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XVIII


Sábado, 15 de octubre del 2022. 17:02

Me aseguro de limpiar el sudor de mis palmas antes de pulsar el timbre dorado, del cual comienza a sonar el fragmento de alguna canción clásica que no reconozco.

Vane y yo esperamos en el porche de una casa blanca inmensa, como morusas de polvo estorbando en el paisaje impoluto que da la casa de Eva para quien sea que camine por el vecindario. Comenzando por el jardín delantero, con sus arbustos podados en forma de círculos perfectos, que poseen la función de trazar el camino de unas escaleras, hasta llegar a una puerta innecesariamente alta rodeada de pilares, los cuales decoran toda la fachada junto a varios ventanales lustrosos.

Es, básicamente, una obra de arte que deja a mi dulce morada como caja de cartón en comparación.

Me hubiese gustado ver la reacción de mi ángel ante esta pieza de arquitectura (que vagamente se podría llamar casa), sin embargo ha huido dejándonos aquí solas. Me queda claro que ya la conoce, ya que Eva y él tienen una historia que data a quien sabe cuanto tiempo, pero creo que eso solo lo haría más divertido dado que seguramente sabe de anécdotas y leyendas de cada rincón del lugar.

En menos de un minuto, las puertas se abren descubriendo a una mujer de aproximadamente más de sesenta años, con un rostro amistoso y el pelo recogido tan estrechamente que casi parece pegado a su cráneo.

—Ustedes deben ser amigas de la señorita Medina, ¿no es así?

Vane asiente por ambas con una sonrisa amplia, mientras tanto yo me distraigo con el recibidor. No tiene muchas decoraciones, aunque no las necesita puesto que, las que hay, parecen del tipo que tiene un pasado todavía más extenso que el propio apellido de sus dueños. Reliquias de generaciones en generaciones, que en conjunto, trazan una gama de colores variando de blanco, negro, dorado y rojo. Detrás de la mujer, el recibidor conecta con un pasillo que finaliza en una sala de estar, con puertas de cristal que dan a la playa, la cual se puede apreciar desde mi posición actual.

—Así es, yo soy Vanessa, y la chica babeando al lado mío es Melissa.

¿Amiga o enemiga?

Le regalo mi mejor mirada asesina antes de sonreírle a la mujer frente a nosotras.

—Un gusto conocerlas a ambas. Pueden pasar —dice dando un paso a un lado, permitiéndonos cruzar las puertas antes de que las vuelva a cerrar detrás nuestro—. Le avisaré a la señorita que han llegado, mientras tanto esperen aquí.

Luego de eso, escuchamos sus tacones repiquetear velozmente por los escalones de la escalera de caracol que rodea un candelabro que cae desde más arriba, el cual luce como una cascada larga de escarcha. Me pregunto si se vera aun mas deslumbrante con las luces encendidas.

—Mira acá—dice Vane, con los ojos clavados en un gran cuadro de marco dorado—. Parece uno de esos cuadros malditos que te siguen con la mirada, ¿no?

Le hago caso, encontrándome con una pintura realista de la familia más famosa de Celsis. La del alcalde.

El reconocido presidente municipal, Sergio Medina, aparece usando uno de sus trajes más formales y una expresión altiva a su vez que seria. Al lado suyo, se encuentra su esposa Romina, quien parece ser una copia pocos años mayor de Eva, con la diferencia de que tiene un sentido de la moda más sombrío, o mínimo eso parece según la pintura, donde luce un vestido conservador marrón. Su hija, que está sentada en un sillón rojo de detalles dorados, con cada uno de sus padres tocando un hombro suyo, lleva un vestido gris nada parecido a algo que usaría regularmente.

No obstante, lo que llama la atención de la obra no son las personalidades que hay en ella ni sus ostentosas pertenencias, sino sus miradas extremadamente detalladas que desde cualquier ángulo lucen faltas de vida. Como si el artista hubiese intentado con todas sus fuerzas plasmar una emoción que no existía a la hora de inmortalizarlos.

—Espeluznante, si. Si tuviera siete años menos, probablemente tendría una pesadilla solo de verlo.

—Yo definitivamente la tendré. ¿Crees que si miro feo a la mujer, me posea como en las películas?

—Uno, esto no es una película. Si me pagaran por cada vez que te he dicho eso, me jubilaría a los veinte—le digo, dándole una mirada cansada—. Dos, no lo hagas. No es gente muerta, es la familia de Eva. —bajo la voz al decir lo último—: Tres, mejor no lo hagas.

Antes de que alguna diga algo más, unas pisadas llaman nuestra atención desde las escaleras. Esta vez se trata de la chica deslumbrante, que por razones desconocidas nos invitó a su casa.

