10. Hogar de Aden.
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Aden.
Llego a la casa empapado y dejo las llaves sobre la encimera quitándome el traje mojado por culpa de la rara.
—¿Dónde estabas? —pregunta el tío Alfred bajando de las escaleras.
—En el funeral.
—¿Y por qué estás mojado?
—¿Porque está lloviendo? —espeto con sarcasmo.
—Si, pero llevaste un paraguas.
—Se lo di a Alice, se estaba mojando y bueno, como ves, tu sobrino es un gran caballero.
—Aja, como digas.
—Corrí por el bosque y… —intento informar pero me callo en cuanto Tadeo entra en el lugar.
—¿Por qué callas, hermanito? —regaña y yo suelto un suspiro.
—No empieces, no seas tan fastidioso.
—¿Por qué me hablas así? —lo tomo del cuello de la camisa.
—¿En serio, Tadeo? Estás matando como si nada —le quito el lente que tiene en su ojo derecho descubriendo la oscuridad del mismo.
—¿Y? ¿No es lo que somos? ¿Cascarones vacíos? —lo suelto sin ganas de seguir discutiendo con él.
—Olvídalo, no pienso discutir contigo. Y no interfieras en mis planes —volteo a verlo con la ira surgiendo en mi sistema—. Si lo haces, te mataré.
Vuelvo a mi habitación tomando aire. Me termino de quitar el traje y me coloco una camiseta gris y un pantalón de pijama negro después de darme una ducha.
Me siento en la misma posición de siempre y me meto un boli a la boca, a los minutos la puerta suena y mi tío Alfred entra en ella con una sonrisa de boca cerrada.
—¿Estás bien? —pregunta dándome un té y asiento.
—Iba a decirte que camino hacia acá, me siguieron.
—¿"Dead"?
—Cooper 's'.
—¿Los mataste?
—No. ¿De qué serviría eso? No puedo usar lentes de contacto y fingir que todo está bien. No soy Tadeo y mi objetivo es otro, tío.
—Te dejaré solo un momento —sale sin más y suelto otro suspiro.
Tiro el escritorio molesto, porque odio estar mal con él y que me arruinen los planes.
Al momento el teléfono me vibra con un mensaje.
Número: desconocido.
Está con Alex.
Termino de destrozar las cosas y le mando un mensaje advirtiéndole que ella es mía. Aunque no sea así, quiero creer que si. No la imagino con nadie más y no solo porque fui la primera persona a la que besó.
No me responde y termino bajando por comida encontrándome con Hayley. Es la hija de Alfred, tenía al menos un año que no la veía, le gusta robarme besos en los labios ya que dice que son provocativos.
Es un completo fastidio, pero es como una hermana. Aunque aún no confío completamente en ella.
—Aden —me saluda con una sonrisa y me lanza un durazno.
—Hayley —pronuncio metiendo a la boca el mismo.
Me pongo a charlar con ella y con sus estupideces me hace reír de vez en cuando. Las anécdotas de su año sabático, me hace sonreír con sus "experiencias sexuales" e intenta enseñarme, como si yo no supiera de eso.
El timbre suena y voy directo a la misma recibiendo a una Alice sonrojada, con mi paraguas en una mano y el teléfono en la otra.
—¿Me explicas tu amenaza? —reclama dando un paso hacia mi.
Luce muy sexy con ese vestido, sus pequeños senos se amoldan bien en el mismo. Meneo la cabeza quitando los pensamientos y me cruzo de brazos ante su actitud.
—No fue una amenaza, Alice.
—¿Entonces qué fue?
—Una advertencia —recoge el paraguas dándomelo más pequeño.
—Pues ahórratelo. ¿Piensas que por un par de besos puedes decidir cosas sobre mi vida? —reclama con la ira latiente en sus ojos.
—No, pienso que eres mía porque no permitiré que seas de nadie más —una bofetada me calla y la miro incrédulo con la mano en mi mejilla.
—No soy un objeto, Aden. Y no te asegurarás de nada porque a mi las amenazas o advertencias no me agradan. Nos vemos —camina pero la tomo del brazo metiéndola en la casa y cerrando la puerta detrás de mi.
