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XII


07 de Febrero de 2029 6:45 PM

Acabo de abrir mis ojos, mis parpados están pesados, veo mis manos y están palidecidas, mi visión es borrosa apenas puedo divisar a Alfonso en mi habitación.

—¿Despertaste bella durmiente?—Susurra con su habitual voz ronca.

—Me duele mucho la cabeza.—Trato de levantarme pero él me lo impide.

—Debes descansar.—Sugiere.

—¿Qué hora es?—murmuro flojamente.

6: 46 de la tarde.—Responde vagamente

Un silencio se prolonga en la habitación.

—Debo decirte algo.—Me da la espalda y se dispone a hablar—No debemos vernos más.

—Seguro que sí.—Bufé

Alfonso sostiene mi mirada y veo que la suya esta afligida.

Tomo una respiración honda, preparándome para lo que voy a decir.

—¿Qué es a lo que te refieres exactamente?—Espeté.

Mi corazón se aceleró, y un vacío se formó en mi estómago.

—Hay muchas cosas que debes saber.—Dice con formalidad—Yo tampoco sabía al principio, pero tú causas unos efectos en mí errados. Me temo que es hora de decir adiós.

Sus palabras me dolían demasiado.

— ¿Y dónde quedan mis sentimientos?—cuestioné.

—Es sólo un efecto que te cautiva.—Se gira, sus ojos se tornan negros por completo y su voz ronca vuelve con su habitual serenidad—Las bestias en las novelas, en los cuentos incluso en la vida real no merecen finales felices.

Cierro mis ojos, reprimo nuevamente mis sentimientos.

—Si tanto daño te causo...—respiro hondo y digo sin pensar— es mejor que te vayas.

Estaba segura que no le dolería tanto como a mí.

—¿Sabes? Seguramente debes pensar que a mí no me importas.—Él se dirige a la puerta y gira la manilla.—Pero esto lo hago porque me incumbes.

Alfonso se desaparece.

Me aseguro de que no me vea, las palabras del doctor Mackenzie vienen a mi cabeza y no puedo evitar estallar en llanto.

Alfonso había penetrado en mi corazón, se había encarnado en lo más profundo de mí palpitar sentía un vacío difícil de explicar una parte de mí me faltaba y dolía lo suficiente como para continuar adelante fingiendo haber olvidado todo.

Sus palabras eran duras, carecían de sentido para mí. Mi mente se fue cargando de los recuerdos que nunca lloré...tenían nombre y apellido.

Fabián Leoni.

Yo siempre estuve enamorada de Fabián como el primer día —en cambio él no—nuestra última conversación, me duele tan solo recordarla.

Oriana necesito hablar contigo algo muy importante.Revela Fabián.

Dime corazón ¿Está todo bien? –dije en tono meloso.

Fabián cogió asiento en la cocina, me tomó del brazo, ambos nos teníamos cara a cara.

Su alma se retorció al ver los brillosos ojos de su chica, su calidez se enfriaría tan pronto y todo sería su culpa.

Yo...un nudo se forma en su garganta.

¿Tú? Dudé.

Yo.Sus palabras se traban, me toma de la manoNo puedo seguir con esta vida junto a ti.

El mundo me dio un vuelco de 360° grados. Por Dios que me esperaba cualquier cosa, que lo despidieron o tal vez que tenía deudas pero no esas palabras que fluían de sus labios.

¿Qué hice mal?me limite a decir con los ojos empapados de lágrimas, apartando con tristeza su mano de la mía.

Oriana.Suspira, para luego dar un golpe a la mesaDesde hace dos años estoy saliendo con otra persona.

Yo estaba quebrada, como un vidrio sólo veía una imagen distorsionada de mí. El dolor y la ira se debatían por quién atacaría primero. No existen palabras para expresar lo mucho que duele amar a alguien... que nunca te correspondió.

Mi corazón le imploraba perdón a mi consciencia.

Siempre fue ella Oriana. Repitió el chico de ojos pardos.

Me usaste, como si yo fuera un juguete.Musite con impotencia.

¡No!exclamo sobresaltadoDe la forma que piensas, las cosas nunca fueron así.

Me levantó de la mesa, apago todas las hornillas de la cocina y observo fijamente mis piernas.

¿Tan miserable era mi vida contigo?hice una pausaAsí que como un hombre ejemplar decidiste jugar conmigo. Yo debí comprender que nunca me quisiste, seguro estar con alguien que te recuerde lo infeliz que eres te hace sentir menos peor. Me causas náuseas, y más aún me das...

No lo digas.Me interrumpe.

Me das lástima.Retomo la palabraAl menos sé hombre para irte de la casa.

Él me miraba dolido.

Discúlpame, por favor.Suplica.

Yo agarre la maleta de Fabián, cogí sus pertenencias y su ropa, furiosa la metí con brusquedad.

Tus disculpas no me sirven de nada.Vociferé.

Orito, las cosas no tienen por qué terminar así.Se interpone entre la maleta y yo.

Me dolía el alma— me alteré como nunca lo había hecho en mi vidaempecé a romper las fotos que teníamos juntos al igual que los obsequios pero lo único que no podía destruir eran los recuerdos.

Para.Espetó.

Yo le di una cachetada.

Estás en mi apartamento, perdiste todo derecho sobre mí.Apunte con frialdad.

Gracias a mí, vives cómodamente.Grita.

Ahora vas a sacarme los trapitos.Dije irónica.

Agarre la maleta, para luego aventarla por la ventana.

Es hora de que te vayas.Impuse.

Oriana...

Olvídate de mí, no existí nunca para ti, olvida este departamento, olvida mi cara y esfúmate de mi vida no quiero volver a saber más nunca nada de ti.Finalicé.

Su nombre es Cynthia.Responde con pesarestá embarazada.

No respondí nada, abrí la puerta del apartamento Fabián salió y yo cerré la puerta lánguidamente.

—Así que tú eres Oriana.—Una voz femenina interrumpió mis recuerdos.

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