—¿Están viendo ese cuadro?—pregunta, a lo que yo asiento de inmediato, rogando porque no haya escuchado nada de nuestra plática—, personalmente lo odio. Nos hace lucir como muñecos de cera, ¿no creen?

—No se, si lo miras bien, da un aire a crepúsculo.

Tapo mi boca velozmente con ambas manos, incrédula de que ese comentario haya salido de mi boca, sin embargo, las otras dos chicas en la sala, ríen ante mi cara de espanto.

—Con razón me asusta. Yo siempre fui team Jacob. —Vane frunce los labios en disgusto.

—Bueno, así se ve mejor, pero igual odio que parece que nos odiamos. —Cruza sus brazos e inclina su cabeza pensativa—. Nos vemos como si fuéramos de esas familias que ni se dirigen la palabra. Dios, cada uno tiene su vida, pero eso no nos evita tener una relación cercana y bella. Es decir, mi mamá y yo pasamos horas hablando sin parar, aunque no tengamos mucho en común. Por otro lado, con mi papá puedo estar días enteros escuchando sobre su trabajo e imaginando que soy parte de las decisiones importantes. Creo que disfruto más el pasar tiempo con él que con mi mamá, pero eso es un secreto así que no se lo digan a nadie.

—Tranquila, estás tratando con un par de tumbas —dice Vane a la vez que guiña uno de sus ojos. Eva la mira de forma significativa, antes de sonreír con la boca cerrada.

—Bien, ¿subimos? Vi un tutorial de como estilizar tu pelo como el de Christina Aguilera en Burlesque y, Vane, tienes justo el corte perfecto para ponerlo a prueba.

A continuación, toma una mano de mi amiga y una mía, para luego hacer el camino por las escaleras hasta su cuarto. Estoy a punto de entrar junto con ellas, cuando algo me hace detenerme antes de cruzar el umbral.

—Tengo que hacer una llamada antes. Empiecen sin mi —me excuso.

Ignoro la mirada inquisitiva de mi amiga, alejándome lo suficiente en el largo pasillo para que no me escuchen.

Al escuchar a Eva hablar de su padre, sentí unas repentinas ganas de llamar al mio. En un inicio sonó como una idea un poco extraña e inesperada. Sin embargo, conforme siguió haciendo eco en mi mente, las ganas se transformaron en una necesidad y, en vez de crear excusas, meditaba las razones para tomar el teléfono y marcar su número.

Así que, en cuanto llego a una distancia prudente, lo hago.

Al tercer pitido comienzo a flaquear. En el cuarto muerdo la una de mi pulgar, pensando en si será mejor que cuelgue antes de que suene la grabadora. El quinto suena y hago el amago de separar el teléfono de mi oreja, pero en vez de la voz de la grabadora, suena la de mi padre al otro lado de la línea.

Inevitablemente, siento el mejor tipo de sonrisa crecer en mi rostro.

—¿Hola? ¿Hay alguien ahí?

—Hola papá.

Pasan unos segundos donde no se escucha absolutamente nada de su lado, al punto en que despego el teléfono para verificar que sigamos en llamada.

—Hija, sabes muy bien que soy una persona muy ocupada como para que me llames cada que gustes.

—Si, lo sé. Lo que pasa es que este año no has llamado casi, así que pensé que sería buena idea hacerlo yo. Serán unos segundos y ya, lo prometo.

—No, será más que eso, pero yo tengo responsabilidades que cumplir, hija. Además, tú sabes cuales son mis horas libres. Ya te llamaré yo cuando salga del trabajo.

—Siempre dices eso, pero nunca lo haces.

Suspira pesadamente.

Odio recriminarle cosas. Comprendo totalmente lo demandante de su profesión, así como lo mucho que le apasiona, por lo que me siento terrible de hacerlo sentir culpable al respecto.

—Está bien. Entiendo. Luego hablaremos papá.—Antes de que él pueda responder, escucho una risa femenina desde su lado de la línea. Es un sonido bajo, como un murmullo, pero para mi suena como cristal roto en un altavoz—. ¿Qué...

—Adiós, pequeña. Te quiero.

Cuelga, pero yo me quedo helada en mi sitio. Con cada uno de mis vellos erizados y un malestar insoportable en el estómago.

Lo único que logra hacerme reaccionar es el sonido de un nuevo mensaje, el cual me hace revisar mi celular con prisa. Ansío que sea un mensaje con una explicación lógica de lo que acabo de escuchar, sin embargo se trata de otra persona.

Mamá

Hola cariño <3

Sé que hoy tienes esa fiesta que me contaste, pero te quería avisar que estoy en casa para que cuando vuelvas no te asustes.