—¡¿Que haces?! —pregunta molesta intentando salir pero la vuelvo a tomar del brazo arrastrándola conmigo hacia mi habitación.
—¿Qué estás haciendo? —pregunta mientras yo me siento junto al escritorio de mi habitación, molesto, muy molesto.
—Acabas de abofetearme, Alice. No me iré, y no te irás hasta que pidas disculpas.
—Pues duraremos toda la noche aquí. Te lo mereces por imbécil.
—¿Imbécil? ¿De qué hablas? Actué así porque es lo que soy, Alice. Y ya te dije que…
—Creo haberte dejado claro que no soy una propiedad —suelto un suspiro.
—Bien, no eres un objeto. Asunto cerrado, pero de aquí no nos vamos hasta que me pidas disculpas. Está mal golpear en la mejilla a las personas.
—¿Y tú qué sabes del bien o el mal? —se cruza de brazos.
—Sé mucho más que tú, así que cierra la boca y pide disculpas por actuar como la impulsiva sin mente que eres —abre la boca ofendida mientras yo tomo un boli dejándolo en mi boca.
Tomo mi libreta haciendo pequeños dibujos sobre ella. Se sienta negándose a pedir disculpas, pero su orgullo no sirve de nada.
—¿Podemos parar con esto? —se cansa después de media hora mientras yo sigo dibujando su rostro.
—Cuando pidas disculpas.
—No tengo que hacer eso. Además, no te golpeé muy fuerte —la miro enarcando una ceja.
—¿Te muestro?
—Hablando de mostrar… ¡Me hiciste un chupete! —muestra la parte de arriba de sus senos molesta.
—En mi defensa, me dejé llevar por el momento.
—¡Pues lo mismo! Ahora déjame salir de aquí, y si no lo haces te golpearé en las pelotas tan fuerte que lo recordarás hasta el día en que mueras.
—Aburres, Alice Cooper.
Camina hacia mi abriéndose de piernas. La silla es incómoda y la miro extrañado ante su cambio de actitud.
—¿Te aburro? —pregunta repartiendo besos sobre mi cuello.
Vaya, se siente bien tenerla así de esta forma. Dejo mis manos en su cintura cerrando los ojos mientras no puedo controlar lo que pasa en mi cuerpo al sentir su… ¡asg!, me molesta que me ponga así.
—Un poco —le miento y ella se levanta.
—Es por lo de mi chupete —la miro a ella quien tiene una sonrisa coqueta, y corro hacia el baño con dolor en mis pantalones.
Miro el chupete que me hizo y escucho la puerta al cerrarse así que salgo corriendo escaleras abajo. Pero cuando me doy cuenta ya se fue, y yo me quedo como un idiota con una erección y un gran chupete.
—¿Aden? —pregunta Hayley desde la cocina donde la dejé y vuelvo pensando en esa tonta.
—¿Cuanto tiene que se fue?
—Un minuto, tal vez —tomo una pera de la nevera sentándome en un taburete.
—Esa tonta —murmuro mordiendo la misma.
—¿Qué es eso en tu cuello? —me saca de la ensoñación y me levanto a la defensiva.
—No es nada —corro hasta llegar a la habitación de nuevo preguntándome porque esa idiota me tiene como me tiene.
¡Asg! Gruño en frustración sin poder quitarme la erección.
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El maquillaje apenas cubre un poco del chupete. Yo le hice uno, pero ella… abusó demasiado.
Es que ni un vampiro haría algo así. Me coloco el uniforme y una sudadera encima que cubre apenas un poco el chupete porque no lo hizo oculto como yo a ella.
Toco la puerta del despacho del tío Alfred antes de irme al colegio. Me indica que pase y solo asomo la cabeza.
—Ya me voy. Dile al director que no me moleste por hoy —asiente en el teléfono y yo cierro la puerta yéndome al colegio en mi motocicleta.
Las clases pasan igual de aburridas que siempre y en cuanto llega la hora del almuerzo me siento esperando que llegue planeando mi venganza.
Me siento en la mesa donde están todos los chicos del equipo de baloncesto, en el cual me encuentro.
—Hey, Aden —saluda James y les doy la mano a todos.
El único que no está en secundaria de mis "amigos" es Alexis. Comienzan a hablar sobre el próximo juego que será en un par de días, pero no presto atención por buscar a Alice con la vista.
