculo —su voz ronca acaricia mis oídos y él detiene su mirada justo en mí.
Se levanta tomándose un trago de la botella y camina de rodillas hacia mi posición haciéndome retroceder un poco.
Se detiene a mi frente y trago saliva ignorando todo lo que me causa su mera presencia. Su aroma, el mismo de hace rato, delicioso y varonil avasalla mis fosas nasales y siento mi respiración descontrolarse.
Ni siquiera me ha tocado y me siento tan extraña ya que mi corazón late tan rápido que puedo escucharlo fuertemente atormentando mi oído.
—Hm sí, eres la más linda —murmura viendo mis labios, moja los suyos y vuelve a ver mis ojos haciendo a mi vientre arder con lindas sensaciones.
Su aliento se funde con el mío, huele a vodka y menta, nada de cigarrillo lo que es extraño porque solo ha fumado desde que lo “conozco”.
Se acerca lentamente, los chicos se quedaron en completo silencio, vuelvo a sentir mi corazón acelerado, mi respiración igual, las mejillas me arden hasta mas no poder, no puedo con el estúpido hormigueo de mi vientre y los pulmones me fallan completamente ya que no puedo ni siquiera respirar bien y es porque… ¡nunca he besado a ningún hombre!
—Sí —repite cerca de mis labios mientras yo solo me concentro en el gris intenso de sus ojos— pero no quiero besarte —le doy una mirada incrédula y él vuelve a su puesto dejándome como una idiota con la boca abierta.
Me lanza los 50$ haciéndome molestar mucho más. Las personas están en el mismo estado que yo excepto por las chicas que se ríen en silencio, y juro que ahora solo quiero matarlo… y hablo en serio.
Me levanto indignada, la sonrisa que pensé que tendría no está en su rostro. De hecho solo se fuma otro cigarrillo bebiéndose una copa sin siquiera verme.
—Creo que el juego ya terminó —digo recogiendo mis medias.
—Hm, ¿por qué, Alice? —su lengua acaricia mi nombre sin afán y solo me dedico a darle una de mis típicas miradas frías.
No se mueve ni un pelo ni lo intimida.
—Es tarde y tengo que irme —se levanta quedando muchos centímetros más alto que yo, pero no le bajo la mirada.
—¿Tienes miedo de que te vuelvan a rechazar, miedosa? —me reta con la mirada.
—¿Miedo? ¿De qué?
—Olvídalo, yo no hablo con miedosas —se da la vuelta caminando en dirección a la salida y no sé porqué pero lo sigo tomando su brazo del que se zafa fácilmente.
—Prometiste decirme tu nombre —digo con la respiración pesada y la mirada en sus fríos ojos.
—Oh sí, mentí.
Y así vuelve a dejarme como una tonta ojos grises azulados. Lo miro caminar y ni me molesto en seguirlo, porque voy a averiguar todo lo que hay detrás de él. Sin dudas, eso haré.
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