Por cierto, compré un litro de helado de fresa. Odias cualquiera que no sea el de limón, ya lo sé. Pero pensé que quizá ya es tiempo de que pruebes otro sabor, ¿no crees?

También es que estaba en descuento :(

Le respondo con el sticker de un cachorro con corazones a su alrededor, antes de regresar al cuarto de Eva. En un principio no las veo, sin embargo sigo el sonido voces chillonas discutiendo por encima de una canción de Girl In Red, llegando así a un baño amplio con un espejo que recorre toda una pared y está enmarcado por luces led blancas.

Vane se encuentra sentada en un tipo de puff acolchado rosa, con Eva encima suyo poniendo algún tipo de mascarilla gris, evadiendo la zona de los ojos y boca.

—Ah, Mel. Que bien que has vuelto. —La rubia sonríe, levantando a mi amiga del codo para después ponerme en su lugar—. Necesito que ambas prueben esto antes del maquillaje. Hace maravillas para el cutis.

La conversación fluye como si fuésemos amigas de toda la vida. Me olvido del prejuicio frívolo e intimidante que había hecho de la personalidad de Eva, para en su lugar apreciar a una chica con unas inmensas ganas de compartir tips de belleza y discutir sobre cuál es el mejor álbum de Taylor Swift. Me sorprende su talento de debatir sobre cómo Lover merecía un video musical por cada canción del álbum, mientras traza una línea perfecta de delineado en su ojo izquierdo.

Un par de horas más tarde, nos encontramos revisando que todo esté listo para la llegada inminente de los invitados. Las tres hemos optado por vestidos para combinar.

Eva luce uno verde olivo, entallado del torso, pero suelto hasta el piso con una abertura al costado. Su rostro lleva lo básico de maquillaje con un toque atrevido de labial rojo, el cual armoniza muy bien con su pelo ondulado al estilo de los 50 's. Se negó a comenzar a trabajar en él, hasta después de practicar su aprendizaje del tutorial en el pelo de Vane, con resultados exitosos. La susodicha tampoco se complico mucho con su maquillaje, de hecho solo uso un brillo labial en sus labios, ya que su vestido negro con escote en la espalda captaba suficiente atencion como para que lo demas pase a segundo plane.

Por mi parte, Eva me presto un vestido corto de color plateado, con pestañas divertidas que me recordaron a los que se usaban en los anos 20's. Definitivamente una prenda demasiado atrevida para mi, pero la rubia tiene unos dotes de persuasión increíbles. Por la misma razón, llevo un juego de sombras en mis ojos que los hacen lucir más grandes de lo normal sin cargarlos de más. Mi pelo es el único que se salvó de las uñas postizas de Eva, quedando libre y salvaje como siempre.

Comienzan a llegar invitados en grupos. La anfitriona los recibe a todos con la misma sonrisa impecable y amabilidad. No pasa mucho para que me aburra, por lo que me acerco a la barra de bocadillos, en busca de algo con que entretenerme.

—¿Me extrañaste?

Una voz masculina pregunta a mis espaldas, a lo que yo me giro y rodeo su cuello con mis brazos en un abrazo.

—Cam, claro que sí. Me estaba aburriendo como moco aquí, ¿por qué tardaste tanto?

Lo suelto, a lo que él se sitúa al lado mío recargando la espalda en la mesa.

—No pensé que notaras mi ausencia, usualmente todos aman las fiestas de Eva.

—Ya, bueno. Pero yo no soy fan de las fiestas en general.

—Ah, sí. Creo que recuerdo un poco de eso. —Me mira divertido, haciéndome recordar la vez que le tocó prácticamente arrastrarme a mi casa. Mis mejillas se sonrojan, cosa que él nota, por lo que decide cambiar de tema—. Quizá es porque lo más divertido pasa en la pista de baile.

—También es ahí donde se concentran todos los cuerpos sudorosos de la fiesta. No es un lugar al que aspire ir. —Hago una mueca juzgando a la gente siguiendo el ritmo de la canción frente a nosotros.

—¿De verdad? —pregunta sin que entienda a que se refiere—. Seré más directo, ¿quieres bailar conmigo?

Lo miro sorprendida.

Oh, así que por eso saco el tema.

El sonrojo vuelve, solo que bajo razones distintas. Cam extiende su mano en mi dirección, apoyando su pregunta, a lo que yo la tomo con una pequeña sonrisa.

—Si.


Hola hola lectores hermosos <3

Un poquito intenso el capitulo, eh.

Jeje

Bueno, el proximo va a estar mas fuerte todavia.

Yo ya me voy porque sino dare spoilers y no queremos eso.

Los quiere,

Eureka.

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