Los chicos siguen en lo suyo, Arthur también forma parte del grupo pero no me cae muy bien que digamos.
¡Bingo! Aparece hablando con su amiga Gretchen y su hermano menor también está con ella.
—Tengo algo que hacer —aviso yendo directo a su mesa.
Todos me ven extraño y en cuanto llego la tomo de la nuca estampando mis labios contra los suyos.
No se niega al beso, por lo menos no en los primeros segundos. Me aparta con las mejillas rojas mientras yo sonrio con suficiencia, ya no importa, no importa porque los murmullos no se hacen esperar. Ahora será el chisme del momento, y todos hablaran de nuestra ficticia relación. Así que yo gano por donde se mire, porque lo que es mio nadie lo toca, y ahora nadie la tocará a ella.
Camino fuera de la cafetería con las manos en los bolsillos de mi sudadera y pronto unas manos me toman de los hombros lanzándome hacia el baño de mujeres.
Cierra la puerta detrás de ella mirándome con odio.
—¿Se puede saber qué rayos hiciste? —me reclama molesta cruzándose de brazos.
—Esa fue mi forma de marcarte.
—No puedes hacer eso.
—¿Por qué estamos solos aquí? —la molesto a propósito.
—No empieces. Sólo quería un lugar en privado para… —la tomo del brazo jalándola hacia mi.
—Besarme —se intenta zafar pero la dejo en la pared.
—No te hagas ilusiones.
—Claro, mira lo que hiciste —le muestro el chupete y ella se encoge de hombros.
—Déjame decirte que esto es un ojo por ojo. No un te doy y no me das —suelto una risa sarcástica.
—Hablas tanto, Alice —la intento besar pero lo prevee por lo que me empuja y corre directo hacia la puerta donde la intercepto.
—No te voy a besar más —dice intentando golpearme.
—¿Quién lo decide? ¿Tú? —se voltea quedando a mi frente.
Tiene las mejillas rojas y la mirada profunda.
—Has hecho cosas, Aden. Y no te voy a besar porque sería darte alas, y yo contigo no quiero nada —eso me molesta pero un golpe bajo en el medio de mis piernas me deja en el suelo.
Suelto un quejido y ella sale dejándome ahí, casi llorando porque no fue compasiva.
—Maldición. Estás loca —me siento en el suelo con dolor aún.
Luego me levanto ignorando todo. No la veo el resto del día y me voy a casa. El tío debe estar trabajando, pero Hayley está en la cocina comiendo algo de fruta.
—Primo —me saluda y yo giro los ojos tomando una manzana de la nevera.
—¿Dónde está Melanie? —le preguntó ya que se supone llegaba hoy y la misma sale no sé de donde corriendo hacia mis brazos.
Es pequeña, me llega apenas al torso. El cabello amarillo le cae en el rostro y aspiro el olor del mismo. Sonrío contra su pelo y ella se separa que una dulce sonrisa.
—¿Y el viaje? —le pregunto tomando su mano y caminamos por las escaleras.
—Estuvo bien. Los abuelos son agradables.
—¿Me trajiste algo? —asiente sonriendo y se suelta de mi mano corriendo hacia su habitación.
Voy hacia la misma quedándome en la puerta, busca algo en unos cajones y saca una banda negra haciéndome soltar una risa.
—Es alemana, te gustará —me la entrega y yo vuelvo a sonreír.
—Gracias, Em —asiente abrazándome de nuevo.
—Lo que sea para mi hermano.
Me voy a mi habitación pero me aburro rápido, así que me doy un baño poniéndome una camiseta y un pantalón de pijama negro, la toalla la dejo en mi cuello y luego bajo a la cocina donde tomo frituras y jugo yendo a la sala de juegos.
Me siento tomando el control y los audífonos empezando una partida de Call of duty de cuatro personas.
Me mantengo así un buen rato comiendo todo lo que hay en el mueble de cuero blanco a mi lado.
—¿Hermano? —entra Melanie y yo sigo en mi juego.
—¡Aquí! —respondo con la boca llena y aparece en la línea de mi vista justo cuando me matan.
—¡Maldición! —me quejo tirando todo para luego tapar mi boca y señalarla con el índice—. Usted no diga malas palabras.
Ella se cruza de brazos.
—¿Que significa eso?
—Ya dije que no repetirás y a los hermanos mayores se le obedecen —gira los ojos comiéndose mi fritura.
Solo tiene diez años, estudia en Alemania pero sólo vino por unos días, ya que estar siempre con el abuelo no le favorece mucho.
Le doy cariño besando su rostro, es muy celosa y malcriada, así que debe estar molesta porque le dije que era el hermano mayor.
—Quiero ir contigo a clases. Para conocer tu colegio —me levanto limpiando los restos de comida de mi pantalón de pijama.
—Ni hablar Em.
—A ver, En —se levanta molesta—, el tío es el dueño del colegio, solo con usar ojos de perritos lo tengo en mis manos. Tú decides —me deja solo en el lugar.
Salgo buscándola pero no la encuentro en ningún lado. Ya la noche cae y es miércoles de películas, así que todos nos sentamos en el mueble frente al televisor con cajas de pizzas y gaseosas a los lados.
—Melanie me comentó que quiere ir al colegio. Le darás un recorrido Aden —informa el tío Alfred y miro a Em quien sonríe para ella.
—Debería castigarte, pero estás bien tierna para hacer algo así, por lo que acepto.
Ella se queda en los brazos de Tadeo quien se dedica a comerse las pizzas y a darle cariño en el cabello. Yo sé que su hermano favorito soy yo, solo quiere darme celos y no le daré el gusto.
Tomo mi teléfono enviándole un mensaje a Alice.
Yo: ¿Qué haces? ¿Sigues molesta?
Espero la respuesta, y extrañamente llega a los segundos.
Ella: Estoy en mi habitación con los audífonos puestos. ¿Hace algo de frío o estoy loca? Ya no estoy molesta, tuviste tu merecido con ese golpe.
Sonrío como un estúpido tecleando otra respuesta.
Yo: Si hace frío. Últimamente está así, y sí, también estás loca. Yo estoy viendo una película en familia. ¿Quieres venir?
Ella: ¿Y dejar que me excluyan como siempre? No gracias, aquí en mi habitación estoy bien.
Yo: Si te busco, ¿vienes?
Ella: ¡No!
Me molesto algo pero sonrío porque igual la voy a buscar.
—Tengo algo que hacer —declaro levantándome y todos me miran.
—Es noche de películas. ¿Qué es tan importante? —reclama el tío Alfred.
—Volveré, denme diez minutos y las vemos todos juntos.
—¿Irás a buscar a esa Cooper? —se queja Tadeo y lo miro de reojo.
—Nos vemos.
Me dirijo hacia la puerta poniéndome un jean y unos zapatos en el armario de la sala. Tomo las llaves de mi auto y me subo en el mismo conduciendo hasta estacionar en la casa de Alice.
Le marco y al momento me contesta.
—¿Qué?
—¿Puedes salir? Estoy fuera. Esperándote.
Enciende la luz de su habitación asomándose por la ventana.
—¿Estás loco? —susurra al teléfono y yo asiento.
—Ya baja.
Niega y tengo que buscar la escalera ubicándola en su ventana.
—¡Está bien! —se queja antes de que suba—. Solo espera que me cambie.
Espero más de cinco minutos para que luego baje con jeans rotos, botas y un suéter negro que hace relucir sus silueta.
Debajo del jean lleva unas mallas de red negras. El cabello lo lleva en una coleta y me saca el dedo corazón en cuanto me ve.
—Será la primera y última vez que me escape de casa por ti ¿okey? —giro los ojos y ambos nos subimos al auto.
—¿Podrías fingir que me quieres? Una vez dentro —digo camino a la casa y ella enarca una ceja.
—¿Por qué haría eso?
—Bueno, sé que no es necesario fingir —bromeo haciéndola soltar una risa—. Es por mi hermana, ella es… única a su forma, pero necesito que finjas que me quieres, porque ella no soporta a las personas que no lo hacen —y su instinto animal sale, por lo que intentará…
Borro los pensamientos y pronto entramos en casa. Le doy una manzana y caminamos hasta en cuarto de juegos donde están todos aun esperándome.
—Lamento la demora —me disculpo sentándome—. Ella es mi amiga Alice, como ya saben.
—Yo no —se queja Melanie.
—No te portes mal, Em —hablo en su mente y ella gira los ojos.
Alice se sienta a mi lado, el único que la recibe bien es Alfred porque sé que Hayley no la quiere aquí. Lo sé por sus pensamientos.
—Tu también compórtate —hablo también en su mente y me mira con las cejas fruncidas para soltar un suspiro.
Después de ver la película todos salen de la habitación y yo me quedo comiendo pizza y hablando de tonterías con Alice. Me cuenta muchas cosas, los problemas con su mamá y su papá mientras yo la escucho atentamente.
—¿Jugamos una partida? —pregunto después de tragar una rebanada de pizza y asiente tomando uno de los controles.
Comenzamos a jugar y me gana a la primera ronda. ¿Una mujer me acaba de ganar en un juego que juego desde hace años?
Jamás. Las siguientes tres partidas las gano con los ojos cerrados.
—Hay una fiesta cerca —se levanta diciendo y yo la miro con una sonrisa divertida mientras me echo en el sofá.
—No iremos a ningún lado, aún —advierto haciéndola sonrojar.
—Yo si me voy —intenta huir como la cobarde que es y corro tomándola del brazo y dejandola en el mueble.
Me cruzo de brazos sonriendo.
—¿Sabes lo que me hiciste hoy? —me quito la camiseta mostrando el chupete que tengo, bueno, solo lo hice para molestarla y… reto cumplido.
Está más roja que un tomate y sus ojos se detienen en mi torso.
—Tu también me hiciste uno. Estamos a mano, ahora déjame ir.
—¿Te da miedo? El estar aquí sola conmigo.
—No, me da miedo perder el control y dejarte sin pelotas.
Se levanta quedando a mi frente desafiándome con la mirada. Sus ojos brillan mientras los míos se oscurecen y la tomo de la nuca dejando la tentación de sus labios cerca de los míos.
Puedo sentir su respiración errática, y hasta puedo escuchar el retumbar de su corazón, fuerte y rápido. La presión en mi pantalón aumenta y me siento tan… no se como describirlo, pero me encanta lo que causa en mi.
Dejo mi frente en la suya rozando sus labios y es ella quien me toma del cabello hundiendo los mismos en los míos.
La explosión de sensaciones no se hace esperar y la tomo de las piernas cargándola. Envuelve mi cintura con sus piernas mientras el deseo me recorre cada célula del cuerpo anhelando algo que probablemente no tenga aún.
La dejo en el mueble moviendo mis labios con los suyos, no son expertos pero la ternura con la que besa solo hace que el deseo que siento por ella aumente. Muerdo su labio inferior abriendo los ojos.
No puedo con el hormigueo y la sensación de querer tanto, pero tanto eso. Es la primera vez que deseo y quiero tanto algo, ya que al ser quien soy no pertenezco a nada y se supone que menos siento nada. Pero con ella siento absolutamente todo y eso me tiene más que desquiciado.
Sus manos llegan a mi pantalón y la detengo porque no puedo hacerle eso sabiendo el porqué de buscarla.
—Yo… —intenta decir roja y la vuelvo a besar, para luego repartir besos húmedos por su cuello.
Sus labios sueltan jadeos y no se si pueda controlar este deseo que no desaparece. Me inquieto, me impaciento con cada beso pero luego una llamada a mi teléfono nos interrumpe, así que lo tomo con la presión dolorosa aun en mi pantalón y me levanto.
Ella se acomoda, tiene los labios rojos y las mejillas más que sonrojadas.
—¿Si?
—Mataron a la abuela —indica Alfred y el teléfono se me cae de las manos mientras miro todo mi entorno borroso.
La voz de Alice se escucha a lo lejos y me recuerdo el único objetivo que tengo con ella.
—Tienes que irte.
Salgo sin más con la rabia en mi pecho y en mi sistema diciéndome que ellos son los malos de este cuento, recordándome que solo vivo para ser el malo a la vista de todos, que no puedo hacer nada, porque estoy destinado para esto.
Porque es un juramento de sangre, y así como ellos derraman la de nosotros yo derramaré la de ellos. Y nadie, absolutamente nadie me hará desviar de mi objetivo.
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